Capítulo Doce

 

 

 

 

 

Jonah miró la cajita de la joyería que tenía sobre la mesa. Había aclarado las cosas con Tim y esperaba que Emma hubiera recuperado su trabajo. Había hablado con Carl Bailey y, como Noah le había dicho, todo iba viento en popa con su trato con Game Town. Todo estaba arreglado, menos una cosa.

Esa noche, iría a ver a Emma a su casa. Le rogaría que lo perdonara, le juraría que la amaba y le mostraría el anillo de compromiso que le había comprado el día anterior. Le pediría que se casara con él y, con suerte, la última pieza del puzle encajaría en su lugar.

Diablos, hasta se había puesto traje de chaqueta para la ocasión. Era un Armani clásico con corbata de seda verde, del mismo color que los ojos de ella. Todos sus empleados se habían reído de él al verlo así.

Alguien llamó a la puerta de su despacho. Jonah se guardó la cajita del anillo en el bolsillo.

–Adelante.

Pam asomó la cabeza por la puerta.

–Tengo aquí los currículum para la oferta de trabajo.

Jonah se había olvidado de eso. Había quedado en entrevistar a tres candidatos para el puesto de director financiero.

–Hoy es el gran día, ¿verdad? –comentó Pam, tras entregarle los papeles.

Jonah asintió. Pam había sido quien había llamado a Tiffany´s para pedir una cita privada para elegir el anillo. Se había asegurado de tener su traje preparado para que pudiera ponérselo.

–Le va a encantar –aseguró la secretaria–. No estés nervioso.

–No estoy nervioso –mintió él.

–Claro. Solo tienes que hacer un par de entrevistas y podrás irte. El primer candidato llegará enseguida.

Jonah agarró su taza de café, tratando de pensar un par de preguntas inteligentes que hacerle al candidato. Después del escándalo de Noah, tenía que elegir a alguien capaz y de confianza para el puesto de director financiero.

Tomó el primer currículum y el café se le salió de la boca al leer el nombre de la candidata.

Emma Dempsey.

No se había esperado que ella se presentara para el puesto, a pesar de que él se lo había ofrecido en dos ocasiones.

Intentó concentrarse en su experiencia laboral y en su educación, pero solo podía pensar en que iba a verla. En su despacho. Tenía el anillo en el bolsillo. ¿Podía contenerse para no dárselo durante toda la entrevista?

¿Y cómo era posible que nadie le hubiera avisado de que Emma era una de los candidatas? Pam tenía que haberlo sabido.

Alguien volvió a llamar a la puerta.

–Adelante –dijo él, poniéndose en pie.

Pam abrió la puerta con una pícara sonrisa. Detrás de ella, estaba Emma. Aunque parecía otra persona. No había rastro de su moño, ni de sus formales trajes. Llevaba el pelo suelto y unos pantalones vaqueros ajustados con bailarinas y una camiseta con una rebeca color azul.

Estaba muy guapa, pensó él, ansiando acariciarle el pelo con los dedos. Sin embargo, aquello era una entrevista de trabajo y, sin duda, Emma querría que fuera lo más profesional posible.

–Jonah, esta es tu primera candidata, Emma Dempsey –anunció Pam con una sonrisa, antes de irse y cerrar la puerta.

–Hola, señorita Dempsey.

–Llámame Emma, por favor –repuso ella con una sonrisa, y le estrechó la mano.

Jonah tuvo que hacer un esfuerzo para soltarla.

–Por favor, toma asiento –indicó él.

Entonces, Jonah agarró su currículum e intentó pensar en algo que decir. Decidió actuar como si no se hubieran conocido antes.

–Bueno, Emma, cuéntame por qué quieres este puesto en FlynnSoft.

–Hace poco, tuve la oportunidad de trabajar en FlynnSoft como parte de una auditoría que me encargó mi anterior jefe. No estaba acostumbrada a un entorno laboral como este pero, después de un tiempo, aprendí a apreciar lo que FlynnSoft ofrece a sus empleados.

–¿Y eso qué es?

–Libertad para trabajar a su propio ritmo en proyectos que les entusiasman. Todas las herramientas que necesitan para hacer su trabajo. Tiempo y espacios de ocio para recargar energías. También, me gusta que el director se preocupa por sus empleados. Al principio, pensé que lo hacía solo por el dinero, pero luego comprendí que todo lo hace pensando en la gente que depende de él.

–Entonces, ¿entiendes que, a pesar de todo, él solo intentaba proteger a sus empleados?

Emma asintió.

–¿Y te das cuenta de que nunca habría hecho daño a uno de los trabajadores, incluso aunque hubiera sido una auditora externa?

Emma lo miró con sus inmensos ojos verdes vacíos de rencor.

–Sí. Ahora me doy cuenta.

Jonah quiso cantar y dar gracias al cielo por su suerte, pero se contuvo. Aún, no.

–De acuerdo. Buena respuesta. ¿Qué cualidades crees que puedes ofrecerle a FlynnSoft?

Emma sonrió.

–Bueno, soy muy organizada. Soy profesional, pero también sé cuándo soltarme el pelo. Creo que, con mi experiencia, soy la candidata adecuada para el departamento financiero. Además, también soy capaz de mantener a raya al presidente de la compañía.

–¿No me digas? –preguntó él, arqueando las cejas.

–Sí. Tiene cierta debilidad que puedo explotar cuando sea necesario.

–¿Qué clase de debilidad?

Emma sonrió.

–Yo. Resulta que el director de FlynnSoft tiene debilidad por mí.

Jonah se inclinó hacia ella.

–Eso es verdad. Puedes negociar el sueldo que quieras, gracias a eso.

–Me interesa tener una larga baja por maternidad, horarios flexibles y poder trabajar desde casa. Si mi despacho es lo bastante grande, me gustaría poder traer a mi hija conmigo algunas veces.

Jonah abrió la boca, pero se había quedado sin palabras. ¿Hija?

Emma sacó un foto en blanco y negro de su maletín. Era una ecografía 3D detallada.

–Me dijo el médico que, sin duda, es una niña.

 

 

En el momento en que había visto la ecografía, Jonah no había podido seguir en su papel de jefe. Los ojos se le habían llenado de ternura. Y de lágrimas.

Él miró la imagen unos momentos, antes de dejarla sobre la mesa.

–Estoy seguro de que podemos arreglar lo necesario para que traigas a nuestra hija a la oficina. Echaré a Noah de su despacho y lo convertiremos en una guardería.

Con una sonrisa, él se levantó y se acercó, hasta ponerse delante de ella.

–Te amo, Emma. Te he echado de menos. Siento mucho haberte hecho daño. Nunca fue mi intención.

Emma le dio la mano, apretándosela con ternura.

–Lo sé. Yo también te quiero. Y también lo siento.

–¿Qué sientes? No has hecho nada mal –replicó él, frunciendo el ceño.

–Sí, sí lo hice. Dejé que mi preocupación por lo que pensaran los demás me impidiera quererte como deseaba. Tú me has ayudado a aceptarme como soy y a comprender que lo que piensen los demás no es asunto mío. Solo me importa lo que quiero. Y quiero vivir contigo. Quiero formar una familia contigo, no me importa si nos casamos o no.

Emma solo quería compartir su vida con Jonah. Quería amarlo y estar a su lado, nada más.

Nervioso, Jonah se sacó algo del bolsillo y se arrodilló.

–Jonah…

Él le mostró una cajita azul de joyería.

–Sé que me dijiste que no querías casarte conmigo la primera vez que te lo pedí. Me dijiste que, si algún día me enamoraba de ti, te lo pensarías –comenzó a decir él, frotándole la mano con el pulgar. Entonces, abrió la cajita y sacó un anillo de esmeralda rodeado de pequeños diamantes–. Espero que lo hayas pensado mejor, Emma. Sé que no hemos tenido mucho tiempo para conocernos, pero una semana sin ti me ha enseñado lo mucho que te quiero. Y deseo que seas mi mujer –afirmó, la miró a los ojos y tragó saliva–. ¿Quieres casarte conmigo, Emma?

–Sí, Jonah. Claro que sí –respondió ella con lágrimas de emoción.

Feliz, Jonah la besó. Luego, le puso el anillo en el dedo.

Emma admiró la delicada joya y sus brillantes piedras preciosas antes de posar los ojos de nuevo en su prometido.

–Gracias, Jonah. Eres increíble. Y soy muy afortunada de haberte conocido.

–El afortunado soy yo, mariposa.

Emma zanjó la discusión con un beso. De alguna manera, a pesar de que lo había tenido todo en contra, el destino había sido bondadoso con ellos. A veces, las decisiones difíciles en la vida conllevaban grandes recompensas. Y su premio era casarse con el hombre más maravilloso que había conocido.

Un timbre sonó en su escritorio, desde el ordenador.

–Maldición –dijo él, y se miró el reloj.

–¿Qué pasa?

–Bueno, nada de esto tenía que pasar hasta esta noche, en tu casa. No esperaba que vinieras por aquí hoy.

Emma no le contaría que había conseguido que Pam le prometiera secreto absoluto.

–¿Y?

–Eres mi primera entrevistada del día. Tengo dos más en la cola. ¿Por qué no te puso Pam la última? Quiero llevarte a casa y hacerte el amor.

Emma rio, apartándose un poco de su abrazo.

–Bueno, pues tendrás que esperar, Jonah Flynn. Aunque te cases conmigo, seguirás necesitando un director financiero.

–¿Quieres decir que no quieres el puesto? –preguntó él, frunciendo el ceño.

–¡Claro que lo quiero! Pero quiero conseguirlo de forma justa.

–¿Vas a hacerme entrevistar a las demás personas, a pesar de que sabes que pienso contratarte a ti?

–Sí. Y, si me contratas a mí, más te vale que sea porque soy la más cualificada –le advirtió ella, tocándole el pecho con la punta del dedo.

Jonah asintió, sabiendo que no merecía la pena discutir. Se levantó y le tendió una mano.

–Bueno, gracias por venir hoy, Emma. Pam te acompañará a recursos humanos. Supongo que tendrás que rellenar un formulario y podrán responderte cualquier pregunta que tengas sobre el salario o la compañía.

Emma sonrió, se levantó, le estrechó la mano y recogió su maletín.

–Gracias por su tiempo, señor Flynn. ¿Cuándo tendré noticias sobre su decisión?

Todavía sujetándola de la mano, él se inclinó para hablarla al oído.

–Estaré en tu casa a las seis.