Prólogos, prefacios y notas introductorias a las Aportaciones de Frankfurt a la Sociología

De los 21 volúmenes publicados en vida de Adorno de las Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, serie de trabajos del Instituto de Investigación Social editada por Adorno y Walter Dirks, y a partir del tomo 19 por Adorno y Ludwig von Friedeburg, 17 de ellos contienen prólogos firmados por Adorno solo y con otros. Los prólogos a los volúmenes 2, 9, 10 y 16 figuran en otras partes de la Obra completa (v. tomo 9. 2, pp. 127 ss., ibid., p. 404 y el presente tomo 20, pp. 178 ss.), y el resto a continuación.

Sociologica. Aufsätze, Max Horkheimer zum sechzigsten Geburtstag gewidmet [Sociologica. Artículos dedicados a Max Horkheimer en su sesenta cumpleaños]. Frankfurt a. M., 1955. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología. 1)1.

El plan de reunir gran número de artículos en un volumen de homenaje como Sociologica se concibió muy tarde. El tiempo de que se disponía era demasiado escaso para que todos los que se sentían intelectualmente vinculados a Horkheimer pudieran enviarnos a tiempo una colaboración. Solo un pequeño número de intelectuales del país y del extranjero pertenecientes al círculo científico de amistades pudo hacer su aportación. Les estamos especialmente agradecidos no solo por sus artículos, sino también por la rapidez de su reacción: bis dat qui cito dat. Desgraciadamente, muchos manuscritos, entre ellos los de Hans Gerth, Adolf Löwe, Joseph Maier, C. Wright Mills, Felix J. Weil y otros, ya no pudieron incluirse; habría sido necesario retrasar indebidamente la fecha de la publicación hasta después del día del homenaje. Estas aportaciones se publicarán en cuanto se presente la ocasión.

No vamos a negar el carácter improvisador de la colección: pero este es también testimonio de la espontaneidad con que se hizo todo. Es evidente cierta falta de unidad temática y teórica. Pero creemos que precisamente la variedad de intereses que se manifiesta en las aportaciones refleja algo de la amplitud superior e intensiva del espíritu al que las aportaciones están dedicadas, y al que siempre, aun en los más detallistas trabajos menores, le interesa la totalidad.

Al principio tuvimos la intención de darle una vez más la forma de las publicaciones estrictamente periódicas, y Sociologica se asemeja en muchos aspectos a un año de una revista. Mas por diversas razones decidimos renunciar por el momento a la periodicidad. La obligación de publicar en unos plazos determinados no convenía al desarrollo del trabajo científico en un instituto que se encontraba aún en construcción; pero, sobre todo, el material de investigación que llegaba al Instituto desde su refundación era tal, que difícilmente se habría podido dominar en breves artículos de revista; lo abundante demanda más espacio.

Viene aquí al caso el segundo tomo de las Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, que ve la luz al mismo tiempo que Sociologica. Es un informe de un estudio sobre el experimento grupal que se hizo en el Instituto hace unos años y luego fue analizado cualitativa y cuantitativamente desde los puntos de vista más diversos. El tercer tomo contendrá un informe resumido sobre una investigación de largo alcance del Instituto sobre la industria.

La serie continuará sacando a la luz publicaciones de contenido lo mismo empírico que teórico o didáctico del círculo del Instituto, en el cual las tareas de enseñanza y formación práctica en sociología no de­sempeñan un papel menor que el de la investigación. Pero el esfuerzo por conseguir que la concepción de una teoría de la sociedad y los resultados empíricos se interpenetren es para nosotros una de las tareas más urgentes que la sociología debe hoy acometer. Aún permanecen ambos dominios demasiado separados, y no por razones meramente externas de organización científica, sino por efecto de tensiones objetivas muy profundas. No debemos negar estas tensiones, ni tampoco resignarnos a ellas en el sentido de la simple división del trabajo, sino hacerles frente. La unidad en la multiplicidad que Sociologica constituye es un intento de contribuir a la realización de aquella tarea.

Febrero de 1955

Betriebsklima. Eine industriesoziologische Untersuchung aus dem Ruhrgebiet [El clima de la empresa. Un estudio de sociología de la industria en la cuenca del Ruhr]. Frankfurt a. M., 1955. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 3.)

Se presentan aquí muy resumidamente los resultados de un estudio del Instituto de Investigación Social que se ocupó del «clima de la empresa» en firmas de la industria minera. El texto aclara lo que con este concepto se quiere significar. Aquí se referirán solo algunos datos básicos relativos al proyecto de investigación.

El ámbito del estudio era la Mannesmann-AG. Los instrumentos que el Instituto había pergeñado para la investigación se habían probado en un ensayo previo. Este se componía de entrevistas y discusiones que tuvieron lugar en dos empresas –Remscheid y Consolidation 1/6–, y se realizó en la semana del 6 al 13 de julio de 1954. La investigación principal duró del 27 de julio al 13 de agosto de 1954. Se llevaron a cabo 1.176 entrevistas y 55 discusiones de grupo con un total de 539 participantes. La investigación principal se extendió a cinco empresas:

las minas de carbón Consolidation 3/4/9 y Unser Fritz, en Gelsenkirchen y Wanne-Eickel respectivamente; en ellas hay ocupados casi 6.000 obreros y empleados;

Huckingen, una planta metalúrgica «mixta» en la periferia de Duisburg, con una plantilla de casi 8.000 personas;

Grillo-Funke, una pequeña planta metalúrgica de Gelsenkirchen; en ella hay ocupados unos 1.900 obreros y empleados;

Rath, una fábrica de tuberías en las afueras de Düsseldorf; con alrededor de 5.000 obreros y empleados;

Kronprinz-Ohligs, una planta de transformación de ruedas de camiones, vagones de pasajeros y tuberías situada en Solingen-Ohligs con una plantilla de unas 1.700 personas.

Un informe en bruto disponible en enero de 1955 ofrecía una primera visión de conjunto de la investigación. El informe definitivo se concluyó en junio de 1955, y se remitió a la junta directiva de la Mannesmann-Obergesellschaft. La presente publicación se basa en este informe; los resultados pueden verificarse en los datos detalladamente consignados en él.

La dirección del estudio corrió a cargo de Ludwig von Freiburg. Los colaboradores del estudio en todos sus sectores hasta la redacción definitiva fueron: Egon Becker, Walter Dirks, Volker von Hagen, Lothar Herberger, Armin Höger, Christian Kaiser, Margarete Karplus, Werner Mangold, Christoph Oehler, Diedrich Osmer, Ingeborg Ptasnik, Manfred Teschner, Erhard Wagner y Friedrich Weltz.

De la parte técnica de la encuesta, la codificación de las entrevistas y el cómputo básico se encargó el Deutsches Institut für Volksumfragen (DIVO) de Frankfurt a. M..

Queremos expresar nuestro agradecimiento en primer lugar a la junta directiva de la Mannesmann-AG, a la que debemos la posibilidad de esta investigación, a las direcciones de las plantas y empresas y a los representantes de los trabajadores, que constantemente nos apoyaron en la organización y ejecución de las encuestas y las discusiones. Quien conozca las dificultades técnicas, y sobre todo las psicológicas, a que se enfrentan las investigaciones de este tipo, sabrá que sin su ayuda, animada por la confianza en la objetividad científica, no se hubiera realizado la totalidad de este estudio.

Pero no menor es nuestra gratitud para aquellos que consintieron en ser entrevistados y participaron en las discusiones de grupos. Los resultados de la investigación no son más que la elaboración de lo que ellos nos proporcionaron.

1 de agosto de 1955

Soziologische Exkurse. Nach Vorträgen und Diskussionen [Excursos sociológicos. Basados en conferencias y discusiones]. Frankfurt a. M., 1956. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 4)2.

El volumen cuarto de las Aportaciones de Frankfurt a la Sociología remite últimamente a manuscritos de breves conferencias grabadas en los años 1953 y 1954 por la Radio de Hesse y emitidas en lengua francesa en el marco de la Université Radiophonique Internationale, Radiodiffusion Française. Estas conferencias fueron completadas en muchas partes y ampliadas con una serie de otras más. Sin embargo, se conservó el carácter suelto, improvisador, propio de los trabajos accidentales.

El volumen es didáctico no en el sentido de la exposición demostrativa, sino en el de una discusión imaginaria como la que puede seguir a una ponencia sobre temas sociológicos seleccionados. En su conjunto podrá acaso recordar un seminario de primer ciclo sobre conceptos sociológicos como los que desde hace años y de forma regular tienen lugar en el Instituto de Investigación Social. También en este volumen se procura evitar la apariencia de unidad y clausura sistemáticas. Se seleccionan tanto conceptos como áreas para desarrollar en ellos una primera idea de la sociología. En él dominan las exposiciones, las ponencias y las reflexiones intelectuales. Ello no necesita justificación en un dominio que, como ya vio Max Weber, amenaza con desintegrarse por el peso de, por un lado, los conceptos puramente formales, y por otro la acumulación ciega de materiales. Por regla general se intenta poner el elemento informativo y la reflexión crítica en aquella relación que la ciencia sociológica exige junto con la plena conciencia de quienes se ocupan de ella.

El libro está dispuesto de tal modo que primeramente se seleccionan y discuten algunos conceptos sociológicos –casi nunca los más importantes, sino aquellos en los que se puede percibir algo de la problemática del dominio considerado–, y después se diserta sobre algunos materiales concretos y ciertos aspectos complejos. Esta división del contenido se corresponde con la fractura observable en la forma actual de la propia sociología, en la que la reflexión teórica y la aplicación empírica se encuentran en buena parte desunidas sin que iniciativas como la de la denominada «integración» pueda volver a unirlas. No es posible disimular ni absolutizar esta fractura. Hay que tenerla presente sin imaginarse un continuo que se extendiera desde el hallazgo particular hasta las tesis generales sobre el sistema de la sociedad, puesto que el tratamiento de los fenómenos concretos tiene que sustentarse, hasta donde le resulte posible, en una idea de su relación.

No hay que esperar ningún textbook alemán de sociología, ningún manual, ni siquiera una introducción, y la rivalidad con los libros de esta clase publicados en los últimos años es totalmente descartable. Tampoco se presenta aquí algo así como una teoría, ni aun rudimentaria, de la sociedad moderna; ni una cumplida visión de conjunto de las áreas parciales más importantes de la investigación sociológica actual. De sistematización hay tan poco que buscar como de abundancia de materiales, y lo que se aporta de material está sujeto a las contingencias de la preparación de cada conferencia. Lo que aquí se ofrece son materiales y consideraciones referidos a conceptos y áreas particulares que dentro de su constelación acaso puedan transmitir cierta idea de una totalidad.

La autoría del libro es atribuible al Instituto de Investigación Social como un todo. En la preparación de las conferencias para su publicación han colaborado todos sus miembros. El trabajo sobre sociología e investigación social empírica recoge numerosas formulaciones del artículo, redactado por el Instituto, «Investigacion social empírica»3 del Diccionario de ciencias sociales; agradecemos a la editorial el permiso para utilizarlo. Partes de la conferencia sobre el problema del prejuicio4 fueron impresas en los Frankfurter Hefte, año séptimo (1952), número 4. El artículo sobre la ideología5 es la versión aumentada y muy modificada de una ponencia presentada en el Congreso Alemán de Sociología, celebrado en Heidelberg en 1954, y publicada en el número 3/4, año sexto (1953/54), de la Revista Coloniense de Sociología. Muchos de los materiales son aportaciones de Heinz Maus y Hermann Schweppenhäuser. Pero fue Ernst Kux quien, durante meses de trabajo intensivo, hizo una extensa y sistemática recopilación de documentos. De la redacción final y la preparación para la imprenta se encargó Johannes Hirzel.

Primavera de 1956

Freud in der Gegenwart [Freud en la actualidad]. Ciclo de conferencias en las universidades de Frankfurt y Heidelberg en el centenario de su nacimiento. Con aportaciones de Franz Alexander y otros. Frankfurt a. M., 1957. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 6)6.

El Instituto de Investigación Social de Frankfurt participó destacadamente, junto con Alexander Mitscherlich, en la organización de las conferencias sobre Freud pronunciadas en las universidades de Frankfurt y Heidelberg en el semestre de verano de 1956. De la organización de las conferencias se ocupó el Instituto junto con el decano de la Facultad de Filosofía, Gottfried Weber. En Heidelberg hizo la convocatoria la Facultad de Medicina.

Desde su fundación en tiempos anteriores a 1933, el Instituto ha incluido al psicoanálisis en su labor, y lo ha hecho en su rigurosa forma freudiana. El Instituto tuvo desde el principio asociado un departamente psicoanalítico que dirigió Karl Landauer, discípulo de Freud que perdió la vida en Bergen-Belsen. La Revista de Investigación Social contenía en su primer número un artículo programático sobre las tareas de una psicología social analítica. En aquella época en que la dictadura de Hitler era inminente, se nos evidenció la contradicción entre los intereses manifiestos de las masas y la política fascista, a la cual se dejaron arrastrar con entusiasmo. Veíamos que la presión económica se continuaba en procesos psicosociales inconscientes que llevaban a los individuos hacer de esa misma presión bajo la que vivían algo propio y a soportar la pérdida de la libertad. En numerosos trabajos teóricos del Instituto se intentó seguir de cerca la acción recíproca entre sociedad y psicología. Desde luego, siempre hemos considerado la presión social –lo que el propio Freud denominó «necesidad vital»– como lo primario.

Luego desempeñó durante años un papel fundamental, también en las investigaciones empíricas del Instituto, el tema de la interacción entre autoridad social y represión psíquica. El volumen sobre Autoridad y familia, publicado en 1935 en París, se ocupó en esbozos teóricos, sondeos y exposiciones monográficas tanto de la descripción y la explicación analíticas del carácter autoritario como de la comprensión de categorías socialmente determinantes de la psicología social, como la de interiorización de la autoridad como moral del trabajo en la época burguesa. En los estudios posteriormente realizados en el exilio junto con el Berkeley Public Opinion Study Group y recogidos en el volumen titulado The Authoritarian Personality, publicado en 1950 en Nueva York, se aplicaron puntos de vista y categorías de la publicación anterior a un material empírico más amplio, y sobre todo se emplearon en la clarificación de uno los fenómenos de masas más oscuros de los tiempos actuales, cual es el de la persecución de minorías. Estos estudios, impensables sin el impulso de la psicología freudiana, hacen amplio uso de los conceptos freudianos.

Si Freud sostenía que toda la sociología no era más que psicología aplicada, nosotros creemos que esta tesis no se percata de que las leyes de la sociedad no son las de la pura interioridad del hombre. Estas leyes se han objetivado. Autónomas como son, se oponen a los hombres y a la psique individual, contradiciéndolos en puntos esenciales. Cuanto más se evidencia este hecho, tanto más cambia la función de lo que la expresión «psicología social» denota. Si hace 25 años la psicología social observaba cómo la presión social alcanza hasta las más finas ramificaciones del individuo que cree vivir para sí mismo y ser dueño de sí, hoy la reflexión sobre los mecanismos psicosociales se emplea justamente para despistar en relación con ese poder de la sociedad. Las dificultades y los conflictos de la situación actual quedan minimizados en cuanto se los reduce directamente a las personas, a procesos puramente interiores.

Por eso nos parece que es menos pertinente una síntesis de sociología y psicología que el trabajo insistente, pero separado, en ambos dominios. Ello no deja intactas ciertas teorías de Freud. En su última etapa tendía Freud a absolutizar la esencia anímica del hombre frente a las condiciones de su existencia. El «principio de realidad» que él defendió por considerarlo positivo puede inducir a sancionar resignadamente la adaptación a la ciega presión social, y finalmente justificar la persistencia de esa presión. Por supuesto, esta intención representa solo una cara de las ideas freudianas. Una cara que no puede separarse de la otra, de su mortalmente seria experiencia de la carga con que la humanidad se arrastra –experiencia que confiere a la doctrina freudiana su insobornable profundidad y sustancialidad.

En algunas aportaciones de Sociologica, primer volumen de nuestra serie, se hace este tipo de reflexiones. Pero el que estas reflexiones se opongan a una psicologización de la teoría de la sociedad no quiere decir que propugnen una sociologización de la psicología. El revisionismo psicoanalítico de las más diversas escuelas, que frente a las supuestas exageraciones freudianas abogan por dar mayor importancia a los denominados factores sociales, no solo ha recortado los grandiosos descubrimientos de Freud, como el papel de la primera infancia, los efectos de la represión y hasta el concepto central del inconsciente, sino que además se ha aliado con las interpretaciones triviales y el conformismo social y ha sacrificado la penetración crítica. La involución de la teoría freudiana a psicología al alcance de todos se presenta encima como un progreso. Después de que las viejas resistencias al psicoanálisis aparentemente se hubieron superado, Freud ha sido adaptado y así por segunda vez apartado, con lo que el oscurantismo mitologizante y el positivismo satisfecho con los fenómenos de superficie de la psicología del yo se entienden sin problemas.

Ante esta situación era urgente intentar recuperar el conocimiento del verdadero Freud en Alemania y demostrar que sus teorías no están ni mucho menos superadas, que son más actuales que nunca frente a lo que se ha hecho con ellas. A este fin había que mostrar aspectos del trabajo de importantes psicólogos modernos que se ocupan específicamente de Freud. No había solamente que recapitular la teoría de Freud, sino sobre todo poner de relieve y en primer plano toda su fuerza explicativa de problemas concretos generalmente relacionados con problemas sociales. Esta fuerza no se limita a las aportaciones de los seguidores decididos de su escuela, sino que también se hace patente en otros que en ciertos aspectos se apartan de Freud.

Lo que sigue se refiere a la publicación de las conferencias sobre Freud. Agradecemos cordialmente a todos los autores su permiso para publicar sus textos. Naturalmente, algunos de los temas de estos textos aparecen también tratados en otros trabajos de estos autores. En ninguna parte se ha fijado, mediante una redacción forzada, un contexto unitario y consistente en medio de una diversidad de doctrinas sobre objetos a menudo controvertidos. Tampoco las coincidencias han podido evitarse del todo.

Hemos de expresar también nuestra gratitud a la editorial Klostermann, que ha autorizado la reproducción de los textos del «homenaje». Helmut Coing destacó en su discurso los servicios que prestaron los länder de Württemberg-Baden y Hesse, la ciudad de Frankfurt y la Ford-Foundation en este ciclo sobre Freud, y aquí volvemos a señalarlos.

La redacción de las lecciones y conferencias, basada enteramente en grabaciones, corrió a cargo de un grupo de colaboradores que también cooperaron destacadamente en la organización de las conferencias: Otti Bode, Norbert Altwikker y Hermann Schweppenhäuser.

Primavera de 1957

Paul W. Massing, Vorgeschichte des politischen Antisemitismus. [Raíces históricas del antisemitismo político]. Frankfurt a. M., 1959. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 8)7.

Con la obra de Paul Massing sobre el antisemitismo político en la época del Imperio, las Aportaciones de Frankfurt a la Sociología ofrecen por vez primera un estudio realizado en el Instituto de Investigación Social durante los años de exilio en la Universidad de Columbia en Nueva York. El original apareció con el título Rehearsal for Destruction en el marco de los «Studies in Prejudice» editados por Max Horkheimer y Samuel Flowerman. Hay que agradecer al American Jewish Committee, cuyo departamento de investigación colaboraba entonces estrechamente con el Instituto, su autorización para publicar la versión alemana. El libro se completa con la tesis doctoral de sociología realizada aquí por Eleonore Sterling, que lleva la investigación de las raíces del antisemitismo político alemán hasta comienzos del siglo xix. Esta tesis se publicó en 1956 en la editorial Chr. Kaiser de Múnich con el título de Él es como tú.

Pero no fue solo el deseo de hacer patente la continuidad entre la producción americana del Instituto y sus investigaciones en Alemania desde 1950 lo que nos movió a publicar la obra de Massing. Nos pareció que era ya hora de que las investigaciones sobre materiales específicamente alemanes, y tratándose en este caso de un complejo tan fundamental como el de las raíces del antisemitismo, debían ser conocidas también en Alemania. Si no se desentraña este complejo, el camino hacia la comprensión del pasado inmediato permanecerá cerrado. La resitencia al recuerdo de lo sucedido, de lo indecible, se vale de motivos que coadyudaron a prepararlo.

Es verdad que la capacidad para recordar en una sociedad en vertiginoso cambio disminuye bajo la presión de la necesidad de desarrollar capacidades más conformes a los tiempos que corren. La reflexión de los pueblos sobre su historia ha seguido siempre la dirección dominante; hoy no les queda tiempo para tal reflexión. Sin una función provechosa, sin una rentabilidad en el contexto práctico del presente, el pasado tanto privada como históricamente relevante tiene escasas perspectivas de aparecer en la conciencia: es past history, capital muerto. Para ofrecer alguna rentabilidad tendría que ser utilizable como elemento de integración social, como instrumento de ajuste, tendría que ser, al menos momentáneamente, políticamente conveniente. Tal es la esperanza que a los asesinados les queda de revivir en las conciencias, sean polacos, judíos, alemanes o quienes a lo largo de la historia fueron presas de la caza humana. Desde los primeros años de la posguerra ha menguado en Europa la esperanza que los judíos sacrificados tenían de ser recordados, y esta se enfoca a los pocos cuyo deseo de un futuro justo demanda, junto con la evitación de su repetición, el análisis del pasado. El libro de Massing puede servirles de ayuda.

Cuando hoy se reflexiona en Alemania sobre el aspecto más tenebroso del nacionalsocialismo, el delirio racial sangriento, este se presenta a la tradicional creencia en la cultura principalmente como una catástrofe preparada desde fuera; como si Hitler hubiese irrumpido como un Gengis Khan en la Alemania de Weimar para cometer actos inusitados y completamente imprevisibles. Hasta el hablar espantado de fuerzas demoniacas sirve en secreto a la apología: lo que de origen irracional pueda haber escapa a la penetración racional y se convierte mágicamente en algo que simplemente hay que aceptar. Cuando se piensa en las raíces del antisemitismo totalitario se piensa en portavoces intelectuales como Langbehn, Lagarde, Gobineau, y en todo caso en Chamberlain, la wagneriana Bayreuth y Lanz von Liebenfels; raras veces en la esfera político-social en sí misma. Pero por ajeno a la cultura que de hecho se mostrase Hitler, los orígenes históricos de su atrocidad son profundos. No están encerrados en los teoremas de algunas mentes paranoicas.

En las primeras publicaciones difamatorias de los días de Fries y de aquel Jahn que hoy es tan respetado entre los jerifaltes de la zona oriental estaba ya incoado el antisemitismo totalitario; ya su lenguaje incitaba al crimen, y capas sociales que se consideraban una elite o progresistas no estaban, como se demuestra en el libro de Massing, inmunizadas contra ese potencial. Este sobrevive, y por eso es el análisis del antisemitismo en el momento presente, en el que después del exterminio de los judíos no se atreve a manifestarse abiertamente –y las condiciones para su implantación pueden ser más propicias que cuando el odio declarado arrollaba a la razón–, tan urgente como antes.

El antisemitismo totalitario no es en modo alguno un fenómeno específicamente alemán. Los intentos de derivarlo de una instancia tan dudosa como el carácter nacional, patético residuo de lo que una vez se llamó espíritu de los pueblos, minimizan lo inconcebible, que hay que concebir. La conciencia científica no puede contentarse con reducir el misterio de la irracionalidad antisemita a una fórmula también ella irracional. El misterio pide una solución social, y esta es imposible en la esfera de las particularidades nacionales. De hecho, el antisemitismo totalitario debe su triunfo alemán a una constelación social y económica, no a las peculiaridades o a la actitud de un pueblo que por sí solo, espontáneamente, acaso segregaría menos odio racial que aquellos países civilizados que expulsaron o exterminaron a sus judíos hace siglos. En el periodo estudiado por Massing, el antisemitismo existente en Francia –el del affaire Dreyfus y el de Drumont– apenas era menos virulento.

Quien quiera entender el antisemitismo totalitario no debería engañarse buscando su explicación en una necesidad en cierto modo natural. Visto retrospectivamente, parece que hubiera tenido que existir irremediablemente. De los alemanes célebres del pasado hasta Kant y Goethe pocos podrían nombrarse que estuvieran libres del antisemitismo. Pero si se insiste en esta universalidad y se reproduce en un concepto la fatalidad de lo acontecido, en cierto sentido se está aceptando esa fatalidad. A los signos de esta fatalidad alboreantes en el pasado alemán puede encontrárseles en todas partes sus contrarios, y la sabiduría de decretar ex post facto lo que desde el principio resultó tan difícil echa mano del recurso más fácil, puesto que pone lo real como lo único posible. En Francia algunos valientes Dreyfusards, como Zola y Anatole France, habían hecho ocasionalmente en sus novelas descripciones de judíos que reproducían aquellos clichés a cuyas consecuencias se opusieron. A la experiencia de la historia pertenece también la conciencia de lo no desarrollado, lo difuso, lo ambivalente.

Acaso en esto radique la aportación más importante del libro de Massing. Nos ayuda a desentrañar de manera racional el meollo de lo contingente y lo necesario. Al tiempo que pone la mira en el potencial amorfo, siempre presente, pero nunca del todo asentado, del odio a los judíos en la población sin deducir de él la catástrofe, su estudio entra en el ámbito en el que se puede reconocer por qué ese potencial se implantó. Demuestra con hechos históricos y con gran evidencia que en la Alemania de Bismarck el antisemitismo fue políticamente manipulado y, según exigían en cada momento los intereses de entonces, utilizado o refrenado. De aquellos levantamientos populares espontáneos del Tercer Reich, que se produjeron perfectamente organizados obedeciendo a una señal, fueron precursores los movimientos de los Stoecker y Ahlwardt, de los que se dispuso de manera oportunista y con los que, sin perder el porte distinguido-conservador, se podía tanto preservar la tranquilidad y el orden como ir contra la socialdemocracia. Sin ignorar la receptividad de la masa a tales estímulos al mismo tiempo se relativizó la parte de culpa que esta tuvo: los que piden víctimas, se presentan ellos mismos como víctimas, como piezas de ajedrez movidas de un lado a otro por el poder político. El antisemitismo tiene su base tanto en condiciones sociales objetivas como en la conciencia y en el inconsciente de las masas. Pero se actualiza como medio de la política: como medio de integración de intereses divergentes de grupos; como la manera más rápida y menos arriesgada de resolver una situación de necesidad para cuya superación podrían emplearse otros medios.

Massing no se queda con esta tesis general; ni siquiera la sostiene. Pero relumbra en el material que ha reunido en su minucioso trabajo sociológico e histórico. La circunspecta objetividad científica deja atrás cualquier cosa que la fantasía polémica pueda concebir.

Quiero manifestar mi gratitud muy especialmente al Dr. Felix J. Weil, mi gran amigo del Instituto, a quien este debe su existencia. No solo ha traducido al alemán el texto de Massing, sino que además ha colaborado incansablemente en la preparación de su publicación.

Verano de 1959

Alfred Schmidt, Der Begriff der Natur in der Lehre von Marx [El concepto de naturaleza en la doctrina de Marx]. Frankfurt a. M., 1962. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 11)8.

El trabajo de Alfred Schmidt se presenta como una pieza de filología marxiana. De los distintos periodos en la vida del autor de El capital busca e interpreta el autor aquellos textos que contienen el concepto de naturaleza. Hasta donde sabemos, no se ha hecho hasta ahora una exposición detenida y adecuada al estado de la problemática del concepto de naturaleza en Marx. Para ello no bastaba reunir los pasajes en los que se habla de la naturaleza. También donde la naturaleza no es el tema central, en las teorías sobre el trabajo, el valor y la mercancía, hay implícitas concepciones de la naturaleza. De ahí que una exposición competente del concepto de naturaleza pueda clarificar otras partes de la teoría. Schmidt corrige la versión que establece una oposición radical entre dialéctica idealista y dialéctica materialista, y con ella la tan citada frase de Marx según la cual su procedimiento solo coquetea con la dialéctica.

El autor examina para su tema textos hasta ahora apenas considerados, como los trabajos preparatorios de Marx, publicados en 1953 con el título de Líneas fundamentales de la crítica de la economía política, que guarden relación con el concepto de naturaleza, con lo que el materialismo de Marx queda más precisamente definido. La disolución de toda realidad en la naturaleza, en las partículas atómicas o lo que, según el estado de la ciencia, se consideren componentes últimos de la materia, no es en modo alguno absoluta. Del mismo modo que en la doctrina kantiana todo conocimiento remite a las funciones ordenadoras del sujeto, en Marx guarda relación con el trabajo humano real y social. Ello relativiza el concepto de naturaleza del materialismo fisicalista. Sentarlo abolutamente sería «vulgar». La concepción cuantificadora de la naturaleza que hoy prevalece en los laboratorios no puede ser exactamente la misma que la concpeción de la naturaleza que tendría una humanidad ya no internamente escindida, ya no cautiva de la naturaleza.

Con el malentendido del materialismo vulgar desaparece el malentendido pragmatista en relación con la doctrina de Marx. Ni Marx ni ningún otro filósofo han pretendido que la forma del pensamiento se ajuste a la praxis, que esté cortada por el patrón de las necesidades prácticas a costa de la verdad. Marx hablaba con despreció de los intelectuales que, en interés de un thema probandum práctico, de algún efecto buscado, se dejaban sustraer parte de su conocimiento: los llamó traperos. En los países del Este, los estudios políticos sobre Marx suelen estar al servicio de la coordinación interna, de la orientación de la juventud, de la misión en otros países, que prepara el camino a la colonización; y en Occidente no es raro que estén a la defensiva frente al nuevo evangelio agresivo. Demasiadas veces influyen, incluso en Occidente, los miramientos al exterior en el tratamiento del tema, hasta el punto de impedir ocuparse de él. Con el desarrollo del concepto central que el trabajo tiene por objeto sobresalen otras consecuencias distintas de las tradicionales. Ello justifica la publicación en nuestra serie de este trabajo que nació como tesis doctoral.

Primavera de 1962

Peter von Haselberg, Funktionalismus und Irrationalität. Studien über Thorstein Veblens Theory of the Leisure Class [Funcionalismo e irracionalidad. Estudios sobre Theory of the Leisure Class, de Thorstein Veblen]. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 12.)

La división del trabajo entre disciplinas, inevitable y muchas veces fecunda en el progreso científico, tiene también, como en los últimos decenios se ha subrayado hasta la náusea, sus aspectos negativos. Estos no solo tienen que ver con el peligro de que métodos mutuamente ajenos despedacen el objeto, sino también con que el contenido de verdad de las distintas ciencias se reduzca por efecto de esa separación. Esto es palpable en la relación entre la sociología y la economía. Desde los tiempos en que comenzó a constituirse en ciencia particular, la sociología alardea apologéticamente de su independencia, quiere mostrarse «pura» y separarse de aquello de lo que se ocupan otras disciplinas más antiguas en la Universitas litterarum. De ese modo ha adquirido la tendencia, que aún hoy perdura, a desinteresarse de lo socialmente esencial, del proceso vital de la sociedad misma, del movimiento de sus fuerzas productivas y sus relaciones de producción, y mirar a la economía. Se concentra en aquellas «relaciones interhumanas» que se levantan secundarias sobre esas estructuras que las soportan. Pero la economía política ha rechazado en su fase más reciente el análisis de las relaciones sociales básicas lo mismo que todo lo ajeno a su concepto. Cada vez más se conforma con el estudio de procesos económicos dentro de la ya plenamente desarrollada sociedad del intercambio sin tematizar sus categorías básicas ni su entretejimiento con la sociedad y la historia. No es ninguna exageración decir que ambas disciplinas, al ponerse con tal renuncia a disposición de las exigencias de la praxis inmediata, faltan a lo que es el verdadero objeto de su interés. La zona que ambas solo a disgusto pisan en el ámbito académico es la misma en que verdaderamente tienen lugar las decisiones económicas y sociológicas.

El trabajo de Peter von Haselberg tantea esa zona. Al mismo tiempo está permanentemente acechado por la deriva improvisadora, propia del outisder, que le impone la situación creada por la división del trabajo científico. Pero el objeto elegido no encaja en esta. Veblen, que procede de la economía, ha transformado el análisis económico en sentido estricto en un análisis institucional-sociológico. La categoría económica de propiedad aparece en él fundamentalmente bajo el aspecto de poder social. El despilfarro y la ostentación de la no necesidad de trabajar son para él en cierto modo síntomas neuróticos de una sociedad sometida a la experiencia traumática de la violencia. Su intento de llegar a un punto de indiferencia en el que economía y sociedad no aparecen aún independizadas una de otra es fruto de un impulso crítico de la sociedad. A este se debe su sardónico estilo expositivo.

Aunque el trabajo de Haselberg, autor que ha colaborado en buena parte de la traducción de Teoría de la clase ociosa, la obra capital de Veblen, se cuenta entre las primeras que ha dado a conocer en Alemania las ideas de este autor, tan influyentes en América –toda la tecnocracia se basa en ellas–, no se conforma con esto, sino que es crítico: intenta prolongar las ideas de Veblen mediante la reflexión sobre sus motivos.

Según Veblen, que dejó sin demostrar su tesis etnológicamente cuestionable, la propiedad proviene del trofeo obtenido con violencia, y conserva como institución rasgos de su origen. Contra esto, Haselberg argumenta que la violencia no termina con la apropiación como su finalidad, sino que, en cuanto «damnificadora», amenaza incluso a la propiedad misma en cuanto valor independizado; sea como derroche, como exceso ritual o privado, como renuncia ascética o, en fin, como gasto de bienes de consumo. El estudio trata de poner en relación el concepto de Veblen de la pereza ostentativa, que este entiende únicamente como estilo o capricho, con la teoría de la violencia. La actitud damnificadora se vuelve contra el propietario mismo y llega a imponer socialmente al comportamiento irracional la autodamnificación. Ello abre la perspectiva de una «prehistoria» tanto político-económica como psicoanalítica de las tendencias destructivas dentro de la sociedad burguesa.

Veblen no ha meditado de manera consecuente sobre la relación entre violencia y propiedad; en él, una y otra van cada una por su lado. Haselberg se propone rastrear la irracionalidad procedente de la violencia hasta en los comportamientos aparentemente racionales de la sociedad moderna. También estos vienen impuestos por elementos rituales, y no solo subjetiva, psicológicamente condicionados. Haselberg no comparte la esperanza tecnocrática de Veblen de que el derroche institucionalizado sea sin más sustituido por una economía racional. Su duda es fruto de consideraciones basadas en la psicología profunda, como las que Freud expuso en el Malestar de la cultura. Consideraciones parejas se distinguen en la actual cultural anthropology americana.

Haselberg trata también del problema, en Veblen muy hinchado, de la función del arte. En Veblen, la estética se reduce, análogamente a lo que de ella hacen los lemas de la nueva objetividad, a una suerte de indicador de la sociedad ostentativa por él criticada. El modelo de lo justo en Veblen es lo bello natural y funcional. Sin embargo, ya en el análisis de las cosas útiles este principio, dogmáticamente sustentado, de la belleza no hace justicia a las normas estéticas inmanentes a las mismas. El concepto de Veblen de la belleza natural ocasionalmente recae en el romanticismo arcaizante. Su teoría de la «belleza económica» es, según Haselberg, inservible en un mundo en el que máquinas y aparatos han ocupado el lugar de la herramienta. Ellos han fijado ideológicamente, como un nuevo principio y un nuevo estilo, el modelo técnico.

La intención última de Haselberg en su trabajo es la crítica del concepto hoy dominante de «funcionalidad». Haselberg le niega la racionalidad: en él sobrevive la agresión. Esta no ha sido superada por la técnica, por la habituación al pensamiento causal, como Veblen supone. La propia técnica genera violencia como actitud necesaria hacia el objeto, y acabadamente hacia todos los factores que perturban su funcionamiento. En la actualidad, la idea de la utilidad para el hombre, regla del ataque de Veblen a la cultura, ya no hay que orientarla, como todavía en torno a 1900, a la eliminación de la escasez existente en el mundo. Más bien sucede que, en la era de la sobreproducción, el propio concepto de lo útil ha devenido en ideología.

El desarrollo crítico de las ideas aquí resumidas en el material, abundante y problemático a la par, que el eminente sociólogo americano ofrece, toca hábitos intelectuales amoldados a una sociología cada vez más orientada al concepto de función. Esto solo bastaría para justificar la publicación del trabajo de Haselberg en una serie de obras sociológicas.

Verano de 1962

Oskar Negt, Strukturbeziehungen zwischen den Gesellschaftsleh­ren Comtes und Hegels [Relaciones estructurales entre las teorías de la sociedad de Comte y Hegel]. Frankfurt a. M., 1964. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 14)9.

El trabajo de Negt trata de la relación objetiva –no con eventuales componentes genéticas– entre las ideas de Hegel relativas a la sociedad y la sociología de Comte en cuanto ciencia de la historia; de su parentesco tanto como de su oposición. El interés de esta relación no se agota en la mera historia de los dogmas, y el estudio aporta aclaraciones sobre el puesto del pensamiento social en la realidad en que se constituye. Y lo hace más allá de los contenidos objetivos, cuya identidad suele imponerse en autores de la misma época. Ello permite comparar a pensadores tan esencialmente dispares y con métodos tan divergentes como Hegel y Comte. El primero era protestante, y el segundo católico, y en ambos su religión de origen determinó la fibra de su pensamiento incluso allí donde esta era profana. El primero fue un metafísico especulativo, y el segundo persiguió con su pedantería monomaníaca, que solo pudo florecer plenamente en la mentalidad científica de la época presente, la metafísica y la especulación. Pero el mundo que encontraron, así como la posición que ambos de forma objetiva y motivada tomaron en relación con las luchas sociales, los llevaron a construir doctrinas cuyos contenidos en ocasiones se asemejan soprendentemente. Ambos se manifestaron en favor de la burguesía; Comte de una burguesía que ya había vencido y empezaba a construir su apologética; Hegel de una burguesía aún impotente y políticamente tutelada. La fuerza de su concepción ejercía presión sobre este estado de limitación tanto como la debilidad real de aquellos a quienes defendía buscaba sostén en el orden establecido, un orden burocrático y semiabsolutista. Pero ambos tenían ya ante sí la tendencia disolvente que amenazaba al nuevo orden. Comte tuvo ya que contar con el proletariado y con las primeras teorías socialistas. En la Alemania de Hegel, las tendencias socialistas no habían desarrollado el antagonismo de clases, y por eso se presentaban con ropaje romántico, por ejemplo en la teoría del Estado de Fichte; de ahí que le resultara tan fácil denunciarlas con el apoyo de la economía política liberal y progresista. Pero tanto él como Comte se vieron frente a la tarea de favorecer la dinámica burguesa en cuanto dinámica de liberación de las fuerzas productivas y al propio tiempo –para recurrir a una expresión que Hegel ocasionalmente empleó– limitarla en cuanto dinámica que iba fuera de sí misma. Temían al espectro de una anarquía que desde entonces aumentó las necesidades de un gobierno sólido más que beneficiar a una verdadera democracia, permanentemente amenazada. La presión histórico-económica en la situación de la clases sociales era mayor que las diferencias filosóficas, por irreconciliables que fuesen, y movió a estas a buscar la unidad contra su voluntad. Lo que en Hegel debía hacer directamente el Estado y la filosofía del Estado, en Comte debía hacerlo la ciencia institucionalizada por el Estado, principalmente la sociología. Resultaba fácil criticar lo insuficiente de ambas recetas. Pero cuanto más perdía la dinámica de la sociedad aquel potencial de mejora, que habría impulsado a esta más allá del plano de la receta, tanto más peso adquirían las experiencias intelectuales de los primeros tiempos del proceso, que parecen anticipar su curso posterior. Hegel y Comte expresaban, en sus respectivas visiones, el entrecruzamiento dialéctico de progreso y reacción.

El libro de Negt tiene el mérito de que efectúa el análisis comparativo de las teorías de la sociedad de Hegel y Comte de manera diferenciada. De ese modo llega a muchos resultados que se apartan de la opinión común. Ya entonces no valía la ecuación que ponía al positivismo del lado del progreso enfatizado y a la filosofía especulativa del lado ideológico. Por mucho que la filosofía del derecho de Hegel, cuyo patético culto del Estado le granjeó las simpatías más peligrosas y el odio más irreprimible, refleje las situaciones de su país, retrasado en cuanto al desarrollo industrial –su teoría de la sociedad reconoce la dialéctica de riqueza y empobrecimiento, pero como víctima suya solo al pauper–, el elemento especulativo le concede libertad crítica frente a lo existente. Comte, sin embargo, eligió desde el principio como máxima la adaptación a lo existente, y vio el espíritu no condescendiente únicamente como espíritu subversivo. Por otra parte, en la construcción hegeliana de las realidades sociales se aprecia un razonable positivismo latente que sus enemigos positivistas no vislumbraban. La importancia del libro de Negt radica principalmente en tales perspectivas.

Los paralelismos y los contrastes entre Hegel y Comte son tan llamativos que resulta asombroso lo poco que hasta hoy la ciencia sociológica lo ha considerado. La única excepción la constituiría el ensayo Comte ou Hegel, de Gottfried Salomon-Delatour, publicado en la Revue positiviste internationale, París, 1935/1936. El profesor Salomon ha asesorado amablemente a Oskar Negt en su trabajo; también nosotros se lo agradecemos.

Verano de 1963

Heribert Adam, Studentenschaft und Hochschule. Möglichkeiten und Grenzen studentischer Politik [Estudiantes y universidades. Posibilidades y límites de la política estudiantil]. Frankfurt a. M., 1965. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 17.)

El proyecto de investigación de cuya realización era responsable Heribert Adam y sobre el que ahora él informa lo propuso en mayo de 1960 el profesor Boris Rajewsky en una reunión de la junta directiva del Instituto de Investigación Social. La ocasión para esta investigación fue el hecho de que en los últimos años algo parecía estar cambiando en la disposición y la actitud de los estudiantes, particularmente respecto a ciertos conflictos entre, por un lado, los estudiantes y, por otro, el rector y el claustro. La dirección del Instituto recibió agradecida la sugerencia de tratar empíricamente el complejo, cuya importancia es evidente no solo para la sociología de la enseñanza, sino también en cuestiones prácticas de la universidad. Había que examinar la validez objetiva de aquella observación tanto como descubrir las posibles causas. El centro de esta investigación lo ocupó la cuestión de hasta qué punto los portavoces de la administración autónoma estudiantil representaban las intenciones y los intereses de los estudiantes o si, por el contrario, el aparato de esa administración servía de vehículo a la imposición de objetivos grupales, posiblemente egoístas, de los funcionarios; y también la de si los portavoces estudiantiles se sentían como miembros de una potencial capa dirigente, abrigaban ideas elitistas y actuaban conforme a ellas. Se sospechaba que, después de que entre los estudiantes la generación de la guerra, a la que no interesaba solamente la formación especializada, se hubo retirado, la denominada conciencia de consumidores se extendiera también entre los estudiantes y se personificase en sus representantes.

En el trabajo realizado por Adam se demostraba que las investigaciones empíricas, siempre que se hagan sobre problemas suficientemente delimitados, pueden demostrar su legitimidad con resultados suficientemente exactos para verificar o falsar hipótesis. Las suposiciones –si es que no pueden llamarse hipótesis– que nos guiaban no se confirmaron. El libro de Adam es un ejemplo escolar de lo fértiles que son las investigaciones empíricas cuando conducen también a la crítica de suposiciones teóricamente plausibles y observaciones inicialmente creíbles. En las encuestas hechas a 173 representantes estudiantiles de todas las universidades de Alemania Occidental se demostró que no podía hablarse de una oposición generalizada dentro del estudiantado; por el contrario, los profesores encuestados se asombraron de su comportamiento a su juicio dócil. Los conflictos tenían su fundamento en parte en unas condiciones de estudio desfavorables, y en mayor parte en divergencias políticas, no en alguna renitencia.

Obviamente, el estudio estaba subjetivamente orientado; y ello porque se centraba en la mentalidad de los grupos que iban a investigarse, y también porque el material no permitía extraer conclusiones sólidas sobre el papel objetivo de las representaciones estudiantiles en la historia reciente de las univesidades alemanas. Esto encerraba el peligro de que el concepto que los representantes estudiantiles u otros encuestados tenían de sí mismos reemplazara las relaciones fácticas, sobre todo el comportamiento real de los representantes estudiantiles. En el curso posterior del estudio se intentó subsanar en lo posible este inconveniente mediante información adicional; y esto fue la causa principal de que la publicación se retrasara.

El informe de Adam aborda ante todo la indiferencia –en modo alguna descubierta ahora– de los estudiantes hacia su representación, cuyo índice es la escasa participación en las elecciones estudiantiles. Demuestra que esa apatía data ya de la fase de fundación de la administración autónoma estudiantil. Esta se organizó inmediatamente después de la guerra, y en un contexto de aspiraciones exterior al ámbito estudiantil y relacionado con tendencias generales democratizadoras, y también con necesidades de la entonces muy desorientada administración universitaria. El que hasta hoy la representación de los estudiantes sea en tan gran medida asunto de funcionarios aislados, se explica por las dificultades de organización provocadas por los estudios, pero también por las tareas de autoadministración, demasiado alejadas de los intereses centrales de los estudiantes; y finalmente también por los cambios en la propia universidad, determinados por tendencias políticas y sociales.

Adam analiza esos cambios. Las opiniones de profesores y estudiantes sobre la llamada «democracia universitaria» cambian con el tiempo. Refiere las controversias sobre la forma de cooperación de los estudiantes en la autoadministración académica y analiza críticamente la opinión, manifestada por estudiantes, de que la crisis de la representación proviene de lo restringido de sus competencias. Si la exigencia de «democracia universitaria» únicamente significaba más cogestión estudiantil, como la demandada en algunas universidades con la simpatía de muchos profesores, su contenido principal lo constituyó bien pronto una racionalización de la actividad universitaria. Los representantes de los estudiantes se veían siempre más bien como objetos de una evolución que reforzaba la autonomía de las universidades frente al Estado y de ese modo, según consideraban los estudiantes, garantizaba a los profesores unos privilegios que dificultaban una mejora de las condiciones de estudio tal como la entendían los estudiantes. Sus demandas insistían en un aprendizaje racional. Con ello entraban en conflicto con la concepción tradicional de la universidad; con el temor de que la adaptación de la organización universitaria a los principios del rendimiento industrial liquidara las últimas reservas de desarrollo intelectual independiente. Adam ve la función sociológica de la representación estudiantil dentro de aquella constelación en que el derecho de cogestión de los estudiantes en los órganos de la administración académica canaliza la insatisfacción y a la vez responde a los principios de una corporación autónoma que se administra a sí misma.

Pero, según las revelaciones del estudio, las diferencias sobre la reforma universitaria raramente perjudicaron la buena relación entre el rector y los presidentes del AstA10. Los conflictos provenían más frecuentemente de la actividad política en sentido estricto de los representantes estudiantiles. El estudio trata la situaciones conflictivas típicas y confronta los argumentos de las diferentes corrientes con la praxis dominante. El resultado profusamente documentado es que el control jurídico de los estudiantes por parte de las autoridades universitarias se presenta cada vez más como control de la actividad política de los estudiantes. El estudio ve la razón fudamental de esta tendencia en la tradicional actitud apolítica que conservan las universidades alemanas. En general, las condiciones institucionales parecen entorpecer más que favorecer el compromiso político de los estudiantes. Adam previene de sobreestimar a la vista de las controversias locales el potencial de oposición, tanto en el plano de la política en general como en el de la política universitaria, en el estudiantado. Antes bien, la conciencia predominante de los estudiantes puede calificarse, hoy como ayer, de apolítica. Esto lo ejemplifica detalladamente, para el grupo de los funcionarios estudiantiles, el programa oficial de su organización. De él extrae Adam la conclusión de que la representación universitaria se aproxima a una burocracia provisora totalmente apolítica. Se mantiene en el principio de subsidiariedad y quiere tomar las riendas de las organizaciones sociales. La creciente ocupación en tareas administrativas y la cogestión en los órganos universitarios hacen que los funcionarios estudiantiles paulatinamente se integren, a juicio de Adam, en la jerarquía institucional igual que los comités de empresa en la industria.

Pero Adam no hace de este comportamiento un mero asunto de convicción, ni tampoco se lo reprocha, como tan frecuentemente se hace, a los funcionarios: este comportamiento se lo dicta su situación de dependencia –la de los que están aprendiendo– y la falta de apoyo por parte los miembros forzosos de la organización. Según los resultados del sondeo, pocos representantes estudiantiles contaban con la evidencia de que la representación de intereses es consecuentemente idéntica con la actuación política, cuya legitimidad no puede dictaminarla una administración particular como la de los futuros académicos.

El contenido propiamente sociológico del trabajo, que atraviesa la aportación informativa, radica en que ayuda a interpretar la situación en la universidad como momento de un proceso social mucho más vasto.

Mayo de 1965

Adalbert Rang, Der politische Pestalozzi [El Pestalozzi político]. Frankfurt a. M., 1967. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 18.)

Como mejor podría caracterizarse el libro sobre Pestalozzi de Adalbert Rang, cuya utilidad va mucho más allá de la modesta pretensión con que se presenta, es quizá con una renuncia que en él se hace. El término «imagen del hombre» que desde hace años prevalece en la pedagogía científica es estrictamente evitado. Y no solo por antipatía hacia la jerga de que esa palabra forma parte. Detrás está la intención de revisar las interpretaciones de Pestalozzi hoy dominantes, orientadas a la antropología filosófica al uso; así la de W. Bachmann, quien, basándose en la ontología fundamental, quiere mostrar que el «puesto» de Pestalozzi «no está en este mundo». En contraste con estos afanes, Rang se propone devolver la figura y la obra de Pestalozzi a la historia concreta: a la sociedad misma. Se fija en el político no menos que en el pedagogo, y parte de la relación de Pestalozzi con la Revolución francesa y helvética. El estudio deja atrás al aspecto individual-biofráfico y reflexiona constantemente sobre la situación económico-social de Suiza en la transición al siglo xix. El carácter privado de Pestalozzi queda referido al carácter social.

El libro escapa de la pretensión fatal de demostrar a toda costa la «unidad» de su evolución. Tal unidad es tan poco asumible como monolítica e íntegra la tendencia objetiva en la que se inscribe el trabajo de Pestalozzi. Este estudio hace visibles en toda su profundidad las contradicciones en la vida y en la obra de Pestalozzi confrontando manifestaciones suyas de diversos periodos de su vida. En vez de allanarlas oponiendo a un político «inauténtico» el Pestalozzi «auténtico» de los textos pedagógicos y de filosofía de la cultura, Rang descifra las implicaciones políticas incluso de los trabajos pedagógicos tardíos, aparentemente autónomos. Por otra parte se muestran ya en tempranas declaraciones de Pestalozzi motivos de su posterior abstención política.

Sociológicamente tiene el libro su importancia como aportación a la transmisión concreta de posiciones intelectuales a través de sus orígenes y contenidos sociales. En las grietas apreciables en la evolución de Pestalozzi reconoce Rang la expresón de los antagonismos objetivos que, ya en sus primeros tiempos, surcaban la sociedad burguesa que entonces que se constituía políticamente. En un tema dignamente tratado se sobrepasa aquella división del trabajo entre las disciplinas instalada a costa de la fecundidad de cada una. Esto supone a la vez que, en cuanto al contenido, una enérgica transformación de las ideas de Pestalozzi, cuya fuerza indómita tan hábilmente se supo emplear en ideologías autoritarias.

Junio de 1966

Regina Schmidt y Egon Becker, Reaktionen auf politische Vorgänge. Drei Meinungsstudien aus der Bundesrepublik [Reacciones a procesos políticos. Tres estudios de opinión en la República Federal]. Frankfurt a. M., 1967. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 19)11.

Durante los últimos años, el Instituto de Investigación Social ha realizado inmediatamente después de producirse ciertos acontecimientos destacables de la vida pública encuestas a la población para tener un conocimiento real de sus reacciones momentáneas. El proceso a Eichmann, el affaire Der Spiegel y la huelga de los trabajadores del metal en Baden-Württemberg fueron motivo para preparar rápidamente sondeos de dimensiones modestas, los llamados quickies en la jerga de la research. Aquellas tres encuestas las dirigió Egon Becker. Él ayudó a Regina Schmidt cuando se encargó de la tarea, a la vez ingrata y atrayente, de integrar los resultados cuando era requerido y seleccionar de ellos lo que pudiera valer como aportación empírica a la sociología política.

Las objeciones a las quickies son lógicas; la publicación es consciente de lo que son. Para obtener los datos antes de que se contaminaran con reacciones a otros acontecimientos, en la preparación de la encuesta había que improvisar. No podía pensarse en pretests rigurosos y repetidos; la fiabilidad que cabía esperar del instrumento de investigación tenía que ser modesta. Mayor aún que la insuficiencia técnica era la insuficiencia científica en un plano superior. Como esta clase de estudios se concentra en acontecimientos y situaciones del momento, es difícil relacionar los resultados con conexiones estruturales del proceso social, y la permanencia más o menos larga de los datos obtenidos resulta dudosa. Las propias encuestas comparten algo de lo efímero de la ocasión.

Pero junto a estos inconvenientes se dan ventajas nada despreciables. Una de las reglas de un esquema de cuestionario o entrevista cuidadosamente diseñado es la de evitar en lo posible las preguntas vagas, generales y concretar el interés que las guía. Con esta regla se busca voluntariamente la cercanía al acontecimiento para el que la quickie está indicada. El contacto con los hechos, la mirada puesta en acontecimientos específicos de la actualidad, permite hacerse una idea viva, no filtrada, de las opiniones, y acaso también de los comportamientos de los encuestados. La continua alternancia entre inconvenientes y ventajas, que en la investigación social empírica siempre hay que comparar, se da también en la quickie: la falta de fiabilidad en los resultados la compensa en cierto sentido y dentro de ciertos límites el hecho de que retiene mayor cantidad de aquellos momentos de experiencia que tienden a volatilizarse en cuanto los instrumentos de la investigación se afinan metódicamente.

La investigación social empírica levanta muchas veces, y no sin razón, la sospecha de que, al estar hecha a la cuantificación, allana las diferencias cualitativas y encalla en la obviedad inane de lo abstracto. Fácilmente se olvida que también puede producir el efecto contrario: la diferenciación crítica respecto de las expectativas teóricas, aun de las más plausibles. La publicación ofrece algunos ejemplos de ello. El estudio sobre la huelga de los trabajadores del metal había partido de la hipótesis –establecida de manera análoga a la que es común en las experiencias americanas– de que en las partes de la población alemana que no pertenecen a la clase obrera existe un potencial de rencor hacia los sindicatos y su supuesto interés egoísta. La investigación no confirmó esta hipótesis en su forma original. O este otro ejemplo: la sospecha tan a menudo manifestada de que en los individuos totalmente apolíticos se da una mayor propensión a las reacciones autoritarias que en los interesados por la política no pudo mantenerse después de una interpretación conjunta de los tres estudios.

Un resultado bien significativo de los tres estudios es que el origen social, y sobre todo las oportunidades de formación que este comporta, ciertamente tienen su influencia en la mentalidad política de la población alemana, pero que estas diferencias quedan detrás de la uniformidad en las reacciones políticas. En todas las capas sociales y todos los grupos con distinta formación se reveló que el alcance de los intereses políticos era limitado: mientras no se trate de los puros intereses específicos de las distintas capas, la esfera pública se halla para la mayoría de las personas alejada de su experiencia individual; no vale la pena el compromiso con ella. Tanto en el affaire Der Spiegel como en la huelga de los trabajadores metalúrgicos, las diferencias entre capas sociales no desempeñaban ningún papel relevante en el juicio de los encuestados. Y del estudio sobre Eichmann cabe destacar que el llamativo potencial de prejuicios antisemitas se distribuía con relativa uniformidad por los distintos grupos divididos según profesiones y estudios. Por otra parte, en los miembros de la clase media alta y en grupos de personas llamadas «cultas» –con bachillerato o licenciatura– se puede sospechar la existencia de ideas concretas, o cuando menos vagas, de los cambios en las condiciones de vida bajo una dictadura. Pero también aquí no es insignificante la parte de quienes consideran que las formas de gobierno son intercambiables sin ser conscientes de las consecuencias de un eventual vuelco favorable a un gobierno totalitario. En todas partes se destaca la percepción defectuosa de la trabazón de existencia privada y proceso político.

A pesar de toda la cautela puesta en la evaluación de los resultados, la sinopsis de las investigaciones acaso preste a estos estudios modestamente planteados algo más de relevancia de la que cabría conceder a cada uno por separado.

Noviembre de 1966

Joachim E. Bergmann, Die Theorie des sozialen Systems von Talcott Parsons. Eine kritische Analyse [La teoría del sistema social de Tal­cott Parsons. Una análisis crítico]. Frankfurt a. M., 1967. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 20)12.

El libro de Bergmann, una tesis doctoral presentada en Marburgo, no ha sido incluido entre las Aportaciones de Frankfurt a la Sociología porque su autor proceda del Instituto de Investigación Social y haya regresado a él después de su doctorado. En esta inclusión ha sido determinante su actualidad. No se puede ignorar que las obras de Talcott Parsons ejercen una considerable atracción también en la sociología alemana, sobre todo en sus representantes más jóvenes. Esta atracción se refleja incluso en los trabajos críticos que hasta ahora se han publicado sobre Parsons.

El interés por la teoría de Parsons se nutre de motivos heterogéneos. Cabe considerar, en primer lugar, su función en la disciplina especializada que es la sociología. Con su teoría general de la acción, Parsons pretende prestar a todas las ciencias sociales una base segura y derivar sistemáticamente sus áreas objetivas y sus categorías básicas de las condiciones de la acción humana. Con ello promete a la sociología autonomía y le señala su puesto en la división académica del trabajo.

Pero lo que explica el prestigio de sus trabajos teóricos es sobre todo el intento de concebir la sociedad como sistema. La sociología de Parsons se aleja considerablemente, enlazando en esto con la tradición europea –con Durkheim, Max Weber y Pareto–, de aquellas formas de sociología que, sobre todo en los Estados Unidos, identifican teoría con enunciados que en el mejor de los casos son de alcance medio. Con un mínimo de categorías básicas describe Parsons un inmenso compartimento en el que hallan su lugar y su explicación los hechos sociales registrados por la investigación empírica. Un aparato conceptual transparente, construido conforme a las leyes de la lógica clasificatoria, ayuda a percibir lo esencial del contenido, a comprender las condiciones de todas las relaciones sociales.

La influencia que su teoría ejerce es, finalmente, indesligable de su promesa de seguridad en el avance del conocimiento sociológico. Sus principios de cosntrucción se orientan en gran medida a los postulados metodológicos de la teoría analítica de la ciencia. Quiere salvaguardar la objetividad científica y ofrecer la posibilidad de integrar explicaciones particulares en una totalidad sin riesgos especulativos. Conceptos clave como el de rol parecen apropiados para una explicación teórica sin que aquel que se sirva de ellos tenga que temer enredarse demasiado en controversias. Se apela a la necesidad de seguridad también porque la invariancia de esas categorías beneficia a la de la propia estructura de la sociedad.

Bergmann coloca aquí un signo de interrogación. La intención de su trabajo es la de una crítica inmanente de la pretensión de neutralidad y objetividad científicas que anima a la teoría de Parsons. La demuestra en fenómenos sociales concretos. Tematiza sobre todo lo que Parsons declara sobre el fascismo, la estratificación social y el problema del gobierno. La crítica a la teoría general se lleva a cabo mediante el análisis crítico de sus aplicaciones. La principal objeción es que Parsons considera que las condiciones de las relaciones sociales quedan suficientemente definidas por valores y normas, cuando solo con categorías normativas no cabe decidir si una situación social puede considerarse funcional. Análisis sistemáticos recientes coinciden con esta crítica: según Habermas, los sistemas de valores no definen ninguna «situación de obligatoriedad» en una sociedad; y las definiciones de Parsons de la «unidad funcional» y la «consistencia interna» de los sistemas sociales son sospechosas hasta para la crítica neopositivista.

Bergmann demuestra detalladamente que el carácter formal de la sociología de Parsons implica muchos más contenidos de los que ella y sus postulados metodológicos prima facie dejan traslucir. La desatención a los momentos materiales en los contextos sociales, sobre todo a los contenidos económicos de estructuras sociales, permite hacer de valores y normas principios regulativos del proceso social, y las categorías normativas se convierten en categorías de la administración de la sociedad. La sociología de Parsons mide los fenómenos sociales –por ejemplo la estratificación social– con la vara de la ideología de una sociedad. El orden social, el equilibrio social, no crea problema alguno mientras las sociedades tratadas conforme a esas categorías funcionen, mientras sigan manteniéndose a sí mismas. La teoría estructural-funcional es hasta cierto punto indiferente al precio que haya de pagar por ello: prescinde de que la lógica de la autoconservación de sistemas sociales obedece a objetivos e intereses humanos. Pero aquello por lo que una teoría se muestra po­­co interesada, el mecanismo de abstracción al que la formación de sus con­ceptos obedece, no es indiferente al contenido del conocimiento. El que se derive el fascismo de la reacción de grupos sociales con «motivaciones discordantes» que se ven amenazados, o bien de tendencias evolutivas de la sociedad, esto es, la elección de los conceptos clave con que se analiza, encamina el propio análisis y sus resultados en determinada dirección.

La fertilidad del libro de Bergmann hay que buscarla en el hecho de que no expone tales interpretaciones de manera general, desde arriba, sino que las desarrolla hasta el último detalle, y por ende de manera estricta, en un modelo tan representativo como el sistema de Parsons. La oposición entre una concepción positivista de la sociedad y otra dialéctica se abre paso y se agudiza cada vez más en la conciencia. Bergmann contribuye a que las escuelas opuestas entre sí no se atrincheren rígida y dogmáticamente en sus axiomas y contrasten sus argumentos en genuinas discusiones. Algunas cuestiones que se tiende a atribuir a posiciones supuestamente fundamentales y últimas aparecen en este proceder como cuestiones objetivas y dirimibles.

Junio de 1967

Manfred Teschner, Politik und Gesellschaft im Unterricht. Eine soziologische Analyse der politischen Bildung an hessischen Gymnasien [Política y sociedad. Un análisis sociológico de la formación política en los institutos de Hesse]. Frankfurt a. M., 1968. (Aportaciones de Frankfurt a la Sociología, 21)13.

El libro de Teschner se propone dar nuevos impulsos a las reflexiones teóricas y prácticas sobre la reforma de la formación política aportando informaciones sociológicas fiables de carácter empírico sobre la influencia de la enseñanza de las ciencias sociales en institutos de enseñanza media. Su propósito era el de recabar datos para un «control de los resultados»: proporcionar evidencias sobre las condiciones de las que depende una formación política que logre su objetivo y, finalmente, hacer una reflexión social sobre los resultados. Las investigaciones se llevaron a cabo en el marco de la labor que el Instituto de Investigación Social viene desarrollando en sociología de la educación.

El estudio toma algunos motivos de investigaciones anteriores sobre estudiantes y los combina con planteamientos propios de la sociología de la educación. Si Estudiante y política14 se concentraba en el análisis de la conciencia política de los estudiantes y de las condiciones sociales de la participación en la política, Teschner tematiza las condiciones de la formación política en los institutos. El efecto de esta formación se examina en sus resultados, en las ideas y actitudes políticas de los alumnos y en los presupuestos institucionales y personales de los mismos, así como en la práctica docente de los profesores y sus posiciones respecto a la asignatura de ciencias sociales. El estudio de Tesch­ner ha servido de modelo a estudios posteriores del Instituto sobre la enseñanza política en escuelas primarias, institutos de enseñanza media y escuelas de formación profesional; Teschner desarrolló en él los instrumentos y las categorías analíticas que se aplicaron modificados en los estudios que le siguieron.

Queda sin despejar la duda sobre si la formación política en los institutos hasta ahora no habrá logrado su objetivo sino de manera imperfecta. Según los resultados, la mayoría de los alumnos se desinteresa de la política y está poco informada, y solo una minoría tiene concepciones decididamente democráticas. Los profesores, en su mayoría poco comprometidos políticamente e insuficientemente formados, no disponen de categorías adecuadas para interpretar procesos políticos, por lo que no pueden despertar el interés de los alumnos. Como las encuestas datan de unos años atrás, estos hallazgos se exponen a la objeción de que no hacen justicia a la situación actual. En todo caso esto sería cierto respecto a los resultados de la encuesta de alumnos, no respecto al análisis de la enseñanza. Como demuestran encuestas representativas más recientes, en la mayoría de los adolescentes, sobre todo en los alumnos de enseñanza media y estudiantes de enseñanza superior, existe un grado mayor de disposición a participar en manifestaciones y protestas políticas. Durante los últimos años se han producido a ojos vistas importantes cambios en la actitud de los jóvenes respecto a la política. Y es evidente que estos cambios no tiene su origen en la formación política recibida en los institutos.

Teschner explica por qué sus frutos han sido hasta la fecha tan escasos. La práctica de esta enseñanza adolece de la costumbre de desligar los fenómenos políticos de su contexto social e histórico, reducirlos a las acciones de individuos y buscar explicaciones en su relación con los denominados valores individuales. Los temas controvertidos se dejan de lado, y esquemas mentales de la vida cotidiana se mezclan con ideas ingenuamente estáticas sobre la «naturaleza del hombre». Una enseñanza de tal manera despolitizada resulta fácil para profesores afectos a una ideología de clase media y tendencias conservadoras. La conciencia precrítica de los profesores se reproduce en las respuestas de sus alumnos. La formación política de este estilo difícilmente puede crear ciudadanos mayores de edad; no es capaz de romper el estrecho círculo de los alumnos y capacitar a estos para hacer espontáneamente sus propias experiencias.

El análisis de Teschner hace transparente la íntima relación entre enseñanza y sociedad, la coincidencia de la conciencia política transmitida con las tendencias sociales determinantes. Al mismo tiempo muestra que las oportunidades para una formación política eficaz son mayores de lo que comúnmente se supone incluso entre los profesores. Del material empírico resultó que las diferencias encontradas en los conocimientos y las ideas de los alumnos las genera el tipo de enseñanza impartida; las «mejores clases» resultaron ser aquellas con una enseñanza sociológicamente orientada, esto es, una enseñanza que no se limita a la transmisión del conocimiento de órdenes y procedimientos formales, sino que entra en el efectivo juego de fuerzas social que se expresa en los fenómenos políticos. La consecuencia de que solo una más clara orientación sociológica de la formación política rendirá algún fruto se impone por sí sola. Teschner la discute y precisa en una capítulo especial. La formación política debe incluir motivos de la crítica ideológica. Y será capaz de romper la costra de la indiferencia y el desinterés si consigue relacionar procesos políticos con la estructura de los intereses que los sustentan y mostrar una conexión evidente entre la situación del Estado y los intereses personales del individuo. Hasta ahora, la pedagogía ha visto casi siempre impedimentos a la formación política en las tradiciones de autoridad pública específicamente alemanas o simplemente en el bienestar general. Al demostrar Teschner que ni una cosa ni la otra son ciertas abre la perspectiva de una corrección radical en este respecto. Esta se ajusta al conocimiento confirmado de que la conciencia políticamente ilustrada depende de aquella autonomía intelectual cuyo favorecimiento constituye el único sentido legítimo de toda formación.

Primavera 1968

1 Firmado por Adorno y Walter Dirks.

2 Firmado por Max Horkheimer y Adorno.

3 Cfr. ahora OC, 9.2, pp. 327 ss.

4 Cfr. ahora OC, 9.2, pp. 360 ss.

5 Cfr. ahora OC, 8, pp. 457 ss.

6 Firmado por Max Horkheimer y Adorno.

7 Firmado por Max Horkheimer y Adorno.

8 Firmado por Max Horkheimer y Adorno.

9 Firmado por Max Horkheimer y Adorno.

10 Allgemeiner Studierendenausschuss (Comité General del Estudiantado), organización representativa de los intereses de los estudiantes. [N. del T.]

11 Firmado por Adorno y Ludwig von Friedeburg.

12 Firmado por Adorno y Ludwig von Friedeburg.

13 Firmado por Adorno y Ludwig von Friedeburg.

14 Cfr. Jürgen Habermas, Ludwig von Friedeburg, Christoph Oehler, Friedrich Weltz, Student und Politik. Eine soziologische Untersuchung zum politischen Bewußtsein Frankfurter Studenten [Estudiante y política. Un estudio sociológico sobre la conciencia política de los estudiantes de Frankfurt], Neuwied, Berlín, Luchterhand,1961.