Capítulo 2

LAS CANCELACIONES CONTINÚAN AL ENTRAR LA SECUNDARIA MANZANITA EN SU SEGUNDO MES DE ENSEÑANZA A DISTANCIA

Por Raquel Mendoza, Jefa de redacción

Fuentes cercanas al Departamento de Teatro informan que la producción de primavera de Xanadu Jr. ha sido pospuesta indefinidamente.

La cancelación se produce un mes después de que la Secundaria Manzanita cerrara abruptamente sus puertas en medio de una creciente preocupación por la salud pública.

“No he dejado de llorar desde que me enteré”, dijo Alice Ortega, alumna de octavo grado, en una entrevista por videollamada. Ortega iba a interpretar el papel protagónico en la obra. “Estuvimos ensayando durante meses. Incluso aprendí a patinar. No puedo creer que no tengamos la oportunidad de actuar después de tanto esfuerzo”.

El musical de primavera es el evento más recientemente tachado en el calendario escolar. El campeonato de baloncesto, el torneo de ajedrez y la feria del libro fueron cancelados o aplazados en las últimas semanas.

“Entiendo lo difícil y decepcionante que puede parecer esta decisión —dijo el director Osterwald en un correo electrónico—, pero la salud y la seguridad de nuestros estudiantes es nuestra máxima prioridad”.

El director no respondió al ser interrogado acerca de cuánto tiempo más se mantendrá cerrada la secundaria.

Raquel sabía que su hermana acabaría entrando en razón. Sin embargo, una parte de ella deseó no haber sacado el tema de la llamada telefónica. Había notado cómo los hombros de Lu se ponían rígidos cuando lo mencionó.

—Date prisa —dijo, haciéndose a un lado para que su hermana pudiera entrar al apartamento—. Nos están esperando.

Lu negó con la cabeza y se alisó la cola de caballo.

—No entiendo por qué quieres que me inscriba en el club. ¿Acaso no tienes suficiente gente a la que mandar?

Nunca es suficiente —dijo Raquel.

Por supuesto que estaba bromeando, aunque no del todo. Siempre había más noticias que reportar, especialmente ahora que estaban “viviendo un suceso histórico de verdad”, como repetía la Sra. King una y otra vez desde que había comenzado todo esto. Pero también había otra razón, aunque ella misma no pudiera explicársela.

Cuando eran pequeñas, cuando sus padres aún estaban juntos, a Lu le gustaban las mismas cosas que a ella. Quería estar donde ella estuviera. La escuchaba. No se trataba de las habituales cosas de gemelas como vestirse igual, lo cual nunca hicieron, y nunca nadie tuvo ningún problema para distinguirlas. Era como si estuvieran conectadas por un cordón invisible. Aunque de vez en cuando se movieran en direcciones opuestas, siempre volvían a unirse.

Las cosas empezaron a cambiar después de que su mamá las apuntara en patinaje dos años atrás, justo después del divorcio. A Lucinda le encantaba patinar. Desde el primer día parecía una ráfaga con rizos castaños y guantes verdeazules deslizándose por la pista. Raquel, en cambio, se caía… todo el tiempo.

Recordar ese primer día en la clase de patinaje hizo a Raquel pensar en la tarea más reciente de la Sra. King: “¿En qué momento te diste cuenta de que todo había cambiado?”. Todavía no había respondido la pregunta, ya que mientras más pensaba en ella menos tenía una respuesta. Si uno prestaba suficiente atención podía darse cuenta de que la realidad cambiaba constantemente. Para ella, la pregunta más importante no era “¿Qué pasó?”, sino “¿Qué pasará después?”.

Por ahora, la pista de patinaje se mantenía cerrada. Hasta que abriese —y quién sabe cuándo sucedería eso—, tendría la oportunidad de jalar el cordón invisible que la unía a su hermana.

Se sentó a la mesa y encendió la cámara de la laptop, tratando de no sonreír ante la cara de sorpresa de Lu al ver las docenas de ventanitas que llenaban la pantalla. Desde que cerrara la escuela, el número de miembros del club de periodismo se había multiplicado.

—¡Aquí estamos! —dijo Raquel—. ¿Alguien tiene una idea para un reportaje?

Alice Ortega alzó la mano.

—¡Yo!

El fondo de la pantalla de la chica era el escenario del Hollywood Pantages Theatre. Según ella misma le había confiado a Raquel, su casa siempre estaba demasiado desordenada con sus dos hermanitos corriendo por todas partes.

—¡Alice! —dijo Lu, y saludó a la chica con la mano—. No sabía que estabas en el club.

Alice se encogió de hombros.

—Ahora que pospusieron el musical no hay mucho que hacer. Quiero decir, ¿cuántas veces se pueden organizar los libreros?

Cada semana, Raquel inscribía nuevos miembros en el club, algunas veces hasta dos y tres de una sentada, y casi todos por la misma razón. El club de periodismo era uno de los pocos clubes escolares que no había cerrado durante la pandemia.

—Alice va a escribir reseñas de cine para el periódico —le explicó Raquel a su hermana, y se volvió hacia la cámara—. Bueno, ¿qué tienes planeado?

Alice abrió mucho los ojos y movió las manos con emoción.

—Allá voy. Como ustedes bien saben a todos nos gustaría dar un salto en el tiempo y aparecer al final de la cuarentena, ¿no es cierto? Estaba pensando que sería divertido escribir un artículo sobre las cinco mejores películas que tratan sobre viajes temporales.

Todas las cabecitas en las ventanitas asintieron.

—No es mala idea —dijo Raquel, tomando notas—. Te la apunto con quinientas palabras. ¿Quién le sigue?

—Espera —interrumpió Lu, inclinándose hacia la pantalla—. Peter, ¿dónde estás metido? ¿Eso son cotorras?

Se hizo una pausa en la conversación hasta que Peter logró encontrar el botón del micrófono.

—Son cacatúas —respondió el chico, que tenía un pájaro en cada hombro. Uno de los animales levantó la cabeza y silbó—. Mis padres son trabajadores esenciales —continuó Peter—. Mi papá es electricista y mi mamá trabaja en la farmacia. Por eso me estoy quedando un tiempito en casa de mi abuela.

Lu se recostó en la silla y cruzó los brazos. Llorón se le subió encima.

—Mi mamá también está pensando mandarnos lejos —dijo—. Al campo, a casa de mi papá.

Raquel le dio una patada a su hermana por debajo de la mesa y le hizo un gesto para que se callara. Eso no estaba en la agenda.

—Volvamos al próximo número del periódico —dijo—. ¿Quién…?

Daisy encendió el micrófono.

—Espera, ¿Kel no te dijo lo que se nos ocurrió?

—No tenemos mucho… —comenzó a decir Raquel.

—¿Qué se les ocurrió? —preguntó Lu, interrumpiéndola.

Raquel se puso colorada.

—¡No es nada! Fue una broma —dijo, aunque no era del todo cierto—. De todos modos, tenemos muchos otros temas que cubrir, creo que debemos regresar a…

Daisy comenzó a hablar antes de que Raquel pudiera terminar.

—No es ninguna broma, es una buena idea. ¿Qué tal si se van a pasar la cuarentena con su papá? —dijo—. Eso sí, en lugar de irse ustedes dos solas, se llevan a su mamá, como en la película. Sería como darles a sus padres la oportunidad de empezar otra vez.

Raquel sintió que los ojos de Lu la taladraban mientras ella trataba de silenciar a Daisy. Se quedó paralizada al escuchar unos pasos en las escaleras.

—¡Mamá! ¡La cocina! —soltó Lu, se quitó a Llorón de encima y se puso de pie.

—Chicos, tenemos que irnos —dijo Raquel dirigiéndose directamente a la cámara—. La reunión ha terminado, ¡pero recuerden mandarme sus ideas mañana a las nueve en punto! —Cerró la laptop y salió corriendo detrás de su hermana en dirección a la cocina.