Frederick E. Austerlitz nació el 10 de mayo de 1899 en Omaha, Nebraska (Estados Unidos), en una familia de origen austríaco. Murió el 22 de junio de 1987 en Los Ángeles, California (Estados Unidos). Era un bailarín nato, que comenzó como niño prodigio actuando en su región natal. A los once años forma pareja con su hermana Adela, debuta en las variedades como profesional y realiza numerosas giras por el país; simultáneamente sigue sus estudios de danza en escuelas de Nueva York. Con un éxito progresivo, la pareja de bailarines logra su primer contrato en Broadway, y desde entonces son figuras en muchas revistas y comedias musicales: Lady Be Good, Smiles, The Band Wagon, The Gay Divorcée, Funny Face…Es la época dorada de los musicales norteamericanos, espectaculares por definición, suntuosos, recargados de ornamentación, verdaderos prodigios de realización teatral como atracción básica: Follies, de Ziegfeld; Scandals, de George White; Vanities, de Earn Carroll…La vieja aspiración teatral –tan discutida y discutible– de introducir al espectador en el espectáculo tiene aquí su plena justificación. Hacer sentir a cada uno que participa personalmente en aquella fabulosa fiesta de luces, colores, vestuario, pedrerías, mujeres hermosas, músicas, bailes, canciones…que cambian continuamente en un centelleo de hallazgos y sorpresas asombrosas. El dirigirse al público desde las candilejas, luego la rampa, la escalera, la pasarela…son los avances sucesivos del escenario sobre el patio de butacas, por el que desfilan entre el público las más bellas mujeres con las más increíbles galas. Por eso, cuando llega el sonoro, la revista musical domina el cine como el gran espectáculo capaz de superar el escenario teatral. La cámara es la mirada del espectador que entra en escena para cada uno; las rampas y las pasarelas son sustituidas por travellings atrás y adelante, las complicadas y pesadas piezas movibles, cargadas de «girls», son superadas por el girar y volar de la cámara en todas direcciones; los cuadros plásticos y los decorados no tienen limitaciones y cobran toda su dimensión y fantasía. El coreógrafo Busby Berkeley es el gran creador de la revista musical cinematográfica, sobre la renovación de la teatral, pero también sobre su misma concepción espectacular: la puesta en escena, el cuadro plástico, el decorado increíble, el alarde fastuoso… La calle 42 (1933) –dirigida por Lloyd Bacon– es su obra maestra, que lanza y consagra el nuevo estilo.
Adela Astaire se casa y deja la escena en 1931. Fred continúa solo, y entonces entra en el cine: Alma de bailarina, protagonizada por Joan Crawford. Volando a Río (1934) es su consagración mundial. Pero, desde 1925, ya el musical teatral experimentaba una evolución hacia la sencillez y el realismo que las películas musicales adoptan para sí, superando y perfeccionando la tendencia de la que nacerá una nueva escuela y diferente concepción del género. La participación del espectador en la pantalla no será ya puramente óptica, sensorial, sino psicológica, intimista. El actor, y sobre todo el bailarín, no actúan ya para la cámara, sino la cámara para el bailarín y su danza, en la que toma parte respondiendo a sus actitudes y ademanes. La cámara no sólo «ve» la danza, sino que forma parte de ella. El baile se despoja de sus accesorios más espectaculares, y este espectáculo se vincula y circunscribe a la danza misma, que acaba por hacerse con todo, estilizando lo más vulgar y habitual: las calles, los transeúntes, un gimnasio, un tranvía, un café, una tienda…Es lo que van a llevar a cabo los nuevos grandes del musical: Minnelli, Donen, Kelly.
Astaire aparece en ese exacto punto de transición entre el gran espectáculo de la revista y la simplificación realista de la danza por sí misma. Encarna mejor que nadie el sentido intimista de la revista y la comedia musicales. Su personaje es típico y representativo de esta ambigüedad. Aún es elegante, con traje de etiqueta, sombrero de copa y bastón, o trajes blancos con reminiscencias de los brillantes atuendos de la revista clásica; pero también viste de calle, según el papel que represente, siempre un tanto castizo y arrabalero. El perfil humano del personaje cinematográfico ofrece esta misma duplicidad; no se sabe si es el caballero elegante, con aire de golfo, o el golfo con distinción de caballero. Siempre es simpático, confidencial, como un amigo del espectador al que le cuenta sus aventuras, con su voz aflautada, quebrada. Algo de lo que constituyó el éxito de Max Linder en el cine cómico de los años cinco y diez. El gran momento en que se forja el film musical moderno es con este gran bailarín.
Además es la historia viva del género, ya que Astaire ha seguido la marcha del musical, renovándose a cada paso. Más de quince «partenaires» han desfilado por sus films: Ginger Rogers, su gran pareja, desde 1934 a 1939; Paulette Goddard, Rita Hayworth (1941-42), Marjorie Reynolds, Joan Leslie, Lucille Bremer (1945), Lucille Ball, Judy Garland, Esther Williams, Ann Miller, Vera Ellen (1950-52), Betty Hutton, Jane Powel, Eleanor Powell, Cyd Charise –otra gran figura–, Leslie Caron, Audrey Hepburn…Anuncia varias veces su retiro, pero sigue bailando, con más de setenta años, y tiene una cadena de escuelas de danza en diez ciudades de Estados Unidos.
Es uno de los más prodigiosos bailarines que han existido. Sus vuelos y saltos son dignos de Nijinsky, es el máximo virtuoso del «tip-tap» en la época de su auge (1934-1937) y es una de las máximas atracciones de público por votación y taquilla en aquellos mismos años. Ha trabajado bajo los más grandes coreógrafos –Hermes Pan, Georges Balanchine, Robert Alton, Eugene Loring, Michael Kidd, Stanley Donen–, pero fue un creador de su arte y en todos sus números hay una parte propia, derivada de su inconfundible personalidad.
Fred Astaire fue la personificación más completa y visible del género musical en la pantalla, uno de los más importantes, perfectos y bellos que el cine ha logrado en su aún corta vida.
FILMOGRAFÍA: 1915: Fanchon the Cricket (Fanchon), de James Kirkwood. 1933: Dancing Lady (Alma de bailarina), de Robert Z. Leonard; Flying Down to Rio (Volando hacia Río de Janeiro), de Thornton Freeland. 1934: The Gay Divorcee (La alegre divorciada), de Mark Sandrich. 1935: Roberta (Roberta), de William A. Seiter; Top Hat (Sombrero de copa), de Mark Sandrich. 1936: Follow the Fleet (Sigamos la flota), de Mark Sandrich; Swing Time, de George Stevens. 1937: Shall We Dance? (Ritmo loco), de Mark Sandrich; A Damsell in Distress (Señorita en desgracia), de George Stevens. 1938: Carefree (Amanda), de Mark Sandrich. 1939: The Story of Vernon and Irene Casel (La historia de Irene Casel), de H. C. Potter. 1940: Broadway Melody of 1940 (La nueva melodía de Broadway 1940), de Norman Taurog; Second Chorus (Al fin solos), de H. C. Potter. 1941: You’ll Never Get Rich (Desde aquel beso), de Sidney Landfield. 1942: Holyday Inn, de Mark Sandrich; You Were Never Lovelier (Bailando nace el amor), de William A. Seiter. 1943: The Sky’s the Limited (El límite es el cielo), de Edward H. Griffith. 1945: Yolanda and the Thief, de Vincente Minnelli. 1946: Ziegfeld Follies, de Vincente Minnelli; Blue Skies (Cielo azul), de Stuart Heisler. 1948: Easter Parade, de Charles Walters. 1949: The Barkleys of Broadway (Vuelve a mí), de Charles Walters. 1950: Three Little Words, de Richard Thorpe; Let’s Dance, de Norman Z. McLeod. 1951: Royal Wedding, de Stanley Donen. 1952: The Belle of New York, de Charles Walters. 1953: The Band Wagon (Melodías de Broadway 1955), de Vincente Minnelli. 1954: Deep in My Heart, de Stanley Donen. 1955: Daddy Long Legs (Papá piernas largas), de Jean Negulesco. 1957: Funny Face (Una cara de ángel), de Stanley Donen; Silk Stockings (La bella de Moscú), de Rouben Mamoulian. 1959: On the Beach (La hora final), de Stanley Kramer. 1961: The Pleasure of His Company (Su grata compañía), de George Seaton. 1962: The Notorius Landlady (La misteriosa dama de negro), de Richard Quine. 1968: Finian’s Rainbow (El valle del arco iris), de Francis Ford Coppola. 1969: Midas Run, de Alf Kjellin. 1973: Imagine, de Jonas Mekas, John Lennon y Yoko Ono. 1974: The Towering Inferno (El coloso en llamas), de John Guillermin e Irwin Allen. NOMINACIÓN (A. S.). 1976: The Amazing Dobermans (Los impresionantes dobermans), de Byron Chudnow; Un taxi mauve (Un taxi malva), de Yves Boisset. 1981: Ghost Story (Historia macabra), de John Irvin.