En mi primer verano en Berkeley, Charles viajó desde Tucson para inscribirse a la escuela de verano y rentamos juntos un departamento. Una tarde, Charles llegó a casa, descolgó un espejo de segunda mano de la pared y lo colocó sobre la mesa de centro. Después abrió un paquetito doblado al estilo origami y vació su contenido en el espejo: un montón de polvo cristalino. De su cartera extrajo una navaja de una sola hoja con la cual comenzó a pulverizar los cristales. El acero golpeaba con ritmo la superficie del espejo. Mientras acomodaba el polvo en cuatro líneas paralelas, me explicó que a Michael (Michael el Mecánico, un traficante de drogas) se le había terminado la cocaína. En su lugar, Charles había comprado metanfetamina cristal.
Yo inhalé las líneas a través de un billete enrollado de un dólar. Los químicos quemaron mis pasadizos nasales y mis ojos se humedecieron. Sin importar si la droga es inhalada, fumada o inyectada, el cuerpo absorbe con rapidez las metanfetaminas. Una vez que llega al torrente sanguíneo, es un viaje directo e instantáneo al sistema nervioso central. Cuando la droga llegó al mío escuché música cacofónica, como de un calíope, y sentí como si hubieran encendido fuegos artificiales dentro de mi cráneo. Las metanfetaminas disparan de diez a veinte veces el nivel normal de los neurotransmisores del cerebro; en especial la dopamina pero también la serotonina y la norepinefrina, que se esparcen como las balas de la pistola de un mafioso. Me sentí fantástico, confiado hasta un grado supremo, y eufórico.
Después de que las metanfetaminas activan la liberación de neurotransmisores, bloquean su readmisión a sus sitios de almacenamiento, de manera muy parecida a la cocaína y a otros estimulantes. No obstante, a diferencia de la cocaína, la cual es metabolizada por el cuerpo casi por completo (y tiene una vida media de 45 minutos), las metanfetaminas permanecen relativamente estables y activas durante diez o doce horas. Cuando el amanecer comenzó a asomarse a través de las persianas rotas de la ventana, me sentía deprimido, exhausto y agitado. Me fui a la cama y dormí durante un día entero. Falté a clases.
Nunca más volví a tocar esa droga, pero Charles regresó una y otra vez con Michael el Mecánico. Su parranda con la metanfetamina cristal duró dos semanas.
Charles podía ser considerado, encantador, seductor y divertido, pero cuando consumía metanfetaminas, a las dos o tres de la mañana, podía volverse malvado y cruel. Después, tanto si se había comportado como un extraño o como un amigo, se disculpaba de manera profusa y convincente y la mayoría de la gente lo perdonaba. Durante demasiado tiempo yo también lo hice, pero él regresó de Berkeley a Tucson y nos separamos. Con el tiempo perdimos el contacto. Más tarde me enteré de que, después de la universidad, su vida se definió por el abuso de metanfetaminas, cocaína y otras drogas. Se sometió a rehabilitaciones voluntarias u ordenadas por una corte, sufrió varios accidentes automovilísticos, incendió una casa al quedarse dormido con un cigarro entre los labios, las ambulancias lo llevaron a las salas de emergencies después de accidentes y sobredosis, y fue encarcelado, tanto en hospitales como en la prisión.
Charles murió la víspera de su cuarenta cumpleaños.
El alcohol y la heroína son metabolizados por el hígado; las metanfetaminas, por los riñones. A los cuarenta años de edad, Charles sucumbió por fin.
Que el buen Dios te ilumine con su luz, Charles. Cálida, como el sol de la tarde.
Cuando escucho a los Rolling Stones, pienso en él. También cuando escucho hablar acerca de las metanfetaminas.
Es por ello que me siento enfermo al saber que Nic las ha consumido.
Parte integral de mi escritura es la investigación que realizo de manera compulsiva. Ahora que sé que Nic consume metanfetaminas, intento aprender todo lo que pueda acerca de esas drogas. Es más que un intento por comprenderlas. Siento que existe poder en el conocimiento del adversario. Sin embargo, mientras más aprendo, más desmotivado me siento. Las metanfetaminas parecen ser las drogas más maléficas de todas.
El químico alemán que sintetizó la anfetamina, antecesora de las metanfetaminas, por primera vez, escribió en 1887: “He descubierto una droga milagrosa que inspira la imaginación y proporciona energía al usuario”. La anfetamina estimula la parte del sistema nervioso central que controla la actividad involuntaria; es decir, la acción del corazón y las glándulas, la respiración, los procesos digestivos y los actos reflejos. Uno de sus efectos es la dilatación de los conductos bronquiales, lo cual condujo, en 1932, a su uso médico inicial como atomizador nasal para el tratamiento del asma. Estudios posteriores demostraron que la droga también era útil para tratar la narcolepsia, calmar la hiperoactividad de los niños y suprimir el apetito. Además permitía que los individuos permanecieran despiertos durante largos periodos.
Al experimentar con un cambio simple en la estructura molecular de la anfetamina, un farmacólogo japonés sintetizó las metanfetaminas por primera vez en 1919. Eran más potentes que la anfetamina y más fáciles de elaborar; además, el cristalino polvo era soluble en agua y podía ser inyectado. La metedrina, producida en los años treinta, fue la primera metanfetamina disponible comercialmente. En un inhalador se vendía como broncodilatador; en píldoras, como supresor del apetito y estimulante. Cierto anuncio decía: “Nunca más te sientas abatido ni padezcas depresión”.
Las metanfetaminas fueron ampliamente utilizadas en la Segunda Guerra Mundial por las tropas japonesas, alemanas y estadounidenses para incrementar su resistencia y desempeño. A partir de 1941 comenzaron a venderse formas moderadas de metanfetaminas de libre despacho como el Philopon y el Sedrin. Una típica frase publicitaria reza: “Combate la somnolencia e incrementa la vitalidad”. Para 1948, esas drogas eran consumidas por cinco por ciento de los muchachos de entre 16 y 25 años de edad en Japón. Alrededor de 55 mil personas presentaban síntomas de un padecimiento que los médicos comenzaron a llamar psicosis inducida por las metanfetaminas: se comportaban de manera agresiva e incoherente y alucinaban. Algunas personas se tornaban violentas. Las madres ignoraban o, en algunos casos, abusaban de sus bebés.
En 1951, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos clasificó a las metanfetaminas como sustancias controladas. Era necesaria una receta médica para adquirirlas. De acuerdo con un reporte publicado ese año en Pharmacology and Therapeutics, las metanfetaminas eran efectivas contra “la narcolepsia, el temblor post-encefalítico, el alcoholismo, ciertos estados depresivos y la obesidad”.
La producción ilegal se disparó, incluso del primer “arranque”, derivado de las metanfetaminas que es un polvo amarillo pálido, y la metanfetamina cristal, una forma más pura y la primera inyectable (puede inhalarse también), a principios de los años sesenta. Surgieron laboratorios clandestinos de metanfetaminas en San Francisco en 1962 y el speed inundó el distrito Haight Ashbury, lo cual fue un preludio de la primera epidemia nacional a mediados de la misma década. Cuando mi investigación me lleva al consultorio de David Smith en San Francisco, el médico que fundó la Clínica Libre de Haight Ashbury, éste recuerda la llegada de esta droga al vecindario:
—Antes de la llegada de las metanfetaminas ya habíamos visto aquí algunos tipos de ácidos malos, pero hasta el más malo de ellos resultó moderado. Las metanfetaminas devastaron el vecindario y enviaron chicos a las salas de emergencias y a algunos a la morgue. Las metanfetaminas pusieron fin al verano del amor.
Antes de fundar la clínica, Smith era estudiante de la escuela de medicina de la Universidad de California, en la parte alta de la colina de Haight. Cuando la sala de emergencias del hospital comenzó a llenarse de víctimas de sobredosis de esta droga, él inició la primera investigación clínica acerca de sus efectos: administró dosis bajas a ratas y todas ellas murieron de convulsiones masivas. Las ratas encerradas en la misma jaula también murieron a pesar de que se les administraron dosis menores de metanfetaminas. El efecto fue más rápido y la causa de su muerte cambió: las ratas interpretaron el comportamiento normal de apareamiento como ataque y, según recuerda Smith, “se hicieron pedazos entre sí”.
En 1967, Smith bajó de la colina Parnassus para trabajar en la comunidad. (Se convirtió en presidente de la American Association of Adiction Medicine [Asociación Estadounidense de Medicina para las Adicciones] y ahora es director médico ejecutivo de una institución de rehabilitación en Santa Mónica.) Cuando llegó a Haight, dice:
—Me encontré con una jaula de ratas: la gente consumía speed, deambulaba despierta y paranoica durante toda la noche, había una insalubridad total, violencia y peligro.
Smith lanzó la primera advertencia de que “el speed mata” en 1968, en la época de los “arponazos de metanfetaminas” en el Palacio de Cristal, un bar. Círculos de usuarios se pasaban una jeringa entre sí.
—Recibía llamadas a las siete de la mañana, cuando el chico que había consumido más droga estaba completamente sicótico —recuerda Smith. El que compartieran las agujas originó una epidemia de hepatitis C—. Cuando les advertía a los adictos a las metanfetaminas sobre la hepatitis, me decían: ‘No se preocupe. Por eso dejamos al tipo amarillo hasta el final’.
El consumo de metanfetaminas en Estados Unidos decreció, se incrementó y disminuyó una vez más desde los días iniciales de la droga de antaño. Ahora muchos expertos dicen que es más potente y persistente que nunca. A pesar de que hace algunos años se concentraban en las ciudades occidentales, las metanfetaminas se han infiltrado a través de la nación y han inundado el Medio Oeste, el sur y la Costa Este. El consumo de metanfetaminas es una epidemia en muchos estados, pero la gravedad del problema apenas ha sido reconocida en Washington, en parte por el tiempo que le ha tomado a la nueva ola de adictos inundar los hospitales, las instituciones de rehabilitación y las cárceles del país. El ex-jefe de la Fuerza Administrativa Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés), Asa Hutchinson, llamó a las metanfetaminas “el problema número uno de drogas en Estados Unidos” porque ha rebasado a la fuerza legal, a los generadores de políticas y a los sistemas de cuidado de la salud.
En el año 2006, la administración Bush provocó un furor político cuando los funcionarios de la Oficina de Política de Control Nacional de Drogas publicaron el resultado de una encuesta de la Asociación Nacional de Condados en la cual 500 funcionarios de las fuerzas legales locales declararon que las metanfetaminas son su principal problema. (La cocaína ocupaba un distante segundo lugar y la mariguana es el tercero.) En ese mismo año, el Centro Nacional de inteligencia contra las Drogas publicó los resultados de una muestra más grande y al azar de 3400 agencias de fuerzas antidrogas nacionalmente. Por primera vez desde que la organización comenzó a conducir la encuesta, una pluralidad (40 por ciento) consideró a las metanfetaminas como su más significativo problema en cuanto a drogas.
Entre los consumidores de metanfetaminas se encuentran hombres y mujeres de todas clases sociales, razas y antecedentes. A pesar de que la epidemia actual tiene sus raíces en bandas motorizadas y barrios rurales y urbanos de clase baja, las metanfetaminas, según reportó Newsweek en una historia de primera plana en el año 2005, “ha marchado a través del país y ha ascendido en la escala socioeconómica”. Ahora, “la gente más probable y la más improbable consume metanfetaminas” de acuerdo con Frank Vocci, director de la división de farmacoterapias y consecuencias médicas del abuso de drogas del instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA, por sus siglas en inglés).
Internacionalmente, la Organización Internacional de la Salud estima que hay 35 millones de consumidores de metanfetaminas, comparados con 15 millones de consumidores de cocaína y siete millones de consumidores de heroína. Las variadas formas de la droga reciben distintos nombres, entre los cuales se encuentran el arranque, el cristal, la piedra, Tina, gak, L.A. y el vidrio, además del speed. Una forma particularmente devastadora, el hielo, el cual se fuma como cocaína de base libre, casi no se había visto en ciudades de Estados Unidos aparte de Honolulú, pero ahora ya llega al centro del país. Otra variedad llamada ya ba (“medicina loca” en tailandés) es fabricada por millones de tabletas en Myanmar, llevada de contrabando a Tailandia y de allí a la Costa Oeste de Estados Unidos, donde se vende en bares y esquinas, a veces en forma de píldoras dulces y coloridas que son ingeridas o molidas para ser fumadas.
La forma más generalizada en el país es el cristal, que con frecuencia se fabrica con ingredientes tales como el descongestionante nasal y el líquido limpiador de frenos en lo que la DEA ha llamado “laboratorios de Beavis y Butthead” en casas y cocheras. Se han descubierto laboratorios ilegítimos móviles o “cajas” en campers y camionetas, además de laboratorios en hoteles, en cada estado. En el año 2006, Bill Maher declaró:
—Si los estadounidenses se hacen más tontos para la ciencia, no serán capaces ni de fabricar su propio cristal metanfetamina.
Sin embargo, por ahora todo lo que se necesita es visitar Internet donde, por treinta dólares más cargos de envío, compré un grueso libro de instrucciones titulado Secrets of Metamphetamine Manufacture (Secretos de fabricación de las metanfetaminas). La sexta edición revisada y aumentada del “texto clásico de la química clandestina” contiene una declaración en la portadilla: “se vende para fines informativos exclusivamente”. El ejemplar incluye instrucciones detalladas para fabricar una variedad de formas y cantidades de metanfetaminas, además de algunos consejos para evadir a las fuerzas de la ley.
Los fabricantes caseros de metanfetaminas obtienen el ingrediente básico —pseudoefedrina— de las píldoras de venta libre para la gripe, lo cual ha motivado a muchos estados a tomar medidas restrictivas que incluyen limitar el número de cajas de Contac, Sidafed y Drixoral que pueden comprarse a la vez. Como resultado, se ha reportado que los fabricantes de estos medicamentos trabajan para cambiar las fórmulas de manera que ya no puedan ser utilizados para producir metanfetaminas. Mientras tanto, Wal-Mart, Target y otras tiendas ahora las colocan detrás del mostrador.
El control del suministro de píldoras para la gripe y otras fuentes de efedrina y pseudoefedrina ha tenido cierto efecto en la producción doméstica de metanfetaminas y muchos pequeños laboratorios tóxicos (STL, por sus siglas en inglés) han cerrado. Pero estos éxitos domésticos han dado pie a nuevos negocios para los cárteles de drogas mexicanos e internacionales, los cuales ahora introducen la droga de contrabando a lo largo de las rutas de la cocaína, heroína, mariguana y otras drogas. A pesar de que la droga aún se produce en cocheras, sótanos y laboratorios instalados en cocinas, la gran mayoría proviene de superlaboratorios operados por estos cárteles. The Oregonian publicó un artículo del reportero Steve Suo que revela que el gobierno pudo haber contenido (y aún puede hacerlo) la epidemia de las metanfetaminas. Sólo son nueve los laboratorios que fabrican la mayor parte del suministro mundial de efedrina y pseudoefedrina, pero las compañías farmacéuticas y las legislaturas influidas por ellas han detenido cualquier movimiento que hubiera podido controlar de manera efectiva la distribución de los químicos, de modo que no pudieran desviarse a los superlaboratorios de metanfetaminas. El reporte de Suo sugiere que sólo hasta que el gobierno controle a las compañías farmacéuticas, la guerra contra esta droga será una especie de broma. ¿La prueba? Los consumidores que desean conseguir metanfetaminas pueden obtenerlas casi en cualquier parte.
El gobierno sostiene que el uso general de la droga ha descendido en Estados Unidos, pero depende del punto de vista. En muchas comunidades hay más adictos y alcohólicos que nunca. De acuerdo con Los Angeles Times, en California, las sobredosis y otras muertes relacionadas con las drogas pronto superarán a las de accidentes automovilísticos como la causa principal de muertes en el estado. Numerosos barómetros indican un fuerte ascenso en el abuso de metanfetaminas. En muchas ciudades, las metanfetaminas se encuentran detrás del creciente número de adictos que se someten a tratamientos, que llegan a las salas de emergencias y que cometen crímenes. Del año 1993 al 2005, el número de admisiones a rehabilitación para tratamiento de adicción a las metanfetaminas ha aumentado más de cinco veces, de 25 mil a cerca de 150 mil por año, de acuerdo con James Colliver, del Instituto Nacional de Abuso de Drogas. En su reporte del año 2006, la Administración de Servicios para Abuso de Sustancias y Salud Mental reportó un incremento de admisiones a tratamiento por abuso de metanfetaminas. El crimen asciende de manera dramática en comunidades inundadas por estas drogas. En algunas ciudades, entre 80 y 100 por ciento de los crímenes están relacionados con ellas. En algunos estados, los legisladores les han atribuido el incremento en las tasas de asesinatos. En ciudades donde las metanfetaminas son el problema de drogas predominante existen altas incidencias de abuso marital y contra los hijos. De hecho, son comunes las trágicas historias acerca del abuso contra menores.
Cerca de la mitad de los consumidores de metanfetaminas y un gran porcentaje de consumidores de hielo se quiebran; es decir, en algún momento experimentan el tipo de psicosis por metanfetaminas que fue identificada por primera vez en Japón a finales de los años cuarenta. Se caracteriza por alucinaciones visuales y auditivas, paranoia intensa y una variedad de síntomas adicionales, algunos de los cuales son idénticos a la esquizofrenia. El estado de hiperansiedad del quiebre puede conducir a la agresión y la violencia; es por ello que un reporte de la policía indica lo siguiente para enfrentar a los adictos a las metanfetaminas:
“El estado más peligroso del abuso de las metanfetaminas para los consumidores, el personal médico y los oficiales de la ley se conoce como “quiebre”. Un “quebrado” es un consumidor que tal vez no ha dormido en un lapso de tres a quince días y se encuentra irritable y paranoide. Con frecuencia, los quebrados se comportan o reaccionan de manera violenta… detener solo a un quebrado no es recomendable y los oficiales de la ley deben solicitar refuerzos”.
El reporte incluye seis consejos de seguridad para enfrentar a un quebrado, entre los cuales se incluyen: “Mantenga una distancia de dos a tres metros. Acercarse demasiado puede percibirse como amenaza. No dirija luces brillantes hacia él. El quebrado ya está paranoide y, si usted lo ciega con una luz brillante, lo más probable es que corra o se torne violento. Un quebrado ya escucha sonidos a gran velocidad y a volumen agudo. Muévase con lentitud. Así disminuirá las probabilidades de que el quebrado malinterprete sus acciones físicas. Mantenga visibles sus manos. Si usted coloca sus manos en un sitio donde el quebrado no pueda verlas, puede sentirse amenazado y tornarse violento. Haga que el quebrado hable. Un quebrado que guarda silencio puede ser peligroso al extremo. Con frecuencia, el silencio significa que sus pensamientos paranoides han superado a la realidad y cualquier persona presente puede convertirse en parte de las alucinaciones paranoides del quebrado”.
Quebrados o no, los adictos a las metanfetaminas tienen más probabilidades que los consumidores de otras drogas (con la posible excepción de los adictos al crack) de incurrir en conductas antisociales y criminales. Un exitoso hombre de negocios consumió la droga para trabajar más horas, se hizo adicto y asesinó a un hombre que le debía drogas y dinero. Un adicto le disparó a su esposa; otro atacó a su víctima con un garrote hasta darle muerte y otro asesinó a una pareja por un auto y 70 dólares. Una pareja, ambos miembros consumidores de metanfetaminas, golpearon, privaron de alimentos y desollaron a su sobrina de cuatro años de edad, quien murió en una tina de baño. Un hombre de Potoon Beach, Illinois, se encontraba bajo la influencia de las metanfetaminas cuando asesinó a su esposa y después se suicidó. En Portland, una mujer intoxicada con metanfetaminas fue arrestada por matar a su bebé de año y medio de edad al estrangularlo con una bufanda. En Texas, un hombre drogado con metanfetaminas, después de discutir con un amigo, lo siguió y lo asesinó con seis disparos en la cabeza. En el condado Ventura, en California, un hombre bajo la influencia de las metanfetaminas secuestró y estranguló a una mujer. También en California, una madre adicta a las metanfetaminas fue apresada por mantener a sus dos hijos encerrados en una cochera fría e infestada de cucarachas. Hace poco, un hombre de Omaha fue sentenciado a cuarenta años de prisión por asesinar al hijo de su novia después de consumir metanfetaminas. El pequeño había sido asfixiado y tenía numerosos huesos rotos. Han habido juicios en Phoenix, Denver, Chicago y el condado Riverside, en California, de madres acusadas de matar a sus bebés por alimentarlos con leche materna mientras estaban intoxicadas con metanfetaminas. La madre de Riverside, durante su juicio, declaró: “Desperté con un cadáver”. Además del crimen, las metanfetaminas causan un significativo daño ambiental en los lugares donde se produce. La fabricación de medio kilo de metanfetaminas genera tres kilos de líquidos corrosivos, vapores ácidos, metales pesados, solventes y otros materiales dañinos. Cuando estos químicos hacen contacto con la piel o son inhalados, pueden causar enfermedades, deformaciones o la muerte. Los operadores de los laboratorios casi siempre arrojan los desechos a la basura. Las implicaciones para Central Valley, en California, fuente de un gran porcentaje de las frutas y verduras de Estados Unidos —y gran parte de sus metanfetaminas— son relevantes. A principios del siglo xxi los hospitales de la zona atendieron a muchos niños, con frecuencia inmigrantes indocumentados, por padecimientos relacionados con los químicos derivados de la producción de metanfetaminas. Como me comentó un agente del FBI en ese sitio: “Millones de kilos de químicos tóxicos van a los fruteros de Estados Unidos. Los químicos alcanzan niveles alarmantes en muestras de agua subterránea”.
Los efectos de consumir metanfetaminas en la salud son desastrosos. Las metanfetaminas llevan a más personas a las salas de emergencias que cualquier otra droga recreativa, incluso el éxtasis, la ketamina y la GHB combinadas. (Y en unas pruebas de laboratorio realizadas por la Universidad de California en Los Ángeles, ocho de cada diez píldoras vendidas como éxtasis en bares de esa ciudad contenían metanfetaminas.) Aquellas personas que no lleguen a la sobredosis aún pueden morir a causa de ellas. Las metanfetaminas causan o contribuyen a los accidentes fatales y los suicidios. Después de realizar una encuesta sobre tendencias suicidas en consumidores de drogas, el psiquiatra Tom Newton, investigador de la UCLA, concluyó que “las metanfetaminas son una potente droga que induce una depresión tan severa que puede hacer que la gente desee suicidarse”.
Muchos otros riesgos de salud se relacionan con el abuso crónico de metanfetaminas. Un médico que trabaja en una sala de emergencias de San Francisco me comentó sobre la ola de adictos a las metanfetaminas que llegan con las aortas rotas o destrozadas. Algunos adictos pueden arrojar pedazos del tejido que cubre sus pulmones. Muchos adictos a las metanfetaminas pierden los dientes. El uso crónico de metanfetaminas puede causar una disfunción cognitiva parecida al Mal de Parkinson que incluye el deterioro de la memoria y las facultades mentales, además de un daño físico que puede llegar a la parálisis, lo cual resulta en infartos cerebrales inducidos por las metanfetaminas. Consumir la droga una sola vez puede ser fatal. Puede ocasionar que la temperatura corporal se eleve mucho y provoque convulsiones letales, muerte por hipertermia, “muerte súbita por arritmia”, que es cuando el corazón deja de latir de manera funcional, o aneurismas fatales. Es más probable que las condiciones serias o fatales ocurran debido a los extensos periodos de actividad que realizan los consumidores. Los consumidores de metanfetaminas suelen dejar de dormir y comer durante varios días. Se ha demostrado que la combinación de la droga con la fatiga contribuye a la paranoia y la agresividad. El ciclo tiende a implicar problemas físicos, psicológicos y sociales, y todos los anteriores pueden exacerbarse por los problemas mentales existentes, que son comunes entre los consumidores.
Nic ha consumido metanfetaminas. A pesar de sus protestas y promesas, yo incremento mis súplicas de que se someta a rehabilitación, pero él no cede. Ya aprendí que, ahora que es mayor de 18 años de edad, no puedo someterlo. Si él representara una amenaza para sí mismo o para alguna otra persona, existe un complicado proceso a través del cual yo podría someterlo a una breve evaluación en un hospital mental, pero un padre preocupado por el consumo de drogas de su hijo no califica para tal efecto. Si hubiera sabido que ocurriría esto, hubiera obligado a Nic a someterse a rehabilitación cuando aún podía tomar la decisión por él. No hay manera de saber si eso hubiera sido útil; tal vez Nic no hubiera estado listo para recibir el mensaje de la rehabilitación, pero al menos yo hubiera podido detener su avance. Ahora él tiene que acudir por su propia voluntad.
Nic duerme casi hasta veinte horas al día durante los siguientes tres días, después de los cuales está deprimido y distante. Después, sin previo aviso, una fría tarde de primavera, Nic desaparece de nuevo.