Michael estaba recostado en mi cama mientras respondía unos emails desde el escritorio. Verlo en la habitación donde había crecido, en la casa de mis padres, seguía siendo surreal. Todos los cuentos sobre castillos y brujas que había oído en mi infancia en esas cuatro paredes y allí estaba, un muy atractivo brujo de Salem leyendo un libro en mi cama.

Me costaba creer lo bien que habían ido las últimas semanas. Cenas familiares, salidas al cine, caminatas por el parque… Mis padres lo aprobaban y Lina lo adoraba. Habíamos pasados varias noches tomando helado y jugando juegos de mesa.

Michael había alquilado un pequeño departamento en donde solíamos quedarnos la mayoría de las noches. Necesitaba el espacio para Dusk y quedaba cerca de la Universidad de Nueva York en donde había estado participando de un curso de Arte.

Tras todo lo ocurrido no podía explicar lo reconfortante que era tener una rutina tan normal. Incluso si era solo por unas semanas.

Lucy seguía en Irlanda con Ewan y Alyssa, y hablamos por teléfono al menos tres veces a la semana. Se oía contenta de estar allá, aprendiendo sobre lo que significaba ser una Gwyl­lion, pero por momentos sentía que me ocultaba algo. Y lo que era más curioso, no estaba segura de que fuera algo relacionado a Alyssa.

—¿Cómo va el mail? —preguntó Michael.

Sus palabras hicieron que mi atención regresara a la laptop. La semana siguiente empezaría mi pasantía en una agencia de publicidad llamada Zorro Rojo y estaba confirmando el horario en el que debía llegar. Mi padre había insistido en que necesitaba comenzar a trabajar y no era la peor manera de pasar mis vacaciones. La oportunidad de poder trabajar en una verdadera campaña publicitaria me entusiasmaba. Aunque por lo que había oído de Marcus, tendría suerte si hacía más que preparar café y acomodar papeles

—Listo —dije, leyéndolo una última vez.

Michael palmeó el lugar a su lado y me acomodé en sus brazos. Todo en él era tan suave e invitante. Sus labios en mi hombro, el aroma en su ropa, la forma en que me sujetaba…

No quería regresar a Boston, sabía que en el momento en que lo hiciéramos el peligro no tardaría en encontrarnos.

—¿Cómo está Lyn? ¿Aún trabaja en aquel bar? —pregunté.

—No, la despidieron ayer —respondió.

No podía decir que eso me sorprendía. La última vez que había hablado con ella mencionó que su jefe se molestaba cuando se tomaba demasiado tiempo para hacer sus propios tragos.

—¿Crees que pueda juntar el dinero para seguir en la casa y pagar el próximo semestre de Van Tassel? —dije.

—Lo dudo. Maisy consiguió trabajo en una boutique de ropa para ayudarla —respondió.

Sonreí. La última vez que había hablado con Marc mencionó algo de estar en guerra con Maisy por el sillón del living. Ambos tenían un estilo tan diferente que el departamento se había convertido en un campo de batalla.

—¿Cómo están las cosas en Salem? —pregunté.

—Iguales. No hay rastros de aquellos que no regresaron tras la Luna Roja y no recibieron ni una sola palabra de la Estrella Negra —respondió—. Se están ocultando, esperando el momento para actuar.

—Tal vez haya una manera de que puedan llegar a un acuerdo. Ness y su hermano proponen un cambio que muchos de ustedes quieren, si se sientan a hablar…

—¿Mi madre negociando con Ness y Dastan Bassett? Definitivamente sería interesante —dijo con sarcasmo—. Habría una mejor chance de eso si no hubieran matado a Henry.

Michael tomó mi cintura, rodando sobre mí en un ágil movimiento. Su tupido pelo rozó mi nariz y sus labios encontraron los míos.

—Disfrutemos el tiempo que nos queda —susurró.

Tomé su rostro en mis manos, deleitándome en el deseo que se asomaba en sus ojos.

—No podría estar más de acuerdo —respondí.

Su mano recorrió mi estómago, deteniéndose sobre la cintura del jean. Arqueé mi cabeza contra la almohada con una sonrisa. Michael podía deshacerme en cuestión de segundos. La forma en que besaba mi piel y me susurraba palabras en el oído despertaban un lado salvaje y travieso. Estaba por quitarle la remera cuando oí a alguien correr por las escaleras.

Apenas tuvimos tiempo de separarnos y acomodar nuestra ropa antes de que Lina gritara mi nombre por la puerta.

—Mamá horneó brownies, estamos preparando café —anunció—. ¿Bajan?

Michael paseó sus dedos por mis piernas, tentándome.

—Sí, en unos minutos —respondí.

Tomé la mano de Michael, alejándola de mí.

—Compórtate —le susurré con una sonrisa.

Una caricia de aire cosquilleó mi espalda, atrayéndome hacia él. Me encantaba cuando usaba su magia de esa manera. Era una sensación difícil de describir. Una fuerza sutil y al mismo tiempo poderosa que me empujaba hacia sus brazos.

—Necesito aprender a hacer eso —dije.

Al bajar contemplé la reunión de mascotas y familiares en el living. Mi familia tenía un golden retriever llamado Pluto que se encontraba estirado en la alfombra con Titania durmiendo entre sus patas. Dusk aguardaba sentado plácidamente junto al hogar. Y Kailo dormía hecho una pelota en el espacio entre los dos perros.

Mis padres se habían tomado el exceso de animales mejor de lo que esperaba. Tani era una visita permanente y Dusk solo venía cuando Michael estaba en casa. Mi madre y Lina se habían encariñado tanto con la pequeña perrita que incluso me habían pedido que la dejara allí hasta que Lucy regresara.

La mesa estaba preparada para el té con un plato de brownies aguardando en el centro. Era bueno que estuviera corriendo en las mañanas, ya que mi madre nos había estado consintiendo con todo tipo de dulces.

—Aquí tienes —dijo Lina, pasándole una taza a Michael.

Le sonrió de manera tímida y su rostro se iluminó cuando este le sonrió de regreso. Ver a mi hermana menor pasar tiempo con Michael había sido una experiencia graciosa. Los primeros días no había dicho mucho, ya que lo encontraba intimidante. Fue solo cuestión de tiempo hasta que Michael la ganó con su encanto y se volvieron amigos.

—Gracias, Lina. —Hizo una pausa y agregó—: Y gracias, Elanor. Voy a extrañar estos brownies.

Mi madre le sonrió complacida.

—Cuando vayamos a visitarlos, les prepararé un paquete a cada uno —respondió.

—Tendrás que traer tres si no quieres que Marc robe los míos —bromeé.

Asintió, riendo, y se sentó en la mesa.

—Yo puedo preparar algunos para que le lleves a Marcus —dijo Lina sin sacar los ojos de su plato—. He estado practicando y me salen bastante bien.

Cierto, mi hermana de quince años estaba eternamente enamorada de Marcus Delan.

—Marc estará más que contento —respondí.

—Te llevaré a comprar los ingredientes por la mañana, nos quedamos sin harina —dijo mi madre.

Michael terminó su primer brownie y tomó otro. La expresión de alegría en su rostro hizo que no pudiera dejar de mirarlo.

—Es una pena que no hayas heredado habilidades culinarias al igual que Lina —dijo Michael volviéndose hacia mí—. Sería lindo si pudieras hacerme de estos.

Le saqué la lengua, decidiendo que sí podía dejar de mirarlo.

—La cocina no es realmente lo mío. Y también puedes prepararlos tú.

Mi madre, Lina y Michael rieron al unísono.

—Lo sabemos, cielo —agregó mi madre.

—Pero puedo dibujar, Lina continúa haciendo personas que se ven como fósforos —dije.

—¡No es cierto! —se quejó mi hermana.

Pasó la trenza de pelo rubio por su hombro y se cruzó de brazos.

—Puedes dibujar un brownie y Lina puede hornearlos, ambas son talentosas —dijo Michael resolviendo el asunto—. Y luego Lina puede enseñarme a mí.

Mi madre lo miró con aprobación y le sirvió una porción de pastel de manzana que no tenía idea de dónde había salido.

—Debo pasar por la universidad a retirar unos papeles —dijo, mirando su reloj—. ¿Nos vemos para la cena?

Asentí.

—Gracias por el té, las veré más tarde —saludó Michael.

Lo acompañé hasta la puerta, despidiéndolo con un beso, y regresé a la cocina. Mi madre y Lina estaban susurrando entre ellas con pequeñas risitas. Se habían estado comportando de esa manera desde que presenté a Michael como mi novio.

—Te buscaste uno apuesto, Madi. Es lindo verte tan contenta.

—Gracias, ma.

—Es muy apuesto —asintió Lina—. Me gusta que lleve esas chaquetas de cuero y que ese gran perro negro siempre esté en sus talones. Es atractivo y misterioso.

Tomó un sorbo de su taza y suspiró.

—Aunque no es tan lindo como Marcus. Nadie es tan lindo como Marcus… —dijo con una risita.

Mi madre y yo intercambiamos miradas, negando con la cabeza.

—La próxima vez que estemos en Boston podemos invitar a sus padres a cenar —dijo Elanor pensativa—. Tu padre mencionó que le gustaría conocer a su familia.

Rebeca Darmoon y mis padres en una misma mesa, no estaba segura de si la imagen me generaba miedo o risa.

—Supongo —dije.

—¿Mencionaste que Marcus está saliendo con su prima? —preguntó con curiosidad.

—Se llama Maisy, es bonita. Rubia como yo —respondió Lina por mí—. Y tiene una increíble colección de carteras.

Reí al mismo tiempo que tomé un sorbo de café, escupiéndolo.

—¡Estás acosando el Facebook de Marc! —la acusé.

—¡No acosando! —respondió sonrojándose—. Solo vi algunas fotos.

Kailo entró en la cocina y se acomodó en mi regazo. Nuestro reencuentro había sido más que emocional. Lo había cargado en mis brazos por horas, incluso cuando comía, y habíamos dormido juntos.

Tani y Pluto no tardaron en seguir sus pasos, buscando migajas de comida debajo de la mesa. La perrita lo había adoptado como un hermano mayor y seguía todos sus pasos.

—¿Le preguntaste a Lucy si podemos quedarnos con ella hasta que regrese? —preguntó Lina dándole una galletita.

—Lo olvidé… Le enviaré un mensaje —dije, sacando el celular.

En dos días regresaría a Boston y debía comenzar a empacar.

—Su madre tuvo todo un shock cuando se enteró de que había viajado a Irlanda —dijo mi madre—. ¿Cómo pudo subirse a ese avión sin avisarles primero?

Si solo supiera…

—El padre de Ewan debió viajar allí por trabajo y la sorprendieron con pasajes a último momento —respondí—. Era una gran oportunidad y Ewan es muy responsable.

Era la historia que habíamos acordado. El padre de Ewan incluso había llamado a los padres de Lucy para presentarse y asegurarles que todo estaba bien.

—Prométeme que nunca harás algo así, Madi. No sin decirnos primero —me imploró.

—De acuerdo —mentí.

Era un alivio que Michael y sus primas hubieran encubierto todo el asunto. Mis padres tendrían un paro cardiaco de saber lo que había sucedido.

—Michael tiene una mirada algo impredecible. Puedo presentir que es algo más imprudente de lo que se ha mostrado —comentó.

Evité sus ojos, concentrándome en limpiar la mesa.

—Es un chico rebeldeeeee —agregó Lina con un cantito.

—Es un poco impredecible —concedí—. Pero también es afectuoso y atento. Siempre cuida de mí.

Sonreí para mí misma, perdida en los recuerdos.

—Eso está bien, solo prométeme que no harán nada precipitado —dijo mi madre.

—Mmmhmm.

Era un poco tarde para eso.