Estaba intentando distraerme con una revista de moda mientras Hollín se limpiaba sobre mi regazo. Lyn me había llamado al terminar la reunión, y me había contado todo lo que había sucedido. Si conocía a mi hermana, no tardaría en entrar al departamento en un ataque de furia, con algún plan descabellado para venir conmigo.
Era un honor que mi tía me quisiera a su lado para una misión tan importante. Si todo salía bien, incluso podía ser mi camino de regreso a la comunidad.
Marc se encontraba estirado del otro lado del sillón, con su bloc de dibujo en mano. El brillo que se apoderaba de sus ojos cuando hacía trazos con el lápiz era adorable.
Ambos habíamos estado exaltados al escuchar la noticia de que acompañaría a Rebeca y a Michael, y habíamos buscado una manera de calmarnos.
Levanté mis ojos hacia Marc. Se veía igual que siempre y, a la vez, había algo diferente. En las últimas semanas se había estado comportando de manera extraña, aunque lo negaba cada vez que le preguntaba sobre ello. Eran pequeñas cosas. Estaba más silencioso de lo habitual. A veces se despertaba en mitad de la noche cubierto en sudor. Por momentos incluso parecía sufrir jaquecas repentinas.
Mi primera conclusión había sido que estaba enfermo, pero tras insistirle durante días, finalmente fue al médico y los estudios dieron bien. Incluso lo había acompañado a retirarlos para asegurarme de que no me mintiera.
Tal vez se sentía presionado por el ritmo al que avanzaba nuestra relación. ¿Podía ser que se sintiera invadido? ¿Que no le gustara vivir conmigo?
—¿Qué dibujas? —pregunté.
Sus ojos marrones encontraron los míos. Me mostró el bloc de dibujo, sonriendo al igual que un niño. Era un boceto de un gato idéntico a Hollín con capa y antifaz. Miré a mi familiar, dejando escapar una risita.
—Lo estaba usando de modelo —dijo Marc.
Me lanzó un beso y regresó a su dibujo.
—¿Marc…?
—Mmmmhmm.
Esa siempre era su respuesta cuando estaba concentrado en un dibujo.
—¿Te gusta vivir conmigo?
Su mano dejó de moverse.
—Me encanta vivir contigo. Exceso de ropa y todo —respondió con una mirada que me hizo ver corazones—. ¿Por qué lo preguntas?
—Sigo pensando que hay algo que no me estás diciendo, tal vez era eso —dije.
—Mais, ¡no!
Puso su bloc a un lado y se acercó a mí. Hollín lo miró de reojo y continuó lamiendo sus patas.
—Si he estado actuando de manera extraña es porque… me siento algo extraño. No es nada relacionado a ti, lo prometo —dijo besando mi mano—. Eres mi princesa de los cabellos dorados.
—¿A qué te refieres? ¿Te sientes mal?
Un golpe en la puerta detuvo su respuesta. Hollín levantó la cabeza, sus grandes ojos amarillos se abrieron en alerta, y luego saltó hacia el piso, para esconderse debajo del sillón.
—Oh, no.
Había una sola persona que generaba esa reacción en mi pequeño familiar. Mi padre. Miré a Marc con desesperación, insegura sobre qué hacer.
—¿Quién es? —preguntó Marc en voz baja.
—Creo que es mi padre…
Su rostro lo dijo todo. Saltó del sillón con una expresión de puro horror.
—¡Me uniré a Hollín! —susurró.
Lo peor de todo era que realmente parecía estar considerándolo. Corrí hacia el baño para arreglarme y continué para la habitación, tomando un blazer del armario. Habíamos limpiado el día anterior por lo que todo estaba en orden.
«Pum, pum.» Dos golpes en la puerta. Necesitaba calmarme. Verme prolija y compuesta. Una mujer fuerte que estaba usando su libertad de manera responsable.
—¡Mais!
Marcus parecía al borde de un ataque de pánico.
—Un momento —grité en tono cordial.
Fui hacia él, tomándolo de los hombros.
—Marc, respira —le ordené—. No van a intimidarnos en nuestra propia casa. Vas a permanecer a mi lado, respaldándome.
—Sí… Por supuesto.
Pasó la mano por su pelo, respirando de manera exagerada.
—Soy la venganza, soy la noche, ¡soy Batman! —recitó.
Por todos los cielos.
—Shhhhh. Solo mantén la compostura —le rogué.
Caminé hacia la puerta, mi mano tembló levemente al ir hacia el picaporte, y la abrí. Mis padres aguardaban del otro lado. Mi padre analizaba el corredor con una mirada impaciente, mientras que mi madre se aferraba a un ramo de flores. Flores. Eso era una buena señal. Eran lirios blancos y rosas, mis favoritas.
—¡Maisyta! —exclamó mi madre—. Es tan lindo verte, te ves bien.
—Lena, déjame hablar —dijo mi padre en tono autoritario—. Maisy, ¿cómo has estado?
Tomé la mano de Marc, esperando que eso me diera fuerza. Quería saltar sobre ambos y abrazarlos, pero no podía permitirme hacerlo. No hasta que respetaran mi decisión.
—Bien, gracias —respondí—. ¿Les gustaría pasar?
Mi madre asintió de manera enfática.
—Eso estaría bien —respondió Victor.
Me hice a un lado, invitándolos. Marcus fue lo primero que vieron al correrse la puerta y los tres intercambiaron miradas tensas. «Por favor, que no mencione a Batman», imploré.
—Señor Westwood, señora Westwood, pónganse cómodos —dijo imitando mi tono cordial.
—Gracias, Marcus —murmuró mi madre.
Sus miradas recorrieron todo el living-cocina, analizando hasta el más mínimo detalle, y luego caminaron lentamente hasta el sillón. Hollín maulló al mismo tiempo que se sentaron. Su forma de hacerles saber que él también estaba allí.
—¿Les gustaría tomar algo? —pregunté.
Negaron con la cabeza. Intercambié una mirada con Marcus y le indiqué que se sentara conmigo en el otro sillón. Cuando me desperté aquel día nunca hubiera pensado que mis padres iban a darnos una visita. Acomodé las manos sobre mis piernas de manera femenina y aguardé. Nadie habló.
—¿Cómo encontraron la dirección? —pregunté.
No podía dejar de pensar en eso. Dudaba que Lyn se las hubiera dado sin advertirme que pasarían.
—Rebeca —respondió mi padre—. Rebeca nos contó lo sucedido y que solicitó tu presencia para el encuentro con los Bassett.
—Acepté ir, haré lo necesario para ayudar —dije con orgullo.
—Maisy es muy diplomática, prácticamente de la realeza —comentó Marc.
Deseé poder sacarle una foto a la expresión de mi padre y enviársela a Lyn.
—Nuestra Maisy siempre ha sido una chica muy correcta —dijo mi madre.
Le dediqué una sonrisa y luego retomé mi expresión seria. Si mi padre veía debilidad, tomaría ventaja de eso.
—Es bueno ver que no le has dado la espalda a tu comunidad. Son tiempos difíciles y si mi hermana cree que serás de ayuda, me complace saber que aceptaste —dijo Victor.
—¿Esa es la razón por la que están aquí? ¿Temías que me rehusara? —pregunté incrédula—. Mis sentimientos por Marc no obstruyen la lealtad que siento por aquellos que comparten mi linaje.
Mi padre me sostuvo la mirada por unos momentos y me esforcé por no pestañear.
—Sabíamos que dirías que sí. Vinimos a verte porque te extrañamos y queríamos ofrecerte nuestro apoyo…
—Lena —la interrumpió mi padre—. No hables de más.
Marc abrió la boca y la volvió a cerrar.
—¿Tienes algo que decir, muchacho?
Pensé que la mirada de Victor lo haría reconsiderar sus palabras; para mi sorpresa, Marc tomó mi mano y aclaró su garganta.
—Maisy es una chica extraordinaria, deberían estar orgullosos de que sea su hija. Y si su madre quiere decirle que la extraña y la apoya, no debería interrumpirla. Esta es mi casa… —Hizo una pausa y se apresuró a agregar—: Nuestra casa, nuestras reglas, y una de ellas es que las mujeres tienen libertad de expresión.
Mi madre y yo inhalamos aire al mismo tiempo. Quería besar a Marc allí mismo y luego besarlo de nuevo. No pensé que enfrentaría a mi padre, el hecho de que lo hubiera hecho, que hubiera defendido a mi madre, era una prueba irrefutable de que había tomado la decisión correcta. Marcus Delan valía todo lo que podía perder.
—Lo oíste, padre —dije apoyando sus palabras.
Presioné su mano de manera afectuosa y me di cuenta de que se sentía caliente y llena de sudor. Y no solo eso, su piel me causaba un leve cosquilleo cargado de estática.
—Nos vamos —declaró Victor.
Me volví a Marc, asegurándome de que estuviera bien. Sus mejillas habían tomado color, se veía acalorado. ¿Qué le estaba sucediendo?
—¡Mais! ¡Maaaaais!
Lyn abrió la puerta como si estuviera entrando a su casa. La imagen con la que se encontró hizo que dejara caer la cartera y nos mirara como si fuéramos un espejismo.
—¿Qué diablos…?
—Lyni, vocabulario —le reprochó nuestra madre.
Eso la convenció de que era real.
—¿Qué está sucediendo? ¿Qué hacen aquí?
—Vinimos a ver a tu hermana y ahora nos estábamos yendo —dijo Victor poniéndose de pie.
Lyn me miró, evaluando el daño. Sonreí, indicándole que estaba bien. Lamenté que no hubiera llegado antes para escuchar las palabras de Marc.
Mi madre se acercó a abrazarme y me quedé en sus brazos por un tiempo. No sabía cuánto la había extrañado hasta que la tuve frente a mí en la puerta. Por más que a veces quisiera gritarle, seguía siendo mi madre.
—Te extrañé —le susurré.
—Yo también, Maisy, estoy orgullosa de ti —dijo contra mi oído—. Marcus es un chico encantador.
Escucharla decirlo por poco llevó lágrimas a mis ojos.
—Ven aquí, Lyn —dijo Lena.
Mi hermana revoleó los ojos y se sumó al abrazo. Fue un momento tan lindo que intenté recordar todo sobre él. Solo faltaba una cosa para hacerlo perfecto.
—¿Pa…?
Lyn me miró como si hubiera perdido la cabeza. Todo se había vuelto tan emocional que no podía pensar con claridad. Para sorpresa de las tres, mi padre nos rodeó con sus brazos. Fue breve y puso la misma expresión de fastidio que Lyn, pero lo hizo. Por un momento fuimos una familia.
Marc permaneció a un costado, sonriéndome. Entendía lo que ese abrazo significaba para mí. La comprensión en sus ojos lo decía todo.
—He esperado tanto por algo así, los cuatro juntos —dijo mi madre en lágrimas.
Lyn y yo miramos en direcciones diferentes, esforzándonos por no llorar con ella.
—Debemos irnos, Rebeca nos está esperando —dijo mi padre—. Le dije que uno de los custodios podía quedarse en casa.
—¿Uno joven y lindo? —bromeó Lyn.
Dejé escapar una risa e incluso mi madre rio conmigo. Mi padre negó con la cabeza y fue hacia la puerta. Marc intentó estrechar su mano sin éxito.
—Siempre será bienvenido a visitar a Maisy —dijo.
Victor asintió.
—Ten cuidado cuando acompañes a tu tía a lidiar con los Bassett, mantente alerta —me dijo.
—Lo haré —respondí.
Mi padre apoyó su mano en mi hombro y se despidió.
—Te ves contenta, más contenta de lo que te he visto en los últimos años —dijo en voz baja.
Tras esas palabras se alejó por el corredor. Me quedé observándolo, preguntándome si había escuchado mal. ¿Podía ver lo que Marcus significaba para mí? Tal vez, con tiempo, podríamos recomponer nuestra relación.
—Lyn, Maisy, mis niñas —dijo nuestra madre abrazándonos.
Se despidió de nosotras y se volvió a Marc.
—Gracias, Marcus —dijo con una sonrisa cálida—. Y gracias por cuidar tan bien de Maisy.
Nos miró una última vez y se unió a mi padre, quien estaba esperando por ella junto al ascensor. En cuanto la puerta se cerró, todo lo acontecido parecía tan improbable como irreal. Hollín corrió hacia mí, maullando de manera alegre. La felicidad en sus ojos debía ser un espejo de la mía.
—De acuerdo, ¿quién drogó a Victor? —preguntó Lyn.
Marc dejó escapar una risa, desmoronándose en el sillón.
—Eso en verdad sucedió —dije.
—Sí… —respondió Lyn pensativa.
—Admite que casi lloraste en ese abrazo.
—Nunca —replicó.