Aquellas palabras

Al creer en aquellas palabras que él había pronunciado, el final ya estaba sentenciado. Cerró los ojos, tomó su mano y volvió a caminar a su lado. Algún temblor de inseguridad le brotaba en el corazón, pero sus besos le silenciaban cualquier duda que pudiese tener. La herida ya había sido abierta una vez, pero volvió a confiar. Le alcanzaba con su sonrisa de estrella para iluminar su día. Sin embargo, había olvidado que la helada de sus ojos podía oscurecerla y diluirla en espesas lágrimas.

Las promesas se habían enlazado como pétalos en su memoria. Juntos eran más, pero, a veces, fueron menos y, aún peor, muchas veces no fueron nada. Quisieron desafiar al universo y amarse hasta quedarse vacíos, hasta que la desidia los destrozara y los despojara de sí mismos.

Una noche, la rosa estalló en espinas.

Una noche, él se transformó en un ángel negro.

Una noche, ella se marchó.

Una noche, ella comprendió por qué no debería haber creído en aquellas palabras.