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Cuando la amenaza es global

La amenaza global

Hemos visto que nuestro organismo está expuesto a situaciones que amenazan algún aspecto particular de la composición de su medio interno (cambios de temperatura, exceso o deficiencia de glucosa, acidosis, exceso de sal, etc.) y que desencadenan el estrés homeostático, es decir, respuestas inmediatas y automáticas. El objetivo de estas respuestas es que los parámetros alterados se pongan al nivel de aquellos valores definidos por la evolución, que son los que garantizan el correcto funcionamiento del organismo y le proporcionan salud.

Además, nuestro organismo se suele ver obligado a tener que superar numerosos cambios en las condiciones de vida (vivir en altitud, soportar una larga hambruna, emprender una carrera). Para ello, pone en marcha ciertos mecanismos que, a largo plazo, le permiten adaptarse a esas nuevas circunstancias ambientales (alostasis). La compleja reacción que se pone en marcha para resolver estas situaciones es lo que denominamos el estrés alostático.

En el estrés homeostático y en el alostático, la amenaza se cierne sobre algún parámetro o función específica de nuestro organismo (temperatura, concentración de glucemia, presión arterial, adaptación al ayuno, adaptación a vivir en altitud elevada) que, si no se solventa correctamente, puede ocasionar enfermedad y hasta la muerte. Los mecanismos que se ponen en marcha en estas situaciones son parciales, específicos para solventar ese problema en particular. La respuesta es automática, y en la mayor parte de los casos no requiere que intervenga la voluntad del ser humano, aunque esta siempre ayuda.

Pero todos los seres vivos estamos expuestos a ciertos acontecimientos que atentan no solo contra algún parámetro o función particular del organismo, sino también contra todo nuestro organismo al completo y ponen en grave riesgo las dos funciones principales de cualquier ser vivo: la complejidad de su organización global (la vida, la supervivencia del individuo) y la capacidad de transmitir información (la reproducción, la supervivencia de la especie). Cualquier animal puede sufrir un accidente, ser atacado por un predador, padecer una infección grave, perderse del rebaño o bandada y quedar aislado, en soledad, etc. Estas agresiones pueden alterarle la concentración de algún parámetro de su medio interno, pero también pueden producirle desgarros de su carne, fracturas de sus huesos, lesiones de algún órgano vital, infecciones graves o hemorragias, vulnerabilidad ante los predadores, etc. Para sobrevivir a todas estas amenazas, al organismo del animal no le basta con arreglos homeostáticos o con adaptaciones alostáticas. Precisa una respuesta más contundente y global, a la que denominamos pantostasis (del griego pantos, que significa «todo» y estasis, que significa «estabilidad»).

También los seres humanos estamos expuestos a esas vicisitudes, y a lo largo de nuestra evolución hemos adquirido las facultades necesarias para sobrevivir ante las amenazas globales. Los miembros del clan protagonista de nuestra historia podrían verse sorprendidos por una repentina erupción volcánica, o ver cómo las tierras son anegadas por inundaciones, o ser asediados durante días por una jauría de fieras hambrientas. Alguno de nuestros ancestros podía quedar atrapado en una ciénaga de la que le costaría un gran esfuerzo salir, resultar herido tras el ataque de una fiera, sufrir los abusos jerárquicos del jefe del clan o padecer la muerte de su pareja.

En estos casos de respuesta global, no hay órgano que no intervenga activamente o esté involucrado de forma pasiva en defenderse contra la amenaza. A este tipo de estrés global podríamos denominarlo estrés pantostático. Asumo la completa responsabilidad de las bondades o las inconveniencias de este término, que no existía antes de ser mencionado en estas páginas.

Estrés pantostático en la evolución biológica

El estrés pantostático es tan antiguo como la vida misma. En los albores de la vida, a lo largo de cientos de millones de años proliferaron diversos tipos de células primitivas que intentaban mejorar los sistemas de captación de energía para crear orden e información con más eficacia. Estas primeras protocélulas tuvieron que desarrollar mecanismos de defensa para sobrevivir a las condiciones ambientales adversas. En una primera etapa, que duró millones de años, sus enemigos fueron solo inanimados: cambios físicos (temperatura, radiaciones) o químicos (acidez, concentración de sales) en el entorno.

Con el tiempo, algunas células aprendieron que la mejor manera de obtener energía era «comerse» a otras células más pequeñas. De esta forma surgió una de las principales causas de estrés pantostático: la predación. Mediante esta forma primitiva de predación (la fagocitosis), unas células se nutrían de la energía que otras habían acumulado. Esta novedad obligó a que los seres vivos primitivos ampliaran su catálogo de sistemas de defensa para abarcar todos los peligros, tanto los vivos como los no vivos. Se trataba de nuevas amenazas frente a las que era imposible una adaptación homeostática o alostática y, por lo tanto, se precisaban otros mecanismos de defensa para poder sobrevivir. La selección natural favoreció el desarrollo de muchas soluciones eficaces.

No hay que olvidar que nosotros somos los descendientes de aquellas primeras células que lograron sobrevivir y prosperar, para lo cual, como hemos dicho, desarrollaron los sofisticados sistemas de defensa (estrés) contra las más variadas situaciones de peligro. Nuestras células y nosotros (que somos más que la suma de nuestras células) hemos heredado gran parte de ese extenso catálogo de mecanismos de defensa de los organismos más primitivos.

El movimiento celular

La forma más eficaz de defensa es el movimiento. Todas las partículas (incluidas las células), cuando se encuentran suspendidas en agua, se mueven gracias a una forma de movimiento automático que se denomina movimiento browniano, en homenaje al botánico que lo descubrió al observar al microscopio cómo se movían las partículas de polen en el agua. La descripción de las leyes que regulan este movimiento fue el primer trabajo científico que publicó Einstein.

Todos los seres unicelulares primitivos que flotaban en los océanos primordiales calientes se movían de forma espontánea, lo que les confería una cierta ventaja automática y azarosa de supervivencia. Así, los primeros esbozos de seres vivos se movían al azar de las sacudidas brownianas, que unas veces les llevaban inexorablemente hacia la muerte (aproximación a una fuente tóxica) y otras hacia la vida (desplazamiento hacia zonas más nutritivas). Esta lotería dinámica determinaba su supervivencia o su destrucción.

Pero esto no era suficiente y las células desarrollaron desde el principio diferentes formas de desplazamiento dependiendo del medio en el que se desarrollaba su existencia. Fuera cual fuera el sistema que utilizaban las células primitivas para moverse (flagelos, pestañas vibrátiles o deformaciones corporales), ya disponían de la estructura básica y universal que permite el movimiento: unas proteínas muy especializadas capaces de contraerse y alargarse (proteínas contráctiles). Con este sencillo mecanismo generan el movimiento. Nosotros hemos heredado estos dispositivos en numerosas células de nuestro organismo (movimiento ameboide de algunas células inmunológicas o los filamentos vibrátiles de las células bronquiales y el flagelo de los espermatozoides, por ejemplo) y sobre todo en las células musculares que, como veremos, tienen tanta importancia en la defensa contra las situaciones de riesgo global (estrés pantostático).

El movimiento en los seres pluricelulares

Los sistemas desarrollados por los organismos unicelulares no resultaban eficaces para los organismos pluricelulares voluminosos. La evolución resolvió esta deficiencia creando el tejido muscular, un ingenioso artificio dotado de unas proteínas contráctiles capaces de estirarse o encogerse para así aumentar o disminuir la tensión y generar fuerza. Estas células musculares se agruparon en estructuras complejas que denominamos músculos. Los mecanismos mediante los cuales los músculos generan tensión y movimiento en los animales son muy variados, y pueden ir desde las contracciones del cuerpo de una lombriz de tierra hasta la invención de las aletas, las patas o las alas.

La contracción muscular es, por lo tanto, el principal mecanismo de defensa frente a una agresión global. Esta defensa se ejecuta mediante tres modalidades: huir, luchar o hacerse el muerto. En los dos primeros, la contracción muscular determina el movimiento; en la tercera opción favorece la inmovilidad salvadora mediante una contractura muscular que le permite al animal encogerse para pasar desapercibido y sobrevivir. Sobre estas bases, las modernas teorías cognitivas establecen que existen cuatro modalidades principales (las cuatro efes) de respuestas de estrés pantostático: la lucha (fight), la huida (flight), el desmayo (faint) y la parálisis (freeze).

Causas del estrés pantostático

Ya hemos señalado que nuestros ancestros paleolíticos estaban expuestos a numerosas vicisitudes que podían desencadenar en ellos un estrés pantostático. Entre otras, ser atacados por un animal que les causaba heridas y fracturas graves; padecer a diario el terror de ir a buscar agua a una charca donde sabían que con frecuencia abrevaban fieras peligrosas; estar sometidos a la tiranía caprichosa de un jefecillo del clan que continuamente les obligaba mediante golpes a que le mostrasen acatamiento social; el sufrimiento de un macho cuando otro macho de superior jerarquía copulaba con su hembra, o el miedo de la hembra, preñada y con dos crías de edades diferentes, cuando perdía a su macho y tenía que sufrir el miedo diario de salir a la peligrosa aventura de buscar alimento fuera del refugio confortable de la cueva.

Es decir, la vida de nuestros antepasados estaba llena de sucesos reales o imaginarios que podían desencadenar un estrés pantostático. En general, son tantos como circunstancias pueden ocasionar riesgo vital y reproductor en cualquier ser vivo. Los principales son: predadores, accidentes, heridas, territorialismo, jerarquías, infecciones, hambrunas, quemaduras, aislamiento, aglomeraciones, intoxicaciones y catástrofes naturales.

El suceso estresante puede sobrevenir de forma aguda (el ataque de un tigre dientes de sable, un camión que se nos echa encima) o puede persistir a lo largo del tiempo y cronificarse (los continuos temblores de tierra y las explosiones provocadas por un volcán cercano que aterrorizaban a los componentes del clan, o el miedo cada vez que salimos de casa si habitamos en un barrio con mucha delincuencia). Los seres humanos, como el resto de primates, salvo excepciones, somos animales que vivimos dentro de sociedades jerarquizadas. Por esta razón, uno de los principales desencadenantes de estrés global son las alteraciones sociales y jerárquicas.

Algunos autores diferencian entre estrés físico y estrés psíquico en los seres humanos. Pero esta diferencia es engañosa. Nuestra mente y nuestro cuerpo forman un todo inseparable y por eso cualquier suceso capaz de desencadenar un estrés pantostático tiene ambos componentes. Unas veces predomina el componente físico: un peatón que es atropellado por un coche que le fractura la cadera y le provoca lesiones internas. En otros predomina el componente psíquico: la esposa de ese peatón a la que comunican por teléfono el atropello de su marido. Pero cuando se llevan al hombre al hospital, le curan sus lesiones y le quitan los dolores con calmantes, es posible que lo que más estrés le cause sea la preocupación (estrés psicológico) de que tendrá que cerrar el taller hasta que se recupere y no sabe cómo podrá pagar el próximo plazo de la hipoteca. Es decir, estrés físico y estrés psíquico siempre van juntos, solo cambia el predominio de uno u otro según el tipo de amenaza y las circunstancias.

Si nuestros antecesores sobrevivieron a todas las amenazas a las que estaban continuamente expuestos a lo largo de los cientos de miles de años de evolución, fue porque estaban ya equipados con los mecanismos que les permitían una ventaja de supervivencia para superar estas situaciones estresantes. Esos mismos mecanismos son los que hemos heredado nosotros y son los que se ponen en marcha frente a las versiones modernas de los agentes estresantes. Las mismas hormonas y los mismos centros cerebrales que se activaban en un antecesor cuando, muerto de miedo, acechaba con su frágil lanza a un peligroso mamut, se ponen hoy en marcha en un individuo que camina por el largo pasillo hacia el despacho donde va a realizar la entrevista que le puede proporcionar el trabajo que ansía.

En doscientos mil años de existencia de nuestra especie, estos mecanismos apenas han cambiado; tenemos prácticamente los mismos que nuestros antecesores paleolíticos y, en cierto modo, que la mayoría de los animales, incluida la capacidad de anticipar situaciones estresantes. Algunos autores señalan que, por ejemplo, la anticipación de que algo va a ocurrir es una característica exclusivamente humana y que hace que desencadenemos una respuesta de estrés sobre meras conjeturas: nos estresamos imaginando las discusiones que, como todos los años, vamos a tener con la familia durante la cena de Navidad. Pero la anticipación no solo es intelectual, también es instintiva. Todos hemos observado en algún documental televisivo las vacilaciones y el nerviosismo que muestran miles de ñus cuando en su emigración anual llegan a las orillas del río Mara, que tienen obligatoriamente que cruzar y (aunque no los vean) saben que está infestado de cocodrilos a la espera de hincarles el diente.

El estrés pantostático hoy

En el siglo XXI, sobre todo en los países más desarrollados, los agentes estresantes han cambiado su aspecto, aunque, como ya hemos dicho, los mecanismos que desencadenan son los mismos. Comentaremos las principales causas de estrés pantostático en las sociedades desarrolladas, según el entorno en el que se originan.

1. Causas ambientales

Nuestros ancestros estaban capacitados para responder a la amenaza que suponía vivir en un entorno plagado de fieras peligrosas. Nosotros ponemos en marcha los mismos mecanismos para, por ejemplo, cohabitar con un vecindario poco seguro, soportar la contaminación química, los ruidos constantes (sirenas de ambulancias del hospital cercano, ladridos del perro del vecino), los botellones juveniles y las viviendas poco confortables.

2. Causas familiares

Nuestros ancestros tenían que superar todo tipo de problemas en sus relaciones con el resto de miembros del clan. Nosotros hoy estamos expuestos a una amplia gama de problemas con la pareja (matrimonio, enfermedad, muerte, divorcio) o con la familia (muerte de un pariente cercano, tener un nuevo hijo), la rebelión adolescente, cuidar de familiares enfermos crónicos o discapacitados (en especial si son hijos con cáncer), problemas con los amigos íntimos (enfermedad, muerte, discusión).

3. Causas laborales

En el Paleolítico también aprendieron a superar problemas relacionados con la jerarquía dentro del grupo y a realizar las tareas que se le encomendaban a cada cual. Hoy nos resentimos de un trabajo que consideramos excesivamente duro y de jornadas demasiado largas, de la insatisfacción laboral, el cambio de horarios del trabajo, el cambio de responsabilidad, el salario insuficiente, los problemas con el jefe o con los compañeros, la jubilación forzosa.

4. Causas sociales

En el Paleolítico, el aislamiento y la separación del grupo era la muerte. Y como consecuencia de ello, en la actualidad algunas situaciones sociales son desencadenantes poderosos de estrés pantostático. Entre ellas, la pobreza, las presiones financieras (hipotecas, préstamos), la discriminación sexual o racial, el paro, el aislamiento, la soledad, los cambios en la actividad religiosa o social, la falta de apoyo social y familiar, los problemas sexuales o el encarcelamiento.

5. Causas internas

La evolución de nuestro cerebro consiguió que nuestros ancestros sobrevivieran al permitirles prevenir, imaginar y recordar las situaciones que entrañaban un peligro para su vida. La versión moderna de esta adaptación evolutiva es la capacidad que tenemos para crear en nuestro cerebro situaciones de riesgo, que pueden responder a desencadenantes reales o ser imaginadas. Hay varios ejemplos al respecto: el diagnóstico de una enfermedad grave como el cáncer, la preocupación constante por todo, la actitud pesimista, el perfeccionismo, la baja autoestima, la autocrítica exagerada, las expectativas vitales y laborales poco realistas, la ira excesiva o no expresada, la pérdida de confianza en uno mismo.

La cuantificación del estrés pantostático

¿Cuál es la situación que más estrés desencadena? ¿Cuál puede provocar más daño a nuestra salud? Este es un tema complicado, pero vamos a adelantar un razonamiento simple. En medicina hay un aforismo que dice «no hay enfermedades sino enfermos». De la misma forma podríamos enunciar que «no hay situaciones de estrés sino personas que las sufren». Viajar en avión es para algunas personas una situación muy estresante, mientras que para otras es una actividad placentera.

La magnitud de la respuesta de estrés que origina un suceso determinado depende en gran medida de cómo afronte ese momento cada persona. Algunos autores clasifican el modo en que cada cual se enfrenta a las situaciones estresantes en: confrontación, distanciamiento, autocontrol, búsqueda de apoyo social o familiar, aceptación de la responsabilidad, huida o evitación, planificación y reevaluación positiva.

Se han elaborado diversas clasificaciones sobre la potencia de los agentes estresantes. Una de ellas es la clásica de Holmes, el Rahe Life Stress Inventory, que goza de gran aceptación y apunta como los diez sucesos más estresantes en las sociedades desarrolladas (está realizada para Estados Unidos) los siguientes: muerte del cónyuge, divorcio, separación matrimonial, estancia en prisión, muerte de un pariente cercano, enfermedad o lesión grave, matrimonio, quedarse sin trabajo, reconciliación matrimonial y jubilación forzosa.

TABLA. La escala de puntuación del estrés psicosocial según Colmes y Rahe.

Muerte del cónyuge     100

Separación o divorcio     70

Proceso judicial o problemas legales graves pudiendo terminar en encarcelamiento     68

Muerte de un familiar cercano     65

Enfermedad o accidente que requiere guardar cama     55

Contraer matrimonio     50

Quedarse sin trabajo     47

Retiro laboral     45

Reconciliación con el cónyuge     45

Enfermedad de un miembro de la familia o mejoría marcada de una enfermedad crónica en un miembro de la familia     44

Rotura de un noviazgo o relación similar     42

Embarazo     40

Incorporación de un nuevo miembro a la familia     39

Muerte de un amigo     38

Cambio brusco de las finanzas familiares (en más o en menos)     38

Reajuste en la empresa o conflictividad laboral en la empresa en que trabaja     38

Cambio en el tipo de actividad laboral     38

Empréstito o hipoteca de más de seis mil euros     38

La esposa se queda embarazada     35

Cambio radical (en más o en menos) en el número de disputas familiares     35

Enamorarse o iniciar una nueva amistad íntima y profunda     34

El marido o la esposa pierde su empleo     33

Mudanza     32

Cambio de lugar de trabajo     31

Accidente o situación de violencia física     30

Un miembro de la familia deja de vivir en la casa familiar     30

La esposa comienza a dejar de trabajar fuera de casa     29

Peleas o desacuerdos con vecinos o familiares no residentes en la casa familiar (o desaparición de un estado de conflictividad habitual)     28

Éxito personal de gran envergadura     28

Exámenes     27

Promoción en el trabajo     27

Peleas o desacuerdos con colegas y compañeros de trabajo (o desaparición de un estado de conflictividad habitual)     26

Reformas en la casa (importantes)     25

Deterioro notable de la vivienda o del vecindario     25

Cambio en las costumbres personales (de salir, vestir, de estilo de vida, etc.)     24

Cambio importante en las horas o condiciones de trabajo     23

Cambio en las opiniones religiosas     22

Cambio en las opiniones políticas     22

Modificaciones en la vida social (en más o en menos) aparte de los posibles cambios en las costumbres o hábitos personales     20

Cambio en la manera o duración del sueño     18

Cambio en la frecuencia de reuniones familiares     17

Cambio en las costumbres alimenticias o apetito     16

Vacaciones fuera de casa     15

Fiestas de Navidad y Reyes o su equivalente     13

Problemas legales menores (incluyendo sanciones de tráfico)     11

Incluso han llegado a puntuar algunos de los sucesos más estresantes: muerte del cónyuge (100 puntos), divorcio (75 puntos), casamiento (50 puntos), embarazo (40 puntos), comprar una casa (31 puntos), fiestas de Navidad (13 puntos). También se han hecho clasificaciones de los trabajos más y menos estresantes. Según el Jobs Rated Almanac, los cinco trabajos más estresantes en Estados Unidos son: presidente del gobierno americano, bombero, ejecutivo de una empresa, piloto de coches de carrera y taxista.

TABLA. El siguiente test de estrés le puede dar una orientación aproximada acerca de si el entorno social o el estilo de vida que lleva le ocasionan grandes tensiones, que pueden ser peligrosas para su salud. Hay que responder «sí» o «no» a cada pregunta. Evaluación: Por cada «sí», la notación es de 2 puntos. Más de 20 puntos: está sometido a una gran tensión. Entre 10 y 20 puntos: está soportando una tensión moderada. Menos de 10 puntos: la tensión que sufre es ligera

– ¿No duerme toda la noche de corrido?

– ¿Siente dolores de cabeza con frecuencia?

– ¿Tiene problemas en su relación de pareja?

– ¿Ha fallecido recientemente algún familiar muy cercano?

– ¿Ha tenido problemas legales?

– ¿La vida le resulta una lucha?

– ¿Se ha mudado recientemente de domicilio?

– ¿Tiene problemas económicos?

– ¿Siente ansiedad e irritación durante todo el día?

– ¿Tiene problemas en el trabajo?

– ¿Ha padecido últimamente alguna enfermedad grave?

– ¿Tiene algún problema de índole sexual?

– ¿Trabaja en un lugar donde hay mucho ruido?

– ¿Ha cambiado últimamente de costumbres?

– ¿Está decaído y agotado?

– ¿Cree que la vida no merece la pena ser vivida?

– ¿Está comiendo más de la cuenta en los últimos meses?

– ¿Se ha distanciado de algún amigo?

– ¿Le preocupa su arreglo personal tanto como de costumbre?

– ¿Maneja su automóvil más de dos horas al día?

– ¿Tiene de vez en cuando reuniones que le alteran?

– ¿Tiene problemas de celos?

– ¿Ha tenido enfermedades de poca importancia recientemente?

– ¿Siente a veces que su cabeza va a estallar?

Para saber más

Los detalles de los mecanismos celulares que operan frente al estrés se pueden consultar en:

Dietmar Kültz, D. Molecular and evolutionary basis of the celular stress response. Annual Review of Physiology. 67: 225-257, 2005.

En el siguiente artículo pueden ampliar sus conocimientos acerca de la escala cuantificada de las 45 principales situaciones de estrés, que aún hoy se toman en consideración, al menos en la sociedad estadounidense.

Holmes, T.S., Rahe, R.H. The social readjutment rating scale. Journal Psychosomatic Research, 11: 213-218, 1976.

Respecto a los test para la evaluación del grado de afectación por una situación de estrés:

Schulkin, J. Allostasis, homeostasis and the cost of physiological adaptation. Cambridge University Press, Cambridge, 2004.