Una vez me habitó la tristeza en el alma.
Dejé que me bañara la luz de la angustia.
Abrí las ventanas del corazón
para que el viento del dolor
arrasara con él.
Las lágrimas se deslizaron sin permiso
y me dejaron con los huesos al descubierto,
sin carne ni piel.
Una vez entendí por qué el amor no es
para cualquiera.
Una vez supe qué era aquello «de romperse
por dentro».
Una vez fui invisible
y la noche envolvió a mi ser.
Una vez morí en vida
para volver a nacer.