Nació el 8 de mayo de 1906, en Roma, Italia. Murió allí en 1977. Es el creador del neorrealismo italiano –con el antecedente de Ossessione, de Visconti y el gran consecuente definitivo de la formulación de Zavattini–, como actual avatar del gran realismo latino; manifestación de la vida tal cual es, del mundo y sus hombres, de modo exterior, objetivo, directo y verídico. Contra el expresionismo nórdico, subjetivo, las cosas y los hombres. La personalidad, la existencia y la obra de Rossellini son la vida misma en su torrencial devenir, espontánea, intuitiva, contradictoria y, en resumen, libre. Lo vital, con todo su aliento humano, su caos y su último sentido, es el valor fundamental y el motor de la obra del realizador; todo lo demás es accesorio y llega a ello a través de los hombres y los hechos que pasan ante él o cruzan afectivamente su vida personal, nunca de una idea, a la que sólo llega a través de aquéllos. Rossellini mismo es su personaje predilecto y su existir es también su obra.
«Llegué al cine –dice– un poco por casualidad y un poco por vocación. Mi padre era muy rico y no teníamos problemas económicos. Había construido el primer cine moderno de Roma, en 1918. Yo tenía allí acceso libre y vi una cantidad enorme de películas. Además, mi padre era un gran cultivador de las artes y siempre teníamos la casa llena de artistas: cuando vivía mi padre, los domingos eran maravillosos, porque se reunían en casa hombres extraordinarios. De esta forma, mi interés por el arte ha sido siempre muy grande. Esto, unido al gran conocimiento del cine que tenía, cosa bastante rara entonces, hizo que al morir mi padre y disolverse rápidamente nuestra fortuna, me pusiera a trabajar en el cine, aprovechando que conocía a bastante gente de este ambiente.» Hace montaje, doblaje, escribe argumentos que otros firman…Como aprendizaje, en el Instituto Luce hace una serie de documentales (1936-1941), y, por un azar, dirige su primera película larga, La nave bianca, en 1941, con argumento y supervisión de Francesco de Robertis. Es la época mussoliniana, la guerra, y sus primeras películas son de propaganda bélica, aunque lo más discreta posible: Un pilota ritorna, con argumento de Vittorio Mussolini, y L’uomo dalla croce, films manifiestamente menores, elementales. Y en el momento crucial del final de la guerra, con Italia hundida bajo la doble presión de las tropas alemanas en retirada y los ejércitos aliados en incontenible avance, sin poder utilizar estudios, ocupados por las tropas, sin apenas material, desaparecido en el desastre, con unos actores secundarios como Anna Magnani, procedente de los varietés, y Aldo Fabrizi, dedicado al vodevil, hace su primera obra maestra: Roma, ciudad abierta (1944-45).
El asunto procede de un hecho auténtico: el fusilamiento en 1944, por los alemanes, del sacerdote Don Morosini. Pensaba hacer un cortometraje y para ello fue en busca de Fellini, que colaboró en el guión del asunto, de Consiglio y Amidei, hasta convertirse en una película larga. Episodio de la resistencia contra los alemanes, que de aliados se han convertido en ocupantes, en un barrio popular, con gentes de la calle, tratando la gran tragedia en un tono de desgarrado humor, que unas veces domina y otras es aventado por el huracán dramático. A veces, de una violencia escueta y de formidable poder, como la Magnani derribada de un tiro suelto desde el camión que se lleva a los detenidos o el fusilamiento del cura, visto por los niños, que retornan impresionados, cabizbajos, sobre el fondo de la Ciudad Eterna. A veces, melodramático, como las torturas del detenido por la Gestapo, aunque la realidad superase todo el melodrama y era la primera vez que un hecho así se ponía de manifiesto en su espantosa autenticidad. El impacto producido por el film fue enorme, porque de un golpe se barrían todos los convencionalismos de una propaganda bélica interesada y adulterada, falsa en un sentido o en otro, porque la interpretación de los actores quebraba lo tradicional, bajo el golpe documental, y este documentalismo era especialmente la veracidad insobornable de los hombres y el ambiente. El neorrealismo había sido lanzado y marcaría, desde entonces, no sólo el cine mundial, sino el arte de nuestra época.
Paisà (1946), película en varios episodios –mutilada en muchos países–, es otra obra maestra y típica de Rossellini, con algunos de sus cuentos realmente maravillosos y otros más propicios al olvido, en su concreto detalle. Pero la anécdota, tanto en unos como en otros, es secundaria, los personajes pueden perderse, la unión lógica no se ha buscado siquiera…Pero lo que queda, verdaderamente inmortal, es el ambiente, con su enorme intensidad dramática, y las gentes anónimas elevadas sobre esta alta plataforma de lo trágico para convertirse en héroes sin dejar de ser seres humildes. Es la clave del neorrealismo. Lo que vale es ese ambiente brumoso, desolado, tenso al máximo, de las llanuras del Po, donde pululan los guerrilleros. O esos últimos momentos de la guerra, ese frenético caminar y correr por las ciudades, sumidas ya en el caos de la derrota, en el hálito estremecedor de la catástrofe, que pesa sobre todos y que cada uno recibe a su modo. O las luchas sin cuartel, desesperadas, de los guerrilleros de ambos bandos, con sus tiroteos, emboscadas y ejecuciones callejeras. Y es, como en el caso de Zavattini, el descubrimiento por el cine italiano de una Italia auténtica, estremecida y clamante, que nunca se olvidará ya por completo. La llamada a la realidad, a la veracidad, a la sinceridad, que han de hacer del cine italiano el primero del mundo, durante años.
Rossellini es un hombre arrastrado por su enorme vitalidad, inquietud, inteligencia, de una versatilidad constante frente a todas las cosas, porque todas las cosas le interesan. Su pasión son los automóviles y la velocidad. Cuando puede tiene seis u ocho. Y las mujeres, con amores tormentosos que no se detienen ante situaciones legales ni ante los escándalos que han perjudicado su carrera; los más célebres han sido los de Anna Magnani e Ingrid Bergman. Perezoso por naturaleza, se entrega constantemente a toda actividad desordenada, con una enorme potencialidad de trabajo, que no conoce la fatiga. Irresoluto, fundamental, se lanza con enorme rapidez mental y decisión sin freno a todo proyecto que pasa ante sí, por su vida más que por su mente. «Cuando me pongo inteligente estoy perdido», dice. Y Anna Magnani decía: «No es un hombre, es un huracán». Autor cristiano, católico, porque «el cristianismo no lo pinta como bueno y perfecto, reconoce los errores y el pecado, pero admite también una posibilidad de salvación». «Es en la búsqueda y en la benevolencia con la que se considera el pecado en lo único que yo veo la posibilidad de aproximarse a la verdad.» Realista por definición y naturaleza, cree ante todo en la fantasía y su libertad. Sus argumentos, vistos en un golpe de inspiración y elaborados generalmente con Sergio Amideo, no están acabados nunca hasta el final de la filmación, porque improvisa constantemente, sin un método preconcebido; a pesar del rigor constructivo de muchas de sus escenas, el guión estricto no existe para él. Desde el primer día de rodaje «me instalo tras mis personajes y después dejo correr la cámara tras ellos». «¿Cómo trabajo? Esto no se sabe nunca.» Esta personalidad, esta vida y esta manera de trabajar han hecho de él, con frecuencia, un director sospechoso, enfilado por todas las reservas de los productores. Y cada una de sus películas y el conjunto de su obra tienen las fluctuaciones, altos y bajos, de esa personalidad. Como su obra general es, esencialmente, una autobiografía. Todo lo que ha pasado por su vida ha procurado hacerlo cine, y cuando lo ha logrado es una parte de esa personalidad y esa vida, bajo el huracán de sí mismo. Gran italiano, gran latino, la obra de Rossellini es Rossellini.
Después de lo que Roma, ciudad abierta y Paisà representan de su vida y su país, L’amore nació porque el «fenómeno que debía examinar se llamaba Anna Magnani». Empezó por ser solamente «La voz humana», de Cocteau, el gran monólogo de la mujer que defiende su amor ya imposible; pero como resultó un mediometraje, Fellini inventó el segundo episodio, El milagro, con la misma actriz. Stromboli y las películas sucesivas, hasta La paura, son la llegada a su vida de Ingrid Bergman, como actriz y como mujer, etapa fundamental de su existencia y de su obra. Stromboli, sobre todo, es una obra maestra, el gran drama de los sin patria, una de las pesadillas humanas del mundo, desde la guerra hasta hoy. Como antes sucedió con Alemania, año cero, Stromboli surge de una visita a aquel país en 1947 y es una película escueta, rígida, dura y valerosa, donde el ambiente crea los personajes y la tragedia. Francisco, juglar de Dios es su catolicismo personal, pleno de vialidad, porque sentía al santo de Asís como un loco divino; una bella y lograda película, hecha con actores naturales, frailes auténticos, mendigos, y sólo con dos actores profesionales. Tras su ruptura con la Bergman, cuando la estimación de su figura sufre un descenso notoriamente injusto, emprende su viaje a la India, que es una recapacitación vital, la necesidad de comenzar de nuevo en una fuente originaria de la Naturaleza hecha de siglos de leyenda. «Cuando ya se ha caminado en cierta dirección –declara– se pierde la curiosidad, el entusiasmo. Se acerca uno a otras cosas. A fin de cuentas no he cesado nunca de marchar hacia adelante, en busca del hombre, del individuo. Algunos de mis últimos films eran demasiado autobiográficos. Eran cuentos hechos para mí mismo. Después sentí la necesidad de buscar nuevos horizontes y, puesto que aquí no los encontraba, los he hallado en la India.» La idea y el sistema se harán después un motivo de nuestros años, peregrinaje de los jóvenes que buscan un camino. Este viaje tiene, en su vida personal, los ecos de un nuevo escándalo amoroso: sus relaciones con la actriz india Sonala Das Gupta, con la que se casará tras su divorcio de Ingrid Bergman. Y profesionalmente es su encuentro con la televisión, pues de su labor salen dos series televisivas y una película. El general de la Rovere es una vuelta a su origen, al neorrealismo típico, sobre la resistencia y la lucha contra la Gestapo: una obra maestra de un rigor y perfección extraordinarios. Del mismo orden, pero menos completa, es Fugitivos en la noche, aunque siempre importante. Vanina Vanini, según Stendhal, reconstrucción histórica de la Italia de 1823 y sus luchas, es una gran película, plena de patetismo y poesía, muy bien hecha, que da idea del amplio registro artístico del realizador.
Pero Rossellini ha descubierto las grandes masas y ese vehículo de dirigirse a ellas, amplio como ninguno, que es la televisión, para darles, ante todo, información, una gran «crónica didáctica». Reniega del cine como inoperante y limitado frente a esos hechos y comienza sus series televisivas, desde La edad del hierro, La toma del poder por Luis XIV, La lucha del hombre por su supervivencia, Los hechos de los Apóstoles, Sócrates…filmadas en coproducción por las televisiones de varios países, entre ellas la española. Vicente A. Pineda ha señalado, con aguda exactitud y justicia crítica, lo que este paso significa para un director como Rossellini: «A diferencia de otros directores que se abandonan a lo fácilmente comercial, olvidando los aciertos y la independencia de antaño, Rossellini tiene la valentía y la humildad de rechazar las sugestiones, de escapar de la ambición consciente o inconsciente, y de volver a comenzar, casi de cero, en una etapa que supone una continuidad y una evolución respecto a toda la actividad cinematográfica precedente de este extraordinario director».
Su obra es, así, de una variedad asombrosa, a veces desigual, pero siempre con una unidad profunda, una personalidad inconfundible. Siempre es un gran creador y maestro del cine, capaz en cualquier momento de la sorpresa y la gran obra maestra, como tantas ha realizado.
FILMOGRAFÍA: 1941: La nave bianca. 1942: Un pilota ritorna. 1943: L’uomo della croce; Desiderio. 1945: Roma, città aperta (Roma, ciudad abierta). 1946: Paisà. 1947: Germania, anno zero. 1948: L’amore, dos episodios; Miracolo; La macchina ammazzacattivi. 1949: Stromboli, terra di Dio (Stromboli); Francesco Giullare di Dio. 1951: Les sept péchés capitaux. (Un episodio.); Europa’51 (Europa 1951). 1952: Dov’e la libertà?. 1953: Viaggio in Italia (Te querré siempre); Siamo donne (Nosotras las mujeres), un episodio; Amori di mezzo secolo, un episodio. 1954: Giovanna d’Arco al rogo; Angst/La paura. 1958: India. 1959: Il generale della Rovere (El general de la Rovere). 1960: Era notte a Roma (Fugitivos en la noche); Viva l’Italia!. 1961: Vanina Vanini (Vanina Vanini); Anima nera (Alma negra). 1962: Rogopag (Rogopag), un episodio. 1964: L’eta del ferro. 1966: La presa del potere di Luigi XIV. 1967: Idea di un isola. 1968: Gli atti degli apostoli. 1970: Lotta per le sopra vivenza; Socrate. 1972: Agostino d’lppona. 1973: Pascal. 1976: Il Messia.