LA gravedad violeta de algún amanecer
apoyado en los hombros.
Ciudad de besos afilados,
gaviota indiferente que no encuentra su mar
y está en mi cuello.
¿Puede ocurrirnos algo todavía?
No me tires la copa,
no me dejes a un metro del último ascensor,
no pronuncies el nombre que sabe detenerme,
así,
como esperando,
como si yo esperase todavía.
Fin de sueño, canciones de borracho,
quizás la luz más grave
o pueden ser los años
que cierras en tu mano lentamente,
duro papel de plata,
miserable tesoro redondo y agrupado
que brilla sólo con la oscuridad.