Capítulo 15

La Sra. Cruz Mendoza le puso una toalla vieja a Marcos por encima y comenzó a cortarle el cabello. Lucinda y Raquel los miraban desde el comedor.

—¿Ya contestó Juliette? —le preguntó Raquel a Lucinda—. ¿Viene su mamá?

—Dice que lo va a intentar. Pero me pregunto si no estamos yendo demasiado lejos…

—Ay, por favor, confía en mí al menos una vez.

Lucinda quería confiar en su hermana, pero le preocupaba la reacción de Sylvia. ¿Y si se molestaba o se ponía celosa? ¿Y si se sentía triste o traicionada? No sabía qué pensar.

Miró hacia la cocina. Su mamá estaba absorta en el pelado. Su papá tenía los ojos cerrados y estaba completamente relajado. Quizás valía la pena lo que estaban haciendo.

Sin que sus padres se dieran cuenta, Raquel alzó el teléfono y les tomó una foto.

El golpe en la puerta trasera de la casa los tomó a todos por sorpresa. Las chicas vieron que Sylvia saludaba a través de la ventanita de la puerta.

—¡Ay! —Lucinda saltó de la silla y por poco tumba un cuadro en la pared—. ¡Es Sylvia! —dijo, señalando.

—Cálmate —susurró Raquel entre dientes.

Marcos trató de levantarse de la silla, pero en ese momento le estaban cortando un mechón de cabello.

—¡Espérate un minuto! —dijo la Sra. Cruz Mendoza—. Yo voy a abrir, pero antes tengo que buscar una máscara.

Raquel se puso de pie.

—No se preocupen. Yo abro —dijo.

La chica agarró una de las máscaras que había hecho su mamá y se la puso. Luego fue hasta la puerta.

—¡Hola, Sylvia! —dijo—. Qué sorpresa. Mi papá está ocupado ahora mismo porque mami le está cortando el cabello.

Sylvia dio un paso atrás, y Lucinda sintió que el corazón se le desbocaba. La expresión en la cara de la mujer no cambió en lo más mínimo al presenciar la escena familiar.

—Ya veo —dijo, sonriendo.

—¿Necesitabas algo? —le preguntó Raquel—. De no ser así, tenemos que cerrar la puerta para que Llorón no se escape.

El gatito olfateaba curioso los pies de la mujer.

—Bueno, Juli fue quien me mandó —dijo, mirando a Marcos—. Dice que ustedes tienen algo para ella.

—¡Oh! —exclamó Lucinda—. ¡Es verdad! Voy a buscarlo. —Se había puesto tan nerviosa que lo había olvidado.

Lucinda se alegró de poder abandonar la cocina, aunque en el fondo le hubiese gustado no perderse ningún detalle. Comenzó a avanzar por el pasillo, pero sin dejar de prestarle atención a la conversación. Su mamá le preguntó a Sylvia si Juliette se sentía mejor, y la mujer respondió que sí pero que estaba muy cansada.

La chica regresó un minuto después jadeando con la banda de ejercicio colgada al hombro.

—¿Qué es eso? —le preguntó Sylvia.

—La uso para fortalecer los músculos y practicar el equilibrio —explicó Lucinda, dándole la banda de ejercicio—, pero Juliette puede hacer otro tipo de ejercicios. Pensé que le gustaría usarla ahora que no puede salir a correr.

Raquel miró sorprendida a su hermana y Lucinda le devolvió la mirada. Era la mejor excusa que se le había ocurrido. Para ser honesta, se sentía orgullosa de lo rápido que había actuado.

—Qué amable de tu parte —dijo Sylvia—. Estoy segura de que Juliette la usará.

Lucinda bajó la vista.

—Detesto no poder ir a entrenar —dijo.

Sylvia no le contestó. Estaba ensimismada mirando a la madre de las chicas, que en ese momento le recortaba las patillas a Marcos.

—Me pregunto… —comenzó a decir Sylvia.

Lucinda no sabía si la mujer estaba hablando sola o con el resto.

—Andrea, me pregunto si alguna vez has hecho un video… —dijo Sylvia más alto para que todos la oyeran—. Quiero decir… un video para enseñarle a la gente cómo recortarse el cabello en familia. Me parece una buena idea ahora que las peluquerías y barberías están cerradas.

Lucinda notó que los ojos de Sylvia brillaban como los de su hermana cuando se le ocurría una idea.

La Sra. Cruz Mendoza echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—¿Yo? Qué va —dijo, y le quitó la toalla a Marcos de encima como si fuera un mago que revela un truco.

A Lucinda le encantaba cuando su mamá hacía eso. Era como si mostrara el antes y el después con solo ese gesto.

—¿A quién le interesaría eso? —preguntó la Sra. Cruz Mendoza.

—¿Lo dices en serio? —dijo Sylvia—. Yo misma podría producir el video y estoy segura de que a la gente le encantaría. Quizás podamos usar lo que está filmando Raquel.

La chica soltó el teléfono de inmediato, y todos se volvieron hacia ella.

—Kel, ¿estabas filmando? —preguntó Marcos—. ¿Para qué?

Raquel se sonrojó.

—Oh… solo para… para un proyecto de la escuela —dijo.

Sylvia sonrió.

—¡Quizás te pueda ayudar! —dijo—. Me encantaría.

—Quizás —susurró Raquel.

Sylvia dio otro paso atrás.

—Más vale que regrese con Juli. Gracias de nuevo, Lucinda —dijo, y añadió—: Andrea, no olvides lo del video.

—Lo pensaré —respondió la Sra. Cruz Mendoza, caminando hacia la alacena en busca de una escoba—. Más tarde les enviaré la cena con las niñas.

Marcos se acercó a la puerta y se puso una mano en el corazón mientras miraba a Sylvia. La mujer lo miró e hizo lo mismo antes de decirles adiós a todos con la mano.

Lucinda se alegró de que Raquel no hubiese visto la escena. Aunque quizás hubiese sido mejor que la viera. Se preguntaba qué haría su hermana si se daba cuenta de que su papá estaba realmente interesado en Sylvia. ¿Cambiaría de opinión sobre ella o simplemente haría algo aun más radical para alejarla de sus vidas?

Pero Raquel ya iba rumbo al sofá y le hacía señas de que la siguiera.

—Mira esto —le dijo.

Lucinda se sentó junto a ella con las piernas cruzadas, cargó a Llorón y se inclinó sobre el teléfono.

La imagen mostraba a sus padres sonrientes. Su mamá tenía sujeto un mechón de cabello de su papá con el peine. En un borde de la pantalla se veía a Sylvia por la ventanita de la puerta trasera. Raquel había logrado captar el momento justo antes de que tocara a la puerta.

Las chicas estudiaron la foto detenidamente. Lucinda trató de encontrar algún vestigio de celos en el rostro de Sylvia, pero no halló ninguno.

—Creo que no se molestó —dijo.

—Ay, ¿y a quién le importa? ¡Míralos! —exclamó Raquel.

Lucinda volvió a mirar la foto. Sus padres se veían contentos y relajados, y por un momento deseó poder meterse en esa foto y revivir el momento.

Raquel retiró el teléfono y comenzó a escribir un mensaje de texto que envió de inmediato.

Enseguida aparecieron las respuestas.

¡Funcionó!

¡Qué romántico!

¡Esto es mejor que la televisión!

Y el último:

#EquipoAndrea