RUEDA DE PRENSA. PAULS GALARDONADO,
NEUMAN FINALISTA: PREMIO ARGENTINO
1) Este año el Premio Herralde ha resultado ser el más latinoamericano de nuestra historia. Lo son los cuatro autores que pasaron a la deliberación final: un guatemalteco, Eduardo Halfon, un peruano, Santiago Roncagliolo, mientras que el ganador, Alan Pauls, y el primer finalista, Andrés Neuman, son argentinos. Aunque Neuman, nacido en Argentina, se autodenomina hispanoargentino, el título de su novela, Una vez Argentina, es inequívocamente territorio argentino. En suma, premio argentino.
2) Alan Pauls ha ganado por unanimidad, pero Neuman quedó también primer finalista por unanimidad, deslindándose así de los otros dos finalistas.
3) Alan Pauls es un autor desconocido para el lector español, aunque cuenta con un sólido prestigio en su país. Por una parte, como novelista un tanto oculto: ha publicado tres novelas cortas, esparcidas a lo largo de veinte años, mientras que como ensayista ha dedicado dos excelentes obras a Manuel Puig y Borges. Incluso antes de leer El pasado, su do de pecho indiscutible, ya lo admiraban lectores tan exigentes como Ricardo Piglia, que lo consideraba el mejor de su generación, Juan José Saer, Rodrigo Fresán, Juan Villoro o Roberto Bolaño, quien le dedicó el último texto de El gaucho insufrible. En cuanto a los españoles, baste mencionar a Enrique Vila-Matas y Masoliver Ródenas. Por cierto, en El mal de Montano, de Vila-Matas, Alan Pauls era uno de los autores más citados por su ensayo sobre Borges, y Masoliver en su muy elogiosa crítica del libro le reprochaba a Vila-Matas que no lo citara además como novelista.
Creo que, para el lector español, Alan Pauls será una sorpresa de un calibre similar a la que causaron Ricardo Piglia y Carlos Monsiváis, otras tardías revelaciones en nuestro país. Y para el premio será una corroboración de altísima calidad literaria, después de los recientes galardones otorgados a El mal de Montano de Vila-Matas y Los detectives salvajes de Bolaño, por citar los dos libros de mayor repercusión internacional. Los miembros del jurado –Salvador Clotas, Juan Cueto, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y yo mismo- estamos, pues, enormemente satisfechos con la incorporación de Alan Pauls al palmarés.
Abril de 2004
APROXIMACIÓN A ALAN PAULS
A finales de 1988, estuve una semana en Buenos Aires participando en un encuentro internacional de editores, una semana muy activa en la que también tuvo lugar, en los locales del ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana), la presentación de un libro de Alberto Laiseca, a cargo de otros dos jóvenes cachorros de la literatura argentina, Juan Forn y Alan Pauls. Éste acababa de debutar, aún veinteañero, con una muy prometedora primera novela, con un título magistralmente paradójico, El pudor del pornógrafo. El último día de viaje le sugerí a Juan Forn, novelista, periodista y agitador cultural, que hiciera una antología de narradores argentinos recientes para darlos a conocer a los lectores españoles. El trabajo, de lenta gestación, fue el volumen Buenos Aires, que publicamos en enero del 92 y se reeditó en nuestra colección de bolsillo en 1999. Una selección muy atinada de 15 autores en la que figuraban nombres que ahora sí son bien conocidos en nuestro país, como Ricardo Piglia, Fogwill, César Aira, Alan Pauls, el propio Juan Forn y, el más joven, Rodrigo Fresán. Del cuento de Alan Pauls llamado «El caso Berciani», Bolaño escribió en su artículo «Ese extraño señor Alan Pauls»: «Durante mucho tiempo fui un fervoroso lector de este escritor del que sólo conocía un cuento.»
Segundo episodio: el Congreso Internacional de Editores que se celebra cada cuatro años, en 2000 tuvo lugar en Buenos Aires. En aquel tiempo había convenido con Marisa Avigliano, excelente jefa de prensa de nuestra distribuidora argentina, Riverside, que también fue periodista y era buena conocedora del ambiente literario, que me hiciera de ojeadora de talentos para nuestro catálogo. Entre otros textos, me pasó los primeros cinco capítulos de El pasado, que aún no se llamaba así; me parecieron extraordinarios y así empezó la conexión Alan & Anagrama.
Tercero: en la Feria del año siguiente, en abril de 2001, en Buenos Aires, me cité con Alan Pauls en el bar del Hotel Alvear y seguimos hablando de su work in progress. Y a finales de noviembre de 2002 aterrizó en Anagrama la primera versión de la novela, que me pareció deslumbrante, aunque Alan no la dio por definitiva. Después de ciertos retoques menores y del título, que pasó de llamarse Ex a El pasado, recibimos la versión definitiva con la que concursó al premio, que ganó por unanimidad. Elaboración lenta, resultado final, un novelón de 560 páginas, al contrario que sus breves novelas anteriores.
Presencia de «El pasado»
La recepción crítica de El pasado en España fue excelente y hubo que reeditarlo rápidamente, al igual que sucedió con nuestra edición en Argentina. En ambos países fue valorado como una de las mejores novelas del año por numerosos suplementos culturales y tuvo críticas muy elogiosas. La extensión de la novela y los meandros de la elegantísima escritura podían propiciar reservas acerca de la excesiva demora, de su exigencia con el lector. Y, en efecto, alguna reseña fue reticente en este sentido, pero en otras se proclamó enardecidamente que todas y cada una de las muchas palabras del texto eran absolutamente imprescindibles, no cabían mutilaciones ni las tijeras de un editing inoportuno. Una novela que, pese a su tonelaje, resulta, a mi juicio, de una milagrosa fluidez.
Aunque Alan Pauls, el día de la concesión del premio, en Barcelona, estaba en Buenos Aires y lo recogió en su nombre su gran amigo Rodrigo Fresán, luego visitó España en diciembre para la promoción del libro, provocando un cierto efecto Teorema (Terence Stamp como seductor total en la película de Pasolini).
El pasado empezó también, enseguida, su carrera internacional: se han conseguido ya los tres primeros contratos. Pese a su extensión, a lo castigada que está en el circuito internacional la literary fiction exigente, y a la previsible (me temo) ausencia de ayudas argentinas a la traducción, en Francia la contrató Christian Bourgois, en pugna con Gallimard y una animosa editorial emergente, Passages du Nord/Ouest; en el Reino Unido fue Harvill, la editorial de Bolaño y Vila-Matas, entre otros, y en Holanda el editor de Meulenhoff se adelantó, durante la Feria de Londres, mientras festejábamos el triunfo de Zapatero, al decidido interés de otra editorial holandesa.
Ahora Alan me dice que, tras tanto festejo, ha regresado de nuevo a su cueva para proseguir una nueva novela, mientras que en Anagrama preparamos la publicación de dos títulos anteriores: Wasabi, su novela inmediatamente anterior, y su imprescindible ensayo El factor Borges.
Volviendo a la recepción de su novela, Tono Masoliver, en su entusiasta reseña de El pasado, comentaba que Alan Pauls, al igual que Ricardo Piglia, habían sido descubrimientos tardíos en España, pero en un momento muy oportuno, y en efecto su valoración y visibilidad han sido inmediatas en ambos casos. Un crítico de El Periódico, Ricardo Baixeras, se ha especializado en finales de reseña especialmente brillantes, lapidarios y resultones. Así, el siguiente: «Algún día sabremos qué leíamos antes, cuando no leíamos a Ricardo Piglia.» Y con respecto a El pasado, dictamina: «Empieza la fiebre Pauls.» Parece que el joven doctor Baixeras ha acertado con el diagnóstico. Ojalá sea así, en beneficio de todos y en especial de los buenos lectores.
En El observatorio editorial.
Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2004