Poner cada cosa en su sitio
Hay personas que son una fuente de alegría y que, incluso cuando viven momentos difíciles, ponen al mal tiempo buena cara y procuran hacer felices a los demás. No se recrean en los problemas como un disco rayado, dando vueltas al asunto y agobiando a quienes tienen a su alrededor con la misma canción cansina.
Este cuento nos enseña a poner cada cosa en su lugar y a saber relativizar. Si nos damos cuenta de todas las cosas buenas que nos rodean, dejaremos de notar la sal que nos disgusta.
¿Verdad que resulta pesado aguantar a alguien que esté todo el día criticando a los demás, quejándose por pequeñas cosas y mirando los defectos en lugar de las virtudes? Propongámonos no ser así.
Caterina ayuda a su amiga a mirar el mundo desde una perspectiva mucho más amplia, evitando que una pequeña pena se convierta en un océano de amargura.
Saber relativizar, poner cada cosa en su sitio y mirar la vida con amplitud nos permitirá convertir los pequeños vasos de agua salada del día a día en manantiales de agua dulce que nos refrescan y dan mejor sabor a nuestra vida.