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Alma ha cumplido dieciocho años en septiembre. No fue expulsada del instituto. Aprobó sus exámenes finales de bachillerato, pero no hizo la EvAU. No va a ir a ninguna universidad.

Arrastra una gran maleta con ruedas hasta el coche de su padre. Abaten los asientos traseros y, aun así, la puerta casi no cierra.

—¿De verdad necesitas tantas cosas? —protesta Pablo.

—Es un coche muy pequeño —se defiende Alma.

El muro de Coleman Miller alcanzó cierta notoriedad durante el verano de 2018, con casi un millón de seguidores y decenas de miles de comentarios. Desde entonces se ha usado como ejemplo de acción contra las agresiones y los abusos sexuales en foros y reuniones del movimiento feminista. Sin embargo, Alma mantiene la página inactiva desde junio. Activistas y dirigentes del movimiento se han interesado por ella y han querido conocerla. Su madre ha celebrado un par de reuniones en su casa, pero ella ha declinado elegantemente implicarse más de lo que ya lo ha hecho.

—Solo he luchado contra una injusticia que sucedió a mi lado. Eso es todo.

—Podrías ser una voz importante. Representar a las más jóvenes.

—No quiero ser Malala. Gracias, mamá.

Vero se acerca a su hija y la abraza. No va a acompañarla hasta el aeropuerto. Han quedado en que es mejor que se despidan allí.

—Si tienes medio problema, te vuelves.

—Lo haré, mamá, pero no voy a tener ningún problema.

—Oh, lo sé, eres una valiente —afirma y después añade—: Llámame todos los días.

Suelta una carcajada y eso la hace sentirse mejor. La besa una y otra vez, y ella se deja querer. El contacto físico ahora le parece muy agradable.

Nata rompió su relación con Alberto «en plan mal». Se cruzaron unos cuantos mensajes y se han visto alguna vez. Hay cosas que Alma no puede perdonar.

Jackrussell, Susanita, Lucía B y Lucía R y el Terry siguen en el parque con su hierba y sus cosas. Es reconfortante que algo siga tal como era hace unos meses. La quieren y ella los quiere a ellos.

Greta ha cumplido también dieciocho años. Ahora los sábados por la tarde son más divertidos en la casa de Mer.

—Voy a echarte mucho de menos.

—Solo son unos meses. Y tú vas a estar muy ocupada en la uni. Ni siquiera te vas a enterar de que no estoy.

Hablarán, se escribirán y se seguirán por las redes. Será como si estuviera casi allí. Aunque no podrá besarla cuando tenga el día tonto. Greta se abraza a su cuello y le susurra al oído.

—Te vas a hartar a follar. Qué envidia guarra me das.

David se marchó al sudeste asiático en julio. Era su sueño. No el de Alma. Rompieron «en plan bien». Cada semana, más o menos, ha recibido una postal o una llamada por wasap. Ha pensado en hacerle una visita, pero no es el momento. A veces le echa mucho de menos y le debe una. Gracias a David va a trabajar como auxiliar de la jefa de prensa de la gira de una DJ. No es Nora En Pure, pero no está mal. Viajará con ella y le llevará las redes sociales. La han contratado a través del A&R que era cliente de David.

—¿No es tu novia la chica esa de Instagram que ha cazado a un violador? —le preguntó.

—Sí, se llama Alma, la conociste en tu fiesta, pero no es mi novia.

—Ha montado una buena. Tiene casi un millón de seguidores.

—Es una crack.

—Conozco una DJ que está buscando alguien para que le lleve las redes de su gira de este año. Se ha quedado bastante impresionada con lo que ha hecho. Le gustaría conocerla. ¿Sabes si tiene problemas para viajar?

—No, no tiene problemas.

Vero, Greta y el pequeño Pablo se despiden de Alma agitando la mano. Los observa por el cristal del retrovisor hasta que el coche gira en la primera esquina y su reflejo desaparece.

—¿Estás segura de que es esto lo que quieres hacer? —le pregunta su padre.

—Sí, no, no lo sé. Voy a probar. ¿Por qué?

—Pensaba que querías cambiar el mundo.

—Empezaré el año que viene.

Sonríen.