Cuando Arturo Belano creía que todas sus aventuras se habían acabado, su mujer, la que había sido su mujer, la que todavía era su mujer y la que probablemente iba a ser su mujer hasta el fin de sus días (al menos, legalmente hablando), lo fue a buscar a su casa junto al mar y le anunció que el hijo de ambos, el joven y apuesto Gerónimo, se había perdido en Berlín durante las Jornadas del Caos.
Esto sucedió en el año 2005.
Ese mismo día Arturo hizo su equipaje y por la noche tomó el primer avión con destino a Berlín. Llegó a las tres de la mañana. Desde la ventanilla del taxi pudo comprobar que la ciudad, al menos en apariencia, estaba tranquila, aunque de tanto en tanto se vislumbraban hogueras y en algunas bocacalles se veían los coches de la policía antidisturbios. Pero en general todo parecía tranquilo y la ciudad dormía narcotizada.
Esto sucedió en el año 2005.
Arturo Belano tenía más de cincuenta años y Gerónimo Belano tenía quince y había viajado con un grupo de amigos. Era el primer viaje que hacía sin ninguno de sus padres. La mañana en que su mujer lo fue a buscar el grupo había regresado, pero faltaban Gerónimo y uno más, un muchacho llamado Félix, a quien Arturo recordaba como un muchacho muy alto y flaco y lleno de espinillas. Arturo conocía a Félix desde que éste tenía cinco años. A veces, cuando Arturo iba a buscar a su hijo al colegio, Félix y Gerónimo se quedaban a jugar un rato en el parque. De hecho, posiblemente Félix y Gerónimo se habían visto por primera vez en la guardería, cuando ninguno de los dos tenía tres años, aunque Arturo era incapaz de recordar el rostro del Félix de entonces. No era el mejor amigo de su hijo, pero entre ambos existía aquello que se suele llamar familiaridad.
Esto sucedió en el año 2005.
Gerónimo Belano tenía quince años. Arturo Belano tenía más de cincuenta y a veces le parecía increíble estar todavía vivo. Cuando Arturo tenía quince también hizo su primer viaje largo. Sus padres decidieron abandonar Chile e iniciar una nueva vida en México.
1988