CONSTANCIA DE LOS HECHOS

Para narrar esta historia, enfoqué mis datos en las fuentes primarias, es decir, en las crónicas escritas en los siglos XVI y XVII por los descendientes de la nobleza nahua (Anales de Tlatelolco, Códice Ramírez, Anales de Cuauhtitlan, Crónica mexicana, entre otros); reforcé mi investigación con las obras de los conquistadores y frailes, y en aquellas realizadas por historiadores, antropólogos y arqueólogos de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI, las cuales se encuentran referidas en la bibliografía incluida al final de este libro.

Con las licencias que me otorga la ficción, elaboré escenarios, personajes y diálogos para hacer esta historia más fluida y entretenida. En honor a la verdad y al inmenso respeto que le tengo a la historia del México antiguo, quiero dejar en estas últimas páginas un breve resumen sobre los datos históricos en los que me basé para escribir la novela que el lector tiene en sus manos. No son todos, sí aparecen los que podrían generar más dudas o controversia.

LA TRIPLE ALIANZA

Concluida la guerra contra Azcapotzalco, los mexicas exigieron a Nezahualcóyotl dividir el imperio chichimeca entre Texcoco y Tenochtitlan. Nunca hubo una alianza inicial entre Tlacopan y los dos pueblos mencionados. Totoquihuatzin, hijo de Tecutzintli y nieto de Tezozómoc, quien debía vasallaje a su tío Mashtla, le permitió la entrada a las tropas de Nezahualcóyotl con la condición de que no destruyeran su pueblo. Sin embargo, esto no fue el motivo por el cual se le incluyó en la Triple Alianza; sino que su hija Matlacíhuatl —concubina del príncipe chichimeca— convenció a Nezahualcóyotl de que incluyera a su padre en la alianza forzada con Tenochtitlan. De esta manera, Nezahualcóyotl poseería dos terceras partes de la alianza y los meshícas sólo una.

No obstante, para que se consolidara la Triple Alianza, Nezahualcóyotl tuvo que reprimir varias rebeliones; en especial la de Chalco y Huexotla, ciudades que proporcionaron sus ejércitos a Tlilmatzin, medio hermano de Nezahualcóyotl. Luego, emprendieron una serie de invasiones a Texcoco, Chiconauhtla, Coatlichan, Tepechpan, Acolman, Otompan, entre otros pueblos, para apoderarse del imperio chichimeca.

LAS GUERRAS DE LOS MEXICAS

Por aquellos días, los xochimilcas compraron a las mujeres mexicas del tianguis peces y aves acuáticas envueltas en hojas de mazorca. Pero al abrirlas encontraron pies, manos, corazones e intestinos humanos. Los caciques mandaron llamar a los agoreros, quienes pronosticaron la destrucción de su ciudad. Los líderes xochimilcas se dividieron en dos bandos: el primero, dirigido por Paximálcatl, exigía rebelarse contra los mexicas; y el segundo, encabezado por Yaraxapo, proponía someterse a los mexicas. Tiempo después, un grupo de mercaderes mexicas que regresaba de Cuernavaca pasó por la sierra y fue asaltado por los yaoquizque xochimilcas. Los yaoquizque acudieron ante Izcóatl y le informaron los hechos. El tlatoani, que les prometió justicia, envió embajadores a exigir la sumisión de los xochimilcas, pero fueron recibidos por los yaoquizque, quienes los forzaron a regresar a Tenochtitlan sin haber entregado su mensaje. Los mexicas enviaron sus tropas e invadieron Xochimilco.

Al mismo tiempo, Cuécuex, quien había sido impuesto por Mashtla, reclamó el tecúyotl de Coyoacán. Bajo su cacicazgo, unas mujeres mexicas que habían ido a comprar al mercado de aquella ciudad fueron violadas por yaoquizque coyoacanos. Las mujeres ultrajadas acudieron ante el tlatoani Izcóatl para informar lo ocurrido. El Consejo mexica envió una embajada para exigir una respuesta y Cuécuex rechazó la responsabilidad de alguno de sus hombres y, como respuesta, extendió una invitación para un banquete, al cual acudieron algunos miembros de la nobleza mexica encabezados por Motecuzoma Ilhuicamina. Luego del banquete, entraron los yaoquizque coyoacanos y humillaron a los mexicas, lo cual desató una guerra entre Tenochtitlan y Coyoacán. En plena guerra, cuentan los cronistas, Tlacaélel les gritaba: «No, bellacos, que no he de parar hasta acabar de destruir totalmente a todo Coyoacán». Tras la conquista de Coyoacán, los mexicas emprendieron una serie de guerras contra Chapultepec, Churubusco, Tacubaya, Mixcoac, Cuajimalpa, Ajusco, Cuitláhuac, Mixquic, Chalco, Tepeyácac, Cuernavaca, entre otras ciudades.

LAS REFORMAS POLÍTICO - RELIGIOSAS

Entre 1428 y 1450, Tlacaélel promovió y llevó a cabo las reformas políticas que instauraron el tlatocan, un consejo integrado por cuatro nobles, cuatro militares y cuatro sacerdotes, liderados por el cihuacóatl Tlacaélel, a quien el maestro Miguel León-Portilla señaló como inventor de la religión de la sangre. La Crónica mexicáyotl añade que Tlacaélel llegó a ser in cemanáhuac tepehuani, «conquistador del mundo».

LA POESÍA DE NEZAHUALCÓYOTL

A Nezahualcóyotl se le conoce, sobre todo, como «el rey poeta». Desafortunadamente no hay forma de comprobar que los poemas que se le atribuyen hayan sido creados por él. Los pueblos mesoamericanos no tenían una grafía. La lengua náhuatl carecía de un alfabeto escrito. Entonces, resulta imposible que Nezahualcóyotl haya escrito una sola palabra en su vida. Sin embargo, eso no implica que jamás haya elaborado poemas, aunque en realidad eran cantos. Los miembros de la nobleza aprendían a crear cantos en el calmécac. Entendido desde esa perspectiva, Izcóatl, Motecuzoma Xocoyotzin, Cuauhtláhuac, entre otros, también fueron poetas o, quizá deberíamos decir, compositores. Al igual que la historia náhuatl, estos cantos eran preservados en la memoria colectiva de forma oral y pasaban de una generación a otra. Resulta imposible saber la cantidad de modificaciones que sufrieron estos cantos en más de ciento cincuenta años, desde la edad media de Nezahualcóyotl hasta que fueron plasmados en papel con el alfabeto castellano.

¿Cómo llegó la poesía que se le atribuye a Nezahualcóyotl hasta nuestros días?

Al final de su vida, Nezahualcóyotl tenía ciento diecinueve hijos: sesenta y dos hombres y cincuenta y siete mujeres. Sólo dos de ellos fueron hijos de su matrimonio formal: Tetzauhpintzintli, quien fue acusado de rebeldía contra el tlatoani —por un medio hermano que aspiraba a ser el heredero— y que murió tras ser juzgado por las legislaciones impuestas por Nezahualcóyotl; y Nezahualpilli, que nació en 1465, cuando Nezahualcóyotl tenía sesenta y tres años de vida y su esposa alrededor de cuarenta.

Nezahualpilli se casó con Yacotzin y tuvieron, entre otros hijos, a Ixtlilxóchitl (nieto de Nezahualcóyotl), quien se casó con Papatzin Oxómoc y tuvieron una hija llamada Ana Cortés Ixtlilxóchitl (bisnieta de Nezahualcóyotl). Ella fue madre de Francisca Cristina Verdugo Ixtlilxóchitl (tataranieta de Nezahualcóyotl). Francisca tuvo una hija a la que llamó Ana Cortés Ixtlilxóchitl (trastataranieta de Nezahualcóyotl). Ana fue madre de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (pentanieto de Nezahualcóyotl), quien nació alrededor de 1578 y falleció entre 1648 y 1650. Es decir, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl nació aproximadamente 106 después de la muerte de su pentabuelo Nezahualcóyotl.

Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, un mestizo, fue el cronista principal de Nezahualcóyotl. «Escribe para exaltar la memoria de su pueblo y conservar su pasado, pero también para alegar ante la Corona sus derechos de herencia. Él podía ostentarse como sucesor de la nobleza tezcocana y mexicana a la vez. Era descendiente de Nezahualcóyotl y de Cuauhtláhuac», escribió el académico, historiador, cronista, bibliógrafo, editor y escritor mexicano José Luis Martínez (1918-2007). Asimismo, el historiador atribuyó a Alva Ixtlilxóchitl la creación de los poemas «Liras de Nezahualcóyotl» y «Romances de Nezahualcóyotl» como una exaltación de su ancestro. «Son poemas —escribió José Luis Martínez—, por consiguiente, cabalmente de Alva Ixtlilxóchitl, escritos a fines del siglo XVI o principios del XVII, concebidos y realizados en bien ejercitadas formas españolas, e inspirados en temas y pasajes de Nezahualcóyotl, a cuya gloria y fama están dedicados».