Mi intención al escribir esta «novela de Alejandro» en clave contemporánea ha sido contar, del modo más realista y atractivo posible, una de las más grandes aventuras de todos los tiempos, sin por ello renunciar a la máxima fidelidad a las fuentes, tanto literarias como materiales.
He elegido un lenguaje en conjunto bastante moderno porque el mundo helenístico fue, en muchos aspectos, «moderno» —en su expresión artística, en sus innovaciones arquitectónicas, en su progreso técnico y científico, en su gusto por lo nuevo y lo espectacular—, tratando no obstante de evitar expresiones gratuitamente anacrónicas. En el ámbito militar, por ejemplo, he utilizado términos modernos como «batallón» o «general» para traducir lóchos o strategós, que habrían podido resultar duros para muchos lectores, y en el ámbito médico palabras como «bisturí» para indicar un instrumento quirúrgico ampliamente documentado por la arqueología. Allí donde un término antiguo resultaba comprensible, he preferido no obstante mantenerlo.
He tratado asimismo de restituir el lenguaje típico de algunos ambientes y de los diferentes personajes (mujeres, hombres, soldados, prostitutas, médicos, artistas, adivinos), teniendo presente sobre todo a los poetas cómicos (en particular a Aristófanes y a Menandro) y a los epigramáticos, que por necesidades propias de su arte tenían que reproducir un lenguaje realista, hasta en sus connotaciones populares y chocarreras. Los mismos poetas me han resultado una fuente inapreciable para la recuperación de muchos aspectos de la vida cotidiana, tales como la moda, la cocina, los dichos y proverbios.
Por lo que se refiere a la peripecia histórica, he tenido presente fundamentalmente a Plutarco, Diodoro Sículo, Arriano y Curcio Rufo, con ocasionales referencias a Pompeo Trogo y a la Novela de Alejandro. Para la ambientación antropológica y de costumbres me he basado principalmente en las anécdotas más animadas de determinados pasajes de Plinio, Valerio Máximo, Teofrasto, Pausanias, Diógenes Laercio, pero he bebido asimismo en una variedad de fuentes dispares tales como Jenofonte, Eliano, Apolodoro, Estrabón, y naturalmente Demóstenes y Aristóteles, aparte de fragmentos de historiadores griegos cuyas obras se han perdido. Las fuentes arqueológicas, en general, han constituido el soporte para la reconstrucción de ambientes, interiores, enseres, armas, decoraciones, mobiliario, máquinas, utensilios, y el descubrimiento reciente de las tumbas reales de Vergina ha permitido la reconstrucción realista de los funerales de Filipo II.
Quisiera expresar mi agradecimiento, en el momento de dar a la imprenta esta obra, a cuantos amigos me han brindado su ayuda y consejo, en especial a Lorenzo Braccesi que me ha acompañado en este largo y no siempre fácil viaje tras los pasos de Alejandro, y a Laura Grandi y Stefano Tettamanti que han seguido, puede decirse que página a página, el nacimiento de esta novela.
VALERIO MASSIMO MANFREDI