TRES

APOLO

Una invitación abierta...

Una chica hermosa se ha colado en mi habitación...

La intención está clara en sus ojos...

Y aquí estoy yo, decidiendo qué hacer.

Sería una decisión muy fácil si ella no estuviera liada con Gregory. Puede que no tengan nada serio, pero no puedo dejarme llevar por los instintos y arriesgarme a incomodar o a hacer sentir mal a mi amigo. Además, las veces que me he dejado llevar y he sido impulsivo en mi vida, las cosas no han terminado bien. Una vez acabé con el corazón roto y la otra casi pierdo la relación con mi hermano Artemis. Así que, en contra de todo lo que estoy sintiendo de cintura para abajo, mantengo mi agarre en la muñeca de Kelly y, gentilmente, tiro de ella hacia la puerta mientras la abro con la mano libre.

—Has bebido mucho —le digo con una sonrisa—. Creo que deberías ir a dormir.

Ella se libera de mi agarre y me observa sorprendida.

—¿En serio?

Asiento y sus ojos se enrojecen. No, eso no es lo que quiero. Ella lucha por actuar como si nada y se aclara la garganta.

—De acuerdo, discúlpame, de verdad. Lo he entendido todo mal.

—No pasa nada.

Ella aprieta los labios y puedo ver que está conteniendo las lágrimas. No es mi intención herirla de ninguna forma y no sé qué decir. Se da la vuelta y desaparece por el pasillo. Yo golpeo el marco de la puerta con frustración y cierro.

Vaya noche.

Me voy a dormir mientras el rostro enrojecido de Kelly atormenta mis pensamientos. No quería herirla, sé que ella es responsable de lo que hace, pero no quiero que piense que no es atractiva o que la he rechazado por algo así. Ella debe de saber que es por Gregory, ¿no? Espero que lo que ha pasado no le afecte. Ah, mierda, cuanto más lo pienso, peor me siento. Tal vez estoy exagerando, Kelly no es frágil y estoy siendo un arrogante al creer que yo afectaría de alguna forma la autoestima de una chica que parece tan segura de sí misma.

«Tú duérmete, Apolo».

Finalmente, el poco alcohol que he consumido esta noche me ayuda a dormir.

—Y entonces yo le dije: «Por eso no vas a aprobar Introducción a la Psicología, idiota». Lo sé porque es lo que me pasó a mí.

Érica me cuenta una discusión que tuvo con un chico en una de las clases. Al parecer, hablar una vez fue suficiente para que seamos amigos. Hoy hemos charlado en un par de clases que compartimos, hasta hemos comido juntos en la cafetería de la universidad.

En la última clase, ella me ha guardado sitio y sacude la mano en el aire cuando entro al aula para que me siente con ella. No me quejo, socializar no es mi fuerte, así que agradezco que existan personas como ella. Yo me paso la mano por la cara. Ella me observa y se ajusta las gafas como si quisiera evaluarme con detalle.

—Alguien ha tenido una noche agitada —comenta.

Me doy cuenta de que ella es de ese tipo de personas que apenas conoces y ya sientes que tienes confianza, como si hubierais sido amigos en otra vida y solo estuvierais retomando la amistad de nuevo.

—Party Monster —murmuro y tomo un sorbo de la botella de agua que tengo delante de mí.

—¿Party Monster es tu amigo?

—Sí, ¿lo conoces?

No me sorprende que ella sepa el sobrenombre de Gregory, lo que sí me sorprende es el silencio que sigue a esta pregunta. No he logrado que se calle desde que me senté y, de pronto, menciono a Gregory y reina el silencio, así que la miro abiertamente. Érica está sentada muy recta, pero tiene la cabeza baja, el ondulado pelo le cubre la cara y juguetea con las manos sobre el regazo. Frunzo las cejas y noto el bonito atuendo que lleva puesto: un suéter azul holgado y unos vaqueros oscuros.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

Ella posa sus ojos al otro lado del aula y se encoge de hombros.

—Nada.

Me molesta que no me mire cuando habla.

—Érica.

Se levanta de golpe y yo me inclino hacia atrás en mi asiento para mirarla.

—Tengo que ir a por dulces, ¿quieres algo?

—La clase ya va a empezar.

—Enseguida vuelvo.

—Érica.

Y se va del aula como si necesitara salir de aquí con urgencia. La clase comienza y, durante todo el rato, echo vistazos a la puerta, esperando verla entrar y disculparse con el profesor por llegar tarde, pero nunca regresa. Miro su mesa y me doy cuenta tarde de que se ha llevado todas sus cosas.

Al salir, ando por el pasillo principal de la facultad y busco a Érica sin éxito alguno. En la distancia, alguien me saluda con la mano efusivamente y me paro hasta que se acerca: Charlotte. A plena luz del día, está aún más guapa que anoche. Su pelo negro cae a los lados de su cara, mientras su rostro se ilumina con una sonrisa emocionada. Su vestido se ajusta a su figura demasiado bien, cada curva, cada forma es clara. No me esperaba verla tan pronto, así que la saludo con la mano como un idiota.

«Relájate, Apolo».

—Mi querido charlador nocturno —me dice en un tono suave ya delante de mí.

—¿Mi casi psicóloga?

Ella se ríe y siento alivio de que le parezca gracioso.

—¿Ya has salido de clase? —me pregunta y asiento—. ¿Vamos a tomar café?

¿Ah?

Me quedo en blanco unos segundos y ella solo me observa divertida, ¿me está...?

«No, no, Apolo, solo está siendo amable».

—Claro.

Charlotte me guía hasta una cafetería cerca de la universidad y nos sentamos frente a frente en una mesa al lado de una ventana inmensa. Ella me cuenta que está a punto de entregar un trabajo en una asignatura muy importante y comienza a describirlo. Yo solo trato de no centrarme en sus labios cuando habla. Mierda, tiene unos labios preciosos.

—¿Apolo?

—¿Sí?

—¿Estás bien? Creo que te he mareado, perdón. Cuando empiezo a hablar, no paro.

—No te preocupes, se me da bien escuchar, me gusta escuchar.

Ella toma un sorbo de su café y yo la imito.

—¿Quieres venir a mi piso? —Me ahogo con el café y toso un poco.

—¿Qué?

Ella me sonríe.

—¿Te gustaría ver mi piso?

«No, Apolo, no pienses que... Quizá solo quiere enseñarte su piso».

—Claro. —Me limpio las manos sudadas en los pantalones.

—Bien, vamos. —Ella se pone de pie y se desliza el bolso en el hombro.

Charlotte es alta e imponente, tiene un cuerpo con curvas y una cara hermosa. Camina con la seguridad de quien sabe que está buena y no necesita que nadie se lo diga. No puedo negar que me siento un poco intimidado, no solo es preciosa, sino también increíblemente inteligente. La sigo hasta que tomamos un Uber para su complejo de pisos. Nos sentamos atrás y ella me sonríe antes de mirar por la ventana. Mi mano está sobre el asiento en medio de los dos y trago grueso cuando ella pone su mano sobre la mía, su mirada aún en la ventana.

Ok, eso es una señal. No me quiero apresurar o adelantar a los hechos, pero ¿tengo condones? Con alivio, recuerdo que Gregory insistió en que siempre llevara un par en la cartera con uno de sus dichos sin sentido: «Nunca sabes en qué charco te resbalarás en el camino».

El complejo de pisos es muy bonito, está en una esquina bastante agitada de la ciudad. Charlotte me cuenta cómo fue mudarse lejos de su familia aquí y yo le cuento lo difícil que ha sido para mí. En unos minutos, entramos a su piso, es pequeño, pero está decorado de una manera que te hace sentir cómodo.

«Bien, Apolo, no te pongas nervioso».

Charlotte me dice que me siente en el sofá mientras ella prepara unas bebidas para ambos. Por su ventana, puedo ver el comienzo del atardecer. No, no es posible que ella me haya invitado a... en plena luz del día, ¿no?

—Entonces ¿cuál es tu historia, Apolo? —Se sienta a mi lado después de pasarme un vaso transparente con una bebida.

—¿A qué te refieres?

—Tu historia en el amor.

Eso me hace sonreír con tristeza.

—No ha sido buena, nada interesante.

—Auch, ¿ya te han roto el corazón?

—Todos tenemos que pasar por eso, ¿no?

—Así que, por eso eres tan reservado, ¿temes salir herido otra vez?

—No soy reservado.

—Casi ni hablas.

—En tu análisis de anoche, llegaste a la conclusión de que era introvertido, ¿no? Las personas introvertidas no solemos hablar mucho.

Ella pone el vaso sobre la mesita frente al sofá y se acerca a mí. Mi respiración se acelera al ver su rostro tan cerca del mío. Su mano toma mi mejilla y yo me paso la lengua por los labios, ella vuelve a sonreír antes de preguntar:

—¿Quieres besarme?

—Mucho.

—Entonces, qué...

No la dejo terminar y la beso con desesperación, las ganas gobiernan mis acciones y profundizo el beso. Ella sabe a vino o lo que sea que estaba tomando. Sus labios son tan suaves como había imaginado, la estoy besando como un loco. En mi defensa, ha pasado mucho tiempo desde que he tenido algún contacto físico con alguien. Me abalanzo sobre ella, que no tiene más remedio que acostarse en el sofá, conmigo encima. Nuestras respiraciones están descontroladas, y me sorprende sentir su mano escabullirse dentro mi camisa para tocarme el abdomen. Pero no se queda ahí, baja hasta los pantalones y los desabotona, ¿cómo lo ha hecho con una sola mano? Al parecer, Charlotte tiene habilidades y lo confirmo cuando su mano se adentra en mis calzoncillos y jadeo contra sus labios, sabe muy bien lo que hace. No paro de besarla, su cuello, sus labios, todo lo que puedo alcanzar.

El tiempo sin sexo y la habilidad de Charlotte son una mala combinación, porque solo le hacen falta unos cuantos movimientos de su mano para llevarme al límite.

—Espera, espera, espera —digo contra sus labios para intentar detenerla.

Ella solo sonríe y me muerde el labio para continuar de manera más agresiva y rápida. Entre gemidos y jadeos, cierro los ojos y descanso mi frente contra la suya porque es una sensación increíble. La calidez crece y puedo sentirlo venir, y por alguna jodida razón, el rostro de Kelly me viene a la mente y recuerdo su cuerpo contra el mío cuando me bailaba en el salón. «No, no». Cuando abro los ojos, veo a Charlotte. Ella es la que está aquí, es a ella a la que deseo en estos momentos. La beso de nuevo con desesperación.

«O si no, ¿qué? ¿Vas a castigarme?».

Basta.

Pero mi mente, corroída por la lujuria y tan cerca del orgasmo, no se controla. Se imagina a Kelly debajo de mí, sus piernas alrededor de mi cintura mientras le demuestro que no soy el chico inocente que ella cree que soy. Charlotte continúa hasta que termino en su mano y un poco en la parte frontal de su ropa.

—Eso ha sido rápido —me dice en su voz juguetona.

Y no sé qué es peor, si terminar tan rápido y avergonzarme frente a una chica tan guapa como Charlotte o haber pensado en la chica de mi amigo mientras me corría.

«Qué bien has empezado la universidad, Apolo».