Asomas la cabeza con prudencia entre los arbustos y las plantas, y abandonas con cautela tu refugio. Buscas un lugar desde el que contemplar la pelea sangrienta en la que se han enzarzado el Tyrannosaurus y el Tarbosaurus. Te horroriza el espectáculo: dientes afilados y poderosas extremidades desgarran la carne de uno y otro. Se oye un terrible aullido de dolor y un chasquido: el Tyrannosaurus le ha arrancado la cabeza a su enemigo.
Luego mira alrededor y te ve. Sediento de sangre, corre hacia ti.
Será mejor que salgas de aquí cuanto antes. Presionas frenéticamente algunos de los botones del dispositivo de control del tiempo que sujetas con tu garra.