CATORCE

APOLO

Un beso...

La chica que he estado buscando desde aquella noche está en mis brazos. Sus labios rozan los míos despacio, como si estuviéramos tratando de alcanzar el ritmo que funciona para los dos. No es un beso apasionado, tampoco de esos que te dejan sin aire. Es un beso gentil, de descubrimiento, de tanteo y de exploración. Y lo disfruto, quizá demasiado, porque puedo sentir la intensidad de cada roce, la calidez de su respiración. Olvido por completo la lluvia que cae afuera.

Rain invade todos mis sentidos, paso mi brazo por un lado de su cintura para pegarla un poco más a mí. Ella me acaricia el cuello con delicadeza y ladea la cabeza mientras nos besamos tanto que ya está escalando. Mi respiración se está acelerando, mi cuerpo se vuelve muy consciente de la cercanía de sus pechos, de su olor y del contacto de nuestras lenguas. Si esto sigue así...

Ella jadea un poco antes de separarse. Sus ojos encuentran los míos y me pierdo en ellos durante unos segundos.

—Esto ha sido... —dice, pero no termina, se pasa la lengua por los labios.

Yo tampoco sé qué decir. Al tenerla así de cerca, puedo ver cada detalle de su expresión y que duda sobre qué decir o hacer. Es la primera vez que veo esta parte vulnerable de Rain y es... preciosa. Baja la mirada a mi brazo, que aún la rodea, y lo aparto de inmediato.

—Perdón.

—No tienes que disculparte. —Ella se mueve un poco, agrandando el espacio entre nosotros—. Creo... que debería irme.

«¿Qué?».

—Aún está lloviendo.

Ella se pone de pie.

—No pasa nada, no estoy hecha de azúcar.

—Rain...

Ella comienza a caminar hacia la puerta y la sigo, apresurado.

—Espera. —Me cruzo en su camino, aún estoy un poco acelerado por el beso—. ¿He hecho algo mal?

—No, claro que no, Apolo. El beso ha sido... increíble, es solo que...

Espero y, cuando no sigue, le digo:

—Rain... —Doy un paso hacia ella, se pasa la lengua por los labios y sus ojos caen sobre mi boca—. ¿Qué pasa?

Ella suspira y parece dudar de nuevo durante unos segundos antes de envolver sus brazos alrededor de mi cuello y estampar sus labios contra los míos. Me pilla por sorpresa, pero rápidamente le devuelvo el beso.

—El problema... es que... si sigo aquí... —susurra sobre mis labios—. Si te sigo besando, voy a querer más... Apolo, mucho más.

La giro y la presiono contra la pared.

—¿Y eso es un problema?

Ella asiente, mordiéndome el labio.

—Sí.

—¿Por qué?

Mis manos recorren las curvas de su cuerpo hasta que agarro sus nalgas y las aprieto con deseo. No sé cómo hemos llegado a esto, pero que ella esté actuando como si estuviéramos haciendo algo prohibido me está encendiendo.

Rain me besa de una forma mucho más agresiva que en el sofá y su mano se escabulle dentro de mi camisa. Me toca los abdominales, hace que se me tense cada músculo y que se endurezca una parte muy específica de mí. Nuestras respiraciones ya son un desastre y me dejo llevar por las sensaciones, mientras nuestras lenguas danzan, incrementando las ganas que nos tenemos. Sin darme cuenta, ya estoy moviendo mis caderas contra las de ella, presionando y rozando.

—Apolo —gime por lo bajito. Dejo sus labios para besar su cuello, mi mano acariciando su pecho torpemente. Rain se gira, dándome la espalda, rozando sus nalgas contra mi erección y no dudo en besarle el cuello, mis manos apretando sus pechos. Ella se agarra de la pared, jadeante—. Tócame... ahí.

No necesito ser un genio para saber a lo que se refiere. Mi mano se escabulle dentro de su vestido y mis dedos la acarician por encima de la ropa interior. Puedo sentir lo caliente y húmeda que está.

—Rain... —murmuro en un jadeo contra su oído mientras la toco.

Muevo su ropa interior a un lado. Mi dedo se desliza con facilidad dentro de ella porque está empapada. Me mojo el pulgar y lo uso para rozar su clítoris, estimulándola al máximo. Ella mueve sus caderas al ritmo de mis caricias. Mi erección está presionada entre sus nalgas, y el roce y las sensaciones de todo me tienen al borde de la locura.

—Apolo... —gime mientras acelero mis dedos y ella se tapa la boca para ahogar sus gemidos.

Descanso la frente contra su nuca. En esta postura, lo veo todo: su trasero presionado contra mí, mis manos dentro de su vestido que se le ha subido bastante mientras ella mueve las caderas de forma sexual y lujuriosa. Puedo ver el punto mojado en la parte frontal de mis vaqueros y no me sorprende, estoy mal mal. Rain ahoga un fuerte gemido y sus movimientos se vuelven torpes. Sé que está a punto de correrse, así que agrego más estímulo para ella y chupo el lóbulo de su oreja mientras mi mano incrementa el ataque en su humedad.

Sus gemidos se vuelven más seguidos y la penetro con el dedo de manera más profunda, mientras hago círculos en su punto sensible. Rain termina con un gemido ahogado y puedo sentir las contracciones alrededor de mi dedo, lo aprietan y hacen que me excite aún más. Ella ni siquiera ha recuperado el aliento cuando se gira y me besa con pasión, mientras me desabrocha los vaqueros. Una parte de mí recuerda que estamos en el pasillo, pero lo olvida enseguida cuando ella me baja un poco los vaqueros junto con los calzoncillos y se arrodilla.

—Ah, Rain... —jadeo cuando ella me toma en su mano.

No duda en metérselo todo en la boca. Pongo ambas manos contra la pared porque me fallan las piernas. Esto va a ser mucho más rápido de lo que ha sido nunca. Su boca es cálida, húmeda y me recibe con deseo, succionando y lamiendo con una habilidad increíble. Cometo el error de bajar la mirada y verla, nos miramos a los ojos y eso es lo único que necesito.

—Voy a...

La aviso para darle tiempo de apartarse, pero ella sigue. La presión sube y sube, el placer me sobrepasa y termino dentro de su boca, con un gruñido y apretando las manos hasta que son puños contra la pared.

Nuestras respiraciones se escuchan por todo el pasillo y Rain se levanta, mientras se limpia los labios y traga. Me subo los vaqueros y apenas alcanzo a abotonarlos cuando la puerta del piso se abre de golpe. Rain se acomoda el vestido y yo me quedo helado.

Kelly entra, silbando y se queda paralizada cuando nos encuentra ahí en el pasillo. Lo que sea que ve en nosotros parece ser muy obvio, porque aparta la mirada.

—No sabía que había visita.

Rain se aclara la garganta.

—Eh, yo ya me iba. —Corre hacia la puerta antes de que pueda detenerla y se va.

Kelly se queda ahí, observándome durante unos segundos antes de pasar a mi lado y seguir a la habitación de Gregory. Me quedo procesando lo que acaba de pasar. Levanto los dedos, que aún tienen el recuerdo de la humedad de Rain, y suspiro.

Esto ha sido... increíble.

RAIN

«Rain, Rain, Rain... ¿Qué has hecho?».

No me importa la lluvia que cae sobre mí ni que me empape en cuestión de segundos. Quizá necesito este frío para alejar a la Rain calenturienta que al parecer sale a la luz con mucha facilidad, en especial cuando se trata de Apolo Hidalgo. Se suponía que iba a consolarlo en el sofá, se suponía que...

Nos hemos besado...

Nos hemos tocado...

Y luego... lo que ha pasado en el pasillo quedará para la historia de las cosas más calientes que he hecho en mi vida. Dado mi historial, es difícil quedar en el top de esa lista. Madre mía, lo bien que se le dan los dedos. Es como si supiera exactamente cómo estimular de forma doble para hacer que me corra. Ardo de solo recordarlo.

«¿Cómo he pasado de consolarlo a terminar sobre sus dedos y a chupársela?».

Me doy una bofetada mental, así no es como imaginaba que surgirían las cosas con Apolo. Nos estamos conociendo y sí, me encanta follar, pero me habría gustado hablar un poco más antes de hacer algo tan intenso. Sin embargo, ¿me arrepiento? Ni loca, porque ha sido genial.

Pillo un Uber a mi casa, y cuando me bajo, piso un charco y maldigo. Al levantar la vista, me sorprende ver a una figura sentada en la acera del frente. Entrecierro los ojos mientras me acerco para intentar ver quién es.

—¡Xan! —exclamo al pararme frente a él.

Está empapado, su pelo azul parece oscuro al estar mojado y pegado a su cara. Pero eso no es lo que me llama la atención, sino el corte que tiene en el labio y lo hinchado que tiene los ojos y la nariz. Ha estado llorando. Me inclino sobre él.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

—No... tenía dónde ir, Rain... Lo siento, yo...

—Ey, ey... —Sacudo la cabeza—. Estoy aquí, estoy aquí —repito, mientras le cojo la mano—. Vamos dentro, estás helado.

—No... quiero que tu madre me vea así... yo...

—No te preocupes. A estas horas mi madre debe de estar escribiendo en el estudio. Iremos directos a mi habitación.

—Si se entera de que he venido aquí... —Sé que se refiere a Vance, el miedo es claro en su voz.

—Él nunca viene entre semana, tranquilo. —Lo ayudo a levantarse—. Vamos, Xan.

Entramos a casa en silencio y con mucho cuidado. Subimos las escaleras a mi habitación y le paso una toalla y una camisa que me queda grande con unos pantalones cortos. Mientras él se ducha, yo uso el baño del pasillo y me pongo el pijama. Quisiera decir que es la primera vez que veo a Xan así; sin embargo, sí es la primera vez que viene a mi casa. Las cosas han debido de ponerse muy feas con Vance y no puedo evitar sentir la esperanza de que quizá este sea el momento que al fin le abra los ojos a Xan. Se sienta en mi cama, mientras se seca el pelo con la toalla.

—No quiero hablar.

—De acuerdo —convengo—. No tienes que hacerlo.

Presionarlo o incomodarlo jamás será la respuesta a nada. No obstante, debo asegurarme de que no esté lastimado.

—¿Estás herido? —pregunto. Xan sacude la cabeza, aunque el corte en su labio habla por sí solo—. ¿Quieres comer algo?

Asiente y, en ese momento, me doy cuenta de que Xan ha perdido peso en los últimos meses. Mi interior arde con rabia al recordar un comentario de Vance sobre que Xan tenía unos kilos de más. Mi hermano está destruyendo al chico delante de mí de muchas formas, y la impotencia y la culpa me recorren una vez más.

—Ahora vuelvo, ponte cómodo.

Le preparo un sándwich en la cocina y estoy sirviendo el zumo cuando mi madre entra a buscar un poco de café.

—Oh, no sabía que habías vuelto. Qué noche tan lluviosa, le hace honor a tu nombre.

Me besa la cabeza y sigue su camino a la cafetera. Las ojeras debajo de sus ojos son obvias, sé que no lo ha tenido fácil desde lo que pasó, aunque todos finjamos que no ha ocurrido nada.

—No tienes muy buen aspecto, mamá.

—Tú tampoco. —Me señala el pelo, que aún gotea en las puntas—. ¿Te has mojado en la lluvia?

—Un poco.

Mi madre toma un sorbo de café y me observa durante unos segundos.

—¿Todo bien?

Me paso la lengua por los labios, dudando. La confianza que tengo con ella es inmensa, pero no sé hasta qué punto puedo desahogarme o si tengo derecho a contarle los secretos de alguien más. Xan se cierra de una manera increíble cuando intento pedir ayuda a otra persona, niega el abuso por completo y me hace parecer loca. Por otro lado, está el hecho de que Vance no le haya contado nada de su sexualidad a nuestros padres. Eso es algo que no me corresponde a mí, a pesar de lo mierda que es mi hermano; mi parte estúpidamente leal respeta sus tiempos. Sé que mi madre se lo tomaría bien, mi padre ya es otra historia.

—Xan está de visita. Ha tenido un día difícil.

Es lo único que digo. Mi madre lo conoce, la he llevado al Café Nora un par de veces a escribir. De lo que no tiene ni idea es de que Xan está saliendo con Vance.

—Oh, ¿las cosas no le están yendo bien en la cafetería?

Suspiro.

—Algo así.

—Dile que si necesita que organice un club de lectura o un evento en la cafetería para darle publicidad, estoy más que disponible.

Eso me hace sonreír, porque mi madre es el tipo de persona que siempre quiere ayudar.

—Se lo diré. —Suelto una bocanada de aire y hago una mueca antes de añadir—: Mamá, una amiga me ha contado algo de un amigo suyo. Es un chico que está en una relación... muy mala con otro chico que hasta le pega. Queremos ayudarlo, pero nada funciona, es como si el chico estuviera ciego. No logramos sacarlo de ahí, es frustrante.

Mi madre baja la taza de café.

—El chico no está ciego, Rain. De la misma forma que las arañas tejen sus telarañas, los abusadores hilan su manipulación en la mente de la víctima, un hilo a la vez. Ayer fue un comentario, hoy un gesto, mañana una acción... Es minucioso, te aísla para que sientas que es tu mundo, que no hay nadie más. Cuando ya está seguro de sus hilos, vienen los golpes y las promesas de que no volverá a pasar. Te dice que lo hiciste enojar y que siente tanta furia porque te quiere y le importas mucho, porque, si no te «quisiera», no se enojaría tanto... Y vuelves y te quedas porque no hay nadie más o eso es lo que te hace creer. —Mi madre me dedica una sonrisa triste y me da una palmada en el hombro—. No está ciego, hija. Está atado por miles de hilos invisibles que tú no puedes ver.

Mis ojos caen sobre la ventana de la cocina, las gotas de lluvia resbalan por el cristal. Las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza. Me imagino al chico de pelo azul que está sentado en mi cama, rodeado por todos los hilos que Vance ha tejido sobre él y pienso en formas de cortarlos de una vez por todas.