Kenzy me apartó de una patada, convocando su magia para ayudar a Galen. Entre la concusión en mi cabeza y la sangre que había perdido sentía como si me hubieran liberado de una coctelera.

Podía ver a Maisy ayudando a Quin con sus ataduras, la joven Gwyllion se veía al borde de un infarto. Sus ojos estaban hinchados y cubiertos en lágrimas.

Busqué a Michael hasta dar con su pelo rubio. Se encontraba tendido en el suelo peleando por levantarse. Me hubiera entregado a toda la calidez que sentí al verlo de no ser por la imagen del Antiguo comenzando su escape. Podía oír a Kenzy gritando que corriera, que tomara a Will.

Llevé mi mirada al cuerpo de Alyssa, a su rostro sin vida, y de regreso a Galen. Estaba maldita si iba a dejar que huyera sin pagar por lo que había hecho. Concedido, estaba rengueando y se veía terrible, pero no me importaba, no era suficiente.

Me acerqué a Maisy Westwood, estirando mi mano hacia ella con urgencia. Necesitaba mi magia.

—Maisy, quítame el anillo —le ordené.

Esta se volvió hacia mí confundida.

—No es momento para…

—¡Quítame el anillo! —insistí.

Me observó incrédula y luego su expresión cambió al ver a qué anillo me refería. Debió saber lo que era. No perdió tiempo en sacarlo de mi dedo, arrojándolo hacia la noche.

Un cosquilleo corrió libre en mi piel, mi sangre, haciéndome saber que mi magia estaba allí. Aquel vínculo que me entrelazaba a la magia había regresado.

—Cuida de ella, iré por Galen.

Comencé a correr antes de que pudiera protestar o intentar detenerme. Oí la voz de Michael gritando mi nombre y por poco se me parte el corazón por no regresar hacia él.

Alyssa estaba muerta, Lucy perdida en manos de aquel otro Antiguo, y era todo obra suya. Había terminado una vida que apenas estaba floreciendo para que su hijo pudiera ser igual a él. Un longevo egoísta y manipulador.

Podía verlo sobre el cuerpo de Alyssa con una claridad abrumadora. El cuchillo enterrándose en su pecho hasta destruirla. Limpié las lágrimas en mi mejilla con la manga del abrigo, buscando la silueta de Galen entre los árboles.

El Antiguo fue fácil de rastrear ya que caminaba con esfuerzo. Will lo sostenía de un lado, ayudándolo a avanzar.

Llamé a mi magia y le hablé a la tierra, haciéndolos tropezar. No recordaba las palabras con exactitud por lo que me llevó unos minutos lograrlo. Aguardé a que sus cuerpos cayeran y me aproximé con el trozo de madera en mano y una determinación que ardía en mis venas.

—¿Madison? —preguntó Galen incierto—. Espera, no hagas nada descabellado…

Levanté la punta astillada que había pertenecido a la pata de la silla y la dirigí hacia el hombro de Galen dando rienda suelta al dolor en mi corazón. Por Alyssa, por Lucy, por todo el tiempo en el que jugó conmigo y me mantuvo lejos de Michael.

La madera penetró su piel y continué haciendo fuerza hasta agotarme. Aún me encontraba mareada y podía sentir algo bastante sólido, probablemente un hueso, deteniendo la punta.

Los alaridos de dolor del Antiguo sumados al llanto del niño, quien no tardó en arremeter contra mí, alejándome de su padre, hicieron que cesara en mi venganza. Galen tenía un aspecto deplorable. El rostro ensangrentado, los labios partidos, el trozo de madera enterrado en su hombro. Y Will… Una fragilidad infantil dominaba sus ojos. El vendaje en su pecho donde lo habían herido con el cuchillo cubierto en la sangre de Alyssa se veía mal.

—Por favor, no puedo perderlo a él también —me suplicó Will.

Estaba aferrado a mi pierna, luchando por hacerme retroceder.

—No vas a dejar a mi hijo huérfano, cariño. No tienes el corazón para hacerlo —dijo Galen.

Apoyé mis manos en sus pequeños hombros e intenté calmarlo. El Antiguo estaba en lo cierto. No podía ver sufrir a un niño, ni siquiera a uno como él.

—Will, tranquilízate. No voy a matarlo. —Levanté mi mirada hacia Galen y agregué—: Merece que lo haga, pero no voy a herirte de esa manera.

El niño aflojó la presión contra mi pierna y, tras dejar escapar un sollozo, me abrazó. Reposé la mano en su cabeza, sobrepasada con toda la situación.

Galen tomó ventaja de mi momento de debilidad y retiró el trozo de madera con un gemido de dolor. Lo observé abrazarse al tronco de un árbol para lograr ponerse de pie, su mano hacía presión contra el abdomen como si fuera un espantapájaros luchando por no perder su relleno.

—Tu brujo rompió una de mis costillas, supongo que lo merezco —dijo escupiendo sangre—. Y tú fuiste toda femme fatale contra mi hombro y finalmente te diste el gusto de clavarme un pedazo de madera.

Levantó la mano hacia su pecho e hizo un intento de sonrisa diabólica.

—Fallaste al corazón, cariño.

—Eso fue porque no era mi blanco —le aseguré.

Will me dejó ir y regresó al lado de su padre, ayudándolo a incorporarse. El parecido no dejaba de asombrarme. Ambos habían perdido aquella expresión irreverente a favor de una más vulnerable.

—Tus ojos se ven tan… fríos. Sabía que no volverías a mirarme de la misma manera —dijo Galen.

Podía percibir cierto lamento en su voz. El viento movió las hojas de los arboles a nuestro alrededor y por un momento simplemente nos miramos.

—Si vuelvo a verte o te acercas a mis amigos, juro que te mataré —dije—. Incluso si significa perder mi alma.

Su pie se movió un poco en mi dirección.

—Una noción muy poética —respondió.

La voz de Michael llegó a mis oídos. Me estaba llamando. Les di la espalda, lista para regresar hacia él, para regresar a mi lugar en sus brazos.

—Gracias —murmuró Will.

—Haz que alguien trate tu brazo, perdiste demasiada sangre. —Galen hizo una pausa y agregó—: Sé que no vas a creerlo, que no quieres… Te ganaste una fracción de mi afecto. Todos llevamos fuego dentro y el tuyo es enceguecedor. Te extrañaré, Madison.

Continué caminando sin mirar atrás. Con fortuna no volvería a verlos. Dejaría toda esa nefasta experiencia en el bosque. Las mentiras, la tristeza, la pérdida.

La luna había regresado a su tono habitual, perdiendo aquel velo de sangre que había cubierto el cielo. Seguí la voz de Michael, corriendo hacia ella.

Me encontraba en un prado en alguna parte de Irlanda con la ropa cubierta en sangre y lo único que me importaba era encontrar mi camino hacia él. Ver aquellos ojos tempestuosos que detenían mi mundo cada vez que me miraban.

La silueta salió de entre las ramas, precipitándose hacia mí hasta tenerme en sus brazos. Sus labios descendieron sobre los míos con la furia de una tormenta. Un beso que gritaba de amor y remordimiento, urgencia y deseo, tristeza y esperanza. Un beso cuya pasión consumiría miles de lunas en incesantes llamas.

Tomó mi rostro en sus manos, sosteniéndome a un respiro del suyo. Verlo desataba las sensaciones más maravillosas, haciendo que volaran libres por el cielo. No era solo su atractivo rostro, ni el afecto en sus ojos, era la certeza de que él era mío y yo era suya, y siempre encontraríamos el camino de regreso.

Sin importar donde estuviera, los miles de kilómetros de por medio, Michael Darmoon era mi hogar.

Había vencido el maleficio de Alexa y había venido por mí.

—Te tengo —susurró contra mis labios.

Llevó la otra mano hacia el hueco de mi espalda, reteniéndome contra su pecho. Aquel perfume que tanto adoraba me envolvió en una nube de seguridad.

—Dilo de nuevo —le pedí.

Besó mi cabeza y acercó los labios a mi oído.

—Te tengo —repitió en sonó suave.

Permanecimos así perdidos el uno en el otro. Los besos que siguieron me dejaron con el corazón acelerado y más mareada que antes. Me sostuve contra su pecho, esforzándome por repasar los detalles de todo lo que había sucedido.

—¿Viniste con Mais…?

—¿Dónde está? ¿Galen? —me interrumpió.

El cambio en su tono de voz fue palpable.

—Tiene un hijo, no pude… No volveremos a verlo —dije.

—Todo en mí grita que lo entierre en una tumba —replicó—. Es la única garantía de que no regresará.

—Michael… —Hice una pausa notando su cuello—. Tienes sangre.

Pasé mi dedo por el trazo rojo, aliviada de que no se veía grave.

—Una mujer endemoniada se interpuso en mi camino; hacía que Lyn se viera como Glinda la bruja buena —bromeó sin humor.

—Brid… La Dearg-due.

De solo imaginarla con Michael dejé de respirar.

—¿Bebió sangre de tu cuello?

—No tuve otra opción, fue el pago que exigió para dejar de interferir. Podría haber peleado contra ella, pero era fuerte, sabía que no llegaría antes de que termine el eclipse —respondió.

Podía ver a Brid moviéndose al igual que un depredador alrededor de Michael. Aquel pelo de tinta envolviéndola mientras tomaba sangre de su cuello. El horror… Iba a vomitar.

—Déjame ver tu brazo.

Michael pasó la mano por la herida y maldijo en voz baja, llevando sus ojos en la dirección por la que había venido. Si no lo detenía, iría tras Galen.

—¡Mic! ¡Mads!

La voz de Maisy lo hizo desistir. Me abrazó una vez más, y entrelazó sus dedos con los míos, guiándome de regreso hacia el círculo de piedras. La escena que nos esperaba me dejó boquiabierta. Podía ver a Samuel Cassidy y a otro sujeto que no conocía aprisionando a Kenzy MacLaren. Maisy estaba al borde del círculo, arrodillada junto a alguien… Marcus.

Marcus Delan, mi mejor amigo, yacía junto al borde de rocas en una posición inusual. Sus ojos cerrados. Me uní a Maisy, pasando la mano por su arremolinado pelo castaño.

—¡¿Qué pasó con él?! —pregunté.

Me encontraba tan feliz de verlo que quería abrazarlo a pesar de que se encontraba inconsciente.

—La magia de Kenzy lo empujó contra las rocas. Su respiración aparenta ser normal, pero no lo sé… Las piedras aún brillaban con la Luna Roja cuando chocó contra ellas —respondió preocupada.

—¿Marc? ¿Puedes oírme? —pregunté.

Nada. Parecía inmerso en un sueño. Estaba por tocar su frente cuando alguien chocó contra mí, aferrando un par de brazos alrededor de mi cabeza. Hubiera atacado en ese mismo instante de no ser por la fatiga y una sensación de familiaridad.

—Rose, es tan bueno verte —dijo Samuel—. Vinimos por ti.

—Es bueno verte también, Sam. Gracias —respondí.

Dejé que mi cabeza resposara contra su hombro, incapaz de sostenerla. Me sentía tan…débil. Michael debió pensar que estaría a salvo con él ya que besó mi frente y se dirigió a hablar con un joven que nunca había visto.

Su atuendo y opción de armas me decían que pertenecía a la Orden de Voror. Era una versión castaña de Ewan con una chaqueta marrón. Había apresado a Kenzy con un par de esposas y hablaba con Quin en tono reasegurador.

Michael se cercioró de que tuviera la situación bajo control y le hizo unas preguntas que no logré oír. Mi cuerpo se sentía tan pesado como una de las rocas y mi cabeza demasiado liviana.

—¿Toda esta sangre es tuya? —preguntó Samuel.

—Eso creo… Sam, Lucy…

—Ewan Hunter fue por ella. La vieron en compañía de otro Antiguo. ¿Sabes que peleé contra unos espíritus que salieron del lago? No pensé que pudiera hacerlo, sabes el efecto que tienen sobre mí, los espíritus… Me llaman… Por un momento pensé que seguirlos al fondo del lago sería una buena idea, pero luego me recompuse.

¿Espíritus del lago? Su voz se oía distante. Todo comenzó a salirse de foco. Intenté mantenerme despierta hasta que sentí las manos de Michael y me dejé ir.