Victor Sjöström

Nació el 20 de septiembre de 1879 en Sibodal, Suecia. Murió el 3 de enero de 1960 en Estocolmo, Suecia. Es uno de los grandes creadores del cine sueco, con Stiller y el productor Magnusson, en aquella etapa de su apogeo que abarca aproximadamente de 1917 a 1925. Su abuelo tenía una serrería y su padre se había casado con una actriz, Sofia Hartman, bajo la severa tutela de los suyos. Para escapar a la dura autoridad familiar, el matrimonio se fue a Estocolmo y después emigró a los Estados Unidos (1880), donde murió la madre y el padre volvió a casarse. La madrastra hizo enviar al muchacho a Suecia con una tía, que le proporcionó toda clase de comodidades y le hizo estudiar en la Universidad de Uppsala. Pero la herencia maternal llevaba al muchacho hacia el teatro, estando a punto de fugarse con un circo. La vuelta de sus padres a Suecia le deparó la amarga sorpresa de encontrarse con que pertenecía a una familia pobre, y tuvo que ganarse la vida con varios oficios, acabando por entrar en una compañía teatral. Usando el nombre de su madre y de un hermano de ella, que era actor, comenzó su carrera de actor con el nombre de Gerhardt Hartmat, recibiendo un duro aprendizaje profesional en giras por los países nórdicos, perfeccionando su oficio en viajes por su cuenta a Berlín, París y Londres. En esta época se casa con la actriz Sascha Stjagoff, de origen ruso, que murió pronto. Según iba a ser costumbre en el país, el fundador de la productora sueca Svenska, Charles Magnusson, buscaba actores entre la gente del teatro y contrató a Sjöström cuando tenía 32 años, como actor. Trabajó bajo las órdenes de Stiller, en 1912, y después para otros muchos, porque Sjöström fue uno de los grandes galanes del cine sueco en aquellos años, y siempre un extraordinario actor, que comprendió desde el primer momento las diferencias que había entre la interpretación teatral y la cinematográfica. A lo largo de sus 45 años de vida cinematográfica interpretará muchas de las películas que realiza. En seguida dirige su primer film, El jardinero (1912), que interpreta con la actriz Lili Beck, con la que se casa. Entre 1912 y 1916 dirige 27 películas, interpretando muchas de ellas, de diversos géneros, pero que marcan ya ciertas directrices en la obra fundamental del realizador y del cine sueco en general. En 1917, aunque realizado en 1916, presenta su primera obra importante, Terge vigen, sobre un poema de Ibsen, ambientada en la época napoleónica y en el medio marino, y La hija de la turbera, de Selma Lagerlöf, la máxima escritora de su país y Premio Nobel en 1909, de ambiente rural. Un joven hace admitir en casa de sus padres, como sirvienta, a una muchacha que ha tenido un hijo ilegítimo, provocando un drama familiar que obliga a expulsar de nuevo a la muchacha y a su hijo. En el mismo año realiza Los proscritos, indudablemente su primera obra maestra, sobre una obra teatral del escritor islandés Johann Sigurjonsson, historia simple, violenta y desolada. Un evadido de la cárcel se refugia en la granja de una joven viuda, con la que va a casarse. Pero el burgomaestre de la aldea, a quien la mujer desdeñó, descubre el pasado del hombre y los amantes huyen a las montañas. Tienen una hija y son felices, hasta que vuelven a ser descubiertos. Creyéndose perdidos, la mujer arroja a su hija a un torrente, pero logran escapar, para esconderse en una cabaña remota de las altas montañas nevadas. El amor ha pasado, la pareja vive recriminándose, acusándose mutuamente de su miseria, en un infierno de vida, hasta que una tempestad de nieve termina con ellos. Los proscritos fue la gran revelación del cine sueco, y Louis Delluc exclamaba: «Este es el más bello film del mundo». En este camino de un cine con espíritu profundamente nacional, Sjöström aborda la obra que pretende ser la más importante, sobre la novela de Selma Lagerlöf «Jerusalén en Dalercalia», larga historia de una familia de campesinos de aquella región que, arrastrados por su espíritu religioso, acaban por emigrar a Tierra Santa. Sjöström hace con ello dos películas: La voz de los antepasados (1919) y El reloj roto (1919-1920). Un campesino imagina que sube al cielo y allí cuenta su historia, que va de un adolescente enamorado de una muchacha que ha matado a su hijo y a la que espera durante los años de cárcel para casarse con ella. El reloj roto es este hombre, ya viejo, con un hijo y una hija, viviendo todos en un clima de tensión psicológica y oscuras pasiones inconfesadas. Todo está realizado con una minuciosidad casi etnográfica para pintar fielmente el ambiente y los tipos, lo que da a la película una cierta pesadez. El monasterio de Sendomir, fuera del medio sueco y en el siglo XVIII, es el tremendo relato de un monje que en un tiempo fue joven y rico, al que su mujer engañó y se tomó una terrible venganza: empuja a su rival al suicidio, asesina a su mujer, haciéndole creer que la ha perdonado, y abandona al hijo adulterino en un bosque, para entrar después en el convento. El clima tremendo de bárbaras pasiones, mezclado de misticismo, de El manantial de la doncella de Bergman está aquí. La carreta fantasma, también sobre una obra de Lagerlöf, es su otra película sueca capital, presentada en casi todas partes con mutilaciones que la tergiversaron por completo. Obra puritana, es decir, de escasa comprensión de las desgracias y vicios de los demás, narra la historia de una mujer, miembro del Ejército de Salvación, obstinada en salvar el alma y regenerar la existencia de un descarriado, al que en verdad ama inconfesadamente. Le hace volver con su mujer y sus hijos, ocasionando más desgracias que beneficios. Y la carreta fantasma es la que lleva las almas de los muertos, durante todo el año, conducida por el que muere en pecado a las doce de la noche del último día del año. Pocas veces la fotografía –clave del cine de aquel tiempo– había sido empleada tan extraordinariamente y los recursos técnicos –especialmente las sobreimpresiones– mejor utilizados para dar el clima terrorífico de lo sobrenatural. Entretanto, realizó otros films de menor importancia, entre ellos La prueba de fuego (1922), en la Florencia del Renacimiento, con una mujer que engaña a su marido, trata de envenenarle, el marido muere al descubrir este propósito, un milagro obliga a la mujer a sufrir la prueba del fuego y muere en la hoguera como una liberación. Son las últimas películas del gran cine sueco, que se disgrega bajo la presión de los éxitos del cine norteamericano y también de su atracción económica. Divorciado de Lili Beck, Sjöström se casa de nuevo con la actriz finlandesa Edith Erastof y marcha a Hollywood, contratado por Samuel Goldwyn para la Metro, como tantos otros cineastas europeos (1923). Sus desavenencias con Goldwyn hicieron que pasase un año antes de que apareciese en las pantallas su primera película norteamericana, La balanza de la ley, aceptada forzadamente, y luego El que recibe las bofetadas, según Adreiev, ambas en 1924. También dirige a Greta Garbo y Lars Hansonn en La mujer divina (1928).

Pero las dos grandes películas de Sjöström en Norteamérica son La letra escarlata (1926), según la novela de Hawthorne, que pinta el intolerante medio de los puritanos del siglo XVII en Nueva Inglaterra: la joven que ha tenido una niña ilegítima es condenada a ser expuesta en la plaza pública, para expiación de su pecado. Lars Hanson y, sobre todo, Lillian Gish hacen una extraordinaria interpretación, encarnando aquel clima puritano y tremendo, que Sjöström domina bien. Especialmente El viento (1928) es para mí una de sus grandes obras maestras, donde capta maravillosamente el clima del Far-West, no en su fácil aventura, sino en su esencial humanidad. El desierto americano, barrido constantemente por el viento y sus incesantes nubes de arena, acaban por enloquecer a una muchacha –una de las grandes creaciones de Lillian Gish–, igualmente cercada por las murallas psicológicas de un matrimonio forzado. Pero el gran protagonista es el viento, tenaz y angustioso como una pesadilla, que Sjöström hace palpable y visible, audible en aquella época del cine mudo, lo mismo con la imagen de ese caballo blanco galopante que con los mil detalles de los vidrios palpitantes, de las maderas estremecidas de la choza y, sobre todo, con la angustia creciente en los ojos de la mujer. El viento es una de las cumbres del cine mudo. Ambas, sobre excelentes guiones de Frances Marion.

Con la llegada del sonoro vuelve a Suecia, donde realiza una película sin importancia y otra en Inglaterra, Bajo la capa roja (1937), que es su último film. Desde entonces será actor, actuando con una verdadera fe vocacional en numerosas obras, haciendo giras, a pesar de su avanzada edad y de la oscura soledad en la que le ha dejado la muerte de su mujer (1945). Su última gran interpretación, postrero monumento vivo a su figura, es la del viejo profesor en Fresas salvajes, de Bergman, que muy bien puede ser la expresión de sí mismo en los últimos años de su existencia. Le valió numerosos homenajes, que recordaron la totalidad de su obra. Sjöström, más aún que Stiller, muerto demasiado joven, es el hombre que define el cine sueco, en sus dimensiones y directrices esenciales. En su época, lo que atrajo la admiración del mundo fue principalmente el ambiente nacional, vinculado superficialmente a los paisajes y tipos; también se buscaba en las obras literarias fundamentales del país. Pero esto se hacía en cierta medida en casi todos los países, que buscaban un sentido nacional para el nuevo arte. Hoy puede verse lo que entonces apenas era posible apreciar: lo que Sjöström abordaba era la dimensión honda de su país, con una temática característica, que siguió vigente y que Bergman continuó desarrollando. Es un misticismo que a veces lleva a un puritanismo intransigente, contra el que se combate; son las pasiones oscuras y retorcidas, los crímenes, los infanticidios, el horror físico de escenas escalofriantes, una cierta supremacía de la mujer, a la que se defiende y a la vez se teme, esos climas psicológicos herméticos, donde los personajes se debaten y luchan ferozmente, esos temas que unas veces son complicados y otras sencillísimos, pero donde siempre se tocan las contradicciones insoslayables del espíritu de los hombres y de la sociedad que han hecho. Y sobre todo ello, sobre ese realismo tantas veces provocador por su dureza, flota siempre ese viento poético que, antes como ahora, es uno de los caracteres básicos del cine sueco. Sjöström lo dejó trazado para siempre.

FILMOGRAFÍA: 1912: Trädgarsmastären; Ett hemligt giftermäl; En sommarsaga; Lady Marions sommarflirt; Det var i maj; Aktenskapsbyrän; Lojen och tarar. 1913: Blodets röst; Ingeborg Holm; Livets Konfikter; Prästen; Kärlek starkare än hat; Halvblod; Miraklet; Streklem. 1914: Dömen icke; Bra flicka reder sig själv; Gatans barn; Sonad Skuld; Högfjällets dotter; Hjärtan som mötas. 1915: En av de mange; Landshövdingens döttrar; Skomakare bliv vi din läst; Judaspengar; Skepp som mötas; I prövningens stund; Havsgamarna; Hon segrade; Therese. 1916: Dödskyssen; Terje Vigen (Terje Vigen). 1917: Beg Evjind och hans hustru; Tösen fran stormyrtorpet. 1918: Ingmarssönerna. 1919: Klostret i Sendomir; Karin Ingmarsdotter; Hans Nads testamente. 1920: Körkarlen; Másterman. 1921: Ven dömer. 1922: Det omringade huset. 1923: Eld ombord. 1924: Name the Man; He Who Get Slapped (El que recibe el bofetón). 1925: Confessions of a Queen (El trono vacante); The Tower of Lies (Amor de padre). 1926: The Scarlet Letter (La mujer marcada). 1928: The Wind (El viento); Masks of the Devil (La máscara del diablo); The Divine Woman (La mujer divina). 1930: A Lady to Love; Markurells i Wadköping. 1937: Under the Red Robe (Bajo el manto escarlata).