Para nosotros el cuerpo presenta problemas que sólo empeorarán. De niños amábamos nuestro cuerpo y rara vez pensábamos en él. Sin embargo, al ir creciendo nos fuimos quedando sin amor y por una buena razón. Se gastan miles de millones de dólares para curar las múltiples enfermedades y sufrimientos del cuerpo. Otros miles de millones más se van por la coladera en cosméticos, cuya finalidad es engañarnos haciéndonos creer que nos vemos mejor de lo que estamos. En pocas palabras, el cuerpo humano no es satisfactorio ni lo ha sido desde hace tiempo. Es indigno de confianza, puesto que la enfermedad suele atacarlo sin previo aviso. Se deteriora con el paso del tiempo hasta que muere. Abordemos este problema con seriedad. En vez de resignarnos a la forma física que recibimos al nacer, ¿por qué no buscar un avance, un modo completamente nuevo de ver a nuestro cuerpo?
Los avances suceden cuando empezamos a pensar en un problema de manera nueva y distinta. Los mayores avances se presentan cuando comenzamos a pensar de un modo que no tiene límites. Retiren la vista de lo que ven en el espejo. Si hubieran venido de Marte y nunca hubieran visto cómo envejece el cuerpo y se degrada con el paso del tiempo, podrían creer que funciona exactamente al contrario. Desde el punto de vista biológico, no hay razón para que el cuerpo se degrade. Empecemos por aquí. Una vez borrada toda posición de desgaste en nuestra mente tendremos la libertad de contemplar algunas ideas en cuanto al avance que cambiarán por completo la situación:
Tu cuerpo no tiene límites. Es el canal de la energía, la creatividad y la inteligencia de todo el mundo.
En este momento el universo está escuchando por tus oídos, viendo a través de tus ojos y experimentando a través de tu cerebro.
El sentido de que estés aquí es permitir la evolución del universo.
Nada de esto es descabellado. El cuerpo humano es el laboratorio experimental más desarrollado del universo. Nosotros estamos a la vanguardia de la vida. Lo mejor que podemos hacer para sobrevivir es aceptar ese hecho. La rápida evolución, más rápida que la de cualquier otra forma de vida de este planeta, nos confirió este estado actual de salud cada vez mejor, con mayores expectativas de vida, el auge de la creatividad y un panorama de posibilidades que progresa con la ciencia día a día. Nuestra evolución física terminó hace cerca de 200.000 años. Nuestros pulmones, hígado, corazón y riñones son iguales a los del hombre de las cavernas. De hecho, compartimos el 60 por ciento de nuestros genes con el plátano, el 90 por ciento con los ratones y más del 99 por ciento con los chimpancés. En otras palabras, todo lo demás que nos hace humanos ha dependido de una evolución que es mucho más ajena a lo físico, que física. Nosotros nos inventamos y al hacerlo invitamos a nuestro cuerpo a unirse a nuestro viaje.
Has estado inventando tu cuerpo desde el día en que naciste y la razón de que no lo veas así es porque el proceso ocurre de manera muy natural. Es fácil dar todo por sentado, y ése es el problema. Los defectos que ves actualmente en tu cuerpo no son inherentes. No son malas noticias que nos han dado nuestros genes o errores que cometió la naturaleza. Todas tus decisiones desempeñaron un papel en el cuerpo que tu creaste, consciente o inconscientemente.
A continuación aparece una lista de cambios físicos que tu has causado y que sigues causando. Es una lista muy elemental, todos sus puntos son válidos médicamente y casi ninguna parte del cuerpo ha quedado fuera.
Toda capacidad que aprendemos crea una nueva red neuronal en nuestro cerebro.
Cada nuevo pensamiento crea un patrón único de actividad cerebral.
Todo cambio de humor viaja por medio de “moléculas mensajeras” a todas las partes del cuerpo, alterando la actividad química básica de cada célula.
Cada vez que hacemos ejercicio producimos cambios en nuestro esqueleto y músculos.
Cada bocado de comida que consumimos altera nuestro metabolismo diario, el equilibrio electrolítico y la proporción entre grasa y músculo.
Nuestra actividad sexual y la decisión de reproducirnos afecta nuestro equilibrio hormonal.
El nivel de estrés al que nos sometemos fortalece o debilita nuestro sistema inmunológico.
Cada hora de inactividad total atrofia nuestros músculos.
Nuestros genes se sintonizan con nuestros pensamientos y emociones y se encienden y apagan de maneras misteriosas según nuestros deseos.
Nuestro sistema inmunológico se fortalece o se debilita en respuesta a una relación de amor o desamor.
Las crisis de dolor, pérdida y soledad aumentan el riesgo de enfermedad y acortan las expectativas de vida.
Usar la mente mantiene joven al cerebro; no usar el cerebro lo conduce a su deterioro.
Con estas herramientas has inventado tu cuerpo y puedes reinventarlo en cualquier momento. La pregunta obvia es: ¿Por qué no lo hemos hecho todavía? Obviamente, hace mucho que tenemos estos problemas. La respuesta es que ha sido más fácil resolver partes pequeñas del rompecabezas que ver el todo. La medicina se practica de acuerdo a especialidades. Si nos enamoramos, el endocrinólogo puede notar una baja de las hormonas del estrés en nuestro sistema endócrino. Un psiquiatra puede informar sobre un mejor estado de ánimo, lo que el neurólogo puede confirmar por medio de un estudio del cerebro. El nutricionista puede preocuparse por nuestra pérdida del apetito; por otro lado, lo que comemos se digiere mejor. Y la historia continúa. No hay quien nos dé un esquema completo.
Eso complica los problemas, dado que el cuerpo es tan flexible y tan capaz de desempeñar múltiples tareas espléndidamente, que resulta difícil imaginar que haya que dar un paso para llegar a la transformación. En este momento puedes estar enamorado, embarazada, recorriendo un camino rural, haciendo una nueva dieta, durmiendo menos o más, desempeñándote mejor o peor en tu trabajo. Nuestro cuerpo no es nada menos que un universo en movimiento.
Reinventar el cuerpo significa cambiar todo ese universo.
Intentar andar jugando con el cuerpo hace perder el panorama del bosque por ver un árbol. Una persona se concentra en su peso, otra se entrena para una maratón y una más adopta una dieta vegetariana mientras su amiga se enfrenta a la menopausia. Thomas Edison no se puso a jugar para construir una mejor lámpara de queroseno; abandonó el uso del fuego (la única fuente de luz generada por el hombre desde la época prehistórica) y avanzó hacia una nueva fuente. Ése fue un salto cuántico de creatividad. Si eres el creador de tu cuerpo, ¿cuál es el salto cuántico que te espera?
Si tomamos a Edison como modelo, la última gran reinvención del cuerpo siguió ciertos principios:
El cuerpo es un objeto.
Está armado como las máquinas complejas.
Las máquinas se descomponen con el tiempo.
La maquinaria del cuerpo recibe ataques constantes de gérmenes y otros microbios, que a su vez son máquinas diminutas a escala molecular.
Pero todas estas son ideas pasadas de moda. Si cualquiera de estas suposiciones fuera cierta, lo siguiente no sería posible: Acaba de aparecer un nuevo síndrome llamado electrosensibilidad, con el cual la gente se queja de que sufre incomodidad y dolor con sólo encontrarse cerca de la electricidad. La electrosensibilidad se ha tomado con suficiente seriedad, al punto de que por lo menos un país, Suecia, correrá con los gastos para que la casa de una persona electrosensible esté protejida del campo electromagnético.
El temor generalizado de que el teléfono celular daña al cuerpo no ha llegado a una conclusión definitiva, pero parece mucho más sencillo hacer pruebas para ver si existe la electrosensibilidad. En un experimento se puso a ciertos sujetos dentro de un campo electromagnético (estamos rodeados de ellos a diario en forma de microondas, señales de radio y televisión, transmisiones de teléfono celular y cables eléctricos) y se les preguntó qué sentían al encender y apagar el campo. Resultó que nadie dio otro resultado que no fuera fortuito. Las personas que dijeron ser electrosensibles no dieron mejores resultados que las demás, lo cual significa que sus respuestas fueron al azar.
Sin embargo, esto no resolvió el problema. En un experimento de seguimiento, se entregó teléfonos celulares a las personas y se les preguntó si sentían dolor o incomodidad al colocar los teléfonos contra su cabeza. Las personas electrosensibles describieron un rango de incomodidad, incluso dolor agudo y dolor de cabeza, y al practicarles una resonancia magnética del cerebro se vio que estaban diciendo la verdad. Los centros de dolor de su cerebro estaban activados. El truco fue que los teléfonos celulares eran falsos y no emitían señales eléctricas de ningún tipo. Por tanto, la sola expectativa de sentir dolor basto para generar dolor en ciertas personas, de modo que al usar después un teléfono celular real sufrirían el síndrome.
Antes de que descalifiquen esto como efecto psicosomático, hay que detenerse a pensar. Si alguien dice que es electrosensible y su cerebro actúa como si la persona fuera electrosensible, la condición es real (al menos para esa persona). Las condiciones psicosomáticas son reales para quienes las experimentan. Pero es igualmente verdadero decir que fueron ellos quienes crearon tales condiciones. De hecho, aquí existe un fenómeno mucho mayor (el flujo y reflujo de nuevas enfermedades que pueden ser nuevas creaciones). Otro ejemplo es la anorexia y otros desórdenes alimenticios como la bulimia. En la generación anterior, dichos desórdenes eran raros y ahora resultan endémicos, especialmente entre las jóvenes adolescentes. El síndrome premenstrual, o SPM, tuvo sus días de gloria y hoy parece estar desvaneciéndose. Después de un periodo de oscuridad casi total, ahora ha aumentado el número de personas que se cortan la piel, en una forma leve de automutilación. Por lo general son mujeres jóvenes, que en secreto se hacen heridas superficiales con una hoja de rasurar o un cuchillo.
Cuando aparecen este tipo de desórdenes nuevos, la primera reacción es pensar que las víctimas crearon una enfermedad imaginaria o psicótica.
Cuando el desorden se generaliza y los doctores se dan cuenta de que los pacientes no pueden apagar el interruptor que encendió la enfermedad, se llega a una sola conclusión: los síndromes creados por ellos son reales.
Las máquinas no pueden crear desórdenes nuevos, digamos que el modelo general de la máquina es imperfecto desde el principio. Si uno maneja un coche durante un tiempo prolongado, sus piezas móviles se desgastan por fricción. Pero si uno usa un músculo, lo fortalece. El poco uso, que ayuda a conservar una máquina en condiciones óptimas, produce atrofia en nuestro cuerpo. Las articulaciones artríticas y que crujen son un ejemplo ideal de las piezas que se mueven y desgastan, pero en realidad la artritis se produce debido a una serie de desórdenes y no únicamente a causa de la fricción.
Este modelo anticuado del cuerpo no se ha modificado durante nuestra vida, pero en cambio se ha jugado con él. ¿Qué es entonces nuestro cuerpo, si no es una máquina? Nuestro cuerpo entero es un proceso holístico, dinámico que nos ayuda a estar vivos. Cada quien se encarga de su proceso y nadie nos ha enseñado cómo desempeñar este trabajo. Quizá se deba a que se trata de una labor gigantesca: abarca todo y nunca cesa.
En este momento nuestro cuerpo es un río que nunca permanece igual; una corriente continua en la que ocurren cientos de miles de cambios químicos a nivel celular. Esos cambios no se dan al azar; funcionan constantemente con el fin de hacer que la vida avance y preservar lo mejor del pasado. Nuestro ADN es como una enciclopedia que guarda toda la historia de la evolución. Antes de nacer, nuestro ADN revisó muchas páginas para asegurarse que todas las partes del conocimiento estuvieran en su lugar. Dentro del útero, un embrión se forma a partir de una sola célula, la forma más sencilla de vida. Progresa y se convierte en una mancha dispersa de células unidas. Luego, paso a paso, el embrión recorre las etapas de evolución de un pez, un anfibio y un mamífero inferior. Aparecen las branquias primitivas para luego desaparecer, dando lugar a los pulmones.
Para cuando el bebé llega al mundo, la evolución ha superado la meta. Nuestro cerebro es demasiado complejo para un recién nacido, con millones de conexiones neuronales innecesarias, como en un sistema telefónico con demasiados cables. Pasamos nuestros primeros años reduciendo esas millones de conexiones excedentes, descartando las innecesarias, manteniendo las que funcionaron para hacernos exactamente quienes éramos. Pero en ese punto la evolución física llega a un territorio desconocido. Hay que tomar decisiones que no están automáticamente proyectadas en nuestros genes.
Un bebé se encuentra en el límite de lo desconocido y a sus genes ya no les quedan páginas de la antigua enciclopedia. Nosotros mismos tenemos que escribir la página siguiente. Al hacerlo, iniciamos el proceso de constituir una vida totalmente única y nuestro cuerpo mantiene el ritmo: nuestros genes se adaptan a la manera en que pensamos, sentimos y actuamos. Quizá ustedes no sepan que los gemelos idénticos, que nacen con exactamente el mismo ADN, resultan muy diferentes genéticamente cuando crecen, puesto que ciertos genes se han encendido y otros se han apagado. Hacia los setenta años, las imágenes de los cromosomas de dos gemelos no se parecen ni remotamente. Los genes se adaptan a la divergencia de la vida.
Tomemos una habilidad sencilla como el caminar. Con cada pasito torpe un niño empieza a hacer cambios en su cerebro. Los centros nerviosos responsables del equilibrio, que se conocen como el sistema vestibular, empiezan a despertar y muestran actividad; esta área del cerebro no puede desarrollarse dentro del útero. Una vez que el niño domina la marcha, el sistema vestibular termina una fase de su función.
Pero más adelante, cuando crecemos, posiblemente queramos aprender a manejar un coche, una motocicleta o a caminar en una barra de equilibrio. El cerebro, aunque ya esté maduro, no se detiene ahí. Todo lo contrario: cuando queremos aprender una nueva habilidad, nuestro cerebro se adapta a nuestros deseos. Una función básica como el equilibrio puede sintonizarse finamente y entrenarse a niveles muy superiores al elemental. Éste es el milagro de la conexión mente-cuerpo. No tenemos cables rígidos. Nuestro cerebro es flexible, capaz de crear nuevas conexiones hasta edades muy avanzadas. Lejos de deteriorarse, el cerebro es un motor de la evolución. Donde la evolución física pareció detenerse, en realidad dejó una puerta abierta.
Quiero llevarlos a través de esta puerta, porque tras ella hay mucho más de lo que nunca imaginaron. Fuimos diseñados para abrir posibilidades ocultas que sin nuestra ayuda permanecerían escondidas. Viene a mi mente la imagen de la mayor hazaña de equilibrio que probablemente haya logrado un ser humano. Quizá vieron fotos de esto. El 7 de agosto de 1974, un acróbata francés llamado Philippe Petit burló la seguridad del World Trade Center. Se subió al techo y, con ayuda de sus colaboradores, tendió un cable de 204 kilos entre las dos torres. Petit mantuvo el equilibrio sosteniendo un palo de 8 metros mientras caminaba sobre el cable de 42,5 metros de longitud. Ambas torres se balanceaban; soplaba un viento fuerte, debajo de él había 104 pisos o un poco más de 400 metros. Petit era un artista profesional del cable a gran altura (como se describía a sí mismo), y llevó una habilidad básica del cuerpo, el equilibrio, a una nueva etapa.
Lo que aterrorizaría a una persona normal se convirtió en normal para otra persona. En esencia Petit se encontraba a la vanguardia de la evolución. Cruzó ocho veces el cable de sólo 2 centímetros de diámetro. En un momento Petit se sentó en el cable e incluso se acostó sobre él. Se dio cuenta de que esto era más que una hazaña física. Por la férrea concentración que esto requería, Petit comenzó a pensar en lo que hacía como en algo místico. Debía concentrar su atención sin permitir que el miedo o la distracción penetraran ni un solo segundo. Normalmente el cerebro es totalmente incapaz de un foco tan férreo; las distracciones deambulan por la mente a su antojo; el miedo responde automáticamente al primer indicio de peligro. Pero la clara intención de un hombre resultó suficiente: el cuerpo y la mente se adaptaron; la evolución dio un paso hacia lo desconocido.
Nosotros, en este preciso momento, estamos en el extremo de crecimiento de la evolución. Nuestro próximo pensamiento, nuestra próxima acción, nos creará nuevas posibilidades o hará que el pasado se repita. Las áreas de crecimiento posible son enormes y la mayoría permanecen inexploradas. Vale la pena hacer una lista para examinar el aspecto del territorio que tenemos delante. Yo tomé un papel y escribí lo más rápido posible todos los aspectos de mi vida que necesitan crecimiento. No me puse ningún límite. Cualquier cosa que quisiera experimentar, cualquier obstáculo que estuviera deteniéndome, cualquier ideal en función del cual quisiera vivir, quedó dentro de la lista. Esto fue lo que se me ocurrió:
Amor | Resistencia | Eternidad |
Muerte | Culpa | Extemporaneidad |
Transformación | Esperanza | Acción |
Vida después | Fe | Deseo |
de la muerte | Intención | Motivación |
Inocencia | Visión | Karma |
Gracia | Egoísmo | Opciones |
Renovación | Inspiración | Vulnerabilidad |
Pérdida | Poder | Ilusión |
Inseguridad | Control | Libertad |
Miedo | Rendición | Presencia |
Intuición | Perdón | Desapego |
Crisis | Rechazo | Atención |
Energía | Carácter juguetón | Silencio |
Confianza | Apreciación | Existencia |
Si queremos saber hacia dónde quiere el universo que nos dirijamos, esta lista ofrece muchas opciones para elegir. Nuestra alma canaliza energía e inteligencia que pueden aplicarse a cualquiera de estas áreas. Tomemos, por ejemplo, el amor. Actualmente, nos encontramos ya sea enamorados, desenamorados, cuestionándonos sobre el amor, tratando de recibir más amor, desplegando amor en torno nuestro o en duelo por la pérdida del amor. Todas estas actividades mentales, tanto conscientes como inconscientes, tienen consecuencias sobre el cuerpo. La fisiología de una viuda en duelo por su esposo que murió de un ataque al corazón es muy diferente a la fisiología de una joven que acaba de enamorarse. Podemos medir las diferencias aproximadamente, tomando una muestra de sangre para examinar los niveles hormonales, la respuesta inmune y niveles de diversas moléculas mensajeras que usa el cerebro para enviar información al cuerpo. Podríamos ser más sutiles y hacer una resonancia magnética, para ver qué áreas del cerebro se iluminan al sentir una emoción en especial. Pero es obvio que el dolor y el amor constituyen mundos separados y cada célula de nuestro cuerpo lo sabe.
Una vez que nos damos cuenta de cuántos avances quisiéramos lograr, lo difícil es elegir por dónde empezar. Por eso la humanidad se ha apoyado con tanta fuerza en los grandes guías espirituales que nos dan un sentido de dirección. Imagínense que fueran a ver a un médico y éste resultara ser Jesús o Buda. Si llegáramos con dolor de estómago, Jesús podría decir: “Es sólo una gripe. El problema real es que no has encontrado el Reino de Dios en tu interior”. Después de hacer pruebas de funcionamiento cardíaco, Buda tal vez diría: “Existe un bloqueo menor en la arteria coronaria, pero lo que realmente quiero que haga es superar la ilusión del yo separado”. En la vida real no sucede nada parecido a esto. Los médicos estudian para ser técnicos. No piensan en el alma y mucho menos trabajan para sanarla. Una visita al médico constituye un ritual que no difiere mucho de llevar el coche a un taller mecánico y preguntar por qué no funciona bien.
Jesús y Buda incluyeron todos los aspectos de la vida. Diagnosticaron al ser en su totalidad (física, mental, emocional, social) con una precisión extraordinaria. Nuestra alma puede asumir la función del médico ideal, porque se encuentra en el punto de unión entre nosotros y el universo. Es probable que podamos ir al lugar de donde han venido Jesús y Buda. El secreto está en abrir nuestras mentes. Nunca sabemos de dónde vendrá el siguiente avance. La puerta se abre y desde ese momento nuestra vida se transforma.
Aunque todos hemos vivido con ideas pasadas de moda en cuanto a nuestro cuerpo, el momento del cambio está acerca. El modelo antiguo muestra muchos signos de estar derrumbándose. ¿Has sido parte de este cambio? El siguiente cuestionario examina cuán receptivos somos al cambio personal. Todos podemos volvernos más abiertos, pero es bueno tener un punto de partida antes de emprender el viaje.
Sí____ No____ Creo que la mente influye sobre el cuerpo.
Sí____ No____ Creo que algunos enfermos han tenido recuperaciones sorprendentes sin que los médicos puedan explicárselo.
Sí____ No____ Cuando aparecen síntomas físicos, busco un tratamiento alternativo.
Sí____ No____ La sanación con las manos es un fenómeno real.
Sí____ No____ Las personas pueden causarse enfermedades sin motivo físico.
Sí____ No____ No tengo que ver la sanación para creer que existe.
Sí____ No____ La medicina tradicional posee conocimientos que la medicina científica todavía no ha descubierto.
Sí____No____ Puedo modificar mis genes con mi manera de pensar.
Sí____No____ Las expectativas de vida humana no están determinadas por los genes.
Sí____No____ Los científicos no descubrirán un solo gen del envejecimiento (el proceso es mucho más complejo).
Sí____No____ El uso de mi cerebro evitará que este envejezca.
Sí____No____ Tengo la habilidad para influir en que no me dé cáncer.
Sí____No____ Mi cuerpo responde a mis emociones: cuando cambian, mi cuerpo cambia también.
Sí____No____ Envejecer implica un gran componente mental. Tu mente puede determinar si envejeces más rápida o más lentamente.
Sí____No____ En general me siento feliz con mi cuerpo.
Sí____No____ No siento que mi cuerpo me vaya a traicionar.
Sí____No____ Le pongo atención a la higiene, pero los gérmenes no son asunto importante para mí.
Sí____No____ Me he curado a mí mismo al menos una vez.
Sí____No____ He experimentado la medicina oriental al menos una vez (acupuntura, qigong, ayureveda, reiki, etc.).
Sí____No____ He usado remedios de hierbas que fueron efectivos.
Sí____No____ He practicado meditación u otras técnicas para reducir el estrés.
Sí____No____ La oración tiene el poder de sanar.
Sí____No____ Las curaciones milagrosas son posibles y legítimas.
Sí____ No____ Mi cuerpo tiene grandes posibilidades de encontrarse en su estado de salud actual dentro de diez años.
Sí____ No____ A pesar de que las personas mayores toman en promedio siete medicinas diarias, preveo que llegaré a los setenta sin ninguna medicina.
Respuestas afirmativas________
Evaluación del resultado:
0–10 respuestas afirmativas: Aceptas la noción convencional de que al cuerpo lo definen básicamente los genes o los procesos mecánicos de deterioro o envejecimiento. Esperas que ocurra un desgaste al envejecer. Tu optimismo en cuanto a la medicina alternativa es sumamente limitado y puede verse opacado por la sombra del escepticismo. Nunca confiarías en sanadores, y lo que se conoce como curas milagrosas te parece o fraude o auto-engaño. Por un lado, confías en la ciencia médica y esperas que los médicos te curen, pero por otro, no le prestas mucha atención a tu cuerpo y eres fatalista sobre lo que puede fallar en tu cuerpo. Ante la posibilidad de un avance mayor, te muestras precavido para realizar cualquier gran cambio en tu vida.
11–20 respuestas afirmativas: Tu experiencia con el cuerpo ha provocado que te retires de la sabiduría convencional. Estás abierto al cambio y has ampliado tus ideas respecto a la sanación. Ya sea tú o tus amigos han pasado por alguna forma de tratamiento alternativo con éxito y ya no crees que la medicina convencional sea la única respuesta. Sin embargo, las propuestas de sanación con las manos te despiertan cierto escepticismo. En general, no has encontrado una manera de comprender tu cuerpo más satisfactoria que la del modelo científico occidental, aunque eres consciente de que las propuestas no convencionales pueden ser válidas. Te atrae la posibilidad de hacer un gran cambio en tu vida, pero no has decidido cuál es el camino indicado para ti.
21–25 respuestas afirmativas: Has hecho un esfuerzo consciente para salir del viejo paradigma. Aceptas con seguridad las terapias alternativas. Buscas tratamiento convencional sólo después de haber probado la medicina holística, e incluso entonces te opones a las medicinas y a la cirugía. Tu concepto del cuerpo probablemente esté ligado a un camino espiritual que tomas muy en serio. Te identificas con otros que buscan una consciencia superior. Crees con firmeza en la sanación con las manos. Te cuestionas si cualquier forma de materialismo puede realmente desentrañar los misterios profundos de la vida.
Has asumido tu transformación personal como una de las metas principales de tu vida y quieres cambiar lo más rápido posible.