Un grito de muerte sacudió la noche. Una chica experimentaba una terrible agonía. La voz disminuyó y luego murió por completo. No era Madison, sabía que no era su voz.
Corrí con más fuerza, odiándome por no estar allí, por no detener lo que estuviera presenciando. Lucy estaba en otra locación, por lo que no podía ser ella.
Oí a Marcus llegar a la misma conclusión. Él y Maisy se apresuraron detrás de mí. Si pasábamos la fila de árboles, estaríamos a unos pocos metros del círculo de piedra.
Percibí su presencia un momento antes de verla. Frené de manera abrupta, maldiciendo, y maldiciendo. La risa de la Dearg-due se asemejaba al canto de una sirena. Un sonido musical y traicionero. De no ser una mujer, hubiera dado de lleno contra ella y golpeado su rostro.
Quería algo. Su sonrisa felina se deleitaba en cada segundo que me mantenía lejos de la chica por la que daría mi vida. Mantuve mi ira en control, pensando en la manera más rápida de deshacerme de ella.
—Un apuesto brujo de Salem. No pensaste que te dejaría ir, ¿verdad?
Jugó con la falda de su vestido. Su largo pelo negro era un velo sobre la tela.
—Nombra tu precio y sal de mi camino.
—Mic, no —dijo Maisy—. Pelearemos contra ella.
—No tenemos tiempo —repliqué.
La luna no se mantendría así por mucho tiempo. Tenía que llegar a ella antes de que pasara el eclipse y terminaran el ritual.
—La luna es tan hermosa pintada de rojo. Deberíamos quedarnos aquí y empaparnos en su belleza —dijo la Dearg-due.
—Di tu precio —repetí.
Avanzó hacia mí sin hacer ningún sonido. Una mujer salida de pesadillas.
—Sabes, las leyendas ocultan fragmentos de verdades olvidadas —dijo estirando su mano hacia mí—. Quiero tu sangre. Quiero beberla de aquí.
Su dedo se paseó por mi cuello.
—Quita tus manos de mi primo —la amenazó Maisy.
—Guarda silencio, pequeña bruja. Me gusta romper cosas bonitas y tú podrías ser una de ellas —respondió la mujer.
Marcus se paró delante de Maisy, incierto sobre qué hacer. Cargaba un palo de hockey en su mano, pero dudaba que fuera a utilizarlo a menos que esta atacara.
—Diez segundos y no vuelves a interferir —dije.
Era más fácil especificar el tiempo que la cantidad de sangre. No me dejaría engañar por la arpía.
—Un precio justo —concedió.
Me miró con la misma crueldad que un depredador a una presa arrinconada. La situación me recordó a Alexa, tentándome a dar un paso y arrancar su cabeza.
—Hazlo.
—¡Mic! —protestó Maisy.
La Dearg-due se agazapó contra mí al igual que un felino. Admitía que la encontraba intimidante, el tipo de mujer que uno evita a toda costa. Corrió el cuello de mi abrigo y posó su mano allí. Me pregunté si en verdad iba a hundir sus dientes en mi piel y la imagen me generó un profundo rechazo. Solo podía imaginar el tipo de ideas retorcidas que se escondían en su cabeza.
Me preparé para lo peor. Pensé en otra cosa, en Madison. Por fortuna utilizó magia para hacer un corte en vez de su boca.
Apreté mis puños, restringiendo mi magia, mientras la endemoniada mujer lamía y succionaba mi sangre al igual que una criatura salvaje.
Conté en silencio, la magia vibrando dentro de mí se mezclaba con mi ira, hasta que llegué al número diez.
—Suficiente.
Me aparté de ella, preparando un conjuro en caso de que rompiera su palabra.
—Eso fue excitante —dijo relamiéndose—. Es una lástima que no pueda tener más de ti.
—Tienes lo que querías, ahora vete —intervino Maisy en tono severo.
La mujer me devoró con sus ojos una vez más. Sus pupilas eran del mismo color rojo de la luna. Dio un paso hacia mí, su pelo moviéndose con el viento, y luego se corrió a un costado.
—Un trato es un trato, Michael Darmoon —dijo volviendo su voz más placentera—. Por cierto, mi nombre es Brid, sé que no vas a olvidarlo.
Asentí levemente y eché a correr. Sería tonto ofender a esa pesadilla de mujer, compadecía a cualquier hombre que lo hiciera. Me adentré en la línea de árboles que quedaba, abriéndome paso hacia el círculo de rocas que se escondía en la noche.
—Pensé que algo así sería sexy —dijo Marcus con voz agitada detrás de mí—. Fue incómodo y…
—Repugnante —terminó Maisy por él.
Estaba cerca. Podía ver una silueta de pie en el centro. Un hombre. El Antiguo. El fuego bajo el caldero proporcionaba algo de luz, iluminando más siluetas recostadas en el pasto.
Tomé velocidad, saltando una de las rocas, y me adentré en el círculo. Distinguí varias chicas recostadas, dos de ellas estaban cruzadas posicionadas para el ritual, una Gwyllion de pelo rubio y una joven que recordaba haber visto con anterioridad. El cuerpo de Alyssa Roslyn yacía a unos metros de ellas con sangre en su ropa.
Y luego la vi. Madison. Las llamas iluminaban aquel hermoso rostro. Aparentaba estar inconsciente, su cuerpo recostado boca arriba.
—¡Padre!
La voz de un niño gritó en señal de alarma. La pequeña silueta se encontraba sentada en las sombras con un vendaje en su pecho.
—Maldición.
Aquel bastardo llamado Galen se abalanzó sobre el cuerpo de Madison, mostrándome un cuchillo. Me detuve donde estaba, listo para usar magia y quebrar cada hueso de su mano.
—¡Dijiste que Brid iba a encargarse de ellos! —gritó la joven recostada junto al caldero.
—Se suponía que iba a hacerlo —replicó el Antiguo.
Maisy vino a mi lado con una expresión transfigurada.
—¿Kenzy MacLaren? —preguntó—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Observó la escena, su expresión cambió a una de pura indignación.
—¡Estás con él! Usaste a Lyn para acercarte a Madison y a Lucy —dijo furiosa.
Ambas atacaron al mismo tiempo, un hechizo anuló al otro. Galen sostuvo a Madison en sus brazos, el cuchillo estaba demasiado próximo a su garganta.
—No nos precipitemos. El daño ya está hecho y no hay necesidad de que las cosas empeoren —dijo Galen en tono cauto—. Dejen que terminemos el ritual. Unos minutos más y luego les regresaré a Madison y nos iremos.
—Al único lugar a donde irás será a una tumba —respondí—. Sé sobre el hipnotismo que usaste para controlarla. Voy a hacerte pagar por cada segundo en el que se sintió amenazada por ti. Voy a vaciar cada gota de tu sangre en ese caldero hasta que rebalse.
La magia generó estática en la yema de mis dedos haciendo que las llamas bajo el caldero se salieran de control.
—Esas son demasiadas palabras —dijo el Antiguo con una sonrisa burlona—. No estoy seguro de que estés en posición de respaldarlas. No cuando tu novia reposa en mis brazos.
El filo del cuchillo acariciaba su hombro y podía ver un feo corte en su brazo. Si había perdido suficiente sangre como para caer inconsciente, no podía arriesgarme a que perdiera más. Permanecí quieto, considerando qué hacer.
—Baja ese cuchillo y regrésanos a Mads o me aseguraré de probar la resistencia de este palo de hockey contra tu cráneo —me respaldó Marcus.
La bruja llamada Kenzy se puso de pie con una expresión exasperada. Me sorprendí al ver que llevaba el amuleto de la familia Ashwood colgando de su cuello. Alyssa estaba muerta por lo que un ritual ya había transcurrido. El del niño, por eso el vendaje en su pecho. Lo busqué con la mirada, decepcionado al ver que se había escabullido de manera sigilosa hasta posicionarse detrás del Antiguo. Dado su corta estatura y la oscuridad, le era fácil camuflarse en la noche.
—¡He estado esperando esto durante años! —gritó Kenzy—. Si interrumpen antes de que termine, Gal matará a Madison antes de que puedan completar un hechizo.
—Apresúrate, cariño.
La tonalidad de la luna estaba comenzando a cambiar de nuevo. La oscuridad consumió el rojo hasta hacerlo desaparecer. Kenzy MacLaren levantó otro cuchillo en el aire, posicionándose sobre la otra Gwyllion. Se veía joven. Muy joven. Sus manos y pies estaban inmovilizados por una soga.
—«La vida de una hija de la naturaleza será un intercambio justo para liberar al elegido del orden de lo natural.»
No podía presenciar cómo mataban a esa niña sin hacer nada. Tenía que decidirme por un encantamiento, algo lo suficientemente poderoso para detener a Galen y a su bruja loca en cuestión de segundos.
Los gritos de súplica de la Gwyllion se mezclaron con los de Maisy y Marcus, haciendo que la situación se saliera de control.
Por un breve momento todos intercambiamos miradas de incertidumbre y tensión. El Antiguo presionó la hoja de plata contra la herida abierta del brazo, desafiándome con la mirada. Kenzy continuó recitando palabras, decidida a sacrificar a la Gwyllion. Maisy gritó histérica, desesperada por salvar a la niña en el pasto.
Me encontraba tan inmerso en mi cabeza que apenas lo vi suceder. Los ojos de Madison se abrieron, brillando cual fuego azul con una intensidad asesina. En cuestión de segundos golpeó su codo contra las costillas del Antiguo, liberándose de él, y luego se abalanzó contra Kenzy MacLaren, haciéndola caer.
Madison se encontraba bien y estaba peleando.
Volví mi atención al Antiguo a pasos de mí y un infierno de ira se desató en mi pecho sin nada más que lo contuviera. Todas las emociones que me habían ahogado en los últimos días, el miedo, la ansiedad, la culpa, la agresión, guiaron mis acciones reinando sobre mi sentido común.
Golpeé cada centímetro de su cuerpo. La magia que rugía en mi sangre desencadenó una tormenta. Cada vez que levantaba mi puño en lo único que podía pensar era en él bebiendo la sangre de Madison. Controlándola contra su voluntad.
En algún punto el bastardo intentó defenderse y Marcus se me adelantó, estrellando el palo de hockey de los Puffins contra su rostro.
—¡Esto es por Alyssa! —dijo agitado.
Apenas oía los gritos del niño mientras me preparaba para mi siguiente ataque. Todo lo que sentía era tan avasallante y aturdidor que no podía enfocar mi atención en otra cosa. Hubiera continuado golpeándolo hasta que cesara de respirar de no ser por un hechizo que me dejó de espaldas contra el suelo.