Volví a casa con mucha más lentitud de la que me había ido. Me dolían demasiado las piernas y el trasero y la espalda, así que no podía caminar bien y por eso me tardaba tanto. Cuando entré me senté en el sofá y me levanté de inmediato; dolía DEMASIADO. Me limité a sostenerme contra una pared y suspiré varias veces, recuperando el aire e intentando hacer lo mismo con las energías, aunque fue sin éxito.
Saqué mi teléfono de mi bolsillo con prontitud. Habían estado llegando mensajes a él durante todo el camino, pero no lo había revisado porque (1) era tarde y me daba miedo, y (2) no tenía fuerzas como para eso.
“¿Ya llegaste a casa, ojos lindos?”
Como es obvio, era Boone. Sonreí ante la pantalla y miré los otros mensajes que había enviado.
“Lo mejor de todo es que ahora mi cama huele a ti :) ¡Adivina quién dormirá feliz por eso esta noche!”
“Me gusta cuando ríes mientras te beso. Me hace pensar que lo haces porque eres feliz.”
“Y también mientras hacemos el amor. Suenas lindo, ¿lo sabías? Creo que es mi sonido favorito en todo el mundo.”
“Solo me encantas :) Gracias por formar parte de mi vida.”
“Ya quiero volver a verte. Y tomarte la mano. Y besarte.”
“A veces creo que soy muy cursi. Lo siento si te molesta...”
“Aunque no creo que te moleste. Al fin y al cabo, dices hasta más cursilerías que yo mientras...”
—¿Angus? —Alcé la vista de inmediato, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Era mi mamá y me miraba con impresión—. ¿Estás bien? ¿Por qué tardaste tanto?
Me rasqué la cabeza y guardé mi celular de inmediato en mi bolsillo.
—Es que fui a dar una vuelta y no vi la hora.
Alzó una ceja.
—¿Ah, sí? ¿De verdad? —Se fijó en mi atuendo, mi cabello, y mi cuello. Señaló este con interés—. ¿Eso que tienes ahí es un chupetón? —Me sonrojé incluso más y asentí con lentitud, avergonzado—. ¿Y... fue Boone quien lo hizo?
Abrí los ojos con impresión.
—¿Cómo lo sabes?
Soltó una carcajada.
—¿Que te gusta? Desde la primera vez que lo trajiste, Angus. Se te notaba en los ojos.
Mi sonrojo se hizo más intenso.
—¿Y aun así dejaste que durmiéramos en la misma habitación?
Se encogió de hombros.
—Pensé que tal vez podría ayudarte.
Ahora estaba confundido. En serio, en serio, en serio confundido.
—¿A qué?
—A aceptar que eres gay, Angus. ¿A qué más te iba a ayudar?
Las lágrimas me invadieron los ojos de forma súbita. Sentí cómo comenzaron a rodarme por las mejillas, quemándome la piel y el pecho.
—¿Desde...? —Sacudí la cabeza, avergonzado y temblando levemente por la mezcla de tantas emociones encontradas—. ¿D-Desde hace cu-cuánto lo sa-sabes?
—Desde siempre —Sonrió sin abrir la boca—. Por eso fue que reaccionaste tan mal cuando ocurrió lo de tu papá, porque tenías miedo de ser gay como él, y con ello herir a otras personas.
Mi llanto se hizo más intenso y ella se acercó a mí, abrazándome.
—No está mal que seas gay, Angus. Yo te amo igual, tu papá también lo hace, y tus amigos y todas las personas a las que les importas y... —Sollocé de nuevo. El tema era difícil para mí y ella mejor que nadie lo sabía—. Está bien, cielo. Está bien.
—M-Me da mi-miedo ser gay y la-lastimarte ta-tanto c-como él... —confesé entre sollozos—. Y s-sé que di-dices que ya lo su-superaste, pe-pe-pero igual me da mi-miedo, porque no qui-quiero que su-sufras ni llores más y...
—Te amo tal como eres, hijo —Me sonrió y me limpió las lágrimas con la manga de la camisa—. Seas gay, bisexual, pansexual, transgénero; seas lo que sea, yo igual te amo.
Lloré todavía más. Me sentía tan aliviado que no podía expresarlo de otra forma que no fueran lágrimas.
—Gra-Gracias.
Continuó abrazándome y me revolvió el pelo.
—¿Te sientes mejor? No quiero que mi bebé esté triste por ser él mismo.
Sonreí y asentí como pude.
—E-Estoy me-mejor.
—¿En serio tenías miedo de ser gay porque no querías lastimarme? —Rió un poco y me miró con ternura—. Eres tan preocupado por los demás, Angus. En serio.
—So-Solo... s-sé que era to-tonto, pe-pero...
—No es tonto. Más bien, al contrario: discúlpame por no haberte dicho antes que lo sabía y que no tenía problema alguno con ello, que no me lastimaba.
Me mordí el labio y me sequé las lágrimas más recientes.
—Gr-Gracias.
—Está bien, cielo. Está bien. Para cada persona es diferente, lo sé, y con tal que estés feliz y ya no te sientas mal por ello, por mí no hay problema.
Lloraba de alivio. Era hermoso poder ser tú mismo.
Tanto, que no podía describirse con palabras.
—T-Te amo —Sonreí y me estrechó entre sus brazos—. Gr-Gracias, de ve-verdad.
Me besó la mejilla y me revolvió el pelo.
—Está bien, está bien. Ahora anda a bañarte, ¿sí? Que apestas a sexo.
El sonrojo a mi cara volvió de forma inmediata.
—¡Mamá!
—No soy estúpida, Angus. También tuve tu edad, también me enamoré, y sé que no luces así de destrozado y con el pelo tan desarreglado porque estuvieron jugando cartas o algo como eso.
Me sonrojé todavía más.
—Bi-Bien. Ya iré ba-bañarme.
—Y dile a Boone que también supe que le gustas desde la primera vez que lo vi, ¿quieres? Se notaba que estaba tan enamorado de ti como tú de él.
Por alguna razón, ese comentario me hizo sonreír. Tomé aire y me calmé más.
—Bien. Ya se lo diré.
—Y también que, si va a ser tu novio, al menos venga y me lo diga. Es decir, vivió aquí por casi medio año, ¿sabes? Es como un hijo y me duele bastante que no me diga que están juntos.
Y lo pensé un momento. ¿Lo estábamos? ¿Éramos novios, como ella nos había llamado? No lo habíamos aclarado cuando nos habíamos visto en la tarde, pero sí habíamos dejado más que claro que nos gustábamos y que queríamos tener algo con el otro —si es que ya no lo teníamos y no nos habíamos dado cuenta de ello, por supuesto.
—Ya voy a llamarlo.
Entré a mi habitación y vi el teléfono de nuevo. Tenía varios mensajes de él nuevos, entre los cuales me preguntaba por qué lo había dejado en visto y emojis tristes.
Sonreí al instante. Era tan tierno que me costaba creer que fuera real.
—¿Hice algo mal? —preguntó cuando contestó la llamada—. ¿O...?
—Soy gay —hablé y volví a sonreír, sintiéndome con mil kilos menos de encima—. Soy gay y me gustas, Boone.
Supe que también estaba sonriendo.
—Genial. Yo soy bisexual, pero eso ya lo sabes.
—Y también soy tuyo —confesé de nuevo, sintiendo cómo mi corazón latía con rapidez contra mi pecho—. Tal como te lo dije hace rato, y... te lo digo porque quiero que entiendas que no lo dije por la emoción del momento, ¿sí? Lo dije porque en serio soy tuyo desde hace meses y...
—Dios, me gustas tanto, ¿sabes? —Se escuchaba emocionado y eso me alegraba—. Me gustas muchísimo desde hace meses y... ahora puedo besarte cuando quiera, y tomarte la mano, y abrazarte hasta que ya no sienta mis brazos y...
Mi felicidad era indescriptible.
No obstante, mientras decía otras cosas lindas, entre las cuales también escuché un soy tan tuyo como tú eres mío, Angus, mi mente se fue al video de esa tarde, al que había comenzado a ver, a las palabras de mi madre, a novio y estar juntos, y supe que tenía que hacer algo.
—Oye, Boone —lo interrumpí, sintiendo mi piel tan sensible como en la tarde, cuando estábamos en su cama y solamente con besarme hacía que viera estrellas—. Hay algo que he querido preguntarte desde hace tiempo...
—Claro, ojos lindos —Estaba sonriendo y se le notaba en la voz—. Pregúntame lo que quieras.
Sonreí.
—¿Quieres ir por un café?
FIN