AQUELLO no podía estar pasando, pensó Lauren. Debería de estar alucinando.
Cuando él la abrazó, ella se dio cuenta de que aquello era real.
–No puedes hablar en serio.
–Nunca he hablado tan en serio –respondió él–. He tenido toda la semana para pensarlo. Además, Kerry y tú os lleváis cada día mejor –la besó muy tiernamente–. Te quiero –susurró contra sus labios.
–No puedes –suspiró ella–. Es imposible.
–¿Enamorarse en un par de días? –sonrió mientras sacudía la cabeza–. Hace una semana hubiera dicho lo mismo, pero ahora te conozco. Normalmente no soy tan impulsivo. Quizá todavía tú no sientas lo mismo que yo, pero lo sentirás.
–¿Sí? –dudó ella.
–Puedes apostarlo. Estamos hechos el uno para el otro.
–No sabes… no sabes nada sobre mí.
–Sé todo lo que necesito saber. Eres atractiva, inteligente, con sentido del humor… ¿qué más puedo pedir?
Honestidad, pensó ella. Si él supiese toda la verdad, aquello no estaría pasando.
Estuvo a punto de confesárselo todo, pero no tuvo valor. Amaba a aquel hombre, no quería perderlo.
Brad le tomó la cara entre las manos.
–¿En qué estás pensando?
–En que creo que estoy soñando –dijo sencillamente.
–¿Significa eso lo que yo creo que significa?
Ella suspiró.
–¿Que estoy enamorada de ti? Puedes apostarlo.
Él se echó a reír.
–Entonces, ¿la respuesta es sí?
Lauren lo besó emocionada. Él la correspondió rápidamente, con pasión. La hierba hizo las veces de colchón. Su mano fría empezó a recorrer la piel caliente de Lauren. Ella necesitaba aquello tanto como él, quizá incluso más. No quería pensar, solamente sentir.
Él estalló al mismo tiempo que ella cuando alcanzaron el clímax. Se tumbó a su lado mirándola fijamente.
–Hacemos una pareja perfecta –murmuró suavemente–. Te entregas por completo.
–Tú haces que sea posible –dijo ella acariciándole la cara con los dedos–. Eres un hombre con muchas facetas, Bradley Laxton, y todas ellas sensacionales.
–Sigue pensando así –dijo él–. Quiero muchas más cosas que sexo en este matrimonio.
–Las tendrás –prometió ella–. Te he echado mucho de menos esta semana –añadió sonriendo–. Nunca pensé que fueran estas tus intenciones, simplemente creí que tú…
–¿Quería meterte en mi cama? –terminó de decir él–. En un principio, quizá, pero luego me conquistaste –añadió dándole un beso en la punta de la nariz–. Será mejor que volvamos antes de que Kerry nos encuentre.
Se pusieron de pie mientras se colocaban bien la ropa.
–Todavía no podemos decírselo –Lauren estaba convencida de que la niña no iba a aceptarlo tan fácilmente.
–Esperaremos un poco. Puedo hacer cualquier cosa, menos perderte.
–Nunca me he sentido así por nadie –dijo ella suavemente mirándolo a los ojos.
–No te preocupes por Kerry, lo entenderá.
–Pero ella odia la idea de que te vuelvas a casar.
Brad apretó la mandíbula.
–Me temo que va a tener que hacerse a la idea.
Ya se había hecho totalmente de noche cuando regresaron a la casa. No vieron a Kerry. Brad le ofreció a Lauren algo de beber.
–¿Sigues pensando en la reacción de Kerry?
–¿Estás seguro de todo esto, Brad? –preguntó ella vacilante.
–Normalmente no le pido a cualquiera que se case conmigo –contestó sentándose a su lado en el sofá–. No te preocupes, todo va a salir bien.
Brad se levantó bruscamente cuando la puerta se abrió y apareció Kerry. La niña los miró detenidamente.
–¿Estabais hablando sobre mí?
Lauren se adelantó.
–Estábamos hablando sobre Londres y sobre lo que podríamos hacer nosotras mientras tu padre está trabajando.
Kerry los miró con desconfianza.
–¿Y lo que yo he dicho?
–Lo tenemos en cuenta –contestó Brad–. ¿Qué has estado haciendo? Pensé que ya estabas acostada.
–He estado leyendo. He bajado para recordarte que mañana se celebra la feria local.
–Lo había olvidado –admitió Brad–. Supongo que querrás ir.
–Podíamos ir los tres.
–Me parece estupendo –comentó Lauren emocionada–. Hace años que no voy a una feria.
–Abren mañana a las diez –dijo la niña antes de marcharse dando saltitos.
Sin decir nada, Brad volvió a sentarse. Se inclinó sobre ella y la besó con la boca abierta. Con la lengua exploró el interior de su boca, haciendo que Lauren se estremeciera. Ella le correspondió instintivamente, deslizando los dedos entre los botones de su blusa y acariciando la piel de su pecho cubierta de vello suave.
Ella recuperó el sentido cuando él sugirió subir a su habitación.
–No podemos –dijo ella–. Es demasiado arriesgado. Supón que Kerry nos descubre.
Brad se separó un poco para poder mirarla a la cara.
–¿Qué estás diciendo? ¿No vamos a poder tener un poco de intimidad hasta después de habernos casado?
–No, bueno… no exactamente. Lo que quiero decir es que… –hizo una pausa y se encogió de hombros–, no ayudaría nada si Kerry sospecha que nos estamos acostando.
–Simplemente, tenemos que tener cuidado. Te quiero conmigo, Lauren. Esta noche y todas las demás.
Brad se levantó y le ofreció una mano.
–¿Vienes?
Si ella se negaba, no solamente estaría yendo en contra de su propia voluntad, sino que echaría todo a perder. Como él había dicho, tendrían que tener mucho cuidado.
Confiando en que los sentimientos de Brad eran genuinos, Lauren disfrutó como nunca haciendo el amor con él. Era un amante generoso, atento, preocupado por proporcionarle placer antes de tenerlo él mismo. Le enseñó zonas erógenas que ella ni siquiera sabía que existían. Lauren cada vez se sentía más desinhibida. Aquello era mucho más que mera satisfacción sexual. Amor era la única palabra que podía describirlo.
Llegaron a la feria sobre las once de la mañana. Kerry salió corriendo dejando a su padre y a Lauren dando un paseo entre los puestos.
–Pareces pensativa otra vez –observó él–. ¿Aún estás preocupada por Kerry?
–Va a ser toda una sorpresa para ella.
–Terminará comprendiéndolo.
Lauren dudó unos instantes antes de seguir hablando.
–Tengo una idea que la ayudará a aceptarlo todo mejor. Le encantaría cambiarse de colegio. Su mejor amiga va a uno que está en Stratford. ¿Crees que sería posible arreglarlo todo para que comience allí el próximo curso?
Brad se la quedó mirando pensativamente.
–¿Estás dispuesta a convertirte en un ama de casa?
–Quedarse en casa no significa vegetar. Puedo hacer miles de cosas.
–Estoy seguro de que eres muy capaz de encontrar algo interesante –dijo sonriendo.
–Entonces, ¿estás de acuerdo? –preguntó–. ¿Permitirás que se cambie de colegio?
–Todo dependerá de que en Brookfields haya plazas disponibles –dijo con reserva–. Obviamente tienes muy en cuenta lo que a ella le gusta.
–También te tengo en cuenta a ti –dijo con picardía–. Piensa en lo fácil que puede ser la vida si tenemos a una adolescente feliz a nuestro lado –añadió recuperando el tono normal.
–¿Crees que con un cambio de colegio va a ser suficiente?
–Pero seguro que facilita las cosas –dijo apoyando la mano sobre su brazo–. Quiero que esto funcione, Brad. Por todos nosotros.
–Funcionará –le aseguró él.
Kerry apareció entre la gente junto a un chico aparentemente de su misma edad.
–Adrian es de Brookfields –dijo Kerry directamente–. Conoce a mi amiga Sarah.
–Estamos en la misma clase –confirmó el muchacho–. ¿Le parece bien si Kerry viene a mi fiesta de cumpleaños esta noche?
–Tú eres el hijo de Neil Harris, ¿verdad? –preguntó Brad, y el niño asintió–. Conozco a tu padre. Está bien, ¿a qué hora?
–A las seis y media.
–¿Eso significa que sí? –preguntó Kerry impaciente.
–Sí claro, no veo por qué no.
Kerry dio un salto de alegría y, sin decir nada más, se fueron corriendo.
A las dos en punto decidieron marcharse. Buscaron a Kerry y volvieron a casa en el coche.
Nada más llegar la niña se fue a su habitación y, en cuanto se quedaron solos, Brad se acercó a Lauren y le dio un beso en los labios. La abrazó apasionadamente y ella le correspondió con el mismo entusiasmo.
–Vamos arriba –murmuró él.
–¡Estás loco! No son ni las tres de la tarde –protestó ella entre risas.
–Lo sé –dijo él con los ojos muy brillantes–. Tenemos más de cuatro horas hasta la hora de la cena. Supongo que será suficiente.
Subieron las escaleras y, cuando se metieron en su cuarto, Lauren perdió la noción de todo. Hacer el amor con Brad sería algo de lo que nunca se cansaría. Su habilidad en saber dónde y cómo acariciarla para que ella experimentase un placer increíble indicaba la experiencia de Brad con las mujeres.
Habían dado las seis cuando Lauren se fue corriendo a su dormitorio para prepararse para cenar. El placentero malestar que sentía en la mitad inferior de su cuerpo era un recuerdo constante de los maravillosos excesos de aquella tarde.
Cuando bajó las escaleras, la señora P le dijo que Brad había ido a llevar a Kerry a la fiesta.
–Nos vamos a cenar fuera –le dijo Brad cuando regresó–. Vamos a un pequeño restaurante a las afueras de Stratford. A Kerry la iremos a buscar de regreso.
Aquel lugar era muy elegante, pero al mismo tiempo muy acogedor. La comida era fantástica, todos los platos eran obras de arte culinario. Lauren terminó su cena con una mousse de limón.
–¡Esto es el Cielo! –declaró ella satisfecha.
Brad la miró fijamente bajo la luz de las velas.
–No me mires así, vas a conseguir que me sonroje –añadió encantada.
Brad estiró el brazo para acariciarle la mano.
–¡Eres irresistible!
Ella pensó en su secreto y sintió un pinchazo en el corazón. Se estaba metiendo en un lío. Había muchas posibilidades de que Brad, al conocer la verdad, pensase que lo estaba utilizando.
Llegaron a casa y cada uno se fue a su habitación. El pasillo estaba muy oscuro cuando Lauren se adentró en él y echó un vistazo en dirección al cuarto de Brad. No estaba la luz encendida. Teniendo en cuenta que ya era muy tarde y que al día siguiente él iba a estar muy ocupado, Lauren supuso que sería normal que quisiese pasar la noche solo. Aun así, ella se quedó un poco desilusionada. Se dio la vuelta para volver a su dormitorio. Soltó un gritito cuando se lo encontró tumbado sobre la cama, esperándola. Estaba desnudo, cubriéndose ligeramente con la sábana. Un fuego se encendió dentro de ella. Había muy pocas posibilidades de que Kerry los viese, pero, aun así, giró la llave de la puerta cuando la cerró tras ella. Se acercó a él, segura de poder disfrutar sin temor de su privacidad.