Kelsey Butler y Joe Gabriel ganaron como rey y reina. Mientras los coronan, bajo del carro alegórico y me pierdo entre la multitud que comienza a dispersarse. El policía al final de la ruta no tiene mucha suerte en sus intentos por sacar a la gente de la calle.
Cruzo el estacionamiento de la farmacia hacia la banqueta. Sigo caminando hasta que los veo frente al foro. Ginny y mi hermano. Petey está hablando a toda velocidad y ella le sonríe, asintiendo ante lo que dice. Siempre tan buena para escuchar.
—¿Dónde está mi mamá? —le pregunto a Petey cuando los alcanzo.
—En casa, trabajando. Me trajo la mamá de TJ.
Ginny me mira a los ojos, sabe que estoy preocupada. Niego con la cabeza: «Aquí no».
Pongo una mano sobre el hombro de Petey.
—¿Puedes ir a buscar a TJ? Ginny y yo tenemos que irnos con el equipo de baile.
—Pero ella descargó Clan Wars. Le estaba contando sobre la actualización —se queja.
—Por favor, Petey.
Me mira con enojo y se va hacia la tienda de los Alden, donde TJ y la señora Blake están platicando con una mujer.
—¿Qué pasa? —pregunta Ginny muy cerca de mi oreja.
Señalo con la cabeza hacia el camino que está entre el foro y la biblioteca. Ginny yo nos vamos por ahí y salimos al estacionamiento trasero.
—Allie Lewandowski está aquí —digo—. Con Brandon, el entrenador de cross-country.
No sé si está sacando sus conclusiones después de haberme visto en la oficina de Brandon y por mi reacción al verlo aquí con Allie hoy. Y porque le digo Brandon y no señor Michaelson, como todos los demás.
Si Ginny sabe, no dice nada. Pero su expresión es lúgubre.
—Anoche... busqué un poco en internet. Intenté encontrar nombres de chicos en el área de Sunnybrook que se graduaron de Hamilton el año previo a los asesinatos.
Siento la boca seca.
—Solo tres chicos encajaban con la descripción. Uno de ellos es Brandon Michaelson. —Ginny me mira—. Busqué más sobre él y lo encontré en los registros de la página deportiva de la preparatoria de Newton. Allie también estaba ahí. Se graduó un año antes. Le dieron una beca de porrista en Oneonta.
Me siento en la banqueta y me acomodo con los codos sobre las rodillas. Si Brandon era novio de Allie cuando ocurrieron los asesinatos, no significa que esté involucrado. Carly dijo que el amigo del novio de Allie era quien vendía las pastillas. A él es a quien le tenía miedo Juliana.
Pero Brandon lo sabía. Si Carly dijo la verdad, Brandon estaba en el auto cuando el otro tipo se detuvo a hacer una venta. Brandon ayudó a su amigo a moler a golpes al chico que lo acusó.
«Fue hace cinco años. La gente cambia», me digo. Luego aparece otra voz y comienza un duelo de voces en mi cabeza: «De todas maneras era mayor que tú ahora. Sabía perfectamente qué era lo correcto».
—No importa —susurro, como si decirlo en voz alta lo hiciera real. No importa quién era Brandon en ese tiempo, porque ya no hay nada entre él y yo.
«Te besaste con él en su auto durante el homenaje».
Entierro la cara en mis manos. Respiro profundo por un minuto antes de mirar a Ginny.
—Brandon era el novio de Allie y su mejor amigo vendía drogas. Carly no dijo de cuál de los dos era la pickup.
—Y entonces ¿qué hacemos? —me pregunta Ginny.
—No sé. No tenemos pruebas de nada. Tenemos un rumor por parte de Carly sobre que Brandon era amigo de un traficante que quizás haya matado a Juliana y Susan. Tenemos la declaración de un muerto diciendo que vio una pickup esa noche. Y una historia de que alguien discutió con Juliana en la parte trasera de su casa, lo que la policía ya considera una mentira. —Me tallo los ojos—. ¿Quién nos va a creer?
Ginny aprieta los labios y en el callejón detrás de nosotras se escuchan gritos emocionados. La gente va hacia sus autos en el estacionamiento.
—¡Felicidades! —Un tipo con un trío de niños me hace un gesto con los pulgares levantados. Me toma un momento recordar la guirnalda alrededor de mi cuello. Cuando él y los niños ya están en su carro, me la arranco.
—No puedo hacerlo —le digo a Ginny—. No puedo ir al partido ni al baile y portarme como si no pasara nada.
—Tienes que. No hay nada que podamos hacer en este momento. Solo harás que tu mamá y tu padrastro se preocupen más por ti.
Tiene razón. Siento las lágrimas en los ojos.
—¿Puedes venir? Sé que no compraste boleto para el baile, pero puedes ir a la fiesta de Kelsey.
Por el rostro de Ginny atraviesa la más ligera sonrisa.
—Eso sería exactamente lo contrario a portarnos como si todo estuviera normal, Mónica.
Para sorpresa de todos, Sunnybrook le gana a Shrewsbury por cincuenta a cuarenta y cuatro. Es el primer juego de bienvenida que hemos ganado en cuatro años; como resultado, el ambiente en el baile está más estridente de lo normal. A unos de tercero los sacan por llegar borrachos y los maestros se la pasan toda la noche separando gente por violar la regla de no perrear.
Alexa está muy emocionada en el camino de regreso a su casa y no le importa que la señora Coughlin la haya regañado por bailar de forma inapropiada con Joe Gabriel; hasta la amenazó con decirle a la entrenadora.
—Me encanta —dice, bajando la ventana para sacar la cabeza hacia el frío aire de la noche—. Esta noche le voy a comer la cara.
—Estás loca. Es un cretino. —Rach no nos mira a ninguna de las dos, pues mantiene sus ojos puestos en el camino. Ha estado callada todo el día. Me preocupa; que esté de mal humor significa que es más probable que termine destruida en la fiesta de Kelsey.
Se pasan el resto del camino hasta la casa de Alexa discutiendo sobre si Joe Gabriel es o no un cretino. No les puedo seguir el ritmo; Brandon y la expresión en su cara cuando me vio en el desfile no dejan de invadir mis pensamientos..
¿Solo estaba nervioso por tenerme tan cerca de su novia? ¿O sabe que hablé con Allie la semana pasada y está en pánico porque le pregunté sobre Carly Amato?
Rach, Alexa y yo vamos directo a la planta alta al llegar a la casa de los Santiago. Me acomodo en la esquina de la cama de Alexa y me quito los zapatos cubiertos de diamantina que usé para el baile. Nos vamos a quedar a dormir aquí; la mamá de Alexa siempre dice que sabe que tomamos y que, si vamos a hacerlo de todos modos, prefiere que tengamos un aventón seguro a casa. Rachel y yo no tenemos mamás relajadas, creen que nos vamos a quedar en casa de los Santiago para trenzarnos el cabello unas a otras o algo así. Tom, por su parte, me miró con desconfianza y suspiró cuando les dije a él y a mi mamá que me iba a quedar aquí.
Mientras Rachel se quita la ropa del desfile para ponerse sus jeans ajustados, saco el celular de mi bolsa. Tengo un mensaje sin leer. Reconozco el número: es de Brandon.
BRANDON:
Necesito hablar contigo.
Intento controlar mi respiración mientras escribo la respuesta.
MÓNICA:
¿Sobre qué?
—No puedo ponerme esto. —Rachel se está mirando en el espejo de cuerpo completo de Alexa, pasando las manos sobre su brillante blusa negra—. Se me están cayendo los senos.
—Es por ese estúpido jugo desintoxicante. —Alexa está enredando un mechón de su cabello en la tenaza. Mi teléfono vibra.
BRANDON:
Creo que ya sabes sobre qué.
Guardo el teléfono. Tengo náuseas. Sabe que hablé con Allie. Si le contó todo, tal vez ya haya sacado sus conclusiones. Quizás ya sabe que he estado investigando los asesinatos.
—Toma. Ponte esto. Hará frío en el lago. —Alexa le lanza a Rach un suéter con los hombros descubiertos. Se lo pone sobre la blusa y se mira en el espejo—. Pero que a ese no le pase nada —advierte luego, volviendo a marcarse las ondas del cabello—. Me gusta.
El rostro de Rach se ensombrece, sin duda recuerda la sudadera del equipo de baile que Alexa le prestó y ella perdió.
Me quito el vestido, casi segura de que Rach y Alexa pueden escuchar los acelerados latidos de mi corazón. Quiero hablar con Ginny, pero tendría que decirle por qué Brandon Michaelson tiene mi número de teléfono.
Simplemente no voy a responderle. No puede presionarme, no puede acorralarme en la escuela el lunes. No sin tener que responder preguntas incómodas sobre nuestra relación. Pensar en eso me tranquiliza lo suficiente como para reírme mientras la señora Santiago y Rachel molestan burlonamente a Alexa con respecto a Joe de camino a la casa de los Gabriel.
Kelsey vive en una construcción alejada de todo, al norte del lago Osprey. Es una de esas casas que tienen una reja en el camino de entrada. Su porche trasero tiene vista al lago y un jacuzzi.
Casi todos están adentro, porque afuera está a cuatro grados; probablemente es la noche más fría de la temporada hasta ahora. Unos cuantos valientes, o más bien tontos, están en el jacuzzi.
La fiesta es un desastre. Rachel se emborracha a los quince minutos y Alexa está pegada como una lapa a la mesa de beer pong. La dejo ahí y me preparo un vodka con arándano en la cocina. Me lo tomo en dos tragos, con la esperanza de que me relaje un poco, y luego me atrapa un grupo de chicas del equipo de baile.
—Todas nos vamos a tomar un shot —grita una de ellas. No me opongo; cuando terminamos, recorro la casa buscando a Rachel. Como no la encuentro, me sirvo otro trago y voy al garage.
Alexa sigue en la mesa de beer pong. La veo jugar contra Joe Gabriel y otro tipo de tercero.
—Hola. —Jimmy Varney se aparece a mi lado con una lata de Coca-Cola de dieta en la mano.
—¿Eso al menos tiene ron? —Me sorprende el esfuerzo que requiero para hablar. Miro los restos de mi vodka con arándano. Siento la cabeza revuelta y no recuerdo si es mi segundo o tercer trago. No, definitivamente es el segundo. Siempre me detengo después de dos; pero el shot que me tomé, eso sí que fue un error.
Jimmy sonríe.
—Me toca manejar —explica—. Rachel Steiger te está buscando.
Qué decepción. ¿Solo por eso me habló? Inmediatamente siento asco de mí misma. Mi necesidad patológica de atención masculina es la razón por la que estoy metida en este lío con Brandon.
—Gracias —digo—. Supongo que iré a buscarla.
Jimmy señala con la cabeza hacia la mesa de beer pong.
—¿Quieres ser mi pareja en el próximo juego?
Antes de que pueda responderle, mi bolsillo trasero vibra. Dejo mi bebida y busco mi teléfono, con los dedos entumidos por el frío del garage.
Le doy la espalda a Jimmy para que no pueda ver el mensaje de Brandon.
BRANDON:
Estoy estacionado en la esquina. ¿Puedes salir? Tenemos que hablar. Ahora.
El corazón se me detiene por completo. El sonido en el garage desaparece; me recargo contra la pared para no caerme.
Jimmy me pone una mano en la espalda.
—¿Estás bien, Mon?
—Sí. Bien. Necesito algo de adentro.
Subo las escaleras para entrar a la casa en el mismo momento en que Rachel va saliendo hacia el garage, tambaleándose sobre sus tacones como una jirafa recién nacida. Sus ojos, con el rímel ya muy corrido, se posan en mí.
—¡Nena! ¿Qué andas haciendo?
—Tengo que ir rápido por algo —digo, pasando junto a ella—. Vuelvo pronto.
Rachel hace un gesto.
—Pero ¿a dónde vas?
—Afuera. Solo un minuto. Ya vuelvo.
—¿Puedo ir?
—No. —Suena más rudo de lo que quería—. Por Dios, Rach, vuelvo pronto.
Rach retrocede ante la fuerza de mi voz. Su vaso se mece con su movimiento y salpica jugo de arándano en el suéter de Alexa.
—Nooo. —Su rostro se distorsiona como el de un bebé que acaba de tirar su helado al suelo—. ¡No, no, no!
—No pasa nada —intento tranquilizarla—. Pregúntale a Kelsey si tiene agua mineral.
—¡Alexa me va a matar! Siempre me presta sus cosas y yo las pierdo o las arruino.
Y, de pronto, algo explota dentro de mí.
—Rachel, ya basta. Necesitas hacer un esfuerzo para controlarte.
Ella se echa a llorar. Alexa, que nos ha estado viendo desde la mesa de beer pong, me mira como si fuera un monstruo. Tendré que disculparme más tarde, pero en este momento necesito salir de aquí antes de que alguien vea el Jeep de Brandon.
¿Cómo diablos se le ocurrió venir aquí? ¿Se da cuenta de lo estúpido que es? Si lo encuentran cerca de una fiesta de la prepa...
El estómago se me retuerce cuando llego junto al Jeep de Brandon estacionado al final de la calle, con las luces apagadas. Doy unos golpecitos en la ventana y él la baja.
—La puerta está abierta.
—Prefiero quedarme aquí afuera. —Me cobijo el torso con los brazos.
Brandon suspira y apaga el motor.
—Bueno.
Doy un paso atrás cuando se baja del Jeep. Se quita el cabello de la frente y me mira.
—Hablaste con Allie. ¿Qué carajos te pasa, Mónica?
—No hablamos de ti. No sabía que era tu novia.
—Aun así, ¿sabes lo que pasaría si se enterara?
—No le voy a decir nada. ¿Era todo? Bien. Adiós. —De pronto me doy cuenta de que estoy borracha y necesito salir de esta situación. Cuando me doy la vuelta para irme, Brandon me agarra por la muñeca.
—Espera. ¿Por qué le preguntaste a Allie sobre Carly Amato?
Siento las rodillas temblorosas. Aprieto las piernas para calmarlas.
—Tú y Allie estaban juntos cuando ella era entrenadora de las porristas, ¿no?
Brandon está callado.
—No sé a dónde vas con esto.
—Solo responde la pregunta, Brandon.
—Obviamente estás borracha. ¿Por qué no me dejas llevarte a casa?
Me doy cuenta de que aún me tiene agarrada por la muñeca.
—Aléjate de mí. —Jalo el brazo para zafarme de él con tanta fuerza que me lastimo un músculo del hombro. Brandon da un paso atrás y levanta una mano.
—Por Dios, Mónica.
—No te me vuelvas a acercar jamás —ordeno.
Se sube a su coche y yo empiezo a llorar. Me desplomo en el jardín de la casa donde Brandon estaba estacionado. Y luego llamo a mi mamá.
Mi madre se ve profundamente disgustada cuando llega a la entrada de la casa de Kelsey. Abro la puerta del pasajero y entro con torpeza. Ella me olisquea.
—¿Cuánto bebiste?
—Dos vodkas con arándano y un shot.
Suspira y arranca el auto. Me recargo en el asiento con los ojos cerrados y las lágrimas llenándome los párpados.
Cuando llegamos a casa, apaga el motor, pero no se baja del carro. Al fin, habla.
—Solo dime qué hacer. Ya se me acabaron las ideas.
Siento la garganta seca y rasposa. Trago saliva, pero no encuentro palabras. Estallo en sollozos como si fueran arcadas.
—Me odio a mí misma.
No sé qué esperaba que dijera, pero no era eso. Hace un gesto de dolor como si le hubiera dicho una grosería. No puedo verla, así que me cubro la cara con las manos y lloro. Es un sonido feo y desagradable, y si fuera un poco más alto, Tom y Petey probablemente podrían escucharlo desde la casa.
—Escúchame, Mónica.
Suelto un hipido y tomo aire. Mi madre repite mi nombre y me sostiene para acomodar mi cabeza sobre su hombro. Me mece como si fuera una niña y me deja llorar.
—Odio lo que soy. Me odio muchísimo.
—Mónica —dice, sin dejar de mecerme—. Hasta en tus peores momentos, yo te amo más que a la vida.
Mi mamá me hace tomarme una botella entera de agua antes de acostarme. Le echo una mirada a mi baño, pero aún no estoy lista para vomitar. Camino a trompicones hasta mi cama y le envío un mensaje a Ginny.
MÓNICA:
fue con kelset se brandon
Mi teléfono comienza a vibrar poco después. Me está llamando. Contesto.
La voz de Ginny se escucha suave en mi oído.
—¿Mónica? No entendí tu mensaje. ¿Estás borracha?
—Sí —respondo—. Brandon fue a la fiesta de Kelsey. Discutimos y le dije que no se me acercara.
—Espera, Mónica. ¿Brandon Michaelson?
—Sí. El novio de Allie.
—¿Cómo...? ¿Por qué fue a la fiesta de Kelsey para hablar contigo?
—Él... Nosotros... La cagué muchísimo —lloriqueo y sollozo hasta que Ginny me detiene diciendo mi nombre.
—Mónica, oye, no es tu culpa. Él es mucho mayor... Mónica, entiendes lo que te pasó, ¿verdad?
—Lo sé. Creo que tengo que contarle todo a Tom.
—¿Está despierto?
—No. Creo que debería esperar hasta mañana. Él... no me va a creer si estoy así. Ginny, no merezco a una amiga como tú.
No sé qué me responde, porque mi cuarto comienza a girar hasta que todo se pone negro.
Despierto lista para vomitar y voy al baño. No sale mucho. Tiro de la cadena y me recargo en el mueble del baño, pues aún no tengo el valor necesario para levantarme.
Al fin estoy lista para arrastrarme hasta la cama. Antes de acomodarme, reviso mi teléfono. Son apenas las dos de la mañana; debí haberme quedado dormida en cuanto terminé la llamada con Ginny.
Tengo un mensaje de Rachel de hace una hora.
RACHEL:
Nena, ¿¿¿estás bien??? Alguien dijo que tu mamá vino por ti. Perdón por ser tan idiota. Le quité la mancha de jugo a la blusa de Alexa con agua mineral.
Le respondo con los ojos adoloridos y las mejillas llenas de lágrimas:
MÓNICA:
Yo soy la idiota. Te quiero.
Quisiera estar en la cama de Alexa con mis amigas. En una noche normal, nos estaríamos riendo de la incapacidad de Rach para devolvernos lo que le prestamos: aretes, ropa, libros, no sabemos adónde se va todo, pero igual seguimos prestándole cosas porque eso hacen las amigas.
Me incorporo de golpe y me estrello contra la cabecera. Una idea se cristaliza. Algo está mal. ¿Por qué no logro definir qué es?
Brandon y Carly. Brandon no engañó a Allie con Carly. Allie dijo que ellos no debían juntarse con una chica de prepa. Dijo chica, no chicas.
Allie no sabía nada sobre Juliana. Brandon no quería que supiera sobre Juliana.
Me cubro la boca. Lloriqueo, sintiendo cómo la bilis me sube por la garganta.
Hace unas semanas me obligué a borrar la fotografía que tomé en el trabajo durante el verano; era de Brandon en la caseta de salvavidas, sacándome la lengua en broma. Busco mi teléfono. La papelera guarda las fotos borradas durante treinta días. Hago un acercamiento a las piernas bronceadas y musculosas de Brandon. Siento como si mi cama se estuviera hundiendo.
Justo encima de su tobillo derecho, en la pantorrilla, hay una cicatriz blanca que se extiende hacia arriba y su forma es la de una mordida de perro grande.