ONCE
XAN
Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Ding...
Las puertas del ascensor se abren y respiro hondo. Camino despacio hasta la puerta de nuestro piso y me quedo de pie delante de ella durante unos segundos. Deseo con todo mi corazón que Vance haya bebido lo suficiente en la fiesta y que esté ya durmiendo como un tronco. Mañana será otro día.
Pongo la clave de la puerta y esta se abre con un suave ding. Apenas pongo un pie dentro, escucho el ruido del televisor en el salón, al final del pasillo. Por supuesto que está despierto, esperándome. Vance no es de los que deja pasar las cosas con tanta facilidad. Suelto una bocanada de aire, cierro la puerta y me quito los zapatos para dejarlos en la entrada. Vance es bastante obsesivo con lo de mantener todo impecablemente limpio. Cuando compró este piso, lo reformó: suelos de mármol blanco, cocina blanca... Todo es tan claro que, cuando hay un poco de polvo, se nota de inmediato.
Entro en el salón y ahí está él: Vance. Tiene el pelo negro despeinado, está sin camisa y lleva unos pantalones de pijama, que le cuelgan bastante bajo. Ese cuerpo definido y con músculos marcados ha sido mi lugar seguro tantas veces... Él no me mira, solo le da un trago a la cerveza. Aprieto los labios, no sé qué hacer.
—Vance.
—¿Lo has pasado bien?
Su voz no es cálida, es... oscura. El corazón se me acelera un poco por miedo a discutir, sin embargo, la conversación que he tenido con Rain me da un poco de fuerza.
—He estado en Nora, con tu hermana.
—Eso lo sé.
Coge el mando de la televisión y cambia del programa donde está a otra aplicación que muestra las cámaras de la cafetería.
Frunzo las cejas.
—No sabía... que podías ver las cámaras desde aquí.
Vance me mira.
—¿Y eso te molesta? ¿Porque puedo ver todas las veces que ese niñato ha ido a la cafetería?
Sé que se refiere a Apolo y ahora todo tiene sentido. Por eso Vance ha ido a ayudarme tanto a la cafetería últimamente, porque vio a Apolo en las cámaras. He sido un idiota al creer que iba porque quería pasar más tiempo conmigo.
Vance se pone de pie y camina hacia mí despacio, sus ojos buscan algo en mi expresión.
—¿Te crees que soy idiota, Xan?
—No, tenemos muchos clientes que van todos los días, Vance. Él es uno más.
Él sonríe con malicia.
—¿Uno más? ¿Y qué ha sido esa mierda en la fiesta?
—Es sentido común preocuparse por alguien. Apolo es amable con todo el mundo. No hay nada detrás, te lo juro.
—Quizá no hay nada de su parte, porque por lo que he oído en las grabaciones de la cámara está pillado por mi hermana, pero ¿de tu parte? Te conozco, Xan, sé cómo miras a alguien que deseas.
Sacudo la cabeza.
—Estás loco.
—Y me atrevo a decir que, si no fuera porque he estado contigo todos estos días, habrías coqueteado más con él.
—Vance, hemos hablado de esto. Deja de pensar lo peor de mí, no te he dado motivos para dudar.
Él da otro paso y retrocedo. Me choco con la isla de la cocina detrás de mí, ya no puedo moverme más. Vance me coge la mejilla con delicadeza.
—Mantente alejado de él. No sé qué vas a hacer, pero no quiero volverlo a ver en la cafetería.
Abro la boca para protestar y él me besa. Es un beso corto para callarme, pero de todos modos me hace sentir mil cosas, porque lo amo tanto... Él se separa y añade:
—Estábamos tan bien, Xan. Por favor, no dejes que un tío que acaba de llegar lo arruine todo. Tenemos una vida juntos, hemos construido todo esto con mucho esfuerzo y lo sabes.
—Lo sé.
—Entonces ¿qué es más importante para ti? ¿Cuáles son tus prioridades? ¿Un chico que acabas de conocer o yo?
—Por supuesto que tú eres mi prioridad, pero también quiero hacer amigos, Vance.
Intento aferrarme a lo que he hablado con Rain.
—No los necesitas, Xan, ¿quién estuvo contigo cuando tu madre enfermó? —Mi silencio lo deja seguir hablando—: ¿Quién estuvo ahí para ti en todo? ¿Con las cuentas? ¿Con tu dolor cuando la perdiste? —Él me sostiene la cara con ambas manos y me mira a los ojos—. Nadie te conoce como yo, Xan. Sé que a mi hermana le encanta meterte ideas en la cabeza, pero ella no ha estado en tus peores momentos y lo sabes. Todo son palabras bonitas y promesas vacías hasta que las cosas se ponen feas de verdad y el único que está ahí para ti soy yo.
—Es solo que... tener amigos... es lo normal, Vance —murmuro por lo bajo.
—No, no es lo normal, Xan. Todos fingen tener amigos, pero tú has madurado, has pasado esa etapa ingenua de creer que los amigos son necesarios.
Quiero decir algo más, pero él vuelve a besarme. Esta vez no es un beso corto. Me besa con pasión, su lengua entra en mi boca de forma brusca. Me pasa los brazos por la cintura, baja las manos para apretarme el trasero mientras ladea la cara y profundiza su beso. Su boca deja la mía para lamerme el cuello y me dejo llevar, ¿cómo no hacerlo? Nunca pensé que llegaría a amar a alguien de esta forma. Me consume y me desarma cada vez más.
El sonido de la ducha resuena por toda la habitación, Vance se ha dejado la puerta del baño abierta. Estoy acostado de lado en la cama, la sábana me cubre el cuerpo desnudo. Clavo los ojos sobre la gran pared de cristal que nos da una vista preciosa de Raleigh por las noches, sin que nadie nos pueda ver a nosotros desde afuera.
Vance sale ya vestido, secándose el pelo con la toalla.
—Estaré en el estudio. Tengo directo, puede que no vuelva hasta el amanecer. —Se inclina y me da un beso corto—. Descansa.
No digo nada porque esta es la rutina de todos los fines de semana. Vance hace directos por la noche desde el estudio que está al otro lado del piso. Pocas veces duerme conmigo y eso es algo que echo mucho de menos. Esta habitación, por muy lujosa que sea, se ha vuelto fría y solitaria para dormir.
Lo veo salir y cerrar la puerta, y pienso en otra cosa que me incomoda un poco. Vance nunca ha hecho pública nuestra relación, ni siquiera ha salido del armario con sus seguidores. Respeto su tiempo y sus decisiones, pero es un poco incómodo verlo usar su atractivo y coquetear para atraer a chicas con descaro... Siento que las usa, las deja hacerse ilusiones... o quizá lo pienso demasiado. Estoy seguro de que ellas lo aceptarían igual si fuera sincero.
Pero luego está el tema de las «colaboraciones» que hace con otras influencers, donde coquetean o hacen vídeos de relaciones «goals» y esas cosas. Sé que no es real; aun así, me duele un poco verlo hacer esas cosas con otras personas y no conmigo. No tengo nada en contra de ellas, pero me encantaría ser quien haga ese tipo de vídeos con él. Ver comentarios donde nos desean lo mejor y esas cosas bonitas que le ponen cuando él sube vídeos con chicas.
Me giro para tumbarme bocarriba y me quedo mirando el techo. Al final, pienso en lo que he estado evitando desde hace rato: Apolo. Su expresión dolida me persigue y sé que debo disculparme, por eso le he pedido su número a Rain en la cafetería. Cojo el móvil de la mesilla de noche y le escribo:
No podré dormir si no me disculpo: perdón por la forma en la que te hablé. Solo intentabas ayudar. Rain me ha dado tu número. Xan
Nervioso, espero una respuesta que quizá no llegue. Apolo está en todo su derecho de no hablarme nunca más después del espectáculo de la fiesta. Mi móvil vibra y abro el mensaje tan rápido que casi lo llamo por accidente.
Apolo: No te preocupes, no ha pasado nada.
Vuelvo a respirar.
Xan: Mañana puedes pedir lo que quieras en la cafetería, invita la casa para recompensarte.
La advertencia de Vance me chilla en la cabeza; aun así, puedo prepararle un último café antes de pedirle que no vuelva a Nora. Ni siquiera sé cómo le voy a decir eso.
Apolo: Vale, hasta mañana, Xan.
Suspiro, aparto el móvil y miro el techo de nuevo. Me pongo de pie y camino al ventanal, observando las luces de la ciudad.
Me siento solo...
Vance dice que no hace falta tener amigos, pero él sí los tiene y sale con ellos, se divierte mientras yo estoy aquí en este lugar frío y solo. Nunca he sido una persona que se rodeara de mucha gente, solo éramos mi madre y yo. Me crie a las afueras de Raleigh, en una zona rural y de gente con una mentalidad bastante cerrada. Tuve que fingir que era como los otros chicos porque la única vez que dejé salir mi yo verdadero se burlaron tanto que aún tengo pesadillas con eso. Sin embargo, siempre he querido rodearme de más gente, y tener muchos amigos. Siempre he querido que me acepten como soy, que se rían conmigo, y que me apoyen y me dejen apoyarlos. Es como si hubiera una parte de mí... de ese Xan niño que quiere ser aceptado y tener esos amigos que nunca tuvo en la escuela.
Pero Vance tiene razón. Quizá lo único que necesito es una sola persona que esté ahí conmigo. Mi madre lo era todo para mí y ahora él lo es. Este vacío que busca aceptación y amistad se llenará con el tiempo, ya no soy un niño. Así estoy bien, no necesito nada más.
Me visto y voy a hacerme una manzanilla. Con la taza en mano, me acerco al estudio. La puerta está entreabierta y puedo ver a Vance sentado frente al ordenador riéndose y pasándose la lengua por los labios.
—Gracias por esas donaciones, rosita276, tú siempre apoyándome tanto. A ver cuándo nos vemos y te doy un abrazo.
Hago una mueca y me giro sobre mis talones para volver a la habitación. Al entrar, veo la pantalla de mi móvil encendida.
Una llamada perdida de Apolo.
Trago saliva con dificultad y dudo. Miro la puerta de la habitación y la cierro. Me siento en la cama y le devuelvo la llamada.
—Eh, ¿me has llamado?
Su voz suena ronca al otro lado de la línea.
—Sí, solo quería asegurarme de que estuvieras bien.
—Estoy bien, deja de preocuparte por mí.
Apolo suspira.
—No puedo dormir.
—¿Y llamarme es la solución? —pregunto mientras me pongo cómodo en la cama y dejo la taza de manzanilla sobre la mesilla de noche.
—Lo siento, ¿estabas durmiendo?
—No.
—¿Estás... con él?
—Sí, ahora está... trabajando. —Antes de que él pueda decir algo sobre Vance, hablo—: ¿Y por qué no puedes dormir? ¿Piensas demasiado en Rain?
—Pienso demasiado en todo, pensar es mi pasión.
Eso me hace sonreír.
—Lo noté en la cafetería... y ¿en qué piensas?
—En que debo dejar de besar a chicas si no estoy seguro de lo que quiero con ellas.
Oh.
—Apolo... eres todo un chico malo, ¿eh?
—Nah, no es lo que crees. Todos me dicen que debo relajarme y todo eso, vivir la vida, pero entonces termino dejándome llevar en los peores momentos.
—¿Y la terminas cagando?
—Básicamente.
—¿Y qué hay de malo en eso? Bienvenido a la vida, Apolo, donde todos la cagamos constantemente.
—No me gusta equivocarme... Tengo que ser...
—¿Perfecto? —termino por él—. Si eso es lo que piensas, vas a tener una larga vida de decepciones. Buscar la perfección solo hará que te frustres.
—Se te da bien dar consejos, Xan.
—Gracias.
—¿Se te da igual de bien darte consejos a ti mismo?
Me tenso.
—No mucho.
—Creo que todos somos así, ¿no? Expertos a la hora de darles consejos a los demás y no a nosotros mismos.
Tomo un sorbo de mi manzanilla y digo:
—¿Por qué nos estamos poniendo profundos a las dos de la mañana?
Otro suspiro de Apolo.
—Las mejores conversaciones se tienen de madrugada.
—Bueno, háblame de ti, Apolo. Lo único que sé hasta ahora es cómo te gusta el café, que besas a chicas, que te da miedo cagarla y que te gusta Rain.
—Por dónde empezar... —susurra y sonrío hasta que la puerta de mi habitación se abre de golpe.
Vance entra y su mirada va al móvil en mi oreja. Su rostro se enrojece de una furia absoluta y lo bajo de inmediato mientras cuelgo la llamada.
—¿Con quién hablabas? —Corre hacia mí y pongo el móvil fuera de su alcance, a mi espalda—. ¡Xan!
—¿No estabas haciendo un directo?
Él se inclina y me agarra del brazo con fuerza. Hago una mueca de dolor, pero consigo soltarme.
—Vance, ¡cálmate!
—¡¿Con quién hablabas?! —me grita en la cara y me coge del pelo para obligarme a levantarme.
—Vance, para.
Lucho por liberarme, pero sus dedos se tensan y el dolor en mi cuero cabelludo crece. Con la otra mano, me quita el móvil y solo puedo ver que su ira sobrepasa todos los límites al ver el nombre de Apolo en la última llamada.
—¡Sabía que no podía confiar en ti!
Vance me suelta y me estrello contra la pared, yo gimo de dolor. Me lanza el móvil, furioso y lo atrapo apenas en el aire.
—¡Acabamos de tener esta maldita conversación! Y en cuanto me descuido, ¿lo llamas? ¿Qué mierdas te pasa, Xan?
—Él solo quería saber que había llegado bien a casa, es todo.
—Es que de verdad no te importo nada.
—Vance...
—¡Acabamos de hablarlo! ¡Maldita sea!
—No estaba haciendo nada malo, solo estaba hablando con él.
—¿Justo después de que te dijera que no quería que lo hicieras? Tú no me amas, Xan, porque si lo hicieras, no me harías esto.
—¿Hacerte qué?
—Hablar con alguien que te he pedido específicamente que apartes de ti.
—Vance...
Él se da la vuelta y se agarra la cabeza cuando me mira, sé que no va a gustarme lo que va a decir:
—Por eso nadie te tomaba en serio antes de que yo llegara a tu vida, porque haces cosas como esta.
Eso duele mucho. Antes de que conociera a Vance, salí con varios chicos e incluso me enamoré. Por desgracia, ninguno quería nada serio, siempre terminaba con el corazón roto. Por eso las palabras de Vance abren una herida llena de inseguridades y no sé qué decir.
—¿Esto es lo que eres, Xan? ¿Un promiscuo de mierda?
—No, no. Te amo a ti, Vance, solo a ti. No hay nadie más.
—Entonces, demuéstralo. —Sus ojos negros me observan de pronto—. Dame tu móvil.
—¿Qué?
—Dame tu maldito móvil. No voy a poder seguir haciendo el directo tranquilo si no estoy seguro de que no estás aquí hablando a escondidas con él.
—Vance, te estás pasando de la raya, no voy...
—¡Dame tu maldito móvil!
La furia que emana de él me aterra y termino cediendo. No quiero que esto escale a más, no quiero que vuelva a hacerme daño. Y como si quisieran empeorar las cosas, mi móvil vibra con una llamada entrante de Apolo.
—Debe de estar preocupado porque le he colgado, es todo.
—Contesta y ponlo en altavoz. Le vas a decir que lo quieres fuera de tu vida o yo qué sé.
Sacudo la cabeza y Vance tensa la mandíbula.
—Xan.
—Vance, por favor.
—¡Hazlo! ¿O debería hacerle algo a él?
Eso me paraliza.
—No.
—Entonces, haz lo que te digo.
Asiento, contesto y lo pongo en alta voz.
—¿Xan? ¿Todo bien?
Al escuchar la voz de Apolo me dan ganas de llorar, porque tengo mucho miedo y porque hace unos minutos me sentí acompañado y a salvo hablando con él; sin embargo, me contengo.
—Apolo, creo que es mejor... que borres mi número. La verdad, no tengo tiempo para andar haciendo amigos ahora. Mucha suerte con todo.
—¿Qué? ¿Qué dices, Xan?
—Por favor, déjame tranquilo, no me compliques la vida. No me llames más. Adiós.
Y cuelgo.
Durante unos segundos que parecen eternos, Vance solo me mira y luego se me acerca y me toma de la cara.
—¿Ves? No ha sido tan difícil, Xan. Nos vamos a ahorrar muchos problemas con esa llamada. ¿Quieres otra pelea como esta?
—No.
—Y no la tendremos porque él ya no estará. Vamos a estar bien, somos tú y yo contra todo. Eres lo más importante para mí, por eso me pongo así.
Me abraza. Su cuerpo solía ser un lugar cálido y seguro, pero ahora lo siento frío, como las paredes y el cristal del ventanal con vistas a la ciudad. Con la barbilla sobre su hombro, dejo que las lágrimas se formen en mis ojos. Las luces de la ciudad se vuelven puntos borrosos y una tristeza profunda me recorre y me asfixia.
Recuerdo a mi madre y todo lo que trabajó y luchó por mí, lo mucho que sufrió cuando enfermó. Lo dio todo por criarme... ¿Estaría orgullosa de mí? ¿O todo lo contrario? Ya no sé quién soy o cuál es mi camino. Lo único que tengo es a Vance y él parece seguir cambiando cada día. El chico dulce y serio del que me enamoré ya casi ni sale a la superficie. Pocas veces recibo algo de cariño, como antes cuando follamos, sin que algo doloroso pase después, como ahora.
Tengo una deuda constante de cariño y el precio es el dolor.
Vance me acaricia la espalda.
—No llores, no es para tanto. No seas dramático, Xan.
—Lo siento.
—Haré que se te pase todo esto.
Vance me sigue abrazando y comienza a besarme el cuello mientras me toca. Lo último que quiero es follar, pero no tengo fuerzas para detenerlo o para enfrentarme a él. No quiero que me grite o me golpee de nuevo porque piense que no quiero hacerlo, porque estoy pensando en Apolo o cualquier locura que se pueda imaginar. Por eso no protesto cuando me besa y me quita la ropa, ni cuando me gira y me inclina sobre la cama. Mi cuerpo responde al estímulo automático de la costumbre y la familiaridad, pero mi mente está nublada, ausente, es como si no estuviera aquí.
Y no quiero estar aquí, así que me permito pensar en otras cosas, en los que solían ser mis amigos, en el aroma del café fresco de mi madre, en las palabras de Rain, en lo amable y cálida que es la sonrisa de Apolo. Las lágrimas caen de mis ojos y aterrizan sobre las sábanas y las mojan.
Porque me siento solo, atrapado, y porque, más que nada en este mundo, quiero tener amigos.