XIV

DOS DÍAS DESPUÉS —mientras yo seguía atribulado por esa idea nueva que se había metido a vivir en mi cabeza y que sólo era una pregunta repitiéndose como eco: ¿a quién?, ¿a quién? —mamá dijo algo que me cimbró por completo.

—Lo bueno es que sólo se vive una vez —murmuró.

Mi mamá estaba molesta cuando lo dijo, era obvio, e iba rompiendo hojas y hojas de su trabajo.

Dejé de hacer la tarea, me levanté de la mesa y la seguí hasta el estudio.

— ¿No te gustaría vivir más veces? —le pregunté con un hilo de voz.

— ¿Qué? —dijo ella sin comprender.

—Sí, vivir… Tú dijiste que lo bueno es vivir una vez.

Mamá se dejó caer en su silla y se pasó la mano por el pelo.

—Ya entenderás— murmuró sin mirarme.

—¡Quiero entender ahora! —repliqué desesperado porque nunca había visto a mi mamá así—. Si vives muchas veces puedes dedicarte a muchas cosas, ¿no lo ves? Imagínate ser veterinaria y luego dedicarte a la pintura y convertirte en profesora y ser presidente y también astronauta, tendrías tiempo de viajar por todo el mundo y ver todas las películas y comer lo que quisieras sin miedo a enfermarte…

Estaba tan ansioso que mamá me abrazó.

—¿Qué pasa, corazón?... La única vida que voy a vivir es con ustedes… Los amo y los amaré siempre… Lo que sucede es que a veces la vida no es fácil, nada fácil….

— ¡Pero una nueva vida no tiene por qué ser igual a la vida anterior! —grité de verdad aterrado— ¡Tú puedes cambiarla!

—La vida es la vida… —susurró mamá cansinamente— …Y se va a acabar alguna vez… Y eso está bien.

Entonces me dio un beso en la mejilla y yo no pude decir nada más porque se me había hecho un nudo en la garganta.

—Ya entenderás— murmuró mamá de nuevo y se quedó inmóvil en la silla mirando hacia la pared.

Claro que lo entendí. Lo que entendí es que lo mío se había convertido en algo más que ser un simple salvavidas.

Volví al estudio al atardecer y encontré a mi mamá dormida en el escritorio.

—Perdón —le susurré—. Perdóname, mamá —y le di un beso.