Nació el 16 de mayo de 1898 en Tokio, Japón. Murió el 24 de agosto de 1956 en Kioto. De familia modesta, su primera vocación es la pintura y estudia en el Instituto de Arte Oriental de Tokio, donde obtiene su diploma. Al morir su madre debe abandonar sus estudios y ponerse a trabajar como dibujante de un diario de Kobe, el puerto de Osaka. En esta época tiene una experiencia decisiva. Aquélla es la región más tradicional del Japón, donde se conserva celosamente la civilización antigua, y también es una zona de miseria, junto a otras donde la civilización occidental se ha establecido con un mayor nivel social. Todo el conflicto fundamental del Japón moderno está vivo ante sus ojos. Mizoguchi estuvo siempre adscrito a los movimientos occidentalistas, liberales y políticamente de izquierdas en su país, pero no puede sustraerse –como ningún japonés– a esta antonomía de las dos civilizaciones que pretenden continuamente injertarse. Y Mizoguchi será el realizador más japonés, en la medida en que esta dimensión puede apreciarse desde nuestro punto de vista. Le atrae el cine; por un amigo relacionado con los estudios, entra en ellos como «oyama», actores masculinos encargados de los papeles femeninos, porque aún entonces –al modo de la tradición teatral japonesa– no se utilizaban mujeres. Este hecho señala claramente esa división entre lo tradicional y lo moderno, el esfuerzo por insertar el nuevo arte contemporáneo en el milenario arte escénico oriental. Es el momento en que comienza a darse papeles a las mujeres, los «oyama» hacen una huelga de protesta y los actores de papeles femeninos tienen ocasión de pasar a ayudantes de dirección. En 1922 Mizoguchi dirige su primera película, interpretada solamente por hombres. Su obra será muy extensa, él mismo no sabía bien cuántas películas había hecho, ni si alguna de las que recuerda las había realizado él. Se han dado cifras fantásticas, como doscientos films, pero la más veraz es de unos 85, entre ellos alguno dirigido por varios realizadores, según la lista comentada de sus films, hecha por el propio Mizoguchi.
Toda la evolución del cine japonés y toda la vida social y política del país han pasado por la larga obra de Mizoguchi. Su primera película, El día en que vuelve el amor, fue censurada en muchos puntos, sobre todo en la revuelta de los campesinos contra los ricos, y el director citado y amonestado por la policía. Tiene toda una primera larga etapa en que su obra es de orientación occidental, siguiendo las huellas del cine norteamericano y alemán, adaptando con mucha frecuencia obras policíacas norteamericanas y francesas, teatro, de O’Neill o Galworthy, hasta una adaptación de «Bola de sebo», de Maupassant, ya en 1935; con ello alterna historias de la era Meiji, por la que tiene gran predilección, repertorio del teatro kabuki y narraciones de la literatura clásica de Japón. Unas veces se ve amenazado por la presión policíaca y otras constreñido a hacer películas oficiales, como La canción de la tierra natal (1925), en que se censura la renovación de la vida campesina por los que vuelven a su aldea, después de haber estado en la ciudad, o por encargo del ejército, como Gratitud al emperador (1927). La dictadura militar y las ambiciones imperialistas japonesas pronto iniciarán la guerra de Manchuria, y el ambiente es difícil para un hombre como Mizoguchi. Tampoco es muy propicio el clima artístico en aquellas productoras que eran verdaderas fábricas de producir el nuevo entretenimiento, más que arte; se hacían en muy pocas semanas, aunque a veces el guión fuera concienzudamente trabajado por el realizador y sus guionistas. Además, según dice el mismo Mizoguchi, no es hasta cerca de 1927 cuando comienza a tener un estilo propio y a encontrar una temática genuina. En esta variedad de obras predominan los dramas, que generalmente terminan en suicidio, lo que en el Japón clásico estaba aceptado.
El tema fundamental de su obra es la mujer, la psicología, la existencia y el drama femenino. No exactamente el de la emancipación social de la mujer, al modo de lo propugnado por las sufragistas de Lady Pankhurt, que inicia la batalla en la Inglaterra de fines del siglo pasado. Mizoguchi ve que en el Japón, como en todo país donde la raíz primitiva sigue floreciendo en la vida presente, la condición de la mujer es el índice más cierto de una situación social, que precisa evolucionar. «El interés de Mizoguchi por la psicología femenina, el predominio que en sus películas tienen los personajes de mujer sobre los de hombre, no puede atribuirse únicamente a un tipo de sensibilidad, sino a la conciencia de cómo el problema de la mujer puede ser el índice típico de una determinada sociedad y cómo el examen crítico de este problema viene a resultar, en última instancia, un examen crítico de la sociedad y de su ambiente» (Nicolò Micciche). En sus primeros años de trabajo y vagabundaje había vivido, con un amigo, en el barrio de las diversiones de Tokio, y uno de sus temas predilectos será el de la prostitución; por otra parte, asunto muy tratado en la literatura japonesa, sobre todo en la gran época del siglo XVII. La guerra contra Manchuria, luego contra China y por último la intervención japonesa en la Segunda Guerra Mundial van haciendo más difícil la situación de los cineastas japonesas, bajo la presión estatal. La prevención oficial contra los films realistas y de ambiente moderno –que no fuesen de neto apoyo a la causa nacional– eran vistos con clara hostilidad. La civilización occidental y sus técnicas eran el instrumento adecuado para imponerse como gran potencia mundial, pero repudiables en cuanto se tratase de atacar el espíritu más tradicional del país; el alma samurai llega hasta el desastre de Hiroshima. Mizoguchi se vuelve hacia el antiguo Japón, con un amor evidente, pero también para mostrar todo el atraso y la barbarie incompatible con nuestra época. El drama de la sumisión de la mujer le sirve como temática de expresión, para situarse contra la crueldad, el fanatismo, la desigualdad, la separación de clases, la injusticia…petrificados en dogmas, que los consagran. Pero no es un polemista, un hombre de tesis, sino un gran narrador que cuenta y cuenta. No hay así en su obra esa separación entre los dos mundos, arcaico y moderno, que se ve más clara en la de Kurosawa, por ejemplo. Sus films de tema actual y los de asunto tradicional tienen los mismos cimientos esenciales: sobre lo de ayer se construye lo de hoy. Es decir, sobre el fundamental espíritu japonés. Esta es, sin duda, la raíz de su enorme fascinación.
Cuentos de la luna pálida (1953) es un film maravilloso, quizás una de las claves de su obra. Basado en dos relatos de Akinari Ueda, famoso cuentista japonés del siglo XVIII, se desarrolla durante las guerras civiles del siglo XVI, pero esencialmente pudo serlo en cualquier otra época. Porque lo que juega en esta compleja historia no es exactamente lo sobrenatural, sino la irrealidad del tiempo y la irrealidad de la existencia. Que se resume en aquel apólogo oriental donde se cuenta cómo un hombre que todas las noches soñaba ser una mariposa, y al despertar ya no sabía si era efectivamente un hombre que soñaba ser mariposa o una mariposa que soñaba ser un hombre; Pascal tomará esta tremenda transmutación de todas las cosas, que al final es la inoperancia del tiempo, la mirada de lo absoluto para la cual todo está en eterno presente, en ese instante fugaz en que nada existe. Mizoguchi es, ante todo, un narrador genial que en sus últimas películas alcanza una sutileza y una compenetración perfectas para todos los elementos que componen el film. Hay una constatación exacta, hasta ser inapreciable, entre cada uno de los factores que forman una escena y en el paso de estas escenas a lo largo del film. Jamás hay un alarde técnico que revele esta continua transición, de un tiempo pausado en una dimensión oriental, que es lo que conduce todo. Y es un fenomenal compositor de imágenes, con una visión de gran pintor, pero con un dinamismo extraordinario, lo mismo en un interior con unos pocos personajes, que en sus grandes exteriores con abigarradas y bullentes multitudes. Compone en superficie, manejando los valores plásticos y las luces, como en un cuadro. Unas tonalidades cálidas y oscuras a un lado de la pantalla, otras frías y claras al lado contrario, y entre ellas los personajes con su movimiento y su luz. Y compone hacia el fondo, utilizando perfectamente la arquitectura típica de la casa japonesa, llena de puertas corredizas, biombos, cortinas…La mayoría de sus escenas se escalonan en tres o cuatro perspectivas, la última de las cuales es casi irreal, como en ese final de La emperatriz Yang Kwei-Fei (1955), eminentemente imaginario, pero que existe lo mismo en las perspectivas de interiores o callejuelas de La calle de la vergüenza. Manejando el color, en la primera, y también en Historia del clan de los Taira (1956), logra calidades pictóricas dignas de la mejor pintura japonesa, aquella que abrió en Europa el camino a los impresionistas, maestros del color. Mizoguchi es, en primer lugar, el realizador de las grandes imágenes, de una calidad fascinante, con argumentos casi siempre complejos, por donde las imágenes desfilan, aéreas como bellos fantasmas. En ésta su alta calidad de narrador tiene una parte fundamental, claro es, su guionista inseparable, Yoshikata Yoda. Sus películas han obtenido premios en diversos Festivales. Cuando se disponía a emprender el viaje a Venecia para asistir a la presentación en aquel Festival de La calle de la vergüenza, murió tras varios años de lenta enfermedad. En Mizoguchi habrá que estudiar siempre la perfecta correlación entre la imagen y el relato como su gran lección de cine.
FILMOGRAFÍA: 1922: Ai ni yomigaeru hi (El día en que vuelve el amor). 1923: Furusato (La tierra natal); Seishun no yumeji (Sueños de juventud); Joen no chimata (La ciudad del fuego); Haizan no uta wa kanashi (La triste canción de los vencidos); Kiri no minato (El puerto de las nieblas); Haikyo no naka (En las ruinas); Yoru (La noche); Chi to rei (La sangre y el alma). 1924: Toge no uta (La canción del desfiladero); Kanashiki Hakuchi (El pobre imbécil); Akatsuki no shi (La muerte al amanecer); Gendai no jô (La reina de los tiempos modernos); Josei wa tsuyosbi (Las mujeres son fuertes); Jinkyo (El mundo de aquí abajo); Shichimencho no yukue (En busca de una pavita); Samidare zoshi (Lluvia de mayo y papel de seda); Kanraku no onna (La mujer alegre); Musen fusen (No hay guerra sin dinero). 1925: Kyokubadam no jô (La reina del circo)); Gakuso o idete (Tras los años escolares); Daichi wa homoemu (La sonrisa de nuestra tierra); Shirayuri wa nageku (El llanto del crisantemo blanco); Akai yuhi ni terasarete (Bajo los rayos rojos del sol poniente); Gaijo no suketchi (Escenas de la calle); Ningen (El ser humano); Furusato no uta (La canción de la tierra natal). 1926: Nogi taisho to Kumasan (El general Nogi y el señor Kuma); Doka O (El rey de la perra chica); Kami ningyo haru no sasayaki (Murmullo primavral de una muñeca de papel); Shin onoga tsumi (Mi culpa, nueva versión); Kyoren no onna shisho (El amor apasionado de una profesora de canto); Kaikoku danji (Los hijos del mar); Kane (Del dinero). 1927: Ko on (Gratitud al emperador); Jihi Shincho (Como el cambiante corazón de un pájaro). 1928: Hito no issho (La vida de un hombre); Musume kawaiya (Querida hija). 1929: Nihon-bashi (El puente de Nihon); Asahi wa kagayaku (Brilla el sol al elevarse); Tokyo koshin kyoku (La vida de Tokio); Tokai kokyogaku (Sinfonía de la gran ciudad). 1930: Furusato (La tierra natal); Tojin Okichi (Okichi, la extranjera). 1931: Shikamo karera wa yuku (Y sin embargo, avanzan). 1932: Toki no ujigami (El dios guardián del presente); Mammo kenkoku no reimei (El amanecer de la fundación de Manchuria). 1933: Taki no shiraito (El hilo blanco de la catarata); Gion matsuri (La fiesta de Gion); Jimpuren ou Kamikazeren (El grupo Jinpu). 1934: Aizo toge (El desfiladero del amor y del odio); Orizuri Osen (Osen, la de las cigüeñas). 1935: Maria no Oyuki (Oyuki, la virgen); Gubi jinso (Las amapolas). 1936: Naniwa hika ou Naniva erejii (Elegía de Naniwa); Gion no kyodai (Las hermanas de Gion). 1937: Aienkyo (El valle del amor y la tristeza). 1938: Roei no uta (La canción del campamento); Aa Furusato (La patria). 1939: Zangiku monogatari (Historia de los crisantemos tardíos). 1940: Naniwa onna (La mujer de Naniwa). 1941: Geido ichidai otoko (La vida de un actor). 1942: Genroku chushingura (La venganza de los cuarenta y siete samurais). 1944: Danjuro sandai (Los tres Danjuro). 1945: Hissho ka (Canto de victoria); Musashi Miyamoto (La Leyenda de Musashi); Meito bijomaru (La espada Bijomaru). 1946: Josei no shori (La victoria de las mujeres); Utamaro o meguru gonin no onna (Cinco mujeres alrededor de Utamaro). 1947: Joyu Sumako no koi (El amor de la actriz Sumako). 1948: Yoru no onna-tachi (Mujeres de la noche). 1949: Waga koi wa moenu (La llama de mi amor). 1950: Yuki fujin ezu (El destino de la señora Yuki). 1951: Oyusama (Señorita Oyu). 1952: Musashino fujin (La dama de Musashino); Saikaku ichidai onna (Vida de una mujer galante según Saikaku/La vida de Oharu, mujer galante). 1953: Ugetsu monogatari (Historias de la luna pálida de agosto/Cuentos de la luna pálida después de la lluvia); Gion bayashi (Los músicos de Gion). 1954: Sansho dayu (El intendente Sansho); Uwasa na onna (La mujer crucificada/Una mujer de la que se habla); Chikamatsu monogatar (Los amantes crucificados). 1955: Yokihi (La emperatriz Yang Kwei-Fei). 1956: Shinheike monogatari (Historia del clan de los Taira/El héroe sacrílego). 1957: Akasen chitai (La calle de la vergüenza).