La forma que tenían de besarse era única.
Solo los dos sabían
que, cuando arqueaban sus pestañas
y se les sonrojaban las mejillas,
era porque se besaban.
Se miraban desde lejos
porque si se acercaban
sus ojos rápidamente
se volteaban en dirección al piso.
Cuando se sonreían,
todo se iluminaba
y los cuerpos tímidamente temblaban.
Sin embargo, siempre negaron
que se amaban.