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El anciano Totepehua decía que la madrugada era su mejor consejera. Disfrutaba tanto del aire frío de las cuatro de la mañana como de la neblina que a esa hora se recostaba sobre Tenochtítlan, esa isla solitaria que años atrás no era más que un nido de insectos y serpientes. Esa ciudad en donde, una madrugada fría y nublada, moriría Totepehua…

Totepehua era tan viejo que muchos creían que había nacido con la fundación de Meshíco Tenochtítlan, durante el ome cali shíhuitl.25 Había quienes fechaban su nacimiento en el matlactli omei cali shíhuitl,26 justo cuando iniciaba el tecúyotl 27 de Acamapichtli, el primer tlatoani de los meshítin. Un viejo, llamado Epcoatzin, aseguraba tener la misma edad que Totepehua y haberlo conocido desde la infancia. Decía que ambos habían sufrido la miseria de su pueblo, el cual apenas tenía veintiocho años de haber sido fundado en un islote que entonces carecía de agua potable y de los animales para cazar que abundaban en el valle, como perros,28 conejos, venados y aves. Por si fuera poco, la isla era demasiado pequeña para sembrar suficiente maíz, chile, jitomate, aguacate, nopales y frijoles que alimentaran a toda la población. Las ciudades vecinas prohibían a los tenoshcas entrar a sus tierras a cazar o tomar de su cosecha. Por ello, los meshítin se vieron obligados a alimentarse, principalmente, de insectos, los cuales abundaban en la isla.

Epcoatzin también aseguraba que ambos tenían entre cinco y seis años cuando les enseñaron a rascar la tierra para buscar insectos: chinicuiles, ahuautles, jumiles, chapulines, escamoles, chicatanas, izcahuitle, ashashayácatl, acozil y aneneztli,29 entre otros. «Para su mala fortuna —contó Epcoatzin—, el primer día, Totepehua fue atacado por un ejército de chicatanas, hormigas de poderosas mandíbulas. La mano se le hinchó y se le puso roja como jitomate. El llanto del niño no fue suficiente para que algún adulto se apiadara de su dolor. Todos sabían perfectamente que si los críos de la tribu no aprendíamos a soportar heridas, seríamos incapaces de sobrevivir al desamparo de la isla. No había tiempo para ser niños. Se maduraba a golpes, rasguños, caídas y decenas de fracasos».

Lo cierto es que nadie sabía el origen de Totepehua y a él no le interesaba desmentir rumores. Los ancianos de su edad no recordaban haberlo visto en su infancia. Nada sabían de su familia ni qué día había llegado a la isla. Pero sentían como si lo conocieran desde su nacimiento. Quizá porque nadie le dio importancia en aquellos años. Había otras cosas en qué ocuparse, como la búsqueda de la prosperidad tenoshca. Para fortuna de la isla, el tepanécatl tecutli mejoró su trato hacia los meshítin.

Cuando Totepehua llegó, Meshíco Tenochtítlan aún no tenía una división de castas. No existía el calmécac30 ni el telpochcali.31 Simplemente no había escuelas. Ni teocalis. Ni recinto sagrado. Apenas estaba en construcción la primera etapa del Monte Sagrado,32 dedicado al tetzáhuitl Huitzilopochtli, dios de la guerra.

Con el paso de los años, los tenoshcas fueron adoptando deidades de otras aldeas. Siempre que los teopishque, «guardianes de los dioses», visitaban algún pueblo vecino se detenían en sus Montes Sagrados y reverenciaban a sus dioses. Jamás pusieron en duda su origen ni sus facultades. Para ellos, todos los dioses merecían veneración. Con esa fe, los sacerdotes tenoshcas comenzaron a hablarle a la gente de su pueblo sobre: Ometéotl, «dios dual». Señor de la dualidad, padre y madre de los dioses. Meztli, «la luna». Tonacatecuhtli, «señor del sustento». Dios de la creación y la fertilidad. Tonacacíhuatl, «señora del sustento». Esposa de Tonacatecuhtli y diosa de la creación y la fertilidad. Tonátiuh, «sol». Dios del sol y líder del cielo. Shipe Tótec, «nuestro señor desollado». Dios de la agricultura y del poder bajo su aspecto guerrero. Tezcatlipoca rojo, el del oeste. La parte masculina del universo; Tezcatlipoca negro, Espejo humeante. Dios de la noche y los brujos. Quetzalcóatl, «serpiente emplumada». Los meshítin no dudaron en las palabras de sus sacerdotes y aceptaron construirle un teocali a cada uno. Sin embargo, la llegada de los dioses no cesó. La ciudad era todavía muy pequeña y no había suficiente lugar para fabricarles una casa a todos los dioses, pero aun así los recibieron y les confeccionaron imágenes a su semejanza talladas en piedra.

Así pues, Totepehua se convirtió en uno de los sacerdotes de la ciudad isla. A partir de entonces, dedicó su vida al estudio, enseñanza y veneración de los dioses. Años después el mismo Totepehua contribuyó a llevar más deidades a la isla, como Shólotl, «el perro monstruo». Gemelo de Quetzalcóatl, lado maligno de Venus. Dios de la mala suerte del atardecer, de los espíritus y los muertos en su viaje al Míctlan y al inframundo. Ahuitéotl, dios de aquellos que son opacados por los vicios. Itzapapálotl, «mariposa de obsidiana». Diosa del sacrificio y de la guerra; patrona de la muerte. Shiuhtecutli, «señor de la hierba». Dios del fuego y del calor. Tlahuizcalpantecutli, «el señor en la aurora». Señor de la estrella del alba. Tlazoltéotl o Ishcuina, «diosa de la inmundicia». Diosa de la lujuria, de los amores ilícitos, del sexo y de la indecencia. Shochiquétzal, «flor preciosa». Diosa de la belleza, la naturaleza, la fertilidad y del canto. Shochipili, «noble florido». Dios de la primavera y príncipe de las flores. Chalchiuhtlicue, «la que tiene su falda de jade». Esposa de Tláloc, la de la falda de jade. Patécatl, «morador de la medicina». Dios de las medicinas y creador del peyote. Mayahuel, «la que rodea el maguey». Creadora del octli y diosa de la embriaguez. Tláloc, «el octli de la tierra». Dios de las lluvias. Tepeyolohtli, «corazón del monte». Dios de las cuevas, de los montes, de los ecos y de los jaguares. Tlaltecutli, «señor de la Tierra». Tonantzin, «nuestra madre venerada». Identificada como madre de Quetzalcóatl, Tonantzin era el nombre utilizado para varias deidades femeninas como: Toci o Temazcalteci, «nuestra abuela». Diosa de la maternidad, la salud y las hierbas curativas. Teteoínan, «la madre de los dioses». También llamada Tláli Iyolo, «corazón de la Tierra». Temazcalteci, «abuela de los baños de vapor». Yoaltícitl, «curandera de la noche». Diosa de los nigromantes, curanderos, yerberas y temazcales. Cihuacóatl, «serpiente hembra». Diosa de los nacidos y los fallecidos. Señora de los curanderos y recolectora del tonali, «el soplo divino, materia sagrada que da vida a los seres humanos». Citlalicue, «la falda de estrellas». Señora de las estrellas. Coatlicue, «la que tiene su falda de serpientes». Madre de los cuatrocientos huitznahuas. Chicomecóatl, «siete-serpiente», o Shilonen. Diosa del tlaoli, «maíz», las cosechas y la fertilidad. Shochitlicue, «la que tiene su falda de flores». Chimalma, «escudo de mano». Diosa de la fertilidad. Señora de la vida y de la muerte; guía del renacimiento. Omecíhuatl, «dos-señora». Dualidad de Ometéotl. Diosa primordial de la sustancia, así como señora y diosa de la creación de todo el universo. Centéotl, «dios del maíz». Mictecacíhuatl, «diosa de la muerte». Mictlantecutli, «señor de la muerte». Chantico, «dios del hogar». Huehuecóyotl, «dios de la alegría». Ilmatecutli, la «diosa vieja». Huishtucíhuatl, «diosa de la sal». Hermana mayor de Tláloc. Mishcóatl. Serpiente de nube. Dios de las tempestades, de la guerra y de la cacería.

En apenas cien años, los tenoshcas habían incrementado al triple el tamaño del Recinto Sagrado y de la ciudad con la construcción de las islas artificiales, llamadas chinámitl.33 Crearon el calmécac y el telpochcali. Totepehua se convirtió en el Tótec tlamacazqui y miembro del Consejo, constituido por los teopishque, a quienes les tocó la difícil tarea de asesorar a un meshícatl tecutli que tenía las manos atadas, ya que Tezozómoc imponía su autoridad en la ciudad isla. Nadie se atrevía a contradecir y mucho menos a confrontar al tecutli tepaneca. Su poder sobre los meshítin creció cuando entregó a su hija llamada Ayacíhuatl para esposa de Huitzilíhuitl.

Al año de haberse casado, Ayacíhuatl y Huitzilíhuitl tuvieron a su primer hijo, al que llamaron Acolnahuácatl. Tezozómoc, entusiasmado con el nacimiento de su nieto, cambió entonces su actitud hacia los tenoshcas y les redujo el tributo a la entrega de unas cuantas aves y peces de manera simbólica. Pero la felicidad no duró demasiado. Veintenas más tarde, el recién nacido fue asesinado por dos hombres.

Aquel día Ayacíhuatl se encontraba cuidando a su hijo en compañía de la nodriza. Entonces llegaron dos hombres disfrazados de soldados meshícas y le informaron que el tlatoani los había mandado por ella, quien salió de inmediato a la sala principal. Los hombres entraron a la habitación, mataron a la nodriza, al bebé le cortaron la cabeza, lo envolvieron en sus sábanas, lo cargaron a la entrada del palacio, lo dejaron en el piso sin dar explicaciones y se fueron corriendo. Los yaoquizque, que hacían guardia en la entrada del palacio, enfocaron su atención en el bulto lleno de sangre y dejaron que los asesinos escaparan. Al descubrir que era el hijo del tlatoani, lo llevaron a la sala principal y lo mostraron al Huitzilíhuitl y a su esposa, quien de inmediato rompió en llanto y cayó de rodillas. A partir de entonces, Ayacíhuatl comenzó a perder la cordura.

El Consejo meshíca recomendó a Huitzilíhuitl que ordenara una investigación, la cual se llevó a cabo con discreción absoluta. Pronto el meshícatl tecutli se enteró que el responsable de aquel horrible crimen había sido su cuñado Mashtla. Los consejeros sugirieron a Huitzilíhuitl que lo denunciara con Tezozómoc para que lo llevara a juicio, pero el tlatoani rechazó la recomendación y guardó silencio para evitar problemas con su suegro. Tiempo después descubrió que Tezozómoc también había enviado a sus espías a investigar y se había enterado de que Mashtla era el responsable, mas no lo castigó.

Dos veintenas34 más tarde, nacieron Tlacaélel y Motecuzoma Ilhuicamina. El teopishqui, «guardián de los dioses», llamó El Elegido a Tlacaélel. Veintenas después, Ayacíhuatl dio a luz a su segundo hijo, al que llamaron Chimalpopoca. Entusiasmado, Tezozómoc lo nombró heredero del meshíca tecúyotl y Huitzilíhuitl no se atrevió a contradecirlo. El sacerdote Totepehua le explicó al tlatoani que siendo de esa manera, era menester cambiarle el nombre a El Elegido.

—¿Qué nombre debemos ponerle? —preguntó Huitzilíhuitl.

—Tlacaélel, «El Desposeído».

Tal y como lo indicaba su nombre, Tlacaélel fue despojado de su legítimo derecho a la sucesión en el meshíca tecúyotl («gobierno»), pues en aquella época los tenoshcas aún no definían con claridad su método para elegir a su tlatoani. Huitzilíhuitl había sido electo por ser el hijo de Acamapichtli, mas no porque hubiera otros candidatos, mucho menos una contienda. A Chimalpopoca lo designó su abuelo Tezozómoc y no había forma de rechazar aquel nombramiento mientras él siguiera vivo. Chimalpopoca se convirtió así en la joya más preciada del palacio de Tenochtítlan. Tlacaélel no sólo fue despojado de la sucesión, sino también del cuidado y el afecto de su padre. Si bien a los gemelos no les hacía falta nada, eran como dos fantasmas en el palacio de Meshíco Tenochtítlan. Toda la atención del meshícatl tecutli estaba enfocada en su hijo Chimalpopoca. Principalmente, por el temor de que Mashtla repitiera su atroz crimen. Luego, para darle gusto a Ayacíhuatl, quien había enloquecido desde la muerte de su hijo primogénito. Cuando recién había nacido Chimalpopoca, Ayacíhuatl lo llamó Acolnahuácatl y Huitzilíhuitl la corrigió con una sonrisa forzada.

—Chimalpopoca —dijo el tlatoani.

—¿Qué? —Ayacíhuatl arrugó las cejas y miró a su esposo—. ¿De qué hablas?

—Se llama Chimalpopoca.

Ayacíhuatl sonrió, negó con la cabeza y devolvió la atención al recién nacido.

—Se llama Acolnahuácatl. —Le besó la frente.

En ese momento, el tlatoani tuvo la certeza de que su mujer nunca más recuperaría la cordura. Aquel recién nacido había llegado al mundo para reencarnar en la mente de aquella joven mujer como el hijo que un día su hermano le arrebató. Huitzilíhuitl no se atrevió a contradecirla. Se adaptó a la dicha confusa de su esposa y sujetó a la familia y sirvientes a un atadero de mentiras que, finalmente, terminaría por romperse. Chimalpopoca creció creyendo que su nombre era Acolnahuácatl Chimalpopoca y que en casa preferían el primer nombre y en la calle el segundo. En más de una ocasión el niño se presentó como Acolnahuácatl Chimalpopoca y no faltó quien alzara la ceja. Era bien sabido por todos en la ciudad que Acolnahuácatl había muerto veintenas antes del nacimiento de Chimalpopoca.

Por su parte, Tlacaélel y Motecuzoma Ilhuicamina ignoraban la historia del hermano primogénito, hasta que un día un niño se las contó. Ilhuicamina no le creyó. Tlacaélel sintió que aquello podía ser una verdad a medias, así que fue con el maestro Totepehua y le contó lo sucedido. El teopishqui se sentó junto al niño y le preguntó si creía lo que le habían contado. Tlacaélel respondió que le parecía posible.

—¿Qué pensarías si te dijera que es verdad? —preguntó Totepehua.

—No sé —respondió Tlacaélel con indiferencia.

—¿No te conmueve que hayan asesinado a tu hermano mayor?

—No lo sé. Creo que no. No lo conocí.

—¿Y qué piensas de la persona que lo mandó matar?

—Que me gustaría conocer sus razones —contestó el niño.

—¿Por qué?

—Me gusta cuando usted me cuenta historias.

Totepehua sonrió ligeramente y le contó que Mayahuel se había casado con Tezozómoc siendo muy joven, sin haber conocido antes al futuro esposo, pues el matrimonio fue pactado entre los padres de ambos para unir a los tetecúyo, «gobiernos», vecinos (de Azcapotzalco y Tlacopan) y fortalecer sus ejércitos.

—Tezozómoc y Mayahuel se casaron —continuó el maestro Totepehua— justo cuando Quinatzin se preparaba para recuperar el imperio que su primo Tenancacaltzin le había arrebatado diez años atrás. Para desgracia del joven matrimonio, Tezozómoc y Mayahuel no sólo no se agradaban, sino que también se repudiaban. Por otra parte, el príncipe tepaneca estaba más preocupado por las tropas de Quinatzin que por su consorte. La joven pareja apenas si tuvo los encuentros sexuales suficientes para consumar el matrimonio y engendrar un hijo. Después de que Mayahuel quedó embarazada, Tezozómoc no volvió a tocarla jamás. El príncipe tepaneca ni siquiera se preocupó por conocer a su hijo el día de su nacimiento. Fue a verlo quince días más tarde. Mayahuel nunca olvidó aquel desdeño y le heredó a su hijo todo el resentimiento que acumuló con el paso de los años hasta convertirlo en un ser celoso, envidioso, vengativo y cruel. Mashtla creció sintiéndose despreciado por su padre, ya que, a pesar de ser el único hijo legítimo, Tezozómoc reconoció a Tayatzin, Tecutzintli, Cuacuapitzáhuac, Tecpatlshóchitl y Ayacíhuatl —a quienes procreó con otras concubinas— como hijos legítimos y les dio los mismos privilegios a todos. La envidia de Mashtla no sólo se reflejó en contra de sus hermanos, sino también en contra de los meshítin. Cuando Tezozómoc entregó a su hija Ayacíhuatl, para que se casara con Huitzilíhuitl, Mashtla le reclamó inmediatamente a su padre, quien para evitar que su hijo siguiera protestando, le dio el tecúyotl «gobierno» de Coyohuácan. Luego, cuando Ayacíhuatl y Huitzilíhuitl tuvieron a su primogénito, Mashtla envió a dos de sus soldados para que asesinaran al recién nacido. Veintenas después naciste tú, Tlacaélel.

—Entonces yo no era El Elegido, como dice usted. Era Acolnahuácatl.

—Los dioses decidieron que él perdiera la vida a las pocas veintenas de nacido.

—Y los mismos dioses fueron los que decidieron que yo me convirtiera en El Desposeído.

—Los dioses tienen extrañas formas de darnos señales. Ahora dime qué piensas de Mashtla.

—Pienso que Mashtla era el instrumento de algún dios.

—¿Qué dios sería ése? —el maestro Totepehua miró fijamente a su alumno.

—Tezcatlipoca.

—¿Por qué?

—Tezcatlipoca es el Espejo que humea, el dios omnipotente, omnisciente y omnipresente. Siempre joven, el dios que da y quita a su antojo la prosperidad, riqueza, bondad, fatigas, discordias, enemistades, guerras, enfermedades y problemas. El dios positivo y negativo. El dios caprichoso y voluble. El dios que causa terror. El hechicero. El brujo jaguar. El brujo nocturno.

—Ése es Tezcatlipoca —continuó el maestro Totepehua—. El dios de las cuatro personalidades: Tezcatlipoca negro, el verdadero Tezcatlipoca; Tezcatlipoca rojo, Shipe Tótec; Tezcatlipoca azul, Huitzilopochtli; Tezcatlipoca blanco, Quetzalcóatl. El dios omnipotente, omnisciente y omnipresente. Titlacahuan, «aquel de quien somos esclavos». Teimatini, «el sabio, el que entiende a la gente». Tlazopili, «el noble precioso, el hijo precioso». Teyocoyani, «el creador (de gente). Yáotl, Yaotzin, «el enemigo». Icnoacatzintli, «el misericordioso». Ipalnemoani, «por quien todos viven». Ilhuicahua, Tlalticpaque, «poseedor del cielo, poseedor de la Tierra». Monenequi, «el arbitrario, el que pretende». Pilhoacatzintli, «padre reverenciado, poseedor de los niños». Tlacatle Totecue, «oh, amo, nuestro señor». Youali Ehécatl, «noche», «viento»; por extensión, invisible, impalpable. Monantzin, Motatzin, «su madre», «su padre». Telpochtli, «el joven», «patrón del telpochcali, la casa de la juventud». Moyocoani, «el que se crea a sí mismo». Ome Ácatl, «dos carrizos», su nombre calendárico.

—¿Tezcatlipoca le ordenó a Mashtla que mandara matar a mi hermano?

—Eso no lo podemos saber. El dios Tezcatlipoca puede tomar muchas formas. Pudo haber tomado el cuerpo de los hombres que mataron a Acolnahuácatl. O quizá les dio la orden. Tezcatlipoca es caprichoso.

—¿Es cierto que le llaman el tanguia?35

—Es verdad: en las noches se convierte en fantasma, y quien lo ve muere en la guerra o cautivo. Pero si el condenado le pide al fantasma espinas de maguey (señas de fortaleza y valentía), y el dios se las proporciona, el penado debe capturar tantos prisioneros como las espinas recibidas; entonces el dios le perdona la vida. Tezcatlipoca también se presenta ante los humanos como fantasmas femeninos de mal agüero, llamadas tlacaneshquimili, sin pies ni cabeza, que se arrastran por el suelo al mismo tiempo que gimen como enfermas. Para evitar la maldición, los hombres deben perseguir a las tlacaneshquimili hasta capturarlas. Si lo consiguen, las fantasmas les brindarán riquezas y prosperidad.

—Yo quiero ser como Tezcatlipoca —agregó Tlacaélel.

—Nadie puede ser como Tezcatlipoca —comentó Totepehua—, pero ciertamente podrías ser su sirviente.

—Yo no quiero ser sirviente de nadie —respondió el niño con indignación.

—Ser sirviente de Tezcatlipoca es un honor. No cualquiera puede servirle. El dios omnipotente no acepta a cualquiera.

—¿Usted es sirviente de Tezcatlipoca?

—Lo soy.

—¿Y qué recibe a cambio?

—Aunque dedicara mi vida entera a describirte lo que recibo del dios Tezcatlipoca, no me alcanzaría el tiempo ni a ti la paciencia. Sólo estando a su servicio se puede comprender todo lo que se recibe de él.

—¿Qué necesito hacer para ser sirviente de Tezcatlipoca? —preguntó el niño con un poco de entusiasmo, algo poco común en él, ya que no solía demostrar sus emociones.

—Por el momento nada. Ve a tu casa y no le cuentes a nadie lo que te platiqué.

—¿Es malo que lo cuente?

—Es malo que la gente tonta lo sepa. Las verdades le hacen daño a los imbéciles.

Tlacaélel sonrió y se fue corriendo. Aquella noche soñó que conocía a Tezcatlipoca. Era un hombre de pedernal, negro y brillante. Brillante como un espejo negro. Había dos montañas. Tezcatlipoca se encontraba de pie, en la cima de una de ellas. Tlacaélel caminó hacia la cúspide, pero era tan alta que, a pesar de haber caminado todo el día y toda la noche, no alcanzó a llegar hasta donde se encontraba el dios Tezcatlipoca. Sentía sed. Mucho cansancio. Se sentó sobre una roca. De pronto ésta se movió y Tlacaélel cayó al piso. La roca comenzó a rodar cuesta abajo. Los árboles empezaron a derribarse y a caer también hacia abajo. El niño tuvo que brincar sobre los troncos para que no se lo llevaran. Las ramas que giraban como rehiletes le golpearon la cara, el pecho, los brazos, las piernas, una y otra vez. Siguió saltando con todas sus fuerzas, hasta que algo lo golpeó y lo derribó. No supo si era una rama, un tronco o una piedra.

Cuando despertó, la montaña se había quedado sin árboles. Todos se encontraban apilados en las faldas de las montañas. De pronto, escuchó una risa burlona. No había nadie alrededor. Miró a la cima y encontró una figura muy pequeña. Supo que era Tezcatlipoca por el color negro brillante. Se limpió el sudor de la frente y emprendió la subida.

—¿A dónde vas? —preguntó una voz a su espalda.

Al voltear la mirada, se encontró con el dios Tezcatlipoca.

—¿Te estás burlando de mí? —le preguntó el niño.

—Si no me burlo de ti, no sería divertido.

—Entonces no eres un dios. Un verdadero dios no se burlaría de nosotros.

Tezcatlipoca caminó alrededor de aquel niño indefenso y sucio de tanto haber caminado. Lo miró con socarronería, le empujó la frente con la palma de su mano de pedernal y le dijo:

—Porque soy un dios me burlo de todos ustedes. —Lo empujó una vez más—. Yo soy Tezcatlipoca. —Infló el pecho y mostró sus dientes negros de pedernal—. Soy el dios omnipotente, omnisciente y omnipresente. —Siguió caminando alrededor del niño—. Siempre joven, el dios que da y quita a su antojo la prosperidad, riqueza, bondad, fatigas, discordias, enemistades, guerras, enfermedades y problemas. —Se detuvo frente Tlacaélel y lo miró fijamente a los ojos—. Soy el dios positivo y negativo. El dios caprichoso y voluble. El dios que causa terror. El hechicero. El brujo jaguar. El brujo nocturno. No lo olvides, niño.

En ese momento, Tlacaélel despertó.

25 En el calendario azteca el «año dos casa» corresponde a 1325 del calendario gregoriano.

26 Matlactli omei cali shíhuitl, «año trece casa»: 1349.

27 El tecúyotl y el tlatocáyotl se refieren a dos tipos de gobierno: el tecúyotl de los tetecuhtin y el tlatocáyotl de los tlatoque. El tecúyotl, en plural tetecúyo, sería el equivalente a un gobierno estatal, en tanto que el tlatocáyotl a la administración federal. Antes de la creación de la Triple Alianza el gobierno de México Tenochtítlan era un tecúyotl.

28 Las tribus nahuas criaban una raza de perro, llamada techichi, que incluían en su dieta. El techichi se extinguió después de la Conquista debido a la falta de alimento. En años recientes, se ha difundido el mito de que los perros chihuahua son descendientes del techichi, pero no existe fundamento alguno que lo compruebe.

29 Los chinicuiles son gusanos. Los ahuautles, los huevos del axayácatl, un tipo de chinche de agua. Los jumiles o xotlinilli, las chinches de monte. Los escamoles, las larvas de la hormiga güijera. Las hormigas chicatanas, las hormigas voladoras. Con el nombre de axayácatl se designaba a seis insectos neópteros, hoy en día clasificados como Corisella, Corisella texcocana, Krizousacorixa azteca, Graptocorixa abdominalis y Graptocorixa bimaculata. El izcahuitle o izcahuitli es un gusano de color rojo, aparentemente sin cabeza, con una cola en cada extremo. El acozil, un crustáceo parecido a la langosta, color café, de cuarenta milímetros de longitud, conocido actualmente como acocil. La aneneztli, una cigarrilla, chambalé, chicharra, cucaracha de agua o mariposa de agua.

30 El calmécac, que en náhuatl significa «en la hilera de casas», era la escuela para los nobles.

31 El telpochcalli, que en náhuatl significa «casa de la juventud» o «casa de los mancebos», era la escuela para los plebeyos.

32 Los mexicas llamaban Montes Sagrados a los basamentos que construían con una serie de cuerpos escalonados, a los que hoy erróneamente se les conoce con el nombre de «pirámides». Una pirámide debe unir en el vértice —en la punta superior— todas las caras de la figura geométrica, como ocurre con las pirámides de Egipto. Los basamentos mesoamericanos, en cambio, rematan con una base plana donde se erige el teocali, «la casa de [algún] dios». También se le llamaba teocalcuitlapilli a la capilla donde se ubicaba el altar de un dios.

33 Chinámitl, «cerca de carrizos», eran islas artificiales, hechas en una especie de jaula de carrizos, que llenaban con tierra y todo tipo de materiales biodegradables. Lo hacían así hasta que quedaban sólidas y se podía sembrar o construir sobre ellas. Son lo que hoy conocemos como «chinampas».

34 El xiupohualli, «calendario», se dividía en dieciocho ciclos de veinte días, llamado cempoallapohualli, «la cuenta de las veintenas». Más información al final de este libro, en el apartado titulado «La cuenta de los días».

35 El tanguia es un fantasma.