Capítulo 8

A veces, cuando Lu estaba en la pista de patinaje y se ponía a girar y a girar sin parar, Raquel temía que no se detuviera nunca y se quedara para siempre en su mundo; y eso era justo lo que le preocupaba ahora. Si Lu comenzaba a pensar de la manera equivocada, después no tendría manera de hacerla cambiar de opinión.

—¿Cómo se te ocurre que esto sea mejor? —preguntó Lu acalorada.

Llorón soltó un maullido entre los brazos de la chica.

—La situación es mucho peor de lo que imaginamos —continuó Lu—. Ahora nos tendremos que quedar aquí con Sylvia mientras mami se queda en el estudio. ¿Cómo se van a arreglar las cosas entre ella y papi? Sabía que debíamos quedarnos en Los Ángeles.

Raquel agarró a su hermana por el brazo y la arrastró hasta el auto.

—Shhh —dijo—. Todo el mundo te va a oír.

Raquel esperó a que Lu se calmara. Luego agarró a Llorón y lo puso encima del montón de almohadas que habían traído del apartamento. Estiró el brazo hasta el fondo de la cajuela y sacó un cuaderno y una pluma. El día antes de que la escuela cerrara, había tomado todo tipo de materiales del clóset del club de periodismo. Quién sabía cuántas noticias tendría que cubrir antes de que regresaran a la normalidad. Estaban viviendo la primera pandemia en un siglo. Necesitaba estar preparada.

—¿Acaso no viste lo que pasó cuando le pedí a papi que hiciera carnitas? —preguntó Raquel.

Lu se sentó en la cajuela del auto.

—Papi se negó —contestó—. Dijo que Sylvia ya tenía planeada la cena.

Raquel se sentó junto a ella, y el auto se movió ligeramente. Llorón alzó la cabeza y volvió a maullar.

—Eso no. ¿Qué pasó después? —preguntó impaciente.

Hubiese querido decirle a su hermana lo que pensaba, pero se contuvo. Lu necesitaba darse cuenta por sí misma. Abrió el cuaderno y escribió una oración. Luego se lo pasó a Lu.

—“No me habías dicho que sabías cocinar” —leyó Lu en voz alta, y frunció el ceño—. ¿Y qué?

—Papi nunca le ha cocinado a Sylvia. Nunca le ha hecho carnitas, el plato favorito de mami.

Lu se encogió de hombros.

—Quizás Sylvia sea vegetariana —replicó.

—O quizás —dijo Raquel, poniéndose de pie— todo no es color de rosa entre ellos. Quizás papi no esté tan enamorado de Sylvia como para hacerle carnitas. Ya oíste lo que dijo ella. Llevan aquí solo tres días.

La chica comenzó a sacar los paquetes de papel sanitario que su mamá había traído. Sospechaba que en realidad ella solo quería otro sitio para almacenarlos, ya que en el apartamento no cabía un rollo más. Sin embargo, al menos habían logrado que arrojara a la basura la levadura para hacer pan. Raquel sacó una bolsa con ropa y la puso en el suelo.

—¡Ten cuidado con eso! —le dijo Lu—. Es el vestido que me voy a poner en la competencia de patinaje, ¿o no te acuerdas?

Raquel no tenía ganas de discutir con ella.

—Por supuesto que me acuerdo —dijo, y puso la bolsa encima de los paquetes de papel sanitario—. Ayúdame a bajar la bolsa de comida de Llorón.

Lu se acercó y entre las dos cargaron la bolsa de 50 libras y la pusieron en el suelo.

—¿Y qué importa cuándo se mudó Sylvia al rancho? —preguntó Lu—. Está aquí, y eso es lo que cuenta.

Raquel comenzó a sacar las cosas que su hermana utilizaba para entrenar: una cuerda para saltar, una alfombrilla para hacer yoga, dos pesas de cinco libras y una pelota inmensa de goma. Su mamá y Lu se la pasaban hablando de cuán en serio ella se tomaba el periódico de la escuela, pero nadie decía nunca nada del patinaje de Lu.

Finalmente, logró sacar su maleta. La abrió para asegurarse de que no le hubiera pasado nada a la laptop durante el viaje y que la caja de Corn Chex estuviera intacta. Sabía que había bodegas y mercados en Lockeford y que no hacía falta traer cereal, pero de alguna manera ese cereal era su arma secreta a la hora de escribir. Tenerlo cerca la hacía sentir bien. Volvió a cerrar la maleta y la puso en el suelo.

—Ya sé que no fue lo que planeamos —dijo—, pero piensa. Ahora tendremos la oportunidad de estudiar a Sylvia, de llegar a conocer sus debilidades. Si papi no se decide a dejarla, podemos hacer que sea ella quien lo deje.

Las chicas escucharon unos pasos.

Raquel se sobresaltó.

Lu se mordió el labio.

Y ambas se voltearon.