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Lo que das a los demás te lo estás dando a ti
Este cuento es uno de los favoritos de los autores de este libro. Lo es por su brevedad y por la enorme profundidad del mensaje que transmite. Dice así:
Juan amaba a su abuelo, un hombre sabio y bueno, querido por toda la familia y por la gente del pueblo en el que vivía. Como cada verano, Juan pasaba unos días en casa de sus abuelos y compartía paseos y conversaciones con ellos.
Aquel verano, Juan estaba de mal humor. El curso había sido muy duro, tanto por la carga de trabajo como por algunos compañeros de clase que no eran muy amables con él.
Nada más llegar, el abuelo vio que a su nieto le pasaba algo y le preguntó:
—Juanito, ¿qué te sucede?
—Abuelo, estoy desanimado, ¿qué puedo hacer? —preguntó Juan, decaído.
A lo que su abuelo le respondió:
—Hijo, para salir del desánimo, anima a los demás.
Y añadió:
—Lo que das a los demás te lo das a ti mismo. Con las emociones funciona así: si te falta algo, practícalo, regálalo, entrégalo a los demás, y de este modo lo harás crecer en ti. Esta es la manera de salir, a veces, de nuestros pozos emocionales. Si te falta alegría, reparte alegría. Si te falta humor, reparte humor. Si te falta comprensión de los demás, regala comprensión. Sé que puede sonarte raro o incluso contradictorio. Las emociones positivas crecen en tu corazón cuando las repartes. Haz el bien sin mirar a quién y de este modo te harás fuerte, porque la verdadera fortaleza humana reside en un corazón bello y en un alma potente, capaz de regalar momentos de ánimo, alegría, humor y comprensión a los demás.