Enrique Lozano se había levantado de un humor de perros. No había pegado ojo en toda la noche, cuestionándose una y otra vez la estrategia que estaba siguiendo para hacer que el zorro saliese de la madriguera.
Su amigo se estaba portando, cada dos o tres días sacaba una nota sobre el tema, siempre insinuando, pero nunca afirmando, no tenían pruebas.
Pero decía cosas como:
La Brigada de Información Criminal está segura de que Iñaki Uribe había decidido abandonar ETA y por ello había sido ajusticiado.
Otro día informaba:
Este medio ha sabido, de fuentes generalmente bien informadas, que Iñaki Uribe sustrajo de un zulo de la banda, situado en los Pirineos Atlánticos franceses, importantes documentos que involucran a la banda en acciones sin resolver y que la banda está interesada en que no vean la luz.
Otra información era:
Este medio ha sabido que los documentos secretos han sido ofrecidos para su publicación a un medio muy conocido por sus escandalosos reportajes.
Pero el zorro no mordía el cebo, seguía agazapado en su madriguera.
Enrique y Fernando seguían con su rutina de recoger cada cierto tiempo las grabaciones, pero estas no contenían nada importante.
Decidió desmantelar la mini grabadora que tenía instalada frente al batzoki Getxo, no aportaba nada, solo comentarios soeces y machistas de los bravos gudaris que al tercer chiquito se les soltaba la lengua y el instinto aldeano que habitaba en ellos.
No era efectivo y era el artilugio más expuesto a ser descubierto. Mantendría un tiempo más el de la sede de Bildu.
Para calmar su impaciencia y desasosiego, decidió dar un paseo por la playa. Corrió unos kilómetros, se sentó en la arena y se extasió contemplando la bravura del mar Cantábrico. Hacía mucho viento y la mar estaba muy movida. Las olas golpeaban duramente los acantilados, por un momento temió que la fuerte marea sacase a la playa los móviles desechables que él seguía arrojando al mar.
Cuando regresó al apartamento se preparó un café muy caliente y fuerte y se impuso como tarea, aunque ya empezaba a estar asqueado de lo que leía, seguir estudiando a su enemigo.
Le había llamado la atención que en todo lo que había sobre ETA no se hiciese referencia, incluso con la presunción de inocencia al mayor atentado terrorista que había sufrido nunca este país.
Rebuscó aquí y allí. Esto fue lo que encontró y que trató de resumir y organizar un poco.
Los españoles se despertaron el 11 de marzo de 2004 con la peor de las noticias: una serie de bombas habían explotado en varios trenes de Madrid con pocos minutos de diferencia.
En la hora punta de la mañana del jueves 11 de marzo de 2004 se produjeron diez explosiones en cuatro trenes de Cercanías de Madrid. Las explosiones fueron provocadas por mochilas cargadas con Goma-2 ECO, usado habitualmente en canteras. Todas las explosiones tuvieron lugar entre las 07:36 y 07:40 en la línea férrea que une la estación de Alcalá de Henares y la estación de Atocha.
Las bombas, que contenían tornillos y clavos, para hacer de metralla, estaban fabricadas a base de dinamita y un detonador que era activado por un teléfono celular, en concreto la alarma despertadora.
Las explosiones se sucedieron en el intervalo de cuatro minutos. La primera en la estación de Atocha, donde murieron 35 personas; no muy lejos, en la calle Téllez, perdieron la vida 63; en la estación de El Pozo, 65; y en la de Santa Eugenia, 14.
El resto, hasta completar 191, murieron en hospitales, víctimas de las heridas sufridas.
La estupefacción y el desconcierto inicial dieron paso rápidamente a la ceremonia de la confusión acerca de qué había pasado y, sobre todo, quién había sido.
A medida que se conocían más detalles la indignación ciudadana aumentaba.
Los cuatro trenes atacados fueron:
Tren número 21431, de seis vagones. Salió a las 07:01 de la estación de Alcalá de Henares con destino a la de Alcobendas-San Sebastián de los Reyes. El tren estaba estacionado en la vía 2 de la estación de Atocha cuando se produjeron tres explosiones. Antes de las 07:37 se produjo la primera explosión en el coche 6, a las 07:38 se produjo la segunda en el coche 5 y a las 07:38 se produjo la tercera en el coche 4. Además, existía un cuarto artefacto localizado en el coche 1 que no estalló. Los equipos TEDAX del Cuerpo Nacional de Policía lo explosionaron a las 09:59.
Tren número 17305, de seis vagones. Salió a las 07:04 de la estación de Alcalá de Henares, con destino a la estación de Chamartín. El tren estaba a unos 800 metros de la estación de Atocha, en la línea férrea paralela a la Calle de Téllez cuando sobre las 07:39 se produjeron cuatro explosiones en los coches 1, 4, 5 y 6. Poco después de las explosiones, los servicios de emergencias prepararon un hospital de campaña en las instalaciones del Polideportivo Daoíz y Velarde, a unos cincuenta metros del lugar de la explosión.
Tren número 21435, de seis vagones y doble altura. Salió a las 07:10 de la estación de Alcalá de Henares, procedente de Guadalajara, con destino a la estación de Alcobendas-San Sebastián de los Reyes. El tren estaba iniciando la marcha en la estación de El Pozo cuando sobre las 07:38 se produjeron dos explosiones en los coches 4 y 5. Un tercer artefacto estaba en el andén de la estación a la altura del coche 3 y fue explosionado por los TEDAX. Un cuarto explosivo realizó de forma inadvertida un periplo entre el IFEMA y varias comisarías de policía hasta ser finalmente examinada. Contenía 500 gramos de explosivo plástico Goma-2 ECO, metralla, un detonador y un teléfono móvil que hacía de temporizador, manipulado para que la alarma activase el detonador. Los indicios hallados en esa mochila permitieron establecer las primeras hipótesis firmes, y desencadenaron la persecución policial sobre los supuestos autores.
Tren número 21713, de seis vagones. Salió a las 07:14 de la estación de Alcalá de Henares con destino a la estación de Príncipe Pío. El tren n.º 21713 estaba estacionado en la estación de Santa Eugenia cuando hacia las 07:38 tuvo lugar una explosión en el coche 4.
Los atentados se produjeron tres días antes de las elecciones generales de 2004. Los dos principales partidos políticos españoles, Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se acusaron mutuamente de ocultar o distorsionar información relativa a los atentados por razones electorales. Esta fue una de las causas por las que surgieron especulaciones sobre la investigación policial e instrucción sumarial, posteriormente denominadas teorías de la conspiración del 11M.
Ha sido el mayor atentado de la historia de España y el segundo mayor atentado cometido en Europa por detrás del atentado de Lockerbie (1) de 1988. Este no fue el primer atentado de corte yihadista perpetrado en España, en 1985 se produjo el atentado del restaurante El Descanso, que causó 18 muertes.
El 11 de marzo el periódico Al Quds Al Arabi recibió en su sede en Londres una carta que afirmaba que las Brigadas de Abu Hafs Al Masri, en nombre de Al Qaeda, estaban detrás de los atentados perpetrados en Madrid.
Al llegar a este punto Enrique empezó a sacar conclusiones.
Estaba, para él, meridianamente cristalino que una campaña de confusión y desinformación había sido lanzada y que se había empleado toda la artillería pesada.
El periódico El País y la cadena de radio SER, se volcaron en una campaña de desinformación, hablando de terroristas suicidas con cuatro capas de calzoncillos qué, casualidad, no se había suicidado ninguno.
Enrique razonaba: ¿A quién benefició este atentado? Si la autoría se atribuía a ETA, el PP, al que las encuestas daban una gran ventaja sobre el insustancial Zapatero que lideraba el POSE, el PP arrasaría. Pero si la atención se desviaba hacia los yihadistas el PP se hundiría y ganaría el PSOE, como finalmente había sucedido. Por lo tanto, el achacar la auditoria a los yihadistas benefició al PSOE.
Enrique siguió razonando: ¿Quién más salió beneficiado del atentado? El mundo abertzale, es decir los separatistas vascos, bajo la égida del infumable Zapatero los terroristas de ETA comenzaron a disfrutar de algunos privilegios que antes no tenían. De hecho, han terminado siendo socios del PSOE y han permitido el acceso del actual presidente «cum fraude» a la Moncloa y al uso y disfrute del Falcon al que tan aficionado es.
Por lo tanto, había que borrar todo trazo que apuntara a ETA. Enrique sabía que cuando alguien comete un crimen lo primero que hace es borrar todas sus huelas e indicios que puedan orientar las pesquisas hacia su persona.
Recordaba que hubo un catedrático, no recordaba de qué, que en todo doctoral, como el que está en posesión de la verdad absoluta, argumentaba cuatro razones para descartar la intervención de ETA, y lo sustentaba con los siguientes puntos:
Este «sabio» no tenía ni pajolera idea de cómo funcionan estas cosas. No conocía las tácticas de desinformación, la táctica de hacer ver que lo blanco es negro y viceversa. Seguramente era militante socialista o un paniaguado del PSOE. Porque de otro modo no se explica tamaña estupidez. Este «sabio» se había «olvidado» que había numerosísimos casos que aún estaban sin resolver y de cuya autoría se sospechaba los había cometido la ETA.
Si, por intereses electorales, no interesaba que la auditoria se atribuyera a ETA, que pensaba el «sabio» que había que hacer: ¿Regar el campo de pruebas incriminatorias o borrarlas?
Enrique recordaba los comentarios que se hacían, por supuesto en sotto voce, por los pasillos y en la cafetería de La Casa, el día siguiente a los atentados.
-Nos han pillao. con el carrito de los helaos.
- ¿Quién ha sido el espabilao que ha montado este follón?
-La hemos cagao.
-Deberían rodar cabezas.
-Al final será el conserje el culpable-, como siempre nadie sabía nada.
Todo quisque asumía que, sin la participación, por activa o por pasiva de La Casa, un atentado de esta magnitud era imposible de realizar.
Pero, exclamaban los más atrevidos, ¡si los presuntos terroristas eran confidentes de la Policía Nacional o del CNI!
Como había sido posible que un lerdo pueblerino, que además era un poco retrasado, pudiese robar 200 kilos de Goma 2 ECO. El suministro para una semana de actividad.
Enrique, se preguntaba: ¿Cómo ha sido posible que los presuntos autores del 11-M que habían estado controlados por el CNI y los servicios de información de la Policía y de la Guardia Civil, y que incluso algunos confidentes hubiesen alertado de un posible atentado, ¿este no se haya podido evitar? Aquí olía a chamusquina.
Nadie quería asumir responsabilidades, pero había un consenso generalizado entre los servicios de información de la Policía Nacional, la Guardia Civil, y elCentro Nacional de Inteligencia (CNI): de que los atentados se habían llevado a cabo porque había habido graves fallos, «¿o era mejor llamarlo colaboración?». Entre ellos se echaban la culpa, pero todos aceptaban un grado de responsabilidad, agravado por la falta de coordinación. Algo demostrable: entre todos ellos habían estado controlando los movimientos de los terroristas en los años anteriores, pero no fueron capaces de evitar que los trenes saltaran por los aires.
Ambos organismos tenían varias células islamistas bajo control; Policía. y su Casa, el CNI controlaban a varios de los presuntos terroristas y, especialmente, al emir del grupo, Allekema Lamari. A Enrique le resultaba complicado entender cómo con tal cúmulo de información no pudieran evitar que murieran 191 personas y que 1 775 resultaran heridas.
La única justificación que encontraba era, o podía ser, que toda la atención había sido puesta en ETA y se había obviado a los islamistas, le costaba creer la involución del CNI en el tema, aunque en su fuero interno no la descartaba.
Sabía muy bien cómo se las gastaban algunos dirigentes de la organización. Una mentira (o una milonga) repetida muchas veces se convierte, a veces, en realidad. La Casa se había tragado la historia de la tradicional amistad hispano-árabe. Y que los yihadistas españoles eran buenos chicos y nunca harían daño a sus hermanos los españoles. Pura falacia.
Fue a partir de septiembre del 2001, después de los atentados de las torres gemelas en NY. cuando la CIA comenzó a exigir más control y mano dura con las organizaciones islamistas.
Nada estaba claro. Todos los esfuerzos se centraron en desarticular la célula de Al Qaeda en España. El marroquí Amer el Azizi, confidente del CNI, a pesar de estar bajo continua vigilancia, grabados en todo instante sus movimientos por las cámaras de vigilancia instaladas en los alrededores de su casa, se había esfumado, desaparecido. Se sospechó que el CNI había facilitado su fuga. Lo último que se supo de él fue que había sido abatido, en Pakistán, por un misil lanzado desde un dron.
El CNI tenía un confidente, apodado El Pollero, que tenía buenas relaciones con los yihadistas, este individuo recibió instrucciones para que indagara sobre las intenciones de los islamistas, e informara de lo que se comentaba en las madrasas, que ideas propalaban los mullahs en sus arengas en las mezquitas. Gracias al Pollero, los servicios de espionaje supieron que los islamistas se estaban preparando para llevar a cabo un atentado en España. El 6 de noviembre de 2003, el CNI dio la alerta a la Policía y la Guardia Civil sobre un inminente atentado.
El 6 de marzo, un nuevo informe del CNI alertaba de que habían desaparecido seis de los integrantes de un grupo radical abandonando sus puestos de trabajo. Los indicios de que algo grave se estaba preparando eran demoledores.
Y sin embargo el atentado no se había evitado. Enrique no tenía dudas, aquí había «gato encerrado». Se propuso investigar.
Enrique se calmó y se propuso seguir leyendo.
A fecha de 23 de marzo de 2004, la cifra oficial de muertos era de 190. El recuento definitivo de heridos fue de 1 857 personas.
El 2 de abril del mismo año se encontró un artefacto en la línea férrea del AVE Madrid-Sevilla. El artefacto tenía dinamita Goma-2 ECO y un detonador conectado a un cable de más de cien metros de longitud que no estaba conectado a nada, por lo que no podía funcionar. Estaba preparado para conectar a una pila de petaca que se llevó el terrorista cuando fue sorprendido, según explicó en el juicio la Guardia Civil. El artefacto era diferente a los utilizados en los atentados de los trenes, no tenía metralla ni teléfono móvil. No parecían necesarios dichos elementos, la activación era manual a tiempo real, según pasaba el AVE para hacerlo descarrilar; para esta finalidad no se necesitaba metralla.
Ese día, según la versión oficial, se encontró una de las mochilas que no hizo explosión en El Pozo. La tarjeta SIM del teléfono que había en esa bolsa fue la principal pista que llevó a la policía a un apartamento en la ciudad de Leganés, a las afueras de Madrid, donde se refugiaba la célula islamista que, presuntamente eran los autores del atentado.
Enrique no era creyente, pero al leer esto empezó a creer en los milagr0s. ¡Una mochila caída del cielo y con una pista clarísima!
El 3 de abril la policía localizó y rodeó a varios miembros del comando terrorista en Leganés.. Los terroristas se habían atrincherado en una vivienda de la calle de Carmen Martín Gaite y se produjo un tiroteo intermitente, entre las seis y las ocho de la tarde. Al verse acorralados, a las 21:03 los terroristas se suicidaron haciendo estallar el piso cuando los GEOS iniciaban el asalto. La explosión derribó parte de la fachada del edificio. En esta acción murió un agente del grupo policial, además de los ocho miembros Lockerbiede la célula islamista allí presentes.
En el apartamento, la policía encontró cintas de vídeo en las que reivindicaban los atentados.
Otro milagro, pensó Enrique, se produce una explosión que casi destruye un edificio entero y ¡oh milagro, milagro!, las cintas de video, fabricadas con una cinta plástica magnetizada quedaron incólumes.
El 10 de mayo murió un bebé, a las 48 horas de nacer debido a las heridas sufridas por su madre en el atentado.
La noticia de la muerte del bebé le produjo un espasmo en el estómago y tuvo que correr al cuarto de baño y vomitar el desayuno.
En 2014 murió otra víctima de los atentados, tras pasar diez años en coma, con lo que el número de fallecidos en los atentados del 11 de marzo de 2004 quedó en 192.
El 14 de marzo de 2004, tres días después de ser golpeados por los atentados, los españoles fueron a las urnas y el candidato socialista fue elegido nuevo presidente, pese a que el PP estaba por delante en las encuestas hasta que ocurrió el atentado. El siniestro Rubalcaba, «si te vuelves te la clava», rompió la jornada de reflexión y proclamó, a voz en grito, su famoso: «España no se merece un gobierno que le mienta» Y lo decía con todo desparpajo él que era el rey de la mentira. Al día siguiente la «madura» sociedad española eligió al infame Zapatero.
Los españolitos, tan maduros ellos, se habían «rilado» patas abajo, en román paladino: «se habían cagado». Gritaban a coro: «Mami ese niño malo me ha pegado».
En total murieron 270 personas, 11 de ellos habitantes del pueblo. El régimen de Gadafi tardó 15 años en reconocer su autoría y accedió a compensar a los familiares de las victimas pagando 10M.de dólares por cada víctima.