Epílogo

Diez años después

Mis lentes oscuros me escudan del implacable sol de las playas de Carolina del Sur, disfruto sintiendo el calor sobre mi piel. El sonido de las olas es muy relajante. Estoy tumbada en la arena bronceándome. Necesitaba estas vacaciones. Dirigir mi propia empresa de publicidad más todas las fundaciones que abrí con la ayuda de Artemis me agota y no me deja mucho tiempo libre. Sin embargo, siempre me aseguro de pasar tiempo suficiente con mi familia, en especial con mis hijos y mi esposo. Y las vacaciones de verano son sagradas.

—¡Mamá! —Hades, mi hijo menor, corre hacia mí con las manos arenosas llenas de conchas, su cabello pelirrojo mojado se pega alrededor de su pequeña cara y la luz del sol hace que sus ojos de color miel se vean más claros y las pecas sobre sus pómulos resalten—. He encontrado un montón esta vez.

Su hermana mayor viene detrás de él con los brazos cruzados sobre su pecho con una expresión de fastidio, a veces siento que actúa como una miniadulta. Yo me apoyo en los codos para levantarme un poco y sonreírle.

—Guau, son muchas —le digo. A él le gusta coleccionar cosas de los lugares que visitamos. Su cuarto está repleto de diferentes recuerdos de países en los que hemos estado—. Tienes que escoger las que más te gusten para tu colección.

—Como si ya no tuviera suficientes cosas en su cuarto —replica su hermana y yo la miro.

—Hera.

—Es verdad, mamá, ya no se puede abrir la puerta completa.

—Estás exagerando.

—Le pedí su opinión, mamá, y como siempre está amargada —acusa Hades.

Me pregunto a quién ha salido

—¿A quién le llamas «amargada»?

Y así empieza una discusión. Yo los calmo y tenemos la usual conversación sobre el respeto y la tolerancia entre hermanos. Hera suspira.

—Lo siento, volcán. —Ella le llama así por el color del cabello de Hades.

—Está bien —responde él, pero el puchero que hace es adorable y podría convencer a cualquiera, incluso a la malhumorada de su hermana. Hera se inclina sobre él y alborota su cabello de forma amigable.

—Bien, te ayudaré a escoger las mejores —le dice ella.

—¿Las mejores? —El puchero se esfuma y la alegría se extiende por su rostro. Hades es precioso, ambos lo son, mis bebés, mis niños. Los veo volver a la orilla del mar y encontrarse con su padre en el camino.

Mi esposo acaba de salir del agua; los años le han caído muy bien. ¿Cómo es que está más bueno con los años? Eso no es normal. Sigue ejercitándose todos los días; el agua cae por los músculos de su pecho y abdomen definidos al igual que sus brazos. Esa ligera barba que me encanta aún acompaña su perfilada mandíbula. Sacude su cabeza para secar un poco su cabello antes de pasar su mano por él, y yo me muerdo el labio inferior. Creo que estaré lamiendo esos abdominales más tarde cuando los niños se duerman.

Artemis llega hasta mí, me da un beso y se sienta a mi lado.

—Tu expresión cuando me miras y estás pensado cosas sexuales es muy obvia, Claudia.

Yo sonrío.

—¿Te estás quejando?

—Para nada —él acerca su boca a mi oído—, de hecho, estaba pensando que ahora, cuando se duerman los niños...

Nuestras mentes tienen el mismo objetivo, como siempre. Con todas nuestras responsabilidades, su empresa, la mía, los niños, las fundaciones... a veces se nos pasa el tiempo sin tener intimidad y no nos damos cuenta hasta que estamos que nos devoramos de las ganas. Supongo que esto es ser adulto.

—Es tarde, tenemos que volver al hotel, y apuntarnos para bajar a ver el espectáculo de fuegos artificiales —me dice Artemis, acariciando mi espalda desnuda.

Mi traje baño es de dos piezas, no me importa mostrar la cicatriz de la cesárea de mis hijos o la de la apendicitis. Tampoco mis estrías por los embarazos; agradezco a mi madre por enseñarme a quererme tanto como soy.

Que en paz descanse mi viejita hermosa, ella falleció hace unos años. Vivió mucho más de lo que los doctores esperaban y creo que recibió mucha fuerza cuando Hera nació y luego Hades. Sus nietos fueron su fortaleza y sus ganas de vivir hasta que ya no pudo más. Me consuela saber que disfrutó de sus últimos años con sus nietos y que fue tan feliz.

«Espero ser una buena madre como tú, mamá. Aunque cometiste errores, me diste tanto amor, me enseñaste a fomentar mi amor propio y mi valor. Espero no defraudarte».

—¿En qué piensas? —Artemis pasa su brazo por encima de mi hombro para abrazarme de lado.

—En mamá.

Él me besa en la cabeza, pero yo me sacudo la tristeza, no hemos venido a las tradicionales vacaciones Hidalgo para esto. Hace cinco años nació la tradición de venir a estas playas para celebrar el 4 de Julio. Hidalgos de todas partes del país vienen aquí para reunirnos y vernos por lo menos una vez al año. Fue idea del abuelo, en un intento de acercar a sus hijos, y su descendencia, y ha funcionado.

Llamamos a los niños y volvemos al hotel para bañarnos y cambiarnos. Luchamos para que Hades no se quede dormido en el sofá después de bañarse. Es tradición que estemos juntos viendo los fuegos artificiales. Bajamos a la playa donde se celebrará el espectáculo y nos sentamos en sillas desplegables. Hades se sienta en mis piernas y Hera se queda detrás de su padre y lo abraza desde atrás para apoyarse en él.

Los fuegos artificiales comienzan frente a nosotros.

—¡Guao! —exclama Hades y me mira para asegurarse de que no me lo esté perdiendo.

—¿Impresionante, no? —Él asiente una y otra vez.

Yo me giro para mirar al hombre de mi vida, el reflejo de los coloridos fuegos artificiales sobre su atractivo rostro. Como si sintiera mi mirada él también me mira y en ese momento volvemos a ser esos nerviosos adolescentes de aquel 4 de Julio de hace tantos años.

Artemis toma mi mano y la levanta para besarla.

—Feliz 4 de Julio, Fuego —me susurra.

—Feliz 4 de Julio, Iceberg —le respondo.

Jamás pensé que ser tan feliz fuera posible, que él y yo nos encontraríamos de nuevo y que seríamos capaces de retomar esos sentimientos de toda la vida. Aprieto su mano con emoción porque esta vez no la soltaré.

Sin importar las heridas y el tiempo que tardemos, todos tenemos la capacidad de amar y ser amados con todas las ganas. Y aunque la vida te envuelva en un sube y baja a su antojo, tarde o temprano encontrarás a esa persona que sostenga tu mano en los buenos y en los malos momentos, esa persona que pueda ver a través de ti.