Capítulo Nueve

 

 

 

 

 

A la mañana siguiente, a Jonah le despertó el sonido de su móvil. Se apartó del cuerpo desnudo de Emma y tomó el teléfono de la mesilla. Era Paul, su asesor financiero. Con todo lo que había pasado en su vida últimamente, no le resultaba difícil olvidarse de que tenía que arreglar el desfalco de su hermano.

–¿Hola?

–¡Ya está! –dijo Paul con tono triunfante–. Ya tienes el dinero en tu cuenta, puedes traspasarlo cuando quieras.

Perfecto. Por supuesto, tenía que hacerlo bajo la atenta inspección de los libros que Emma llevaba a cabo, pero estaba hecho. Si tenía que explicárselo, lo haría. Pero no quería hacerlo hasta que el dinero estuviera de vuelta en su lugar.

–Gracias, Paul. ¿Cuánto me ha costado liquidar pasivos tan rápido?

–Esto… Quizá es una pregunta más apropiada para un día entre semana, en el despacho, donde podamos revisar las cifras.

Eso significaba que le había supuesto una gran pérdida.

–Me aseguraré de pedírselo a Noah con intereses.

–Y podemos recuperar parte de ello cuando reinvirtamos los fondos.

Siempre tan optimista, pensó Jonah.

–De acuerdo, gracias, Paul.

Jonah colgó y frunció el ceño, mirando la pantalla del móvil. Su asesor trabajaba bajo la suposición de que Noah le devolvería el dinero. Él no tenía tanta fe en su hermano. Su madre lo había convertido en un monstruo malcriado que se aprovechaba de la familia.

–¿Va todo bien?

La voz de Emma lo llevó de regreso al presente.

–Sí, no es nada. Negocios.

–Es domingo por la mañana. No es momento para hacer negocios –dijo ella, bostezó y se acurrucó a su lado.

Jonah la rodeó con sus brazos y apretó la mandíbula, tratando de olvidar sus preocupaciones, que no tenían nada que ver con ella.

–Con suerte, podemos volver a dormirnos.

Al principio, le había preocupado que Noah echara a perder el contrato con Town Game. Devolver el dinero que faltaba había sido su prioridad, hasta que había descubierto quién era Emma. Entonces, todo había cambiado. Ella era más que una auditora. Era la madre de su hijo. Era la mujer que le volvía loco con solo tocarlo. Era posible que fuera la mujer de su vida.

¿Qué pensaría ella de lo que había pasado con Noah? Si descubría la verdad, ¿cuestionaría todo el tiempo que habían pasado juntos? ¿Confiaría en él después de saber que la había estado engañando?

Jonah podía estar cerca de perder el contrato con Game Town a causa de Noah, pero no quería ni pensar en perder a Emma. Nunca perdonaría a su hermano por haberle puesto en esa situación. Era lo más parecido al amor que había conocido y no quería que uno de los caprichos de Noah lo estropeara todo.

–¿En qué estás pensando?

–Nada importante. ¿Por qué?

Ella posó la mano en su pecho desnudo.

–Te late el corazón muy deprisa. Da la sensación de que estás disgustado por algo.

No iba a empañar el momento hablando de Noah, se dijo él. Si tenía que contárselo a Emma, lo haría después.

–¿Te das cuenta de que me acabo de despertar con una hermosa mujer desnuda a mi lado? Eso puede acelerar el corazón de cualquier hombre. Además de causar otros efectos.

Emma sonrió.

–¿Quieres decir que tienes ganas otra vez?

–Emma, te haría el amor diez veces al día, si pudiéramos. ¿Te sorprende? No sé por qué.

Ella se sentó en la cama, cubriéndose el pecho con la sábana.

–Un poco. Ya sé que te va a sonar ridículo, pero no estoy acostumbrada a todo esto. Fui a un colegio de monjas y allí fue donde recibí mi educación sexual. Me criaron para ser conservadora. No tanto como para esperar al matrimonio, eso es obvio. Aunque creo que no estoy tan habituada como tú a las noches locas.

–¿Todos los chicos con los que has salido eran unos aburridos?

Emma frunció el ceño.

–Sí, la verdad. Pero supongo que era lo que yo buscaba.

–¿Buscabas a personas aburridas? –preguntó él con incredulidad. No podía imaginar a Emma perdiendo el tiempo con alguien aburrido.

–No, más bien como yo… responsables, respetables. El tipo de hombre que puedes llevar a casa para presentárselo a tus padres.

–¿Lo opuesto a mí?

–¡No! Bueno, no exactamente.

Jonah intentó no sentirse ofendido. Sabía que no era el abogado o el banquero que los padres de Emma habían querido para su hija.

–¿Saben tus padres que estás embarazada?

–No.

–¡Emma! ¿Cómo es posible que no se lo hayas contado?

–Es fácil. Te aseguro que es más sencillo evitar a mis padres que contarles que estoy embarazada de un hombre desconocido. Hasta hace una semana, no sabía quién eras. Mira, mis padres son muy sobreprotectores conmigo. Mi hermana los avergonzó. Cuando ella murió, yo era adolescente y mi madre no dejó de repetirme que no debía cometer los mismos errores que Cynthia. Supongo que, desde entonces, he estado más ocupada en complacerlos que en ser yo misma. Hasta que mi ex no me dijo esas cosas horribles, nunca me había dado permiso a mí misma para rebelarme, aunque hubiera sido solo una noche.

–¡Y mira lo que ha pasado! –exclamó él, bromeando. Sin embargo, por la expresión angustiada de Emma, comprendió que no le hacía ninguna gracia. Él estaba mucho más acostumbrado al escándalo, pero ella se sentía como un pez fuera del agua. Así que decidió cambiar de táctica–. Escucha, Emma, lo siento mucho. No esperaba que tuvieras que sufrir consecuencias por nuestra noche juntos. Sé cómo te sientes…

–¿Cómo puedes saberlo?

–Bueno, te sorprendería saber que mis padres eran muy conservadores y muy estrictos. No me permitían hacer nada. Mis hermanos y yo fuimos enviados a un internado en Inglaterra cuando murió mi padre. Un año después, volví para estudiar en la universidad. Entonces, me di cuenta de que podía vivir mi propia vida y todo cambió. Mi éxito profesional se lo debo, en parte, a mis ideas revolucionarias. No a todo el mundo le sale bien.

–¿Y qué dice tu madre de cómo vives tu vida?

–Protestó mucho al principio. Luego, se dio cuenta de que era un hombre adulto, dueño de mi propia compañía, y me dejó en paz. Solo vuelve a la carga en la cena de Navidad, todos los años.

–No creo que con mis padres fuera tan fácil. Cuando perdieron a Cynthia, yo era lo único que tenían. Nunca he querido decepcionarlos.

Jonah la rodeó de los hombros.

–No sé cómo ibas a decepcionar a nadie.

Emma se acarició el vientre hinchado.

–No va a gustarles lo del bebé. Mi madre lleva años esperando celebrar mi boda por todo lo alto. Cynthia murió antes de poder casarse, así que soy la única oportunidad que le queda de representar el papel de madre de la novia en una lujosa celebración en el Hotel Plaza. No se puede hacer algo así cuando la novia está embarazada. Y, menos aún, si el bebé es resultado de una aventura de una noche y sus padres no desean casarse.

Había muchas cosas relacionadas con el embarazo de Emma que Jonah no había tenido en cuenta. Solo había pensado en cómo la paternidad le afectaría a él. Había sido un estúpido egoísta.

–¿Insistirán tus padres en que nos casemos?

Emma se encogió de hombros.

–Pueden intentarlo, pero no pueden obligarte. Mi padre no tiene armas, así que no corres peligro. Y yo no voy a presionarte, de ninguna manera. Me he quedado embarazada por error. No voy a estropearlo todavía más añadiendo una boda a la ecuación.

Los últimos días que Jonah había pasado con Emma habían cambiado mucho su visión de la vida. Hacía meses, mucho antes de que ella hubiera entrado por la puerta de FlynnSoft, se había dicho a sí mismo que, si encontraba a su mariposa, no la dejaría escapar. Eso no había cambiado cuando había descubierto que Emma era su dama misteriosa. Cuando la miraba, dejaba de imaginarse cambiando de mujer como de camisa. Sí, sin duda, se haría responsable de su hijo pero, por primera vez en la vida, consideraba ser algo más… Quería algo más que su frío y solitario loft, sus salidas con incontables bellezas y sus largas jornadas en el trabajo.

La idea de volver a casa cada día para reunirse con su familia le resultaba, de pronto, más atractiva que nunca. Nunca había pensado en tener una familia, quizá porque había seguido siendo un adolescente rebelde de corazón. En el presente, se sentía un adulto con un bebé en camino… las cosas habían cambiado.

Sin embargo, Emma no parecía demasiado entusiasmada con compartir el futuro con él.

–¿No quieres casarte conmigo?

Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

–No, no quiero.

Jonah nunca le había pedido a una mujer que se casara con él y, aunque aquello no había sido una proposición de verdad, se sintió un poco ofendido por su rechazo.

–¿Por qué? ¿No soy lo bastante bueno para ser tu marido?

–Claro que es lo bastante bueno. A pesar de que vamos a tener un hijo, apenas nos conocemos, Jonah. Esa es la razón. Hemos aceptado darle tiempo a nuestra relación para ver qué sucede, y me parece bien. Si un día decides que realmente me amas y quieres casarte conmigo, sería por completo diferente. Pero no quiero apresurar las cosas solo porque esté embarazada. Mi madre tendrá que renunciar a su sueño de una gran boda en el Hotel Plaza.

 

 

Emma había esperado aclararse las ideas durante el fin de semana y volver el lunes al trabajo lista para zanjar su trabajo en FlynnSoft. En vez de eso, volvió a toparse con una discrepancia en las cuentas. Si sus cálculos eran correctos, alguien se había llevado tres millones de la compañía, sin registrar la pérdida de forma adecuada. El dinero había sido transferido a una cuenta en el extranjero que no tenía nada que ver con FlynnSoft. Parecía un desfalco en toda regla. ¿Pero quién podía ser tan tonto como para robar una suma tan grande de golpe?

Esa era la parte de su trabajo que no le gustaba. Tenía que contarle al director que alguien estaba robándole. Luego, esperaba que el culpable no fuera el mismo Jonah. Él tenía derecho a tomar su propio dinero, al fin y al cabo, la compañía era suya. Pero no sería bueno para su reputación. Y lo peor de todo era que tenía que informar a Game Town, donde sin duda decidirían anular el contrato. La cosa no iba a terminar bien para nadie, a excepción del caradura que se había llevado el dinero.

Con un suspiro, Emma tomó el teléfono para llamar a Mark, uno de sus compañeros en Game Town. Necesitaba consejo acerca de cómo manejar ese asunto, para no comprometer su relación con Jonah. Mark llevaba veinte años siendo auditor y había visto de todo. Sabría qué hacer.

–Hola, Emma –respondió Mark–. ¿Qué tal esos locos de FlynnSoft?

–Es una empresa muy distinta a la nuestra –admitió Emma–. Mira, estoy a punto de terminar, pero me he topado con algo raro que quiero contarte –indicó ella, y le hizo un resumen de la situación–. ¿Crees que debería hablar con el director de FlynnSoft antes de hacer mi informe?

–Puedes hacerlo. Yo lo haría. Es posible que pueda darte una explicación o pruebas con las que no habías contado. Pero, si hay el menor indicio de mala gestión de fondos, tendrás que informar a Game Town. No es asunto tuyo proteger a FlynnSoft.

–Claro –replicó ella con un nudo en el estómago–. Solo quería una segunda opinión. Gracias, Mark.

Colgó y tomó algunos papeles para dirigirse al despacho de Jonah. No lo había visto esa mañana. Intentó no pensar en qué significaba eso. Él le había hablado mucho de su futuro juntos, pero no lo creía. Sonaba bien, eran palabras muy bonitas, ¿pero de verdad él quería eso? ¿O se iría de cabeza detrás de la siguiente rubia guapa que se le pusiera por delante?

Su secretaria, Pam, no estaba en su puesto cuando Emma llegó, así que se fue directa al despacho. Llamó a la puerta.

–Adelante –gritó una voz desde dentro.

Emma entró. En cuanto posó los ojos en ella, Jonah sonrió. Se levantó de su silla y caminó hasta ella. Antes de que pudiera detenerlo, la levantó en sus brazos y la besó apasionadamente.

Ella trató de apartarse. Dio un paso atrás.

–Jonah, por favor.

–Nadie puede vernos en mi despacho, mariposa.

–No me llames así en el trabajo, Jonah. Cualquiera podría entrar y sorprendernos de repente.

Frunciendo el ceño, él se apoyó en la mesa.

–Ya. ¿Pero qué pasaría si trabajaras aquí? ¿Seguirías todo el tiempo tan preocupada?

–¿Qué quieres decir?

–Bueno, ya te he dicho que necesito un nuevo director financiero. Por lo que he visto de ti, creo que serías excelente para el puesto. Además, si trabajaras para mí en vez de para otro, no tendrías que preocuparte porque nos vieran juntos.

No era tan fácil, pensó ella. Cuando la semana pasada le había mencionado su oferta trabajo, había creído que solo había estado bromeando.

–No, solo tendría que preocuparme porque la gente dijera que me acuesto con el jefe.

–Bueno, es lo que has hecho, la verdad –dijo él, sonriendo–. Muchas veces –susurró.

Emma meneó la cabeza. Parecía que él no se tomaba nada en serio.

–Lo digo en serio.

–Y yo –replicó él–. Necesito un director financiero y quiero que aceptes el puesto.

–No pienso hacerlo. La gente murmuraría.

–Mi hermano trabaja aquí. Recoge su paga cada mes y no hace nada. Todo el mundo lo sabe y a nadie le importa. El mundo de los negocios está habituado al nepotismo.

–Sí, pero si seguimos saliendo, si todo el mundo descubre que voy a tener un hijo tuyo… no me gusta. Ya sabes lo que pienso de esas cosas. Para mí, es importante la reputación.

Jonah suspiró.

–De acuerdo. Está bien. No me quieres besar. No quieres trabajar para mí. Supongo que no querrás hacer el amor sobre la mesa de reuniones. Así que dime qué te trae por aquí, Emma Dempsey.

Emma ignoró sus comentarios sexuales e intentó no irritarse porque la hablara así. Sabía que solo quería provocarla.

Se abrazó a los papeles que llevaba en la mano, tratando de centrarse en lo que tenía que decirle, en vez de en sus cálidos ojos azules.

–He terminado mi auditoría.

–Ah, estupendo. Eres muy eficiente, teniendo en cuenta lo mucho que te he distraído. ¿Significa eso que ya pueden vernos en público? ¿O tenemos que esperar a que se cierre el trato con Game Town?

–Bueno, de eso he venido a hablarte. Hay una discrepancia grave en los libros de cuentas.

Jonah frunció el ceño, desvaneciéndose de golpe su expresión divertida.

–¿Qué has encontrado?

–Emma le enseñó las cuentas, donde había subrayado el dinero que faltaba.

–Exactamente, se han sacado tres millones a esta cuenta en las islas Caimán –indicó ella–. No he podido descubrir a quién pertenece, ni si es la cuenta legítima de alguna empresa.

Jonah asintió, su rostro inusualmente serio. Ojeó las cuentas mientras ella hablaba, sin escucharla. Ella no estaba segura de qué pensar, así que prosiguió, nerviosa.

–¿Sabías algo sobre esto? Esperaba que pudieras tener una explicación.

Él asintió, tenso.

–Tengo una explicación pero, por desgracia, no mejorará las circunstancias. Por favor, siéntate.

Jonah regresó a su escritorio mientras Emma se sentaba en la misma silla que hacía una semana. Muchas cosas habían cambiado desde aquel primer día, aunque estaba igual de nerviosa que entonces.

–¿Hay algo que no haya tenido en cuenta? ¿Es una especie de donación benéfica a alguna organización no gubernamental del Caribe?

Él negó con la cabeza.

–Estoy seguro de que llevamos el registro adecuado de nuestras donaciones benéficas. Tú no has hecho nada mal. La verdad es que mi hermano pequeño, vicepresidente de la empresa, transfirió el dinero a una de sus cuentas privadas. Lo tomó prestado, sin pedir permiso. Un miembro del equipo financiero me lo hizo saber hace días, podía haberlo sacado a la luz, pero tenía la esperanza de resolverlo antes de que nadie se diera cuenta. Hablé con Noah la semana pasada y confirmé mis sospechas.

¿Préstamo sin permiso? Era una forma muy curiosa de referirse a un robo. Ella nunca había conocido a los hermanos de Jonah, pero acababa de averiguar que uno de ellos era un ladrón. El tío de su bebé era un ladrón. Sus padres iban a sufrir un ataque de nervios cuando se enteraran, pensó.

–¿Y?

–Y va a devolverlo todo –aseguró él–. No sé para qué necesitaba el dinero, no se lo pregunté. Pero me juró que lo devolvería en cuanto regresara a Estados Unidos. Ahora, está en el sudeste asiático. Mientras, he depositado dinero suficiente para tapar el agujero que mi hermano ha dejado. Como esta es una compañía privada y no tengo que responder ante ninguna junta directiva, he reparado la pérdida y he optado por no hacer público el desfalco.

–Pero tienes que responder ante el presidente de Game Town –señaló ella–. Cuando le informe de esto, seguro que Carl Bailey se echará atrás en su trato con FlynnSoft. Ya veía tu compañía con recelo por sus prácticas poco ortodoxas. No creo que vaya a estar dispuesto a firmar con alguien que podría perder su dinero.

–No perderemos el dinero de Game Town. Yo lo garantizo.

–¿Cómo puedes hacerlo? –preguntó ella. ¿Acaso pretendía usar su dinero para cubrir cada robo que su hermano o cualquier otra persona perpetrara en la empresa?

–Lo garantizo porque pienso hacerle a mi hermano la vida tan difícil que la próxima vez preferirá cortarse una mano antes que llevarse un penique de FlynnSoft. Cuando haya terminado con él, ni él ni nadie se atreverá siquiera a soñar con robarme.

–Bueno, espero que cuando te reúnas con Carl puedas convencerle de eso.

–Ahí te equivocas. Necesito que tú entiendas que es un asunto privado entre mi hermano y yo, y no quiero que nadie lo sepa. He reparado la pérdida y lo haría otra vez, si fuera necesario.

Sonaba muy bonito, pero Emma no podía quitarse de encima la sensación de que no eran buenas noticias. Creía a Jonah y lo que decía sobre el dinero, pero no le gustaba lo que estaba insinuando.

–¿Me estás pidiendo que no mencione el dinero robado en mi informe?

Jonah la miró a los ojos un momento, como si le estuviera dirigiendo una plegaria silenciosa.

–Puedo enseñarte la confirmación del ingreso, Emma. ¿Te haría eso sentir mejor?

Hasta cierto punto, pensó ella.

–Me gustaría verlo, sí. Así podré incluir en mi informe que los fondos han sido restablecidos. Pero no voy a ayudarte a tapar este asunto. Si alguien lo descubriera, perdería toda credibilidad. Me despedirían. No podría volver a encontrar trabajo en mi especialidad –le espetó ella, y se llevó una mano al vientre con gesto protector–. Mi imparcialidad sería cuestionada cuando se supiera de quién es el bebé. Si alguien sacara a la luz que yo sabía lo del robo y no informé de ello…

–Sabes que no tienes por qué trabajar, Emma. Puedo ocuparme de que no os falte nada a ti ni al bebé.

Ella meneó la cabeza, furiosa.

–Puedes mantener al bebé, si quieres, porque es lo correcto. Yo no quiero sentirme una mantenida. Por favor, no me pidas hacer algo que compromete mi integridad, Jonah.

Con un suspiro, él dejó a un lado los papeles con las cuentas y se acercó a ella. Ella se dejó abrazar, no sin reticencia.

–No lo haré. Informa de lo que tengas que informar, mariposa. FlynnSoft se recuperará, aunque no cerremos el trato con Game Town.

Emma se apartó y lo miró a los ojos para ver si hablaba en serio.

–¿Estás de acuerdo?

Él asintió con una suave sonrisa llena de calidez.

–Sí. Al final, las cosas son como son. Tú tienes que decir la verdad y yo tengo que reunirme con Carl y explicarle por qué debería confiar en nosotros de todos modos.

Emma respiró aliviada. No le gustaba lo que había descubierto, ni le gustaba que Jonah tuviera que pagar por los errores de otra persona, pero, por suerte, no sería responsabilidad suya.

–Gracias.

–Cuando hayas terminado de escribir ese informe, insisto en que me dejes invitarte a cenar. Podemos ir a cualquier sitio que elijas.

–Sigo sin sentirme cómoda con que nos vean juntos. Primero, quiero entregar el informe y volver a mi trabajo.

–De acuerdo, bien –dijo él–. ¿Y qué te parece si pedimos comida a domicilio, en tu casa?

–Perfecto –respondió ella, sucumbiendo a su abrazo. Con la cabeza apoyada en su pecho, se sentía a salvo. Con suerte, podría seguir estándolo cuando pasara la tormenta que se avecinaba.