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Salió con el alma rota y el semblante desconsolado por la respuesta de la duquesa y por el fallecimiento del padre de William. Entendía la posición de la dama, se debía al ducado. Pero ella era diferente, rendirse nunca había sido una salida. Pasó por alto el interrogatorio de lady Huntington y doña Prudencia al arribar a Grey Terrace acerca de los motivos que la llevaron a Primrose Hall y fue directo a sus habitaciones. Ni siquiera dio información sobre el deceso de su excelencia, no le correspondía. Iba a esperar que la familia se ocupara de ello según su propio ritmo. Tenía un mal presentimiento y solo se podía abocar a él. Esculcó en un baúl hasta tener entre sus manos el cofrecito de caoba y lo abrió en busca de la llave del compartimento oculto del secreter. Terminó por vaciar el contenido sobre su cama para darse cuenta de que había sido robada impunemente antes sus narices. Hizo traer de inmediato a Dorita hasta que la hizo confesar su falta.

—Esa alma turbia me aseguró que con esa llave nos devolvería a nuestro niño, dispénseme, por piedad.

—¿Entiendes la gravedad del asunto? William irrumpirá en Emerald Haven. La propiedad está fuertemente resguardada, los guardias pueden confundirlo con un ladrón y matarlo antes de que revele su identidad. Su padre ha muerto, es el siguiente en la línea sucesoria, el nuevo duque de Whitestone, y puede estar en peligro.

—Él me prometió que será sigiloso, se colará por el pasadizo que da al bosque.

—¡Jesús, María y José! El pasadizo es inestable, ¿olvidas cómo terminó la última vez?

—Pero fue remodelado.

—Parcialmente, antes de cerciorarnos de su idoneidad tuvimos que irnos. Manda a un sirviente por lord Arthur Johnson con urgencia y prepara un escueto equipaje para las dos. Debemos viajar de inmediato, si queda atrapado en ese pasaje del infierno podría morir. Nadie más que nosotras sabemos dónde encontrarlo.

—Lady Black no la quiere en Emerald Haven.

—¿Y cuándo eso me ha frenado? Veamos quién se atreve a cerrarme el paso.

Tomó una de sus hojas para cartas y redactó una especie de salvoconducto para lord Arthur Johnson para que, llegando a Emerald Haven, le permitieran la entrada y que realizara todas las gestiones que considerara pertinente. En cuanto el joven señor estuvo en Grey Terrace, lo puso al tanto de la gravedad del asunto, le entregó la carta y le suplicó que partiera de una vez, a caballo podría llegar antes que ellas.

Un rato después, Dorita y ella se dispusieron a marcharse en un carruaje.

—Nieta mía, ¿por qué las prisas? —la detuvo doña Prudencia.

—Lord Godwine ha viajado a Emerald Haven con la intención de recuperar un escrito que habla de un romance de la madre de Henry. Quiere usarlo para amenazar a lady Black con hacerlo público y obligarla a que deje de chantajearme.

—Eso parece una solución poco decente, pero podría devolvernos a Evan.

—El diario de la antigua marquesa está escondido en un compartimento del secreter, pretende acceder al estudio por el pasadizo.

—¡No, por la virgen María! ¿No le ha bastado con que casi pierde la vida en el primer intento? Aunque salgas a toda prisa no podrás detenerlo.

—Lord Arthur Johnson ha partido a caballo, si queda atrapado dentro nadie lo sabrá y podría morir enterrado.

—Trata de sosegarte para que pienses con claridad, el derrumbe se reconstruyó.

—Sigue siendo inestable, las labores de remodelación no fueron importantes.

—Lord Godwine es grande y musculoso, además tiene una inteligencia prominente. Él sabrá cuidarse. Dios lo protegerá.

—Gracias, abuela.

—Vayan con Dios y que las acompañe durante su viaje.

Jamás el recorrido a Emerald Haven se le había hecho tan largo y tan angustiante. Llegó con el Jesús en la boca y lo peor fue que se encontró a las puertas de la inmensa propiedad a lord Arthur Johnson, su carta no había no había cumplido los efectos esperados.

—¿Cómo que no lo dejaron pasar?

—El mayordomo dio órdenes de negarme el paso.

—¿El señor Thomas? —asintió—. ¿Cómo dejó a la duquesa?

—Desesperada, su esposo ha fallecido y William no aparece. Nadie sabe dónde encontrarlo, salvo usted y yo.

—¿Le dio razones de su paradero a su excelencia?

—Le prometí que lo traería de vuelta a la brevedad.

—Siga el carruaje, por favor.

El guardia de la entrada intentó detenerla, pero ante la fiereza en los ojos de la marquesa ni siquiera hizo falta que abriera la boca para proferir sus palabras. Llegó ante la escalinata que llevaba a la puerta principal y desmontó con ayuda de su lacayo. En comitiva, Dorita, lady Emerald y lord Arthur Johnson atravesaron la inmensa puerta a dos hojas ante los ojos fuera de sus órbitas del señor Thomas, interrogaron a todos a su paso, preguntando si habían visto a lord Godwine, nadie pudo darle razones.

—¿Por qué hizo caso omiso de mi carta? —le preguntó Grace al mayordomo.

Una señora, a quien no conocía, también se sumó en su contra, supuso que era la nueva ama de llaves.

—Lady Black dejó órdenes precisas: que usted ya no tenía derechos sobre la propiedad y que por eso no debía permitírsele la entrada —contestó el señor Thomas.

—Lady Black podrá disponerlo el día que su hijo sea el nuevo marqués, mientras todo le pertenezca a mi hijo, solo él tendrá la potestad de prohibirme el paso. ¡Déjeme pasar!

—¡Sobre mi cadáver! Debo mi lealtad a los Haddon y usted con sus conductas indecorosas no tiene derecho a formar parte de tan respetable familia.

—¿Cree que tiene la autoridad moral para juzgarme? ¡Qué insolente! ¿Fue usted quién le entregó la carta del difunto Emerald a lady Black?

—Por supuesto, como correspondía mi deber. De conocer que era tan importante lo habría hecho antes.

—¿La leyó?

—Por supuesto que no, me ofende; pero de haber sabido que serviría para frenar sus arrebatos y mantener intacta la moral de esta casa, la habría entregado antes.

—Es usted un santurrón engreído y pusilánime. Su señor le dejó ese documento para protegerme si alguna vez me encontraba en problemas, no para que lo usara para cavar mi tumba. Le ha fallado al difunto marqués de Emerald.

—Solo protejo su legado y su nombre. Lord Emerald no habría aprobado su comportamiento.

—¡Ya ajustaremos cuentas! ¡Quítense de mi camino!

Lord Arthur Johnson le lanzó una mirada asesina al estirado mayordomo que terminó por tragarse la lengua, la nueva ama de llaves ni siquiera se armó de valor para decir nada. La comitiva irrumpió en el estudio y se encerraron allí para trabajar sin que el resto de los sirvientes fueran a meter sus narices en sus asuntos.

—¿Dónde está la puerta del pasadizo? —preguntó lord Arthur Johnson.

—¿Pretende entrar? —inquirió la marquesa.

—Por supuesto que sí, mi amigo puede estar entre la vida y la muerte.

—Aguarde, están los hombres que se encargaron de limpiar el desastre cuando William quedó atrapado. Dorita, hazlos venir. Será mejor que lo acompañen. Tomemos todas las precauciones, no queremos más heridos.

La muchacha salió corriendo. Grace fue directo al secreter, lo recorrió con las manos buscando el compartimento.

—Debemos averiguar si tiene el diario, así sabremos si va de salida o sigue dentro.

Cuando dio con la pequeña puerta escondida, Grace se sorprendió de poder abrirla tan solo con un dedo y de descubrir la llave aún pegada a la cerradura. Suspiró ampliamente.

—Eso quiere decir que llegó con vida a este estudio, ahora requerimos saber si pudo escapar airoso del recorrido hasta el bosque.

Los hombres llegaron, y lord Arthur Johnson, con el semblante grave y una antorcha en la mano, se introdujo dentro del pasadizo. Grace se quedó con el corazón acelerado, aguardando por una respuesta, hasta que los rescatistas, una hora más tarde, se colaron por la puerta del estudio. Despidió a los hombres e interrogó a lord Arthur Johnson con la mirada.

—El pasadizo está vacío. Hay huellas de que alguien estuvo hace poco, pero no puedo aseverar si fue durante la entrada o la salida. Recorrimos el área del bosque aledaño hasta el camino que conduce a Londres, no hay señales de él.

—¿Insinúa que tal vez fue sorprendido dentro del estudio y que pudo haber sido detenido?

—¿Por el señor Thomas? Ese mequetrefe no tiene agallas para enfrentarlo.

—Tal vez utilizó a los guardias.

—Es lo que temo. Hemos preguntado y nadie lo ha visto, pero si fue en la madrugada... Puede que el bribón de lord Godwine se haya salido con la suya, partiré a Londres en cuanto descanse un poco. Usted debería pernoctar y regresar mañana a primera hora. Yo me adelantaré para cerciorarme si pudo llegar con bien.

—Me quedaré. Si encuentra a lord Godwine, hágamelo saber a través de la correspondencia y regreso a Londres; de lo contrario, moveré cielo y tierra hasta que aparezca. Si lo tiene cautivo en contra de su voluntad, tendrá que entregármelo.

—¿Lord Godwine? ¿O ya deberíamos llamarle su excelencia?

—Ahora solo importa encontrarlo y que esté a salvo.

—En ese caso, si William no aparece, pediré refuerzos a la duquesa y yo mismo vendré a ayudarla en la búsqueda. ¿Estará bien? Todos, excepto el ama de llaves y el mayordomo, parecen leales a usted.

—Dorita y yo sabremos cuidarnos, parta de prisa.