—Ya podemos irnos a casa.

La voz de Tom me saca de mi trance. Deja el teléfono sobre su escritorio y se talla los ojos. Mi madre tiene su silla tan cerca de la mía que prácticamente está encima de mí.

Cuando Tom habla, ella aprieta mi hombro con más fuerza.

—¿Y él?

—Lo están tratando. Probablemente no podré hablar con él hasta mañana.

—¿Por qué le están dando atención médica? —pregunta mamá, furiosa—. Debería estar en la cárcel.

Tom cierra los ojos y levanta una mano.

—Por favor, Phoebe.

Toco la piel adolorida de mi cuello, en donde Brandon intentó asfixiarme. Los primeros en revisarme dijeron que se me harían unos moretones muy feos. En la casa vieron que no tuviera heridas serias y determinaron que estaba bien, y solo por eso mi madre dejó que yo no fuera al hospital.

Los vi llevándose a Brandon en camilla. No puedo estar en el mismo edificio que él. Ni siquiera quiero respirar el mismo aire que Brandon Michaelson.

De pronto, siento pánico.

—No pueden dejarlo libre, ¿verdad?

—Tienen suficiente para detenerlo por agresión. —Tom no me mira al decirlo, pero mi madre me toma de la mano—. Van a acusarlo de eso y de estupro en cuanto sea posible.

Mi madre hace un gesto de dolor al escuchar esto último.

—¿Y los asesinatos? —pregunto—. Lo grabé prácticamente confesando.

—Cuando terminen de entrevistar a Ginny sobre lo que pasó hoy, alguien va a volver a hablar contigo. Después de eso, el fiscal querrá verte. —Tom se acaricia la barba—. Me pidieron que me haga a un lado mientras investigan.

Siento cómo los ojos se me llenan de lágrimas. Si a Brandon lo acusan por los asesinatos de Juliana y Susan, el ministerio reabrirá las investigaciones sobre la muerte de Jack Canning. Tom podría perder su trabajo.

—Lo siento —digo—. Todo esto es mi culpa.

Mi madre baja la mano hasta mi rodilla y le da un apretón.

—Basta.

Está llorando y yo también, y pronto Tom también se echa a llorar y nos abraza. Todos estamos llorando.

—¿Y si Jen sabía que fue él? —logro decir—. ¿Y si sabía y él se enteró e hizo que pareciera un suicidio...?

—Mónica. —Mi mamá me abraza con más fuerza—. Ella dejó una nota. Jen dejó una nota. Te mencionó. Quería que fueras a California en su nombre...

—Basta —suplico—. Por favor, basta.

—No, mi amor. Tienes que entender.

Estoy llorando demasiado como para poder expresar lo que quiero decir: nunca lo voy a entender.

Despierto en mi cama con la mano de mi madre en la frente y la luz del sol me da directo en los ojos.

—Vino Ginny, por si quieres verla.

Me incorporo.

—¿Qué hora es?

—Casi las diez. Quise dejarte dormir. ¿Quieres que le diga que suba?

Siento que la cabeza me va a estallar.

—No, yo bajo.

Ginny está en el sillón de la sala. Estira el cuello y se levanta cuando me ve.

Le hago una señal con la mano.

—Siéntate, siéntate.

Ginny se reacomoda en el sofá y yo me siento junto a ella.

—Esto duele muchísimo.

—¿Tu cuello?

Eso y todo lo demás.

—Sí.

—Solo quería que supieras que no le dije nada a la policía. Bueno, obviamente sí les dije cosas. Pero no lo último de ayer.

—Gracias. Pero ya no tienes que mentir por mí. —Me aprieto el puente de la nariz hasta que veo blanco—. Todos se van a enterar de lo que pasó entre Brandon y yo. Como sea, mi vida está básicamente arruinada.

—Tú no hiciste nada malo. —La voz de Ginny es suave—. Él te usó, igual que a Juliana.

—Yo también lo usé. Estaba harta de estar como adormecida y quería demostrarme que era capaz de sentir algo.

Ginny no dice nada por un momento.

—¿Y sentiste? —pregunta al fin.

—Ahora siento.

No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que Ginny me envuelve en sus brazos.

Tom dijo que era muy probable que el caso de los asesinatos avanzara lentamente. Cuando sale la noticia de que Brandon está acusado de estupro y agresión, los asesinatos de Juliana y Susan no se mencionan. Tampoco se dice el nombre de la víctima de Brandon Michaelson, pero en la escuela todos saben que soy yo.

No estoy segura de quién lo descubrió, pero no se necesitaba un detective para llegar a esa conclusión. Mis dos días de ausencia comenzaron la mañana en que Brandon fue despedido de la preparatoria de Sunnybrook y ya había rumores de que estaba detenido.

Rachel y Alexa son las únicas personas a las que se los he dicho, además de Ginny y mi familia. Ellas me escoltan hasta la escuela; cuando salió la noticia anoche, mi madre dijo que podía quedarme en casa, pero hay algo que quiero hacer.

En vez de encontrarme con miradas de desprecio y una letra escarlata en mi casillero, me reciben sonrisas compasivas. Sospecho que Rach y Alexa hicieron control de daños.

Soy una víctima, aunque no me sienta así. Quizás un día despertaré aplastada por el peso de lo que Brandon me hizo. Por ahora solo siento el recuerdo del bat de beisbol contra su cuerpo y mi pie en sus costillas.

Al final del día, antes de que comience la práctica de baile, voy a ver a la entrenadora en la oficina de deportes, quien está llenando registros para las próximas competencias. Me mira; no parece sorprenderle que no traiga mi ropa de baile.

—Renuncio —le digo—. Sé que debí hacerlo antes, pero todavía tiene una semana antes de las regionales para reacomodar las posiciones.

La entrenadora lleva un dedo hasta la base de su pluma y la presiona, haciendo clic.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres?

El primer año no pude comer a la mañana siguiente de las pruebas para el equipo de baile. Intenté hacer un trato con Dios: «Si entro al equipo, te prometo que seré buena con mamá y Petey y donaré todo el dinero que me den en Navidad al refugio de animales». Nunca había deseado tanto algo.

La Mónica de primero ahora querría golpearme en la cara.

—Sí —afirmo.

Ella me mira, con la más ligera sonrisa en sus labios, antes de volver a su papeleo.

—Estás bien, Rayburn.

No sé en qué sentido lo dice. Pero, cuando salgo de su oficina, me siento más ligera que cuando entré.

Tomo el camión de las tres treinta para volver a casa. Los días se están volviendo más cortos. Es raro regresar a casa antes de que oscurezca. Mientras me acerco a la puerta, veo la silueta de mi madre en la ventana, colgando una serie de luces anaranjadas. El exterior de la casa también se ve distinto: mi mamá puso telarañas de algodón en los arbustos y un esqueleto con bombín cuelga de un gancho sobre la puerta principal.

Cuando la puerta se cierra detrás de mí, Mango comienza a ladrar. Mi mamá se asoma al vestíbulo con la serie de luces de Halloween enredada en las manos.

—Ya llegaste.

—Renuncié al equipo de baile.

Se me acerca y me toma por los hombros para envolverme en un abrazo. Ya soy casi tan alta como ella. Dejo que me estruje durante un largo minuto antes de poner mis manos en sus hombros y alejarla con cuidado.

—¿Quieres que te ayude con las luces?

Cuando la serie está acomodada, subo a mi cuarto, me quito los jeans y los reemplazo por los pantalones de mi pijama. Me siento en la silla de mi escritorio y abro mi correo electrónico preparada para leer mensajes anónimos de odio sobre cómo soy una zorra arruinavidas.

Solo tengo un mensaje y es de Daphne Furman. Mi corazón se detiene por un segundo; no hay forma de que sepa que yo soy la víctima de la prepa de Sunnybrook. En las noticias no se mencionó la conexión de Brandon con los asesinatos de las porristas...

Los engranes de mi cabeza se detienen de golpe cuando veo el asunto del correo.

Phil Cordero.

Subo las piernas a la silla y las cruzo bajo mi cuerpo.

Hola, Mónica:

A mi contacto le costó trabajo esto. No pudo encontrar registros de empleo, impuestos o estancias en la cárcel para Phil Cordero en los últimos cinco años.

Hace cuatro años, su esposa solicitó que lo declararan muerto, pero parece que el juez se negó a hacerlo. Los registros muestran que la esposa de Phil solicitó la devolución de una fianza de cinco mil dólares debido a un cargo por conducir alcoholizado por el que debía responder antes de que desapareciera (no relacionado con el cargo por violencia doméstica; el tipo sí que era un campeón). Si el acusado muere antes de que se haga el juicio y la fianza se pagó en efectivo, quien la haya pagado puede recuperar su dinero. Es muy difícil dar pruebas de una muerte cuando no hay cuerpo o evidencia de que la persona fue asesinada.

Como sea, la petición de que se declarara muerto a Phil dice que la última vez que su esposa lo vio fue en la mañana del veintisiete de octubre. Otras personas lo vieron en el bar esa misma tarde. Estoy segura de que ya notaste que Phil Cordero fue visto por última vez durante la semana previa a los asesinatos.

Lo siento. Sé que esperabas que esto te diera una pista viable. Reconozco que yo también lo esperaba. ¿Quieres saber lo que creo? Phil Cordero podría enfrentar hasta quince años de cárcel por los cargos de violencia doméstica y por conducir alcoholizado, así que se dio a la fuga. Donde sea que esté escondido, lo está haciendo muy bien. Probablemente se juntó con una pobre mujer que no tiene idea de lo que hizo.

Avísame si hay algo más en lo que te pueda ayudar.

Con mis mejores deseos,

Daphne

Lo vuelvo a leer para asegurarme de haber entendido bien. Ginny dijo que su padre se fue el dieciocho de octubre, tres días antes de la semana que fue visto por última vez según este reporte.

O Ginny se confundió con la fecha o me mintió.

El padre de Ginny fue visto por última vez la noche del accidente de Bethany y Colleen.

La mañana del aniversario luctuoso de Jen despierto y me siento diferente que el año pasado. Aún estoy entumida, pero también puedo sentir.

Puedo llorar y lo hago en la regadera. Rachel me manda un mensaje para avisarme que está afuera cuando todavía no termino de colocarme el corrector sobre las ojeras. Meto la varita en el tubo y me miro en el espejo, observo cómo mi pecho sube y baja con mi respiración.

Aparte de Rach y Alexa, nadie en la escuela me trata con delicadeza. No saben qué día es y eso está bien para mí. No quiero que me traten como si me fuera a romper.

Cuando me detengo junto a mi casillero al final del día y encuentro a Jimmy Varney esperándome, se me corta la respiración. Su hermano mayor estaba en la misma generación de Jen; seguro él se acuerda. Debe haber venido a decirme cuánto lo siente, que ha estado pensando en mí y en mi familia todo el día.

—¿Quieres ir por un sándwich? —me pregunta, y es lo último que esperaba que me dijera.

—¿Ahora?

—Pues dicen que renunciaste al equipo de baile y como ya no tengo entrenador de cross-country, creo que ambos estamos libres esta tarde.

Debe notar cómo me tenso al escuchar sobre Brandon.

—Mónica —dice suavemente—, eso no me importa.

Lo miro a los ojos.

—¿Solo será un sándwich entre amigos?

—Un sándwich entre amigos. Nada más. Pero que sea el sándwich especial.

—Obviamente —digo, con una sonrisa.

Jimmy no me presiona para que le cuente los detalles de las últimas semanas. De hecho, parece esforzarse por demostrar que no le importa nada de lo que haya pasado entre Brandon y yo.

Cuando nuestro sándwich está listo, parece darse cuenta de que no quiero comer en el restaurante lleno de gente, porque me pregunta si quiero ir a un lugar más tranquilo.

—¿Y si vamos al acantilado de Osprey? —pregunto.

Él acepta y nos pasamos todo el camino hablando sobre sus opciones para la universidad. Lo están llamando de SUNY Binghamton, la escuela de Matt, pero Jimmy no quiere ir ahí porque Matt dice que huele a vaca.

Jimmy dobla en la avenida Osprey; al otro lado de la calle veo un montón de ramos de flores secas, incluyendo unos lirios rosa encendido. Las favoritas de Bethany.

—¿Podrías pararte aquí?

Jimmy se detiene en la cuneta, a una distancia segura del camino y del letrero que dice: EN MEMORIA DE BETHANY STEIGER Y COLLEEN COUGHLIN. Sale del auto y se recarga en él, con los brazos cruzados. No me pregunta qué hago mientras cruzo la calle hacia la parte que da al lago.

La valla de contención está maltratada, pero aún tiene rastros de pintura roja. El terraplén empinado baja hasta la orilla del lago Osprey. Sería fácil que un auto a alta velocidad se llevara la valla y esta terminara en el lago.

Pienso en la reacción visceral de Ginny ante la señora Coughlin ese día en la oficina del anuario. En la manera en la que Ginny hizo hasta lo imposible para evitar a Rachel ese otoño. Trago saliva y le lanzo una última mirada al lago antes de volver al auto con Jimmy.

—¿Qué pasa? —me pregunta Jimmy al ver mi expresión.

—Absolutamente nada.

Cuando vuelvo a casa y reviso el correo, no hay carta de Ethan McCready. Ya no hay razón para que le escriba a Tom preguntándole si le interesa la verdad, porque la verdad ya está ahí afuera.

Pero, de cualquier modo, le envío un mensaje.

MÓNICA:

Hoy no hubo carta.

Me responde inmediatamente, como si hubiera estado esperando que le escribiera.

ETHAN:

Pareces sorprendida.

MÓNICA:

No. Agradecida, quizás.

Cuando pasa un minuto sin respuesta, le escribo de nuevo.

MÓNICA:

¿Por qué te llamó esa mañana?

ETHAN:

Escuchamos parte de un libro juntos. Quería saber cómo terminaba.

MÓNICA:

¿Le dijiste?

ETHAN:

Le dije que se lo contaría la próxima
vez que la viera.

Me cubro la boca. Contengo un sollozo mientras una lágrima me recorre el rostro, pasando por encima de mi mano. Jen sabía que iba a morir ese día. Y saber eso no lo hace menos doloroso. Controlo las lágrimas y leo el mensaje de Ethan que me acaba de llegar.

ETHAN:

Gracias.

MÓNICA:

¿Por qué?

Pasan varios minutos sin respuesta.

ETHAN:

Porque quizás ahora podré dejarla ir.

Eso me llena de esperanzas. Quizás Ethan tiene razón y ahora todos podremos seguir adelante. Podremos olvidar ese acto horrible y lo que provocó en nosotros y, en el proceso, el peso de las chicas que ya no están podría aligerarse un poco.

Me prometo intentar superarlo. Pensar en ellas un poco menos cada día. Nunca olvidaré a Bethany y Colleen ni a Juliana, Susan y Jen.

No puedo, porque mi historia está atada a las suyas para siempre.