Te esperaba desde antes que llegaras.
No sabía cómo eras, ni tu nombre, ni cuándo
aparecerías en mi vida, como una estrella
como mi guía.
Te imaginaba cuando mi alma se enfrentaba
al tormento de un amor doloroso, de un amor
que me enfermaba y me hacía cada día… más pequeña.
Soñaba contigo cuando tus ojos aún no se asomaban
impetuosos a mi mirada bañada en lágrimas contenidas.
Pensaba que en algún lado estabas, que en algún lado
te escondías, y que un día, cuando la tempestad terminase,
cuando mi corazón se levantase con orgullo y rebeldía,
te encontraría.
Sabía que en este mundo había un hombre como tú,
con la fuerza suficiente para hacer a un lado mi pasado,
para tenderme la mano y hacerme sentir bella a tu lado,
con la dulzura discreta para acariciar mi cabello
y la energía desbordante del amante perfecto.
Te esperaba en silencio, sin que nadie advirtiese
mi secreto.
Te esperaba desde lo alto de mis sentimientos,
desde la pureza de los que amamos a todo o nada.
Te esperaba y valió la pena… tu llegada.