Lo que dicen que Alma es

En el expediente escolar de Alma están anotados enfrentamientos y faltas de respeto con uno o varios profesores y profesoras en cada curso, destrozos de material, peleas, un asalto al despacho de secretaría, comportamiento inapropiado con otro alumno en las instalaciones del colegio...

—No es cierto. Es mentira. Exageran. —Se muerde los labios—. No fue así.

Lo que no puede negar, ni matizar, ni eludir, es que quemó el uniforme, falda tableada de color verde, jersey del mismo color y camisa blanca, el último día de secundaria. Dicen que lo hizo frente a la entrada del instituto con cientos de alumnos observándola, gritando y aplaudiendo. Solo conservó los zapatos y la ropa interior.

—¿De verdad hizo eso?

Alma no lo confirma, pero tampoco lo desmiente. Eso alimenta la leyenda. Lo cierto es que no fue en la entrada del instituto y que no estaba desnuda. Antes se había cambiado de ropa en los baños. Conserva una foto, vestida con una camiseta demasiado grande y unos vaqueros rotos, sonriente, con el dedo corazón erguido, sosteniendo un palo y su falda tableada de color verde devorada por las llamas.

En teoría era una acción de grupo. Había quedado con otros compañeros. Quemarían sus uniformes todos juntos al mismo tiempo, pero el resto se echó atrás en el último momento. Ella siguió adelante. Es posible que ese fuera el instante en el que vio con total transparencia que no era igual que ellos. Aquel paso atrás. Aquella traición. La rabia que sintió superó a la vergüenza de quedarse sola. Le abrió los ojos.

—Juro que lo intenté —confesó una vez— con todas mis ganas.

Hasta ese momento había luchado por integrarse en el grupo. Nunca tuvo las mismas aspiraciones, deseos ni ambiciones. Pero lo había intentado. Durante el siguiente curso se hizo evidente que nunca sería como ellos. Alma siguió sonriendo y mantuvo una relación políticamente correcta con la mayoría. Pero se apartó conscientemente, buscó la soledad del patio a la hora del descanso, fumar en el exterior del instituto le dio la posibilidad de alejarse, le sirvió para recortar los espacios comunes. Entendieron el mensaje. Dejó de recibir invitaciones para quedar después de las clases o los fines de semana. Su relación se ciñó a lo estrictamente necesario. Y nadie hizo nada para cambiar esa situación. Lo negará durante el resto de su vida con esa insolencia que la caracteriza, pero su corazón sabe lo que deseó un gesto.

En el expediente escolar hay una omisión. Quizá aún no les ha dado tiempo a anotar lo que pasó o quizá es un acto de olvido consciente, algo que prefieren que no conste.

—¿Lo que ha publicado en Instagram es verdad?

—Una basura.

—Todos saben que es mentira.