Cuaderno de notas de Ricardo Furtamantes*
Ricardo Furtamantes escribía todos los días. El establecimiento de un diálogo intenso y constante con él mismo constituía una necesidad de satisfacción ineludible. El hábito, arraigado en él muchos años atrás, representaba en sus años maduros la única posibilidad de sosiego y paz en su existencia, la gran oportunidad de ventilar sus pensamientos y controlar los vendavales interiores que lo azotaban sin tregua. La mayor parte de la tropa no lo entendía y de hecho tenía suficiente con el agotamiento ocasionado por la caminata entre los pantanos, cortando con la mano las nubes de insectos y el lodo hasta la cintura, siempre con el temor de una emboscada en el momento más inesperado sumado al calor sofocante y al desgaste producido por el dominio del miedo. Cualquier descanso era aprovechado para dormir siempre y cuando no tocara el turno de la guardia. Furtamantes requería además otro tipo de descanso. La guerra de guerrillas, la acción en la selva, su vida permanentemente en juego, un repentino bombardeo o el piquete de un animal ponzoñoso, la tensión a toda hora, no le reportaban el desahogo necesario para encontrar al final de la jornada la paz espiritual tan ansiada: necesitaba escribir, inevitablemente, ya fuera bajo la sombra de una palmera, al lado de una fogata o en el interior de su tienda de campaña antes de entregarse al sueño. Ni las candelillas ni los cocuyos ni las purrujas tenían la capacidad de distraerlo cuando redactaba a la luz de una lámpara de canfín. Vaciaba en su cuaderno de notas sus ideas, sus propósitos, sus recuerdos, la historia de Salaragua y Centroamérica, sus convicciones políticas y sus principios filosóficos sin tomar en consideración orden alguno. Unas veces abordaba temas históricos:
El Caribe y sus hermosas playas se convirtieron años más tarde del descubrimiento de América en una arena, en un coliseo, un gran teatro donde ventilaban sus eternos conflictos los tradicionales imperios rivales de la época. Los piratas y contrabandistas de extracción europea, pero fundamentalmente ingleses, soportados en su mayoría por sus propios gobiernos, desafiaban los dominios españoles para hacerse de posesiones exclusivas en América. Las áreas no colonizadas por la metrópoli fueron ocupadas por otros extranjeros que pronto hicieron florecer dichos asentamientos dedicados principalmente a la producción de tabaco y azúcar y se enriquecieron con el contrabando de estos productos.
Piratería, contrabando: así empieza la trama de nuestros días, así termina.
Otras, repasaba problemas sociales ancestrales:
Ya antes de la llegada de los españoles, las tribus del istmo peleaban frecuentemente entre sí con el ánimo de satisfacer sus apetitos hegemónicos. Esta rivalidad permanente, este conflicto siempre desgastante fue observado detenidamente por los conquistadores y entendido como una generosa oportunidad para lograr la penetración y la victoria final, el aprovechamiento de las eternas diferencias históricas, la coyuntura ideal, la clave de acceso para imponer la dominación absoluta, la capitalización en su beneficio de una larga tradición de desunión centroamericana, la misma que en la actualidad explota exitosamente Estados Unidos.
Centroamérica ha sido siempre una región de contrastes. Ya desde la época de la Conquista fue dominada por una aristocracia de latifundistas. La vida en la región se desarrollaba dentro de peligrosos extremos, la opulencia y la ostentación y la miseria y la resignación con todas sus consecuencias y sus efectos económicos. Desde el siglo XVI Centroamérica había llamado la atención de residentes y viajeros por la incomparable fertilidad de sus tierras, un paraíso terrenal, un clima extraordinario, un suelo fértil y generoso donde un hombre podía satisfacer todas sus necesidades con suma facilidad y todavía generar excedentes exportables. Ya por aquel momento era una zona de pobreza y prosperidad.
Centroamérica: un botín de codicia, violencia, orfandad.
No dejaba de analizar algunas causas para tratar de entender cabalmente el subdesarrollo latinoamericano:
Las explicaciones para demostrar el fracaso en la modernización de Centroamérica son tan diversas como lo son las promesas incumplidas de su geografía. Las explicaciones van desde el determinismo climático y geográfico, donde el trópico es el principal villano, hasta las condenaciones racistas de la herencia española, el carácter español o el indio letárgico o la religión católica experta en la búsqueda y en la manipulación de la culpa y en la explotación de los miedos propios de los humanos como instrumentos de control político. Vivimos con la eterna nostalgia por el pasado, con la resignada insatisfacción del presente, sin un elemental sentido crítico indispensable para entender el origen de nuestros problemas. ¿Cómo sabemos el papel que juega o ha jugado en nuestra sociedad la sumisión incondicional a la jerarquía eclesiástica?, o ¿el de la estratificación económica heredada y conformista?, o ¿el sistema ético despersonalizado?, o ¿la concepción de la pobreza como una meta para alcanzar el perdón eterno?, o ¿los 300 años de esclavitud y de intransigencia?, o ¿la ausencia de una mística de trabajo para la superación individual o colectiva?, o ¿la mentalidad dependiente?, o ¿los ataques del imperialismo europeo?, o ¿los marines y el capitalismo norteamericano? Solo el deseo de ser, de conocernos, nos sostiene y afirma.
Suponía la imagen de Centroamérica en los años posteriores a su independencia:
¡Ay, si España nos hubiera concedido las mismas facilidades de autogobierno que la Corona inglesa otorgó a sus colonias! Si hubiéramos adquirido la misma experiencia de los súbditos británicos de ultramar en lo referente a la administración de los asuntos públicos y de Estado, en comparación con la centralización intransigente de las autoridades virreinales españolas y la exclusión de los aborígenes de los delicados negocios oficiales, al tiempo de la independencia no hubiéramos tenido un costo de aprendizaje tan extraordinariamente elevado. Las ventajas de la autogestión controlada, pero al fin y al cabo autogestión inglesa en América del Norte, se tradujeron al paso del tiempo en diferencias abismales y centenarias, difíciles, muy difíciles de superar. Se parte, entendámoslo, de diferencias de más de 300 años de ventaja administrativa.
Nosotros expulsamos a las autoridades españolas y tuvimos que aprender a manejar un tren en marcha. Sustituimos personas y todavía importamos instituciones ajenas a nosotros. Ellos se concretaron a cambiar algunos nombres y continuaron sus rutinas. De hecho no resintieron la ausencia de la Corona inglesa en los asuntos públicos ni sufrieron apenas los efectos de la orfandad política.
Centroamérica no acababa de conocer los riesgos de su inhabilidad administrativa ni de su indefensión militar cuando ya era repentinamente parte de la lucha devastadora entre las grandes potencias, una presa apetecible, un mercado generoso, una zona tropical necesaria para integrar sus economías, unos clientes extraordinarios para los banqueros, textileros y productores de otros artículos manufacturados, y unos proveedores sobresalientes de materias primas novedosas y lucrativas. Centroamérica comparada con Estados Unidos en sus respectivos momentos de independencia política es algo así como una mulata joven y hermosa capturada por un puñado de piratas que han permanecido sin tocar tierra durante muchos meses.
A veces como el hombre que entra a un mundo surreal, encandilado por el resplandor ardiente de las vegetaciones tropicales, Furtamantes era asaltado por imágenes, ideas sueltas como relampagueantes meteoros desprendidos de un sol invisible. Las anotaba:
Nadie, ni siquiera el más exaltado imperialista, sostendrá que Estados Unidos o Inglaterra son especies de caballeros andantes que van de un sitio a otro en busca de pueblos oprimidos para librarlos de sus gobiernos opresores sin tener en cuenta sus propios intereses.
¿Por qué Estados Unidos sí pudo hacer la América de Washington y nosotros no pudimos hacer la de Bolívar, en circunstancias que Bolívar, en sus concepciones de unidad y gobierno, no era inferior a Washington?
Los grandes imperios mueren de indigestión.
El Ejército regular iba delante, los colonos detrás. De la misma manera como actualmente van por delante los marines y los inversionistas atrás.
Evaluaba el papel de la Iglesia:
Los grupos reaccionarios siempre propusieron el restablecimiento de un régimen paternalista no para proponer o dar cabida a un orden social justo sino para afianzarse en el privilegio y garantizarse la improcedencia de cualquier cambio que pudiera afectar sus intereses. La sombra generosa del paternalismo no era sino la proyección de un centralismo absolutista muy parecido a las dictaduras. Los hacendados, herederos de la antigua encomienda, integraban en realidad principados feudales contrarios a cualquier estructura federativa, a la cual también se oponía la Iglesia desde cualquier trinchera o el más insignificante púlpito en su carácter de terrateniente. La tenencia de la tierra comenzaba a ser ya desde entonces un problema grave. La Iglesia se definía como la institución más conservadora de la sociedad. No perdamos de vista además que los jesuitas, dominicos, franciscanos, agustinos y bethlemitas eran grandes terratenientes que se dedicaban a sus plantaciones y no al culto. Sus intereses personales además eran contrarios a la política unificadora centroamericana.
Una de las principales razones de la guerra crónica en Centroamérica se encuentra en los poderes de la Iglesia y en la distribución de la tierra. Las cinco repúblicas han expropiado, una tras otra, sus bienes. Por algo será.
En relación al papel de Estados Unidos respecto a América Latina a principios del siglo pasado, escribió:
Simón Bolívar ya nos advirtió de pie, sobre una de las últimas vértebras de Los Andes con un grito estremecedor cuyo eco interminable no deja de quitarnos el sueño: “Estados Unidos parece destinado a plagar América con todo género de miserias en nombre de la libertad”.
Discurría con suma agilidad en la problemática histórica de América Latina:
En Centroamérica nos ahorramos una guerra de independencia contra España o México; sí, pero a cambio sufrimos una serie de tormentosos debates y guerras internas originados principalmente en los antagonismos de clase, en las relaciones Iglesia/Estado, en la política económica, en la fiscal y en la filosofía general de gobierno. La influencia del gobierno de Felipe V, de la Revolución americana, de la francesa, de la Ilustración, así como de las ideas republicanas provenientes de Francia y Estados Unidos durante la independencia latinoamericana jugaron un papel determinante en el siglo XVIII en Iberoamérica, pero esa corriente ideológica no prosperó en la práctica no obstante haber sido recogidos sus conceptos progresistas en las constituciones políticas domésticas. ¿Razones? Subsistía una estructura, una mentalidad feudal inconsecuente con dichos principios importados, cuyo contenido filosófico era ajeno a los movimientos sociales de la región y por lo mismo desvinculados de nuestra idiosincrasia y de nuestra experiencia histórica. Por eso fracasaron dichos ordenamientos y se convirtieron en letra muerta. Por lo mismo se frustraron los intentos para constituir una unión de países o una federación centroamericana porque podía más el localismo que la unidad, más la reacción que la reforma, más la oligarquía que los hombres de Estado.
Pasará mucho tiempo antes de que Estados Unidos entienda que en Centroamérica preferimos malos gobiernos pero presididos por nuestros líderes que buenos gobiernos bajo el tutelaje extranjero.
Nuestro vino es amargo pero es nuestro vino.
El subdesarrollo se da junto con la ausencia de estadistas, poetas, intelectuales, juristas, técnicos, etc... En Centroamérica los poetas como Darío evolucionan lejos de Centroamérica.
* Transcurrieron muchos años antes de que el autor pudiera encontrar en el corazón de la selva salaragüense el famoso cuaderno de notas de Ricardo Furtamantes. Solo uno de sus correligionarios logró guardar algunos pensamientos aislados manuscritos por el fervoroso combatiente mismas que aquí se reproducen para dejar si fuera necesario una mayor constancia de los alcances de su visión y las proporciones de su talento.