EL futuro y el orden son lugares inhóspitos,
porque el suelo está frío y no se puede
andar descalzo ni olvidar la ropa.
Un lugar en la mesa, los tenedores sucios
y las copas vacías, una razón de estado
sentimental, un cuerpo
vestido solamente con los números pares.
Eso es el orden.
Y también es la sombra
que camina dos pasos por delante
para enfriar el suelo que hay detrás de la puerta.
Una casa arruinada,
un orden sucesivo y los cristales rotos.
Eso es el futuro. No se puede
andar descalzo ni olvidar la ropa.
Pero existen lugares intermedios,
pasados y presentes con luz de porvenir,
ciudades de frontera,
barcos anclados en las estanterías
y resplandor de puertos en la noche
y nombres en los mapas.
Vivir con la mirada pensativa
o en las fabulaciones que se guardan
bajo las yemas de los dedos,
cuando el tiempo se hace voluntad
y camina hacia el Sur
con la obediencia de un esclavo,
sin pensar, porque todo es pensamiento,
sin amar, porque él mismo
es el amor y se confunde
como luz en la luz,
como paso de agua
en las ingobernables corrientes del océano.
Lugares intermedios,
madrugadas de junio a veces compartidas
en primera persona del plural.