Lo que expresan en sus obras la mayoría de los autores norteamericanos –O’Neill, Hemingway, Faulkner, Miller– es su propia personalidad enraizada en el alma de su país, a través de cualquier tema. Lo mismo sucede con los grandes realizadores, cuando el cine de Hollywood y sus métodos se lo permiten. Huston es un caso manifiesto, típico. Es un norteamericano neto y, por tanto, con la idea, más vital que conceptual, de que la vida es acción, y la acción tiene por cumbre la aventura. La meta de todo ello es el éxito, lo que da sentido y contenido al existir del norteamericano. Para el europeo la vida tiene sentido por sí misma, para el americano sólo tiene valor en función del triunfo. Huston la siente y la ha vivido así, y ésta es la raíz autobiográfica de su obra. Pero también sabe que cuando la vida como acción y la acción como éxito no se logran, todo queda en el vacío del fracaso: la acción como vida carece al fin de sentido, y el fracaso es lo que lo revela. Todo un concepto de la existencia, inherente a la vida norteamericana. Pero no es un ideólogo, y sus films carecen de tesis: lo ha vivido así y así lo cuenta, como simple narrador, porque no tiene otra cosa que decir. Son esos grupos de hombres marginados, con la individualidad feroz del presunto triunfador a toda costa, que se asocian momentáneamente para reforzar aquélla y facilitar el éxito soñado. Pero cuando lo tienen en las manos, despierta en ellos su individualidad primaria, y se devoran en la selva de la ciudad o del desierto. Al final, el éxito se les escapa y de ahí la amarga ironía de lo inútil, de la carencia de un sentido para la vida. También las mujeres están en esta línea, con su belleza y su seducción, pero metidas siempre en la aventura común, sin la cual no tienen valor: la aventura y el éxito ante todo. Como simple narrador de profunda autobiografía, el estilo de Huston es simple, directo, muy norteamericano, pero superado por una oscura pasión humana y vital que rezuma en sus mejores imágenes. Por todo ello, este director del cine norteamericano, que es ante todo norteamericano, desborda y supera con mucho el oficio que es la meta de tantos de sus compañeros de nacionalidad y de trabajo. Lo que hay siempre en los mejores films de Huston es el hálito cálido de la vida misma, el secreto de una personalidad poderosa. Por la vida que contienen y por el secreto de un alma humana, que es la suya a través de todos sus personajes, los films de John Huston tienen su último valor más allá de todo lo que son en sí.
FILMOGRAFÍA: 1941: The Maltese Falcon (El halcón maltes). 1942: In This Our Life (Como ella sola); Across the Pacific. 1947: The Treasure of Sierra Madre (El tesoro de Sierra Madre). 1948: Key Large (Cayo Largo). 1949: We Were Strangers. 1950: The Asphalt Jungle (La jungla del asfalto). 1951: The Red Badge of Courage. 1952: The African Queen (La reina de África). 1953: Moulin Rouge (Moulin Rouge); Beat the Devil (La burla del diablo). 1956: Moby Dick (Moby Dick). 1957: Heaven Knows, Mr. Allison (Sólo Dios lo sabe). 1958: The Barbarian and the Geisha (El bárbaro y la geisha); Roots of Heaven (Las raíces del cielo). 1959: The Unforgiven (Los que no perdonan). 1961: The Misfits (Vidas rebeldes). 1962: Freud, the Secret Passion (Freud, pasión secreta). 1963: The List of Adrian Messenger (El último de la lista). 1964: Night of the Iguana (La noche de la iguana). 1965: The Bible…In the Begining (La Biblia). 1966: Casino Royale (Casino Royale). Codirigida con Ken Hughes, Val Guest, Robert Parrish y Joseph McGrath. 1967: Reflections in a Golden Eye (Reflejos en un ojo dorado). 1968: Sinful Davey (La horca puede esperar). 1969: A Walk with Love and Death (Paseo por el amor y la muerte); The Kremlin Letter (La carta del Kremlin). 1972: Fat City (Fat City/Ciudad dorada); The Life and Time of Judge Roy Bean (El juez de la horca). 1973: The Mackintosh Man (El hombre de Mackintosh). 1975: The Man Who Would Be King (El hombre que pudo reinar). 1979: Wise Blood (Sangre sabia). 1980: Phobia (Phobia). 1981: Escape to Victory (Evasión o victoria). 1982: Annie (Annie). 1983: Under the Vulcano (Bajo el volcán). 1985: Prizzi’s Honor (El honor de los Prizzi). 1987: The Dead/Dublineses (Los muertos).
Nació el 16 de noviembre de 1882 en Newport (Nueva York), Estados Unidos. Murió en Hollywood el 19 de noviembre de 1924. Es uno de los grandes adelantados y creadores del cine norteamericano y del mundial. Su vida y su obra están sumidas en esa nebulosa originaria, donde todo es incierto y la veracidad se mezcla con la leyenda y con el bluff, el arte con la industria y la publicidad. Además de director, Ince fue productor y organizador de la industria cinematográfica de los Estados Unidos en aquellos albores de su grandeza. Por eso, la confusión general es en él más densa y llena de vaguedades. Es una de las figuras del cine mundial menos tratadas y conocidas.
Su padre era actor de cierto renombre en la escena neoyorkina, especializado en papeles de chino, y cuando se retiró fue profesor de declamación. Sus tres hijos fueron sus mejores discípulos. Ince ingresó en el mundo del music-hall como cantante y bailarín, pero su renombre apenas le permitía actuar en Nueva York. Cuando sus fondos se terminaban, debía emprender largas y azarosas giras en compañía de su mujer, Alice Kershaw, también actriz, y de un hijo pequeño. Al parecer, en las peores épocas tuvo que dedicarse a diversos oficios. Durante diez años marchará sin tregua por los Estados Unidos actuando en teatros de segundo orden o music-halls de ínfima categoría, que le servirá para conocer su país a fondo y desde abajo, lo que sería decisivo en su carrera futura. En esta época teatral conoce a William S. Hart, que años después sería su actor predilecto, y a un antiguo compañero de profesión, Joseph Smiley, que actuaba como director de películas, y le convence de que se pase al cine. Como Griffith, estimaba aquélla una profesión vergonzosa para cualquier comediante, pero los apremios económicos no le dejaron opción. No hay seguridad sobre la primera película que interpretó. Se considera que fue Seven Ages,en 1906, para Edison y dirigida por el famoso Edwin S. Porter. También pudieron ser Ricardo III o Macbeth, dirigidas ambas por John Stuart Blackton, para la Vitagraph, con Maurice Costello y Florence Auer como protagonistas. Entretanto su mujer había firmado un contrato para hacer una serie de películas cortas en la Biograph, bajo la dirección de Griffith. Ince se pasó a esta empresa, con cincuenta dólares a la semana. Y así fue como recibió la enseñanza de los dos máximos realizadores de la época, Porter, el precursor, y Griffith, el gran genio creador de los aspectos fundamentales del cine.
Allí interpreta un número indeterminado de films, siempre cortos, principalmente The Cardinal’s Conspiracy, de Frank Powell, y The Englishman and the Girl, de Griffith, cuya protagonista era Mary Pickford. Allí se ven reunidos, por vez primera, estos tres nombres que han de ser los grandes puntos de apoyo del cine norteamericano. En His New Lid es ya protagonista, con Lucille Lee Stewart. Es en el año 1911, en plena guerra industrial entre la Motion Picture Patents, el trust del cine, y los productores independientes, que surgían por todas partes. El más audaz e importante era Carl Laemmle, que había fundado la Independent Motion Picture (IMP), dispuesto a dar la batalla al trust. Laemmle tuvo la audacia de «raptar» financieramente a la principal actriz de la Biograph, empresa del trust, lo que le obligó a huir con toda su compañía hasta Hollywood, como habían hecho ya antes otros independientes, para evitar el embargo judicial de sus cámaras, bajo las patentes de Edison. En aquellas tierras lejanas no era fácil encontrar directores, y de nuevo Joseph Smiley recomienda a Ince como «un actor y director con conocimiento perfecto del teatro y puntos de vista originales sobre el cine». Laemmle lo contrata y tiene la nueva osadía de raptar nada menos que a Mary Pickford, la estrella de la Biograph, que mantenía un idilio con Owen Moore. El trust, exasperado, lanza contra Laemmle, su compañía, su estrella y su nuevo director sus escuadrones judiciales, y todos huyen otra vez, ahora a Nueva Orleans, y de allí a Cuba. El trust hace perseguir a la expedición por la madre de la actriz, en un remolcador, con objeto de rescatar a su hija, menor de edad, y hacerla volver a la razón y a los contratos del trust. Pero los fugitivos llegan a Cuba y la pareja se casa allí, como en una película de románticas aventuras. Ince realiza, en aquel 1911, unos veinte films, muchos de Mary Pickford y Owen Moore. Pero los caprichos de la estrella, que –como se ve– no eran insignificantes, coaccionan completamente su libertad de trabajo, y el realizador decide abandonar la productora. Va a comenzar su verdadera gran obra como realizador y productor.
Ince asistió un día a las representaciones del circo «Miller Brothers 101 Ranch Circus», donde se daban espectáculos de ambiente rural, con cowboys y pieles rojas, que ejecutaban ejercicios de caballistas y pantomimas camperas. Y este hombre, que había recorrido su país durante diez años en giras teatrales, tuvo allí la revelación de lo que debía ser un cine típicamente americano. Habló de su idea a los productores independientes Kessel y Baumann –que habían de descubrir y lanzar a Chaplin–, contrataron al circo en pleno por 2.500 dólares semanales, alquilaron 20.000 acres de terreno junto al mar, en Santa Mónica, construyeron numerosos estudios descubiertos para utilizar la luz solar, y aquel pequeño universo cinematográfico, recién surgido, recibió orgullosamente el nombre de su creador: Inceville. La productora tomó, en parte, el nombre del circo de donde nacía: Bison 101. Y allí comenzó a narrarse en imágenes la gran aventura del Far West americano. Desde octubre de 1911 hasta septiembre de 1912 (según Jean Mitry) dirige más de cien películas que no pasaban nunca de 600 metros, de cuya mayoría era también guionista. Sus temas preferidos son los del Oeste, con sus buscadores de oro, y de la guerra de Secesión, donde el sur esclavista detenta casi siempre a los «buenos». Sus películas más importantes de esta época son, sin duda, Across the Plain, sobre la marcha de los buscadores de oro a la California de Sutter, en 1848; A Mexican Tragedy, sobre la revolución de Pancho Villa y Madero; The Clod, contra los mexicanos. Ince buscaba manifiestamente llegar a las ideas y a los sentimientos dominantes en el gran público del país. Desde 1913 su gran estrella será William S. Hart, el gran cowboy. El éxito de los films es formidable, y Thomas H. Ince reúne su primer millón de dólares.
Entonces surge una guerra, pequeña y loca, pero violenta. Su productor Baumann era partidario de asociarse con la productora Mutual, mientras Kessel, su socio, prefería la Universal de Laemmle. Sin consultar con Ince, firmó con Laemmle y el realizador se negó a acatar tal acuerdo. El trust del cine estaba muerto, las acciones legales se habían mostrado inoperantes y Laemmle decidió imponer sus derechos por la fuerza. Enviaba pelotones aguerridos para ocupar los estudios, y los cowboys y los indios de Ince los rechazaban por los mismos procedimientos, entablándose batallas tan violentas y mucho más auténticas que las de las películas que interpretaban. Por fin, los productores firmaron un acuerdo con Laemmle y la paz se restableció. Pero Ince, siempre gran organizador y hombre de negocios, comprendió los riesgos de tales alianzas y modificó su empresa para ser el verdadero dueño. Dejó la Bison en manos de Francis Ford, hermano de John Ford, que le hizo debutar allí como director, puesto que los realizadores de importancia desdeñaban aquel género. Partiendo de la Reliance, Ince funda la Kay-Bee, que divide en dos productoras distintas: Kay-Bee Domino, para las películas «de ideas», y Kay-Bee Broncho, para los westerns. Porque en aquellos años llegaban de Europa, principalmente de Italia, las películas de gran espectáculo e Ince comprendió que no podía seguir con aquellos films breves y de escasos elementos. Comenzó a realizarlos de más de 1.800 metros, y a dar a las grandes imágenes todo su valor.
No es fácil determinar cuál es la labor precisa de Ince en las películas que produce, porque en realidad es un supervisor que interviene en la construcción de los argumentos, sobre todo de Gardner Sullivan, y en el montaje final de películas, que dirigen Walter Edward, Francis Ford, John Ford, Raymond B. West, Reginald Barker…; entre sus actores figuran Frank Borzage, luego gran director, el famoso Charles Ray y el más célebre Sessue Hayakawa. Sus realizaciones propias más importantes son: La batalla de Gettysburg, La cólera de los dioses y El huracán (1914), estas dos últimas con Sessue Hayakawa. Su gran aportación es hacer intervenir a las enormes fuerzas de la naturaleza junto a las indomables pasiones humanas. El huracán que todo lo destruye es una escena impresionante, grandiosa, y fue filmada durante uno verdadero, que el realizador esperó paciente a que se produjera, en una región donde eran frecuentes. Cecil B. de Mille no hará sino volver a tomar y a ampliar este sistema para forjar su carrera de director de films de máximo espectáculo.
1915 es el año decisivo en que se constituye definitivamente el poderío mundial del cine norteamericano. El trust del cine, ya prácticamente inexistente hacía tiempo, es liquidado legalmente por la ley antitrust. Pero sus antiguos componentes y los independientes recién surgidos comienzan a configurar el armazón monopolista que serán en el futuro los «seis grandes de Hollywood», hasta su disolución legal, nuevamente decretada en 1958 por la ley antitrust. Han surgido los grandes nombres que hacen de Hollywood la meca mundial del cine y las películas que lo imponen por todo el planeta. Como consecuencia, se hacen laberínticas combinaciones industriales y comerciales, con empresas que aparecen y desaparecen, pero cuyo objeto es el mismo: la supervivencia de los productores más pequeños. De esta manera se forma, el 20 de julio de 1915, la Triangle, compuesta por tres productoras: Triangle Fine Arts, financiada por Harry Aitkel y dirigida artísticamente por Griffith, especializada en films de arte y de ideas; la Triangle Keystone, de Adam Kessel y dirigda por Mack Sennet, para films cómicos, y la Triangel Kay-Bee, con Charles Baumann como productor y Thomas H. Ince en la dirección, que realmente es el organizador de las tres. Esta última realiza en tres meses diez películas supervisadas por Ince, y en 1916 más de sesenta, que también supervisa concienzudamente.