A veces, con mis lágrimas

No sé perdonar. Emparché mi corazón y me revestí con aires frescos, pero los fragmentos siguen generando astillas en el pecho. Cristales filosos que se incrustan en mi pensamiento. Limito mi accionar. La valentía que no tuve en el comienzo tuve que hacerla gritar cuando se acercaba el final. No sé si soy la persona que hubiese querido ser. No saben que lucho con el demonio de la autodestrucción, que soy proclive a dañarme una y otra vez. Lo hago a mi manera, en silencio. Pero los otros no lo saben. No siempre la bondad me abraza. A veces soy injusta, mido los pasos del otro. Espero reciprocidad. La pureza se mezcla con el carbón que se anidó en mis tejidos. Me ven ángel, pero soy una sombra florecida en la oscuridad. Pétalos negros rodean mi cabeza cuando pierdo contacto con la realidad. Amarme es difícil, porque a veces no creo en el amor, porque hay que atreverse a conocer mis otros planos, mis otros cuerpos y encontrar la esperanza detrás de un alma que se desangró y nunca comprendió por qué fue brutalmente herida.

La ternura me refresca y busco en mi propia sonrisa la manera de autoimpulsarme para brillar. No siempre lo consigo y eso me enoja. La propia imperfección me irrita, mientras la ansiedad me socava. Soy inestable y por eso construyo estructuras para poder apoyarme. Si no avanzo, retrocedo con mi mente al lugar del que he huido.

Amarme es difícil… Soy un río de cicatrices que se enlazan hasta el cuello. Yo sé lo que hacés por mí y te lo agradezco, a veces, con mis lágrimas.