El buque azul

Panamá

Cuando finalizaba el siglo pasado, aún Centroamérica era el arsenal clandestino más grande del continente y Colombia, feria abierta para un volumen incalculable de armas.

Una vez cesaron los conflictos en la región —1988—, el fabuloso negocio de la guerra buscó a Colombia. Eso determinó, por ejemplo, la lucha por el control de la frontera con Panamá.

Pero el país no lo había vislumbrado así, hasta cuando la prensa habló de la presencia de uno de los tantos buques piratas que se mueven con libertad por el golfo de Urabá, sobre el mar Caribe en límites de los dos países.

Primero fue publicada una nota breve: la Policía de Nicaragua le vendió a la de Panamá tres mil fusiles de asalto Kaláshnikov (AK 47) y cinco millones de balas calibre sietesesenta y dos.

Segunda voz: no obstante, la Policía panameña dijo que no sabía nada del negocio.

Tercera: sí hubo transacción pero no entre Estados sino a través de dos judíos, Oris Zoller y Uzi Kisslevich, dueños de una firma guatemalteca.

En la siguiente escena la trama se hizo densa: quien los había comprado era otra pareja de judíos, Marco Shern y Shimon Yalin, radicados en Panamá.

Coro: las armas eran para los paramilitares de Colombia, como ya se dijo, aquella banda conformada por criminales comunes con el apoyo de las Fuerzas Armadas.

El armamento fue trasladado un 2 de noviembre al puerto nicaragüense de El Rama y allí lo embarcaron en un buque con bandera panameña, casco azul, borde rojo y un nombre en el espejo: Otterloo.

El carguero había zarpado de Veracruz trece días antes, llevando a bordo 23 contenedores con pelotas de plástico para los niños colombianos, pero cuando navegaba por frente a costas nicaragüenses, su capitán —ya no era panameño sino mexicano—, apeló al truco más viejo de la navegación pirata:

—Problemas en el cuarto de máquinas. Pido autorización para recalar en puerto.

Lo autorizaron.

En Colón —el gran puerto—, un marino mercante, que como toda la gente de mar conoce la historia, acepta dialogar:

—En el crucero de ida, el buque también recaló en Guatemala procedente de Panamá y allí bajaron a la tripulación que había zarpado. En su remplazo subieron a bordo gente de confianza de los judíos.

El buque de casco azul regresó a Colón donde permaneció un día, y el 10 de noviembre, un sábado, se fondeó en el golfo de Urabá, frente a Turbo, aguas colombianas.

Una vez descargados fusiles y munición —¿y pelotas?—, los paramilitares hallaron menos balas y menos armas de las anunciadas por los israelíes. Como lo hacía el coronel estadounidense Oliver North actuando en favor de los intereses de su propio país en la operación Irán-Contras, ellos habían entregado, kilo a kilo de cocaína a cambio de 7 mil fusiles y 15 millones de balas, pero en la travesía desaparecieron 4 mil fusiles y 10 millones de cartuchos.

La historia alcanzó buen ritmo seis meses después, al ser roto el silencio de los gobiernos de Panamá y de Nicaragua, cuando alguien filtró las primeras líneas a la prensa.

Piezas de confianza

En lo alto de un edificio de cristal, zona bancaria de Ciudad de Panamá, un excoronel de la Guardia Nacional comienza por lo que para él debe ser un compromiso:

—Hablemos, pero no mencione mi nombre.

Luego plantea:

—Los panameños, maestros en el tráfico de armas, son exmilitares vinculados a una brigada de inteligencia estadounidense durante la invasión a este país.

Esa brigada se hallaba en la Zona del Canal. Era uno de los tantos núcleos de inteligencia militar extranjera y se movía al lado de la CIA y dentro del Comando Sur de los Estados Unidos. Entiéndame: panameños que se desempeñaban como piezas de confianza de las fuerzas de ocupación y que continúan siendo eso.

El guión del coronel conduce a un mayor panameño informante de la Brigada Cuatro-Setenta estadounidense. Acepta hablar, pero, nuevamente:

—No publique mi nombre.

—Luego de zarpar de Nicaragua, dice, el buque de casco azul entra al puerto de Cristóbal en Colón por doce horas, dizque para abastecerse de combustible. Supuestamente ahí bajan una cierta cantidad de armas que pasan primero a manos de una facción del bando arnulfista de Panamá, un partido que siempre ha tenido la línea de los partidos comunistas de América Latina:

Clandestinaje-espionaje-zarpazo.

—¿Por qué?

—Porque algunos de ellos piensan que deben estar preparados para una eventualidad.

—¿Cuál?

—Pues que tumben al gobierno de este país.

El barco azul continúa con su derrota hacia Colombia, y a la entrevista del mayor le sigue otra con otro panameño, también Brigada Cuatro-Setenta, a quien presentan como, “Cinco” (Operaciones psicológicas).

Sus palabras:

—Cuando dijeron en Colombia que faltaba tamaña cantidad, ¿qué hicimos? Filtrarle información a un diario colombiano. Sin que el diario lo supiera, nosotros buscábamos generar presión con un escándalo fuera de Panamá, para tratar de hallar pistas de lo que faltaba.

—Desde luego, el escándalo duró pocos días y se evaporó. Conclusión: alguien devolvió las armas perdidas; alguien se las entregó, bien a Nicaragua, o a los israelíes, o a los paramilitares de Colombia, a la mano que mueve la silla, o a quien fuera, pero la Policía de Panamá apareció involucrada comprando lo que nunca compra y mordiendo lo que no debería haber mordido.

La mano...

—Así le decimos en Panamá a un clan que se ha enquistado en los últimos gobiernos. Su política es el dólar: manejan los grandes negocios del país. Ellos también están metidos en este trasiego de armas. Mire: en Panamá la gente sabe descifrar las claves que le estoy dando.

El segundo acto comienza en el despacho del procurador general de la Nación en Ciudad de Panamá. Un fiscal autorizado por él, dice:

—Los paramilitares de Colombia perdieron un gran arsenal hace dos años en el Putumayo luchando contra las Farc por los campos sembrados de coca. Al perderlo se creó la necesidad de abastecerse de armas y buscaron apoyo en gente de Miami, y los de Miami manejaron el negocio, pero pusieron como operadores a unos judíos allegados al Mosad, servicio de inteligencia israelí, metidos en el negocio de armas en Centroamérica. Esos empresarios judíos fueron muy ilusos, entre comillas, porque le vendieron armas a la Policía de Panamá sin confirmar con ellos si realmente eran el destinatario final.

—Algo muy especial en este caso es la indiferencia de los Estados Unidos, pues siempre que hay asuntos similares manifiestan en forma enérgica su inconformidad con las autoridades de los países donde ocurre el fenómeno. Esta vez no han dicho nada.

Al romperse el silencio, el primer comisionado de la Policía de Nicaragua, Edwin Cordero, reveló públicamente que “la embajada de los Estados Unidos en Nicaragua le dio el visto bueno a la empresa Gir S.A. de los israelíes Oris Zoller y Uzi Kisslevich, y luego se le entregaron las armas que supuestamente iban dirigidas a la Policía del Istmo”.

Coronel panameño:

—Desde el comienzo se supo que ese armamento no era para las Farc, sino directamente para los paramilitares. Sería absurdo que una guerrilla comunista estuviera haciendo negocios con gente vinculada a los estadounidenses.

Arsenal

Colombia es un paraíso para los traficantes. Fin de la guerra en Nicaragua: el ejército sandinista tenía 120 mil hombres armados con AK47 soviéticos. Después se redujo a 15 mil y los fusiles sobrantes se volvieron pelotas de plástico.

Pero por otro lado, La Contra tenía 30 mil, algunos fueron inutilizados, pero la mayoría pasó a depósitos clandestinos. Sin embargo, la cantidad más importante en Nicaragua pertenecía a la guerrilla de El Salvador que dejó allí grandes depósitos.

No obstante, el mayor movimiento venía de Honduras, a partir de muchos depósitos con AK47 que la CIA le proporcionó a la Contra Nicaragüense. Allí el inventario de guerra está ligado a exmilitares panameños vinculados con la inteligencia estadounidense. Su destino son los paramilitares colombianos, según un investigador de la procuraduría en Panamá.

Este país importó 40 mil AK47 para las Fuerzas de Defensa (16 mil hombres). Estados Unidos decomisó una parte y el resto alimenta la guerra en Colombia. Expertos consultados calculan que aún quedan en la región medio millón de armas.

Otro frente

Carlos Castaño, el jefe de los paramilitares, le había dicho a El Espectador:

—El helicóptero de las autodefensas es un Bell Ranger que nos robamos en Panamá.

¿Cómo?

Varias mujeres colombianas y algunos acompañantes abordaron dos helicópteros Bell Ranger 206 en Tocumen.

En una de las islas de San Blas, mar Caribe, los hombres ataron a los pilotos, dejaron a las mujeres y se llevaron las naves para Colombia.

Luego, María Yohana, Sandra Milena y sus compañeras, confesaron que ellas no eran propiamente turistas. Trabajaban por las noches en Le Palace y quienes se habían robado los helicópteros eran tres tipos que se trataban como, “mi mayor” y “mi capitán”. Los demás, simplemente, “hermano”, “parcero” o “parce”…

Según documentos en un juzgado de Colón, los helicópteros eran de sus enemigos, la guerrilla de las Farc.

Posteriormente se descompuso uno de los Bell en Colombia. Un mecánico fue secuestrado, pero frente a la nave dijo que necesitaba un repuesto. No se consiguió. Ordenaron robarse otra nave en Panamá.

No pudieron conseguirla, pero en cambio cayeron en manos de la Guardia Nacional un capitán de la Fuerza Aérea Colombiana con varios pasaportes y nombres falsos, y un tal Osiris, con pasaporte diplomático: era compañero de una auxiliar administrativa del consulado de Colombia en Panamá.

El capitán declaró que aprovechando sus días de descanso auxiliaba a los paramilitares y le pagaron para que se robara el helicóptero por encargo de un narcotraficante que también era paramilitar.

El fiscal Patricio Candanedo dijo:

—Consultamos con las Fuerzas Militares de Colombia y respondieron que sí, que efectivamente el capitán estaba haciendo uso de sus días libres.

Luego, capitán y diplomático quedaron en libertad.

Posteriormente la Procuraduría comprobó que Osiris, el amante de la funcionaria del consulado de Colombia, enviaba dólares falsos a Panamá dentro de la valija diplomática de Colombia. Se lo informaron a la Cancillería.

Silencio en Bogotá.

Unas de cal…

Ya en el siglo XXI la Policía cayó sobre una escuela de aviación y paracaidismo en Chame, no lejos de Ciudad de Panamá. Allí decomisaron algunas pequeñas naves, pero se les escapó un avión Séneca Tres.

Según el Ministerio Público, la Escuela Panameña de Aviación era de los paramilitares colombianos, y las naves transportaban cocaína y armas.

La escuela había sido denunciada por gente de las Farc.

…Y otras de arena.

En el mismo Chame la Policía halló una imprenta y miles de pequeñas cajas para empacar Bujías NGK que partían hacia Yavisa, frontera con Colombia.

Pero, oh, hallazgo: dentro de las cajas había municiones para fusil.

La imprenta era de las Farc y los paramilitares fueron quienes la delataron.