1 de mayo de 2020
Querido Hero:
No sabes quién soy, no nos conocemos. Hace un tiempo unos amigos me hablaron de ti y me dijeron que estabas en un centro de internamiento. Y eso hizo que quisiera escribirte para saludarte y enviarte unas palabras.
Ante todo, espero que estés bien en estos tiempos terribles.
Te envío esta carta a través de mis amigos. Ellos me dijeron que llegaste aquí dentro de un contenedor sellado que estuvo en tránsito durante más de seis semanas, que eres microbiólogo y que al llegar acabaste embalando neveras con plástico en un almacén.
También me cuentan que no eres uno de los detenidos que soltaron por razones sanitarias en marzo y que ahora llevas casi tres años encerrado en este centro de internamiento.
Me han contado no solo que has aprendido inglés por tu cuenta con un diccionario tan pequeño que cabe en la palma de tu mano, sino también que la última vez que les escribiste les hablaste del insomnio, de los cumulonimbos, de la atmósfera y del problema de mirar por una ventana que es opaca, que te encantan los pájaros y la naturaleza pero que la ventana de la cárcel donde vives es de plástico opaco, no de cristal, y no se abre.
Tengo dieciséis años y vivo en Brighton, a unos cincuenta kilómetros de distancia de donde estás, si sigues detenido.
Voy a un instituto genial… cuando no está cerrado por el virus. Me encanta. Y lo echo de menos. Ahora sé cuánto me gusta aprender. Ahora que no aprendo de la misma forma que antes.
Tengo un hermano pequeño. Me vuelve loca, sobre todo ahora, porque odia el confinamiento. Nuestra madre no para de decirle que tiene que ser menos animal y aplicar la lógica. Hablando de animales, cuando acabe el instituto me estoy planteando estudiar Veterinaria, porque si me licencio estaré formada para cuidar de mi hermano. ¡Broma! No, pero la verdad es que me encanta la naturaleza y la fauna, el medioambiente es importantísimo para mí y ver que se lo están cargando me da insomnio.
Aunque considerando la injusticia de tu propia situación no tengo derecho a no dormir bien.
He pensado: ¿sobre qué puedo escribir a Hero que le sirva de algo?
Así que voy a hablarte de los vencejos.
Probablemente ya sabrás que son aves que viven parte del año en África y parte del año aquí y en otros lugares de Europa y Escandinavia. Volverán de un momento a otro, al menos eso espero. El año pasado llegaron el 13 de mayo. En Brighton somos de los primeros en ver los vencejos que vuelven al país. Mi madre tiene un dicho sobre los vencejos, dice que traen el verano: «Es la llegada y la marcha de los vencejos lo que señala el principio y el final del verano». Al parecer lo decía su madre y la madre de su madre. Creo que eso convierte un poco a los vencejos en un mensaje volador en una botella. Hay un poema de la poeta Emily Dickinson que me gusta. Dice (aunque lo dice más poéticamente que yo aquí) ¿qué pasaría si abres una alondra? Si abriésemos un vencejo, metafóricamente, desde luego, tengo la visión de que el mensaje que llevaría dentro sería la palabra desplegada
V E R A N O.
En caso de que no lo sepas, son aves que parecen flechas negras en lo alto del cielo. En realidad son de un tono gris con un poco de blanco bajo la barbilla, tienen unas preciosas cabezas diminutas con forma de casco y ojos sabios como cuentas negras.
Su nombre en latín es apus apus, que tiene algo que ver con el hecho de que parecen no tener pies. Pero en realidad tienen unos pies pequeñísimos que han evolucionado para poder asirse a las rocas o a los edificios, su forma aerodinámica significa que no necesitan pies tan grandes como otras aves. Son de cuerpo pequeño y el tamaño de sus alas en relación con el cuerpo es el más grande de todas las aves porque pasan gran parte de su vida volando.
Se alimentan durante el vuelo, comen moscas y otros insectos, y se han adaptado para distinguir los que pican de los que no; por ejemplo, distinguen a los zánganos de los otros tipos de abejas. Beben lluvia al vuelo o bajan a beber a la superficie de los ríos sin posarse, e incluso duermen volando, pueden desconectar una parte del cerebro para descansar mientras otra parte sigue alerta.
Pero lo que es realmente asombroso es que pueden volar casi cinco mil kilómetros en cinco días si no les retrasa el mal tiempo, y prácticamente desde que nacen ya saben adónde tienen que ir por el magnetismo natural de la tierra. Viajan una media de veinte mil kilómetros y mira su tamaño, son unos pájaros pequeñísimos.
Todos los días miro el cielo esperando su llegada. Como si este año no hubiese sido bastante malo, informaron desde Grecia que a principios de abril un vendaval mató a miles de vencejos que volaban hacia el norte.
No sé por qué imaginamos que otras cosas del mundo adquieren una forma más importante que el ojo, o el cerebro, o la silueta en el cielo de un pájaro así.
Bien, Hero, creo que ya es más que bastante para una carta. Espero no haberte aburrido. Quería enviarte un horizonte abierto y esta es una de las cosas que me han mantenido cuerda estos tiempos en que todos estamos confinados.
Pero el confinamiento no es nada comparado con la injusticia de la vida para personas a las que ya se está tratando injustamente.
Volveré a escribir pronto.
Sé que no nos hemos conocido ni nada, pero espero de todo corazón que estés bien.
También sé que tu ventana no está nada bien, pero ¿a veces os dejan salir fuera, al patio?
Si ves un vencejo en el cielo, te está llevando un mensaje de una desconocida que te desea lo mejor y piensa en ti.
Muchos saludos.
De
Sacha Greenlaw