YO, bebedor de whisky,
en tu beso conozco la ginebra.
Tan distinta la piel,
el país de tu beso,
un idioma con sílabas de lentitud y noche,
un mundo de costumbres muy ajenas
que marca en sus relojes compartidos
la diferencia horaria de nuestra intimidad.
El sol va por delante en la piel de tu beso.
Cuando yo abro los ojos, tú los cierras.
No sé
si he sido el extranjero
allí, en la región
de tu lluvia pendiente de mis labios.
No sé
si fuiste la extranjera
aquí, en la ciudad
de mi boca perdida por tu boca.
Pero cruzo este mar
si mi destino negro
es el blanco imprevisto de tu amor,
y si tu soledad, como un perro de raza,
se viene con mi luna callejera.
Es una patria inútil
la que cierra los labios y las puertas
a los recién llegados.
Sórdida gente triste,
gente esquiva que nunca ha salido de sí.
No recorren el mundo, no se pierden,
no han sentido en su piel la luz de una frontera
que nos salva del dulce cuchillo de lo nuestro,
no conocen los labios de otro idioma,
no aman las ciudades,
no aprenden a besar.